Capítulo 17

Los días siguientes transcurrieron con normalidad, como si nada hubiera ocurrido. Pero sí, algo había ocurrido, y era que Mateo invitó a una cita a Elena. Al parecer le gustaba de verdad y quería impresionarla de alguna forma, por lo que invité a Valeria a nuestra casa para que le ayudara con la cita, la cuál quería que fuera perfecta, o todo lo perfecta que podría hacer él. Mateo caminaba de un lado a otro, claramente nervioso.

–¿Crees que le gustará un ramo de rosas? ¿O es demasiado cliché? –preguntó Mateo mientras sostenía un ramo de flores que parecía haber pasado por una tormenta.

–Lo que va a necesitar Elena es un buen médico si le llevas esas flores. –bromeé, provocando que Valeria soltara una carcajada.

–¡Oye! ¡Hice mi mejor esfuerzo! –replicó Mateo, agitando el ramo como si fuera un arma.

–No seas mala con él, está haciendo lo que puede. –Valeria me dio un suave golpe en el hombro, aunque sonreía divertida.

–Tienes razón, Val. Perdón Mateo. Mira, lo importante es el gesto, pero tal vez...¿podemos conseguir algo que no parezca salido de una película de terror?

–Ustedes tienen experiencia en esto. Yo solo soy un simple socorrista, no sé nada de citas. Nunca he tenido una. –Mateo suspiró y se dejó caer en el sofá.

–¿Dónde quieres llevarla? –preguntó Valeria algo pensativa, mientras se cruzaba de brazos.

–No sé, un lugar donde pueda impresionarla, pero sin parecer que lo estoy intentando demasiado. –Mateo miró el techo como si buscara la respuesta en las lámparas.

–Esa frase no tiene sentido, pero te entiendo. –respondí con una sonrisa burlona.

Después de una larga discusión, decidimos organizar una cita sencilla pero significativa; un paseo por la playa al atardecer seguido de una cena en un pequeño local conocido por su ambiente íntimo y su deliciosa comida. Valeria se encargó de reservar el lugar, mientras Mateo practicaba frente al espejo lo que iba a decir, un gesto que me pareció muy dulce pero que jamás se lo diría.

–¿Debería llevar una chaqueta? –preguntó Mateo, mientras le colocaba una flor en el bolsillo para adornar su look.

–Llévala, pero no actúes como si te estuvieras congelando. Elena necesita un hombre seguro, no un témpano de hielo. Dar la chaqueta ya es muy repetitivo. –bromeé, arrancando otra risa de Valeria.

Mateo murmuró algo sobre lo difícil que era lidiar con nosotras al mismo tiempo pero nos agradeció la ayuda. Ambas entramos en el restaurante para ir a la mesa que habíamos reservado, estaba cerca de dónde estarían ellos pero por su ángulo de visión sería difícil que nos pudieran ver, al menos Elena.

Esperamos unos minutos hasta que finalmente Elena llegó al lugar, vestida con un conjunto elegante pero casual que destacaba con su estilo natural. Al ver a Mateo, sonrió cálidamente, aunque había un destello de curiosidad en sus ojos. La cita empezó con torpeza, algo típico de Mateo, pero pronto se relajó. Mi amigo, siendo genuino, logró sacar varias sonrisas a Elena, quién parecía estar disfrutando de la simplicidad de la velada.

Sin embargo, la paz fue interrumpida cuando Mateo accidentalmente derramó el vaso de agua sobre sí mismo. Intenté reprimir la risa pero no pude evitarlo, llevé una mano a mi boca para evitar que se me escuchara, mientras Valeria parecía tener el mismo problema que yo.

–¡Ay no! –exclamó Mateo, tratando de secare con una servilleta mientras Elena reprimía una risa.

–Que desastre. –susurré, limpiándome una lágrima.

–No te burles, pobrecito. Pero admito que es gracioso. –Valeria me dio un suave golpe en el hombro.

–¡Creí que iban a ser mi apoyo moral, no mi público de comedia! –exclamó Mateo mirándonos sonrojado.

–Está bien, Mateo. Al menos ahora sé que eres auténtico. –dijo Elena tras mirarnos con una sonrisa, y rompió a reír, algo que alivió la tensión.

Ambas seguimos con nuestra cena pero sin dejar de echar miradas a la mesa de Mateo y Elena, quién parecía divertida con la situación. Tras la cena, Mateo hablaba con Elena en la calle mientras nosotras salíamos del restaurante luego de pelearnos quién pagaba, al final decidimos pagar a medias pero con la promesa de invitarnos a una cena la próxima vez.

–Gracias por ayudar a organizar esto. –dijo Elena con una sonrisa. –Me divertí mucho.

–Solo queríamos asegurarnos de que Mateo no metiera la pata...demasiado. –respondí encogiéndome de hombros.

–Por cierto, ¿nunca nos has dicho dónde trabajas? Siempre que te pregunto evades la pregunta. –preguntó Valeria con curiosidad.

Elena pareció dudar por un momento antes de responder con una leve sonrisa.

–Bueno, es que no es un trabajo convencional. Soy analista en una división especial del gobierno.

–¿Analista? ¿De qué tipo? –pregunté sorprendida.

–Digamos que ayudo a resolver ciertos...problemas internacionales. –Elena habló con cierta cautela, como si estuviera midiendo lo que podría contarnos y lo que no. –Y a veces, esos problemas requieren lidiar con personas peligrosas.

–¿Eres espía o algo así? –Mateo parecía interesado, y se acercó a ella con una sonrisa. Elena le miró alzando una ceja divertida.

–No exactamente. –Elena soltó una carcajada. –Pero digamos que tengo acceso a información que la mayoría no tiene. Ni siquiera la policía.

–¿Tú mejor amiga es básicamente un James Bond moderno? –le pregunté a Valeria, quién la veía con asombro.

–Es más aburrido de lo que parece, lo prometo. Pero sí, mi trabajo puede ser un poco intenso.

–Deberíamos haberlo imaginado. –Valeria suspiró con una sonrisa. –Siempre fuiste misteriosa con tu trabajo, cuando vas a trabajar, a dónde... Nunca decías nada, e incluso desaparecías repentinamente y hasta unos meses después no sabía nada de ti.

Más tarde aquella noche, después de despedirnos de Mateo y Elena, decidimos pasear por la playa que había cerca del restaurante donde cenamos. Ambas caminábamos cogidas de la mano mientras pensaba en lo que Elena nos acababa de decir, su trabajo era increíble, ahora entendía su forma de ser tan misteriosa y analítica.

–Tu amiga es increíble.

–Lo sé. Pero, para ser sincera, tú me sigues pareciendo más increíble.

–¿De verdad crees eso? –por un momento me detuve, miré a Valeria con ternura y una pequeña sonrisa.

–Tú tienes algo que ni siquiera el trabajo más emocionante podría superar. –Valeria asintió, mientras entrelazaba nuestros brazos. –Tienes un corazón enorme, Ana.

Me quedé en silencio sin saber qué responder, sólo escuchaba el sonido de las olas romper con un suave sonido. La abracé mientras le daba un suave beso en la mejilla, haciendo que Valeria sonriera con felicidad. Ambas nos quedamos en aquel lugar mientras nos abrazábamos y disfrutábamos del cielo estrellado que se cernía sobre nosotras.

Unos días después, Mateo y yo nos tomamos unos días libres de nuestro trabajo para descansar, algo que a nuestro jefe no le importó y nos animó a que disfrutáramos de nuestros días de vacaciones. Valeria, al saber que estábamos de vacaciones, no dudó en citarnos a todos para ir de vacaciones a una isla privada que su familia tenía. Mateo al enterarse casi le dio un infarto, ya que eso sólo lo veía en las películas de después de comer.

–Ana, cásate con ella. ¡Tiene una isla privada! –exclamó mi amigo emocionado, provocando que me sonrojara ante la idea de casarme con Valeria.

El sol brillaba intensamente sobre el puerto mientras subíamos al yate privado que nos esperaba. Era un día perfecto para disfrutar del mar. Mientras nos alejábamos de la ciudad, sentía que podía desconectar del drama que habíamos vivido los días anteriores, tal vez alejarnos de la ciudad sería una buena idea.

–No puedo creer que vayamos en un yate privado. –comenté, mirando la embarcación con asombro.

–Es uno de los beneficios de mi familia. –respondió Valeria con una sonrisa juguetona. –Además, después de todo lo que hemos pasado, merecemos un descanso.

–¿Esto también tiene un jacuzzi? Porque no me importaría pasarme todo el día ahí. –dijo Mateo, cargando con una enorme bolsa con provisiones.

–Concéntrate en no caerte al agua primero, Mateo. –bromeó Elena mientras revisaba su móvil con una expresión serena.

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