Capítulo 4
Esa misma tarde, Valeria me llevó a una boutique en el Distrito Alto Mar. El lugar era todo lo que detestaba; exageradamente caro y lleno de dependientes que parecían juzgarme con la mirada. Valeria parecia ajena a todo o estaba demasiado acostumbrada, la seguía a través de las estanterías repletas de ropa que en ninguna vida podría pagarme.
–No me siento cómoda aquí. –murmuré mientras Valeria revisaba un perchero de vestidos.
–Lo sé, pero necesitas algo adecuado para la gala. No puedes ir con tus jeans de siempre.
–Mis jeans son cómodos. –protesté. Odiaba el mundo de los ricos, siempre tenían que tener cada ropa para cada ocasión, de tan solo pensarlo me causaba una profunda pereza. No sabía como Valeria podía vivir así.
Vi como Valeria sonrió mientras elegía un vestido largo de color verde esmeralda. Me lo entregó y lo sostuve con miedo de romperlo, esto seguramente era lo más caro que jamás había cogido en mis manos.
–Pruébatelo. –me animó Valeria.
Rodé los ojos mientras bufaba pero obedecí. Caminé al probador y me vestí con el vestido. Cuando salí, Valeria recorrió todo mi cuerpo con su mirada cargada de asombro. El vestido se ajustaba a mi cuerpo, el color esmeralda resaltaba mis ojos verdes, o eso es lo que percibí al verme en el espejo.
–Vaya... –murmuró Valeria, claramente impresionada.
–¿Es demasiado? –comencé a sentirme incómoda por la mirada que la chica me estaba dando.
–Es perfecto. –Valeria sonrió encantada con la elección.
El momento fue interrumpido cuando el móvil de Valeria vibró. Cuando leyó el mensaje vi como bufó y con una velocidad increíble respondió al mensaje. Guardó su móvil y me miró con determinación y nerviosismo.
–Espero que estés lista para lo que viene.
–Tú deberías estar lista también. Lo haré a la perfección. –le sonreí con confianza.
Pasé el resto de la tarde paseando con Valeria por diferentes tiendas en caso de que viera algo más que me gustara. Me negué puesto que ya habíamos comprado el vestido, algo que Valeria me aseguró que corría por parte de su madre, la mujer quería que todo fuera perfecto y no dudaba en derrochar el dinero que fuera necesario para cumplir con el plan.
Esa misma noche fuimos a un restaurante de la zona para practicar nuestra actuación. Al día siguiente había quedado con una persona, no me dijo de quién se trataba pero sí me aseguró que, si podíamos engañarla, podríamos engañar sin problema a los medios.
–Entonces, ¿cómo nos conocimos? –pregunté mientras revisaba el menú e intentaba no mirar el precio.
–En la playa, obviamente. Pero tenemos que agregar algo más personal. Quizá tú me ayudaste a superar un mal día.
–¿Eso no lo hice ya? Te salvé de ahogarte. Además, ¿no es algo cliché?
–¿Tienes una idea mejor? –preguntó Valeria mientras daba un sorbo al vino que había pedido.
–Podríamos decir que chocaste conmigo mientras corrías por la playa, y que fingí estar herida solo para que me invitaras a un café.
–De acuerdo. –Valeria soltó una carcajada, genuina y despreocupada. –Pero tú tendrás que recordar que yo insistí en pagar.
La conversación fluyó más fácil de lo que ambas esperábamos. Por momentos, el ejercicio de fingir se sintió sorprendentemente natural. Incluso Valeria se permitió bajar la guardia de ser la "chica perfecta", aunque fuera solo durante un poco. Cuando salimos del restaurante, sentí como Valeria tenía su mirada puesta en mí y susurró algo que pude escuchar por suerte.
–Tal vez no sea tan difícil después de todo.
–Eso espero. Porque no pienso jugar eternamente a ser tu novia perfecta.
–Nunca te lo pediría. –Valeria sonrió.
Roberto me llevó de nuevo a casa dónde Mateo parecia aburrido viendo la televisión, en el momento en el que entré muteó el canal que estaba viendo y se dedicó a mirarme con curiosidad. Su atención se dirigió a la bolsa de la boutique donde compré el vestido, o mejor dicho, Patricia lo compró.
–¿Es caro? –preguntó Mateo con curiosidad luego de que le enseñara el vestido que usaría para la gala.
–Ni los dos juntos en diez vidas podríamos comprarlo. –le respondí con una sonrisa burlona. –Mañana he quedado al mediodía con Valeria y una amiga suya, será la primera prueba para ver si engañamos a la gente como pareja.
–Seguro que lo haréis genial. Y el sábado te veré en la televisión. –le miré sorprendida, y él sonrió. –La gala la transmiten en directo. Pero no te preocupes, sin presión.
–Ahora tengo más presión. Me voy a dormir, mañana tengo que hacer más cosas.
(...)
El sol del mediodía se filtraba a través de los ventanales del restaurante de lujo donde me encontraba con Valeria, esperando a la persona misteriosa. La mesa estaba perfectamente puesta, con un ramo de flores frescas en el centro que probablemente había sido seleccionado solo para decorar durante unas horas. Para esa ocasión había elegido una camisa de lino fina y unos jeans oscuros, sentía que todo a mi alrededor destilaba un lujo que no podía considerar innecesario.
–¿Recuerdas lo que te dije? –preguntó Valeria sin mirarme, se encontraba revisando su teléfono con una rapidez casi mecánica.
–Sí. No hagas el ridículo, sonríe de vez en cuando y actúa como si no odiara estar aquí. –enumeré con voz neutra.
Valeria soltó un suspiro cansado pero pude notar un leve amago de una sonrisa en su rostro.
–No lo habría dicho con esas palabras, pero sí.
–¿Quién es esa amiga tuya? –pregunté, tratando de parecer interesada.
–Elena. Es mi mejor amiga desde la infancia. Si alguien puede ver a través de esta farsa, será ella.
–Genial. Sin presión, ¿eh? –bromeé, sacando una pequeña sonrisa a Valeria.
Antes de que Valeria pudiera responder, una chica alta y elegante entró al lugar como si el mundo entero fuera su pasarela. Su cabello era castaño oscuro, ligeramente ondulado, caía perfectamente sobre sus hombros, y llevaba un conjunto que parecía que gritara sofisticación: una falda de color crema y una blusa azul cielo. Sus ojos color miel brillaban con una mezcla de calidez e inteligencia.
–¡Valeria! –gritó la chica con una voz melodiosa antes de acercarse para darle un abrazo.
Valeria se levantó para recibirla y sonrió genuinamente, algo que no había visto muy a menudo. Mientras Valeria hablaba con Elena, esta dirigía su mirada hacia mí como si me estuviera evaluando sin disimular si quiera. Había algo en su expresión que no me daba desconfianza pero parecía cautelosa a mi alrededor.
–¿Y ella es...? –preguntó al separarse de Valeria y mirarme.
–Es Ana. –Valeria hizo un gesto señalándome, sonreí esperando que fuera convincente y ella continuó. –Mi pareja.
–¿Tú pareja? –Elena arqueó una ceja, claramente sorprendida. –Bueno, esto sí que es una novedad.
–Encantada de conocerte, Elena. He oído hablar mucho de ti. –hablé por primera vez mientras le extendía una mano.
–Espero que cosas buenas. Aunque con Valeria nuca se sabe. –aceptó el apretón de manos con una sonrisa afilada.
La conversación inicial fue agradable aunque cargada de pequeñas pruebas por parte de Elena. Hizo preguntas sobre cómo nos conocimos, nuestros intereses en común y anécdotas que, afortunadamente, Valeria había previsto y preparado con antelación los anteriores días. Mientras hablaba con Elena, sentí la mirada de Valeria en mí y en como me relacionaba con Elena, esperaba que estuviera aprobada con esta interacción con su mejor amiga.
Cuando llegó el momento de pedir la comida, quería impresionar a Elena por lo que decidí elegir un plato en el menú con el nombre más extraño que había visto en toda mi vida. Valeria me lanzó una mirada de advertencia pero decidí ignorarla, no sabía porqué tenía la necesidad de sorprender a su amiga.
–Tomaré el...eh...Coquilles Saint-Jacques. –dije mientras me esforzaba en pronunciar correctamente aquel plato.
Elena contuvo una sonrisa y Valeria parecía preocupada. La camarera tomó el pedido sin ningún problema y se despidió de nosotras para seguir atendiendo a otras mesas. Observé como toda la gente del restaurante vestía elegantemente, y aunque había ido a otros restaurantes con Valeria, todavía me sentía fuera de lugar.
–No sabía que tenías una pareja tan...aventurera.
Noté el sarcasmo en su voz pero decidí ignorarlo, intenté responderle algo ingenioso pero Valeria se anticipó y respondió en mi lugar.
–Ana siempre está dispuesta a probar cosas nuevas. Es una de las razones por las que me gusta tanto.
–Interesante. –Elena arqueó una ceja mientras sonreía.
Mientras esperábamos la comida, Elena pareció bajar un poco la guardia, algo que agradecí internamente. La conversación giró hacia temas más triviales, como viajes y restaurantes favoritos. Sin embargo, justo cuando empecé a relajarme, llegó el plato que había pedido. Miré con desconcierto las delicadas vieiras en el plato, adornadas con una salsa cremosa y una guarnición de lo que parecía ser puré de apio. Traté de mantener la compostura, pues las vieiras era algo que siempre me daba mucho asco comer, solo de verlas sentía ganas de vomitar. Valeria pareció notar mi cambio de ánimo y se acercó a mi para susurrarme.
–¿Sabes lo que son vieiras, verdad?
–Por supuesto. –apreté los labios para no reírme. Por suerte aquella pregunta tan tonta hizo que me olvidara de la sensación de angustia. –No soy amateur.
Sentí la mirada de Elena sobre nosotras, vi como sonreía con diversión pero no comentó nada. Con mucha valentía e ignorando la fuerte sensación de angustia en mi estómago, conseguí comer todo el plato de vieiras, algo que sorprendió a Valeria y divirtió a Elena. Si pensaban que unas vieiras iban a hacer que me plantara, estaban muy equivocadas.
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