Capítulo 8
Decidí ir a la playa para relajarme, toda la situación con Valeria era un poco agobiante y recurrí al único sitio dónde me sentía cómoda. La playa. Vi a Mateo vigilar la zona desde la torre, por lo que extendí mi toalla y me senté para disfrutar del sonido y el olor del mar. Mi paz no duró mucho, varios niños pequeños comenzaron a jugar cerca de las rocas, una zona que era bastante peligrosa al ser tan resbaladiza y dónde las rocas rompían con fuerza.
Era trabajo de Mateo vigilarle pero justo en ese momento estaba atendiendo a una niña que había tragado un poco de agua. Decidí acercarme para avisarles pero uno de los niños perdió el equilibrio y cayó al agua. Rápidamente corrí hacia el agua y nadando con rapidez conseguí atraparlo antes de que se cansara.
La corriente era más fuerte de lo que había anticipado, pero logré sujetar al niño con fuerza y regresar a la costa con éxito. Cuando llegué Mateo me miraba con una sonrisa orgullosa y los padres de aquel niño se acercaron corriendo para ver como se encontraba y para agradecerme. Me senté en la arena para recuperar el aire y descansar, a pesar de estar acostumbrada aún necesitaba tener unos minutos para recuperarme.
–¿Estás bien? –preguntó una voz que conocía perfectamente.
–¿Qué haces aquí? –pregunté sorprendida al ver a Valeria arrodillándose a mi lado.
–Quería ver como estabas, pero Mateo me avisó de que estabas salvando a un niño de ahogarse. ¿Por qué no puedes quedarte tranquila por cinco minutos? –suspiró mientras una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
–Es una maldición, supongo. El mar me llama, y yo obedezco.
–Eres increíble, ¿sabes?
–¿Por qué lo dices? –pregunté con curiosidad, mientras veía a Valeria detenidamente y admirando todas sus facciones.
–Por que haces que todo parezca fácil, natural...Y yo...
Antes de que pudiera seguir hablando, Elena llegó corriendo hacia nosotras con la chaqueta de Valeria en sus manos. Mateo la miró con una sonrisa amistosa mientras ella miraba la escena con una mezcla de sorpresa y preocupación.
–¿Qué pasó aquí?
–Ana salvó a un niño. –explicó Mateo con una sonrisa.
Valeria se levantó y se apartó un poco, como si el momento íntimo que teníamos hubiera sido interrumpido. Y así lo fue. Elena extendió una mano hacia mí para ayudarme, con una sonrisa la acepté y me levanté de la arena, sacudiendo mis pantalones para tirar la arena que se habían pegado a ellos.
–Eres toda una heroína, Ana. Pero deberíamos irnos antes de que alguien decida hacer una estatua en tu honor. Te van a convertir en la socorrista estrella.
Mientras nos alejábamos de la playa, Valeria nos observó a ambas mientras hablábamos o reíamos de algunas anécdotas que Mateo nos contaba. Sentí que Valeria quería decirme algo importante, mi corazón comenzó a latir más fuerte al pensar que tal vez podría gustarle, pero eso era imposible, ambas éramos de mundos diferentes y nuestra relación era solo temporal. Tal vez podríamos ser amigas cuando el acuerdo finalizara.
Por la noche junto a Mateo decidimos subir al tejado de la casa y disfrutar de las vistas que teníamos. Vivir al lado del mar tenía sus ventajas, tenía el trabajo nada más cruzar la calle y unas vistas increíbles. Mi mente comenzó a pensar en Valeria y en el contrato que nos unía, conforme habían pasado los día junto a ella pude ver que no era tal y como quería aparentar, y eso comenzó a gustarme de ella. Sabía que estaba mal, esto sólo era un acuerdo temporal hasta que los medios nos dejaran o se cansaran de crear notificas falsas sobre la familia Duarte y yo. Patricia estaba haciendo su mejor esfuerzo yendo a entrevistas para desmentir las teorías de la gente pero era complicado.
–¿Vas a decirme que te ocurre o voy a tener que sacártelo con un sacacorchos? –me preguntó Mateo, sentándose a mi lado y no pude evitar sonreír ante su pregunta.
–Es complicado.
–Eso lo dices siempre que no quieres admitir algo. –Mateo me mira con malicia y cruzó sus brazos. –Vamos, soy tu mejor amigo. Nada de lo que digas me va a asustar...probablemente.
–Eres un pesado. –reí mientras sacudía la cabeza y le miraba.
–Y tú una experta en esquivar conversaciones serias.
–Esta bien. –mordí mi labio, y pasado unos segundos volví a hablar, cediendo ante la petición. –Es Valeria.
–Sabía que tenía que ver con ella. –Mateo sonrió triunfante, como si hubiera ganado el oro. –Siempre que la mencionas tienes esa cara.
–¿Qué cara?
–Esa. Como si quisieras gritar pero también sonreír como una boba enamorada. Es un caos emocional que no habías mostrado desde que te gustaba Alejandra en el colegio.
–No es lo mismo. –sonreí ligeramente mientras le oía.
–Ah. ¿no? ¿Entonces qué es?
–Es diferente...Me gusta...mucho más de lo que debería. Pero no tiene sentido. –vacilé antes de seguir hablando. Miré la playa a lo lejos y suspiré. –Ella es...no sé, Valeria está en otro mundo. Ella tiene todo lo que pueda desear con tan solo chasquear sus dedos, en cambio yo...solo soy una socorrista que casualmente la salvó aquella tarde.
–Claro...porque los sentimientos tienen un departamento de inmigración que te dice a qué "mundo" puedes pertenecer. –comentó Mateo con cierto sarcasmo en su voz. –Y no creo que fuera una casualidad, Ana. La salvaste por un motivo.
–Lo digo en serio. Es solo cuestión de tiempo antes de que esto termine. Tenemos un acuerdo. Cuando se acabe el contrato, ella seguirá con su empresa y yo seguiré aquí, con mi vida. ¿Para qué complicar las cosas?
–¿Para qué complicarlas? ¿De verdad, Ana? Escúchate. –Mateo me observó con seriedad, esta vez no había ningún ápice de broma en su rostro. –Es como si estuvieras buscando excusas para no ser feliz.
–No es eso. –me giré hacia él molesta. –Es que quiero ser realista. ¿De qué sirve empezar algo que está destinado a acabar?
–¿Y qué? ¿Vas a pasarte la vida impidiendo lo que sientes porque puede doler después? Si sigues con ese plan, te vas a perder cosas increíbles.
–Pero ella no pertenece aquí. Es alguien diferente. Es como si ella fuera una princesa y yo una plebeya, nuestra relación no tendría futuro.
–¿Sabes quién es diferente también? Tú. Siempre lo has sido, y nunca te has rendido con nada. ¿Por qué ahora sí?
–Porque me asusta.
–Ahí está, por fin lo dijiste. –susurró Mateo con una pequeña sonrisa.
Un cómodo silencio se instaló entre nosotros. Comencé a procesar en lo que había admitido mientras Mateo se quedó callado a mi lado, dejándome asimilarlo como buen amigo que era. Mi mirada se dirigió a la playa, justo a la zona donde me encontré con Valeria la primera vez y una sonrisa tonta apareció en mi rostro.
–¿Y si lo arruino?
–¿Y si no lo haces? ¿Y si resulta que esto es lo mejor que te ha pasado? Nadie tiene las respuestas de qué pasará, Ana. Pero lo único seguro es que, sino lo intentas, nunca lo sabrás.
–Eres insoportable cuando tienes razón, ¿sabes? –suspiré mientras me apoyaba en él.
–Es mi mayor talento. –Mateo rio suavemente haciéndome sonreír.
–No sé como voy a hacer esto.
–Un paso a la vez. Y empieza con ser honesta con ella...y contigo misma. –me aconsejó dándome un suave apretón en mi hombro.
Asentí lentamente mientras el sonido del mar parecía más suave, como si la decisión hubiera sido aprobada también por el océano. Mateo, satisfecho, sacó de su bolsillo una pegatina de una cara sonriente y la pegó en mi frente, haciéndome sonreír por su ocurrencia.
–Listo, problema resuelto. Ahora toca celebrar.
–¿Celebrarlo? Ni siquiera sé qué va a pasar.
–Exacto. Y esa es la parte más emocionante.
–Oh...mira a tus doce... –dijo Mateo algo emocionado.
–¿Las doce? Son las nueve de la noche, Mat. –dije algo confundida mientras veía la hora en mi móvil. Mateo llevó su mano a mi barbilla e hizo que mirara el camino cercano. –Oh...Mierda...
Vi a Valeria andar hacia nuestra casa, parecía algo nerviosa y miraba sin parar a su alrededor. Sin decir nada más, bajamos del tejado y fuimos a la puerta principal para recibirla. Mateo fue el primero en abrir la puerta dejando a Valeria sorprendida, al parecer iba a llamar al timbre justo cuando mi amigo abrió la puerta.
–Ho-Hola. –saludó Valeria algo nerviosa. Algo que se me hizo lindo.
–Justo llegó la cereza del pastel. –dijo Mateo con una sonrisa. Le miré amenazante mientras Valeria le veía confundida. –Os dejo a solas, voy a correr un rato.
–Vas con chanclas. –señalé.
–Siempre hay una primera vez.
Mateo se marchó y con su ida vino un silencio que no sabría como catalogar, si era cómodo o incómodo. Invité a la chica a sentarse en el sofá, ambas nos sentamos en silencio y comencé a jugar con el borde de mi camisa de tirantes mientras veía de vez en cuando a Valeria, quién parecía igual de nerviosa que yo.
–¿Todo bien? –me atreví a preguntar.
–Si...Bueno, necesitaba hablar contigo. Es importante. –su voz tembló ligeramente, pero se mantuvo firme.
–Claro. Adelante. –le insté a seguir.
–Esto no es fácil para mí. –comenzó Valeria después de unos segundos en silencio, como si estuviera pensando detenidamente en qué decir. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza. –Pero creo que no puedo seguir guardándomelo más. Cuando te conocí, todo esto era solo un acuerdo hecho por mi madre para guardar las apariencias de la familia de de la empresa. Pero con el tiempo...cambió. Yo cambié.
La miré con sorpresa y algo de expectación por lo que iba a decir. Justo había hablado de esto con Mateo minutos atrás, y no podía creer lo que estaba ocurriendo. Decidí hablar para alentar a Valeria de que siguiera hablando mientras sentía que todo mi cuerpo temblaba por los nervios y la emoción de lo que podría decir.
–Valeria, ¿de qué hablas?
–Ana, me importas más de lo que debería. –Valeria me miró a los ojos y sentí que me hipnotizaba con su mirada. –No puedo dejar de pensar en ti, en cómo me haces sentir. Estoy cansada de fingir que esto es solo una actuación. Yo...me estoy enamorando de ti.
Me quedé en silencio asimilando lo que Valeria me había confesado. Mi corazón comenzó a latir como loco y sentí mis mejillas comenzar a calentarse mientras una suave sonrisa se instalaba en mi cara. Justo cuando iba a responder, Mateo entró bruscamente en la casa sobresaltándonos a ambas.
–Ana, lo siento por interrumpir. Pero tienes que venir conmigo. Es tu madre...Acaban de llamarme del hospital, está grave.
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