Capítulo 22

Después de cenar, decidimos hacer algo especial para cerrar este día. Mateo propuso ver alguna película de terror, Valeria sugirió dar un paseo por la zona y yo por mi parte me mantuve al margen, realmente me daba igual lo que hiciéramos. Elena, con su habitual tono misterioso, sugirió una prueba de valor.

–Estamos en una isla privada, con una mansión algo vieja, y hemos visto una pequeña cueva cerca de la playa. He estado investigando, y supuestamente esa cueva está encantada. –anunció Elena con una sonrisa traviesa.

–¿Encantada? –preguntó Mateo alzando una ceja.

–Eso dicen. Pero claro, si tienes miedo, siempre puedes quedarte aquí.

–¡Yo no tengo miedo! –exclamó Mateo, inflando el pecho con orgullo. –¿Qué tan difícil puede ser entrar en una cueva oscura?

–Perfecto. Porque Ana y tú seréis los primeros en entrar. –Elena sonrió con malicia.

–¿Yo? ¿Por qué siempre me metes en esas cosas? –pregunté indignada. Antes de que pudiera seguir protestando, Valeria intervino.

–¿Es realmente necesario?

–¿Estás preocupada por Ana? –preguntó Elena, con una sonrisa cómplice.

–No. –respondió Valeria rápidamente, aunque el leve sonrojo en sus mejillas la delataba. –Solo creo que es una idea ridícula.

–Es solo un juego. –le aseguré, intentando tranquilizarla. Luego le guiñé un ojo provocando que se sonrojara aún más. –Además, no quiero que pienses que soy una cobarde.

–Está bien, pero si algo te pasa, me encargaré de que no lo olvides nunca.

Cogimos algunas linternas que Elena había traído en su mochila y juntos caminamos hacia la cueva. La luna llena iluminaba el camino, pero al acercarnos a la cueva el ambiente se volvió más oscuro y silencioso, salvo por el sonido de las olas romper a lo lejos.

–¿Estás segura de que quieres entrar primero? –preguntó Mateo, tratando de disimular su nerviosismo.

–¿Tú no decías que no tenías miedo? Que eras un valiente.

–Lo soy, pero...tal vez deberías ir delante por si hay...no sé, murciélagos o algo.

–Eres socorrista, ¿Y le tienes miedo a los murciélagos? –le miré con incredulidad.

–No les tengo miedo, solo...respeto. –dijo Mateo mientras me empujaba hacia la entrada.

Antes de entrar a la cueva vi a Elena y Valeria mirarnos con sonrisas divertidas. Dentro de la cueva, avanzaba con cautela, iluminando el camino con la linterna. Mateo me seguía de cerca, murmurando cosas como "esto es una mala idea" y "espero que no haya arañas". De repente, un ruido extraño resonó en la cueva. Mateo se aferró a mí, causando que ambos nos revelásemos al suelo estar mojado por la humedad y nos cayéramos al suelo.

–¡¿Qué fue eso?! –exclamó Mateo asustado.

–¡Era tu propia voz, tonto! –dije mientras me reía a carcajadas, e intentaba levantarme sin caerme de nuevo. –Estás haciendo eco con tus murmullos.

–Sabía eso...solo quería ponerte a prueba. –respondió Mateo poniéndose de pie rápidamente, tratando de mantener la compostura.

Seguí riéndome mientras intentaba que la linterna no se me cayera de las manos. Al llegar al final de la cueva, volvimos sobre nuestros pasos para salir, y al hacerlo fuimos recibidos por Elena y Valeria, quiénes se estaban riendo.

–¿Qué fue lo que pasó ahí dentro? –preguntó Elena, intentando contener la risa.

–Nada, solo un pequeño malentendido entre Mateo y el eco. –respondí con una sonrisa burlona.

–¿Qué puedo decir? Estoy preparado para situaciones de emergencia en el agua, no en una cueva. –Mateo intentó defenderse como pudo.

–¿Estás bien? –me preguntó Valeria, acercándose a mí y entrelazando su brazo con el mío.

–Perfectamente. Aunque creo que Mateo podría necesitar terapia después de esto.

–Me alegro de que estés bien. –mi comentario hizo reír a Valeria, quién se relajó un poco.

–Esto va directo para nuestro grupo de WhatsApp.

Elena nos mostró una foto de Mateo saliendo de la cueva con cara de susto, y detrás de él estaba yo riéndome. Nosotras nos reímos mientras Mateo fingía estar ofendido aunque pude ver como intentaba ocultar una sonrisa que se había formado en su rostro.

–Lo importante es que estoy vivo.

Luego de aquella prueba, decidimos regresar a la mansión. Mateo y Elena se marcharon a descansar mientras que nosotras decidimos sentarnos juntas en la terraza. La noche era tranquila, y el cielo estaba lleno de estrellas como las anteriores noches, esto lugar parecía mágico.

–Hoy fue...interesante. –comentó Valeria, mirándome con una sonrisa.

–¿Te refieres a mi valentía en la cueva o a Mateo gritando como loco?

–A ambas cosas.

–Gracias por preocuparte por mí. –reí y luego la miré con cariño.

–No tienes que agradecerme. –Valeria desvió su mirada algo avergonzada.

–Para mí significa mucho. –tomé su mano suavemente.

Valeria me miró durante un instante antes de inclinarse hacia mi y darme un suave beso en los labios. Le respondí de igual forma, y tras varios minutos, nos separamos para mirarnos con una sonrisa e ir a descansar después de un largo día de diversión.

A la mañana siguiente, la luz del sol se colaba por las ventanas de la mansión, ilumianando mi rostro. Todavía cansada y con ganas de seguir durmiendo, bajé a la cocina en busca de café, al entrar me sorprendí al ver a Valeria allí mientras hojeaba un periódico.

–¿Desde cuándo eres madrugadora? –le pregunté mientras me servía una taza de café.

–No pude dormir mucho. –respondió sin levantar la mirada.

–¿Estás preocupada por algo? –cuestioné, sentándome frente a ella con el café recién hecho.

–Anoche, en la terraza...fue un momento bonito, pero...

–¿Pero qué? –dejé la taza encima de la mesa luego de darle un sorbo.

–A veces siento que esto es un sueño. Que si me permito disfrutarlo demasiado todo se desvanecerá.

–Si esto es un sueño, entonces no quiero despertar. –le sonreí con ternura.

Valeria me miró sorprendida por la respuesta, siempre era directa al decir las cosas y parecía que la desarmaba con una simple frase, algo que me divertía. Luego de que nuestros amigos se despertaran y desayunaran, Elena, siempre con su toque enigmático, sugirió una excursión por los senderos que llevaban a una cascada oculta que había visto en uno de los antiguos mapas que había en la biblioteca. Mateo, aún tratando de recuperar su dignidad después del accidente de la cueva, se ofreció a liderar el grupo.

–Esta vez no habrá ecos ni murciélagos. –anunció con confianza.

–¿Seguro que estás preparado para esto? –Elena alzó una ceja mientras le veía de brazos cruzados.

–Por supuesto. Liderar es mi segunda naturaleza. –respondió Mateo, ignorando el hecho de que me estaba aguantando la risa.

El camino era pintoresco, con árboles altos que ofrecían sombra y el sonido de las aves llenando el ambiente. Valeria caminaba junto mí, mientras Mateo y Elena discutían sobre la mejor dirección para tomar.

–Es por aquí, estoy seguro. –insistió Mateo, señalando un desvío.

–El mapa dice lo contrario. –respondió Elena, sosteniendo un papel algo arrugado.

–¿Y desde cuándo sigues las reglas?

–Tienes cinco minutos. –dijo Elena con una mezcla de diversión y desafío. –Si no encontramos la cascada, asumo el control.

–Esto va acabar mal. –me susurró Valeria, y asentí divertida.

Cinco minutos después, Mateo se tropezó con una roca y terminó cayendo al río poco profundo que cruzaba el sendero. No pude evitar soltar una gran carcajada mientras me apoyaba en mis rodillas para evitar caerme, Valeria se acercó para ayudarlo a salir mientras Elena veía divertida.

–¿Esta es tu manera de inspeccionar el terreno? –bromeé al terminar de reírme.

–¿Por qué siempre soy el blanco de las bromas? –Mateo, empapado, se cruzó de brazos.

–Porque haces que sea muy fácil gastarte bromas. –respondió Elena con una sonrisa burlona.

Finalmente, y bajo el mando de Elena, encontramos la cascada, y al verla sentimos que el esfuerzo había merecido la pena. El lugar era impresionante, con el agua cayendo en una piscina natural cristalina rodeada de vegetación. Valeria tomó asiento en una roca plana mientras me quitaba los zapatos para mojarme los pies en el agua.

–Es increíble, ¿no? –dije, mirando a Valeria.

–Lo es. Aunque creo que la compañía lo hace mejor.

Sonreí, pero antes de que pudiera responder, vimos a Mateo trepar por una roca, seguramente quería impresionarnos por lo de antes. Pero antes de que pudiera llegar arriba del todo, se resbaló y cayó de nuevo, salpicándonos a las tres.

–Voy a empezar a llevar una cámara para documentar tus momentos más gloriosos.

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