Capítulo 9

–Lo siento, tengo que irme. –dije apresurada por llegar al hospital.

Mateo salió de la casa para preparar el coche e irnos. Me giré hacia Valeria para disculparme pero ella me agarró la muñeca e hizo que la mirase.

–Voy contigo. –dijo de inmediato.

Iba a dudar pero cedí al ver su mirada llena de determinación. Montamos en el coche y el viaje al hospital transcurrió en completo silencio, con el aire lleno de preocupación y de incertidumbre. Cuando llegamos al hospital salí rápidamente del coche para ir a la secretaría y preguntar por mi madre. Mientras la enfermera buscaba el informe para decirme si podía entrar a verla o no, escuché a lo lejos como Mateo y Valeria hablaban.

–Creo que Ana nunca te lo ha dicho, pero su madre está enferma desde hace tiempo. Ha estado en tratamiento, pero las cosas han ido empeorando.

–¿Por eso aceptó el trato? –preguntó Valeria, seguramente atando cabos.

–Sí. Necesitaba el dinero para pagar las facturas médicas. Está haciendo todo esto por su madre.

Finalmente la enfermera me informó de la situación y me comentó que podría verla en cinco minutos, tiempo que tardaban que retirarse los médicos. Uno de los médicos que trataban a mi madre entró al hospital, cargado con una bolsa y al verme sonrió.

–Ana, me alegro de verte. Cada vez estás más alta. –bromeó y sonreí al ver a Henry. –Le iba a llevar estas frutas a tu madre, ya sabes que debe comer bastantes.

–Voy a entrar a verla, se las puedo dar.

–Eres un encanto. –Henry me entregó la bolsas. –Si necesitas algo ya sabes dónde buscarme.

Fuimos hacia el pasillo dónde estaba la habitación de mi madre y nos sentamos, esperando a que nos avisaran de que podíamos entrar. Mateo se marchó al baño, dejándonos a Valeria y a mí a solas. No sabía qué decir, no quería darle lástima a Valeria ni conseguir que me aumentara el dinero.

–Lo siento, Ana. No sabía que estabas pasando por todo esto.

–No quería que nadie lo supiera. No quería que me vieras como alguien débil o necesitada. –comenté mirándola.

–Nunca te vería así. –me aseguró y eso me hizo sonreír. –¿Podrías contarme?

–Es complicado.

–Todo contigo es complicado, Ana. ¿Sabes qué es lo único fácil? Que me importas mucho. Así que, ¿Por qué no empiezas a confiar en mí?

Valeria al decirme aquello hizo que recordara la conversación que había tenido con Mateo hacía unas pocas horas atrás. Suspiré sabiendo que debía abrirme con Valeria y empezar a confiar en ella, tal y como ambos me habían dicho.

–Mi madre está en el hospital porque tiene leucemia. Es un tipo de cáncer...caro de tratar. Los médicos dicen que con un trasplante tiene posibilidades, pero el tratamiento cuesta más de lo que puedo ganar trabajando como socorrista o cualquier otro tipo de trabajo que consiga.

–¿Por qué no me lo dijiste antes?

–Porque no quería que te sintieras obligada a ayudarme. Esto es mi problema, no el tuyo.

–Ana, si estamos juntas en esto. Tus problemas son mis problemas también. –aseguró Valeria con una sonrisa.

–No estás entendiendo...Esto no es solo un tema de dinero. Es más...complicado.

–¿Te gusta esa palabra, no?

No pude evitar sonreír levemente antes de que mi inseguridad volviera a aparecer. Me quedé callada por varios minutos, Valeria parecía tranquila y no habló en ningún momento, era muy considerada y era algo que me gustaba de ella. Finalmente cedi a hablar sobre mi pasado, algo que sólo Mateo en estos momentos sabía.

–Cuando tenía diez años, mi padre nos dejó. Un día simplemente se fue, sin una palabra, sin una despedida. Mi madre y yo nos quedamos solas. Tuvimos que aprender a sobrevivir, y ella...hizo todo lo que pudo por darme todo lo que necesitaba. –comencé a hablar con voz suave pero llena de inseguridad. –Trabajaba día y noche en varios trabajos para que no me faltara de nada. Pero siempre pensé que, sino hubiera sido por mí, tal vez él se hubiera quedado.

–¿Por qué pensabas eso? –Valeria parecía sorprendida, y me miró con empatía.

–Porque cuando se fue, dejó una nota. Decía que ya no podía soportar la carga. Que necesitaba empezar de nuevo. Yo era parte de esa "carga", ¿entiendes?

–Escucha, nada de eso fue tu culpa. Él tomó esa decisión, y fue una decisión egoísta. –Valeria tomó mi mano, y la miré con curiosidad. –Tú no eres una carga, Ana. Nunca lo has sido.

–Es fácil decirlo. Pero toda mi vida he sentido que tengo que ser fuerte, que no puedo depender de nadie. Ni siquiera ahora.

–Eso tiene que cambiar. Déjame ayudarte, Ana. –dijo Valeria con firmeza y su apretó su agarre en mi mano. Sentí mis mejillas calentarse y una parte de mí quería ceder ante ella.

–No puedo aceptar tu dinero.

–No es caridad. Es porque me importas, por que quiero que tu madre tenga una oportunidad. Y porque, si los roles estuvieran invertidos, sé que tú harías lo mismo por mí.

–Gracias.

Finalmente cedí, Valeria sonrió y antes de marcharse a hacer una llamada, me di un beso en la mejilla provocando que me quedara paralizada. Observé como Valeria se alejaba con el móvil en su mano y no pude evitar sonreír. Mateo me envió un mensaje de que tenía que hacer una llamada a sus padres, por lo que me quedé sola hasta que pude entrar en la habitación.

La habitación estaba iluminada por la luz de las lámparas, mi madre se encontraba recostada en la cama, algo pálida pero con una sonrisa en su rostro, también tenía una vía conectada a su brazo. Entré con la bolsa de fruta que Henry me entregó, y dejé la bolsa en la mesa al lado suya.

–¿Frutas otra vez? Me vas a convertir en un árbol frutal.

–Mejor eso que un paquete de patatas fritas. –reí suavemente por la broma que había hecho. Me alegraba verla de tan buen humor pese a cómo se encontraba. –Además, dijo Henry que necesitas vitaminas.

–Henry dice muchas cosas, la mayoría no entiendo. ¿Cómo estás tú, hija? ¿Cómo va el trabajo?

–Todo bien. –fingí una sonrisa, esperando que no se notara. El rostro de Valeria cruzó apareció en mi mente y no pude evitar sonreír. –Mucho sol, caras nuevas y nada que no pueda manejar.

–¿Y esa sonrisa? ¿Es alguien que te gusta?

–No es nada, mamá.

–Ana, no me digas "nada". Te conozco, puedo leer cada pensamiento que pasa por esa cabeza tuya.

–Es solo...trabajo. La playa, la gente, Mateo...Es mucho. Pero estoy bien, no te preocupes.

–No tienes que cargar con todo sola, ¿sabes? –me madre tomó mi mano, débil pero firme. –Yo sé que estás haciendo lo imposible por pagar este tratamiento, pero no quiero que te desgastes.

–No es imposible, mamá. Voy a encontrar la manera. El doctor dijo que el trasplante tiene buenas probabilidades, y no voy a dejar que te falte nada.

–Ana, no quiero que pongas tu vida en pausa por mí. No quiero que todo sea sacrificio para ti. –mi madre me miró con los ojos llenos de cariño pero también con preocupación.

–No estoy poniendo nada en pausa. Estoy haciendo lo que tengo que hacer. Tú siempre estuviste para mí, mamá. Ahora es mi turno.

El silencio llenó la habitación, solo siendo interrumpido por el sonido rítmico de la máquina de monitorización. Desvié la mirada para evitar que mi madre viera algunas lágrimas queriendo salir de mis ojos, quería mantenerme fuerte, tenía que ser fuerte por ella. No podía ceder tan pronto, tenía que ser fuerte.

–Bueno, al menos dime que hay alguien especial. No me hagas salir de aquí sin conocer a alguien que te haga sonreír como te lo mereces.

–Ahora te preocupas por mi vida amorosa. Perfecto. –mi madre rio suavemente mientras me veía con cariño.

–Por supuesto. Y no me vengas con excusas. Esa sonrisa que se te escapa cuando crees que no te miro no tiene nada que ver con el trabajo.

–Mamá... –sentí que me sonrojaba y desvié la mirada.

–¿Es Mateo?

–¡Mamá! Ya sabes que Mateo es mi mejor amigo.

–Hija, si alguien te hace feliz, deja que lo haga. –mi madre cambió su tono bromista por uno más suave. –No cargues con todo sola. Tal vez, solo tal vez, es hora de dejar que alguien esté ahí para ti también.

Guardé silencio, mordiéndome el labio mientras el rostro de Valeria invadía mi mente. Una mezcla de emociones, entre miedo y esperanza, se reflejaron en mi rostro. Finalmente, mi madre cerró los ojos, cansada pero tranquila, dejándome sola con mis pensamientos. Las horas pasaron, le mandé un mensaje a Mateo diciéndole que podía irse ya que me quedaría con mi madre toda la noche, algo que ella se negó pero finalmente cedió.

Salí a comprar un café en la cafetería pero me detuve en seco al ver a Valeria, sentada en una de las sillas, durmiendo en una posición algo incómoda. Había algo en la serenidad de Valeria que me hacía sentirme en paz, algo que no sentía desde hacía tiempo. Sin pensarlo demasiado, me senté junto a ella, y la guie suavemente hacia mí para que pudiera estar más cómoda. Su perfume se hizo presente y mi cuerpo se relajó inmediatamente, era como si Valeria tuviera un calmante que hacía que me relajara cuando estaba junto a ella.

Durante la siguiente hora estuve revisando mi móvil viendo vídeos en Tiktok, Youtube o mirando noticias de última hora. Noté como Valeria gruñó mientras se movía a mi lado hasta que finalmente comenzó a despertarse.

–¿Ana?

–Lo siento, no quería despertarte. ¿Me moví demasiado? –Valeria negó mientras se separaba de mí con las mejillas rojas.

–No importa. –sonrió suavemente, todavía medio dormida. –¿Cómo está tu madre?

–Mejor. Ahora está estable. Valeria, sobre lo que dijiste antes...

–No tienes que decir nada. –me interrumpió Valeria rápidamente, aunque se veía algo nerviosa. –Puedo esperar.

–Pero siento que debo decir algo, tú...has hecho tanto por mí en tan poco tiempo. No sé como agradecerte.

–No tienes porqué agradecerme nada. Me importas, Ana. Es suficiente para mí.

–No sé que hice para merecerte en mi vida. –susurré sintiendo mis mejillas calentarse.

–A veces, no se trata de merecer. Solo de estar en el lugar correcto, en el momento adecuado. –Valeria me sonrió con cariño, antes de mirar la hora en el móvil.

Me levanté de la silla y guie a Valeria hacia unas habitaciones donde los acompañantes podían pasar la noche. Había hablado con Henry para reservarla para nosotras, la habitación tenía dos camas individuales por suerte. Nos dimos las buenas noches antes de conciliar el sueño, era la primera vez que dormiría con Valeria en una habitación, y aunque estaba nerviosa por ello, pude conciliar el sueño rápidamente debido al cansancio acumulado.

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