Capítulo 16

Esa noche, Cecilia y Martín organizaron una reunión en un lugar neutral con el ejecutivo identificado como el responsable de la filtración. Había costado que aceptara la invitación, pero tras decirle que tenía algo que ver con la filtración, aceptó. Era un hombre de mediana edad, con un aire arrogante que parecía tambalearse bajo la mirada aguda de Cecilia.

–No sé de qué me acusan. –dijo, cruzando los brazos.

Cecilia deslizó una carpeta sobre la mesa, llena de copias de correos electrónicos y registros financieros que lo vinculaban directamente con la filtración. Observé como el rostro de aquel hombre pasó de arrogancia a sorpresa, y finalmente preocupación.

–Estos documentos cuentan una historia diferente.

El hombre recogió los documentos y comenzó a leerlos, su rostro comenzó a palidecer al darse cuenta de la gravedad de la situación. Martín intervino, con una voz calmada pero firme.

–Tiene dos opciones: aceptar la responsabilidad y limpiar el nombre de Ana y Valeria públicamente, o dejamos que un juez lo haga por usted. Decida lo que decida, espero que sepa que no seguirá con su cargo actual, ya hablé con Patricia sobre ello.

Hubo un largo silencio a continuación. Pensé que iba a poner alguna pega pero finalmente el aceptó, derrotado.

–Haré lo que piden.

De regreso al apartamento, la atmósfera cambió por una llena de alivio y tranquilidad al saber que finalmente la situación iba a cambiar. Mi madre me abrazó con fuerza a la vez que me daba un beso en la frente, ella me miró con los ojos llenos de orgullo.

–Lo hiciste bien, hija. Estoy tan orgullosa de ti.

–He aprendido de la mejor.

–Lo lleva en los genes. –dijo Martín con una sonrisa, uniéndose al abrazo familiar. –Bueno, ¿Quién quiere pizza?

–¡Yo quiero! –exclamó Mateo con energía.

Sentí la mirada de Valeria sobre nosotros y sonreí, ignorando las peticiones de Mateo sobre qué pizza elegir, me acerqué a mi novia y ella me sonrió tímidamente.

–Tu familia es increíble. Ahora entiendo de dónde sacas esa fuerza.

–No sé si soy tan fuerte como ellos. –reí brevemente, y me apoyé contra la encimera. –Pero intento estar a la altura.

–Para mí, eres increíble. Nunca cambies. –Valeria tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos.

La conexión entre ambas era indestructible, y aunque el camino había sido complicado, ambas sabíamos que lo peor había quedado atrás, al menos de momento. La sombra de los desafíos futuros seguía acechando, esto no era el final, pero con una familia unida y el apoyo de nuestros amigos, sentíamos que podíamos enfrentar cualquier cosa.

La noticia no tardó en salir en la televisión con la declaración del ejecutivo que sonsacó toda la información, y pidió disculpas públicamente. Patricia no dudó en contactar rápidamente a Valeria para hablar de la situación. Aunque sus interacciones habían sido tensas últimamente sobre la forma en la que podían afrontar el problema, Patricia no podía ignorar que mi madre había hecho mucho y no dudó en mostrar interés por ella.

–Me gustaría conocer a la madre de Ana. –dijo Patricia en una llamada telefónica con Valeria. –Si vamos a manejar esto como una familia, quiero saber con quién estamos tratando.

Valeria dudó pero accedió al darle mi visto bueno para tener una reunión las cuatro juntas. Ambas sabíamos que nuestras madres tenían un carácter fuerte y determinado, por lo que teníamos miedo de que sus personalidades chocaran.

La reunión se llevó a cabo en un restaurante del centro comercial Puerto Azul. Nosotras llegamos las primeras y tomamos asiento en una mesa algo alejada del resto, Patricia hizo una entrada solemne con Valeria a su lado, quién me saludó llena de nervios.

Desde el primer momento, la tensión era palpable. Patricia, siempre impecable y controladora, evaluó a Cecilia con la mirada antes de estrecharle la mano. Mi madre, a su vez, no mostró ninguna señal de intimidación.

–Señora Duarte. –saludó Cecilia con cortesía, aunque su tono dejaba entrever que estaba lista para cualquier eventualidad.

–Señora Valdés. –respondió Patricia con una leve sonrisa.

Intercambié una mirada nerviosa con Valeria mientras las dos mujeres tomaban asiento frente a frente, como si fueran dos generales en una mesa de negociaciones. Esto parecía una lucha de titanes.

La conversación comenzó con diplomacia, discutiendo los avances del caso y cómo se había logrado un acuerdo para limpiar nuestros nombres. Sin embargo, pronto llegaron las diferencias entre ambas.

–No puedo evitar notar que su enfoque ha sido muy directo. –comentó Patricia, cruzando las manos frente a ella. –Aunque ha sido efectivo, creo que habría sido más prudente considerar el impacto mediático a largo plazo.

–Cuando se trata de defender a mi hija, prefiero actuar rápido. –mi madre arqueó una ceja, manteniendo su compostura estoica. –El impacto mediático puede gestionarse después; la reputación personal no tiene tiempo de espera.

–Es una perspectiva interesante. –Patricia contestó con frialdad. –Pero no siempre aplicable en el mundo corporativo.

–¿Deberíamos intervenir antes de que esto se convierta en una pelea de gatas? –me susurró Valeria, acercándose a mí.

–Creo que necesitamos muchos refuerzos...

La conversación tomó un giro cuando mi madre habló de mi situación y de como había aceptado el acuerdo para ayudarla. Patricia, aunque inicialmente estaba distante, comenzó a suavizar su postura al escuchar más sobre la lucha de nuestra familia por seguir adelante, luego del abandono de mi padre.

–Mi hija es fuerte, pero no debería haber tenido que pasar por esto sola. –dijo mi madre, con un toque de emoción en su voz. –Si algo bueno salió de todo esto, es que encontró a alguien que la apoya tanto como yo.

Patricia miró a Valeria, que en ese momento estaba tomando mi mano bajo la mesa. Sus labios se curvaron en una leve sonrisa, aunque su orgullo le impidió mostrarlo del todo. Valeria me miró brevemente mientras me dedicaba una suave sonrisa, antes de seguir prestando atención a la conversación de nuestras madres.

–Puedo respetar eso. –dijo Patricia finalmente. –Pero si vamos a ser sinceras, espero que Ana entienda lo que significa estar en nuestra familia. Las expectativas son altas, y no siempre será fácil.

–Estoy acostumbrada a enfrentar lo difícil. Pero lo haré, porque Valeria vale la pena. –respondí de forma directa y firme.

Patricia se quedó en silencio, al parecer mi respuesta la había dejado sin palabras por un momento, mientras Valeria me sonreía orgullosa. El almuerzo terminó en mejores términos de lo que esperábamos. Patricia y Cecilia se despidieron con un apretón de manos, aunque era breve, fue sincero.

–Espero que podamos trabajar juntas si surge la ocasión. –dijo Patricia.

–Lo mismo digo. Por nuestras hijas. –respondió Cecilia, y por primera vez ambas mujeres compartieron una sonrisa genuina.

Ambas se despidieron de nosotras antes de volver a sus trabajos respectivos, dejándonos a solas en el centro comercial. No sabía qué decir hasta que Valeria tomó la palabra, mirándome con una sonrisa divertida y llena de alivio.

–Parece que hemos sobrevivido al campo de batalla.

–Sí, pero prefiero salvar a alguien en el agua antes que repetir esto. –bromeé, al soltar un suspiro de alivio. Pensé que iba a ser peor.

–¿Quién diría que nuestras madres tienen más chispa que nosotras?

Ambas decidimos dar una vuelta por el centro comercial para ver las tiendas, mientras entrelazábamos nuestras manos, sabiendo que, a pesar de los desafíos, teníamos el apoyo completo de nuestras familias y de la una a la otra.

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