Capítulo 14
–También mencionan la condición de tu madre. –avisó Mateo al seguir leyendo la noticia.
–¿Cómo se enteraron de esto? –pregunté, la sorpresa que tenía se había convertido en enfado. Le quité el móvil a Mateo para poder leer la noticia.
–Esto no puede estar pasando. Todo estaba bajo control. –Valeria empezó a cambiar de un lado a otro por la cocina.
–Claramente no. –dijo Elena, cruzándose de brazos. Aunque su tono era serio, había preocupación reflejada en su mirada.
–¿Crees que tu madre haya tenido algo que ver? –le pregunté a Valeria sin miramientos.
–¿Estás insinuando que mi madre nos traicionó? –Valeria se detuvo para mirarme molesta.
–No es imposible. –intervino Elena, siempre pragmática. –Patricia tiene un historial de manejar las cosas a su manera, incluso si eso significa crear conflictos.
–No. Esta vez no. Ella...nos apoya, de alguna manera.
–Apoyarnos no es lo mismo que controlarnos. –bufé dejando el móvil encima de la mesa. –Quizá esto sea una prueba más, como todo lo demás.
Valeria me miró seria mientras Elena intercalaba miradas entre nosotras, dándose cuenta de la tensión que había entre ambas estaba llegando a un punto crítico. Decidió intervenir antes de que las cosas se salieran de control.
–Escuchen, pelear entre vosotras no va a solucionar esto. Lo primero que tenemos que hacer es descubrir quién filtró esta información.
La habitación quedó en silencio mientras intentábamos pensar en nuestro siguiente movimiento, Elena tenía razón, no teníamos que pelear entre nosotras. De pronto, el teléfono de Valeria comenzó a sonar, era un número desconocido. Valeria me miró, como si dudara en cogerlo, entrelacé mi mano con la suya para hacerle saber que estaba con ella. Me sonrió con cariño y finalmente descolgó la llamada poniéndola en altavoz.
–¿Valeria Duarte? –preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.
–Quié habla? –respondió con voz tensa.
–Soy periodista de El sol de Ambaré. Quiero darles la oportunidad de dar su versión antes de que publiquemos más información.
–¿De qué está hablando? –Valeria intentó mantenerse calmada.
–Recibimos documentos que prueban que tu relación con Ana Valdés es una farsa, aunque ya lo aclararon en aquella conferencia, estos documentos pueden probar que el acuerdo fue en base a su necesidad de dinero para el tratamiento de su madre. Además, también haber malversaciones de dinero. Por lo que esto podría afectar negativamente a la empresa.
–¿Quién le dio esa información?
–Es una fuente anónima. Pero si no responde, asumirémos que no tienen interés en aclarar nada. –La periodista dudó por un momento antes de responder.
Valeria colgó la llamada sin decir nada y con la mirada perdida. La habitación quedó en silencio, ninguno sabía qué decir al respecto, solo pude acercarme a Valeria y abrazarla. Me mantuve abrazándola hasta que decidí romper el silencio.
–¿Qué vamos a hacer?
–Vamos a enfrentarlo, juntas. –dijo Valeria con rabia y determinación. –No voy a dejar que destruyan lo que tenemos.
–Eso es lo que quería oír. –intervino Elena con una sonrisa. –Ahora, tenemos que idear un plan antes de que esto se salga aún más de control.
Aunque el desafío parecía abrumador, en ese momento ambas supimos que lo que nos unía era aún más fuerte que cualquier adversidad. Sin embargo, también comprendimos que el camino que teníamos por delante no sería fácil.
(...)
El sol de la mañana se filtraba por las cortinas de la habitación del hospital, llenando el espacio con una cálida luz que parecía más brillante que de costumbre. Había decidido pasar la mañana con mi madre intentando relajarme del estrés de los días anteriores, y más aún cuando la prensa parecía saber sobre la condición de mi madre. Me senté junto a la cama de mi madre, con un café en las manos mientras esperaba a la doctora Robles para una reunión que lo cambiaría todo. Había estado esperando este día durante semanas o incluso meses desde que internaron a mi madre, y aunque no quería adelantarme, algo en el ambiente me decía que hoy sería un día especial.
La puerta se abrió y la doctora Robles entró, con su acostumbrada calma y una carpeta en las manos. Me levanté de inmediato con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Mi madre, que había estado hojeando una revista sin mucho interés, alzó la mirada expectante.
–Buenos días, Cecilia, Ana. –saludó la doctora con una sonrisa. –Hoy tengo buenas noticias.
Sentí que mi corazón podría salirse de mi pecho pero no quise interrumpir. Me aferré al borde de la silla con los ojos fijos en la doctora. Mi madre lucia calmada pero podía sentir que estaba nerviosa por lo que podría decir la doctora.
–Cecilia, tus análisis recientes muestran que el tratamiento está funcionando mucho mejor de lo esperado. La enfermedad está en remisión parcial, y tu cuerpo está respondiendo de manera positiva.
–¿Eso significa que...?
–Eso significa que puedes continuar tu recuperación desde casa. –la doctora asintió. –Hoy te damos el alta.
No pude evitar soltar un suspiro tembloroso mientras me cubría la boca con una mano y mis ojos se llenaban de lágrimas. Después de tanto tiempo de lucha, por fin era el día en el que podría salir del hospital. Parecía un sueño, casi tan bueno que no podía ser real, pero lo era. Mi madre por fin podría volver a casa.
–¿De verdad? –preguntó mi madre con su voz quebrándose.
–De verdad. –la doctora Robles se inclinó hacia ella, con una mirada firme pero llena de calidez. –Esto no significa que el camino haya terminado. Tendrás que seguir viniendo para controles regulares y continuar con un tratamiento ambulatorio, pero, por ahora, puedes dejar este lugar y enfocarte en tu recuperación en un ambiente más cómodo.
–Gracias...por todo. –mi madre cogió las manos de la doctora mientras la veía con gratitud.
–Gracias a ti por tu fuerza. Pero sobre todo, gracias a tu hija. Hija sido tu mayor apoyo en este proceso.
Mi madre me miró con una sonrisa llena de amor y no pude evitar regresarle el gesto. También había sido gracias a Valeria, sin su ayuda económica no habrían podido darle el tratamiento que necesitaba. Es algo que estaré siempre en deuda con ella. Horas más tarde, empujaba la silla de ruedas de mi madre por el pasillo hacia la salida. Mi madre insistía en que podía caminar sin ningún problema, pero las enfermeras habían insistido en que debía salir en silla de ruedas por protocolo.
–No puedo creer que esté saliendo de este lugar. –dijo mi madre, mirando alrededor como si fuera la primera vez que veía el hospital.
–Yo tampoco. –admití, con una sonrisa que no podía borrar de mi rostro. –Pero no sabes cuánto soñé con este momento. Casi parece irreal.
Cuando llegamos a la puerta mi madre se levantó de la silla de ruedas, me mantuve cerca suyo por inercia y ella me aseguró de que estaba bien. Una de las enfermeras me preguntó sobre el corte de mi pierna y le aseguré que estaba cicatrizando perfectamente gracias a los cuidados de Valeria. Cuando salimos por la puerta principal, vi a Valeria esperándonos con un ramo de flores en sus manos y una sonrisa radiante.
–¡Señora Valdés! –exclamó acercándose a nosotras. –Bienvenida al mundo exterior.
–Bienvenida al mundo de los vivos. –bromeó Mateo acercándose a nosotras, con algunos dulces en sus manos.
–Gracias Valeria. –agradeció mi madre con una sonrisa, mientras aceptaba las flores de mi novia. –No esperaba esta bienvenida tan bonita. Me alegra verte de nuevo, Mateo.
–A...mi...también. –dijo mi amigo con la boca llena de dulces.
–Es lo mínimo que se merece. –respondió Valeria, lanzándome una mirada cómplice. –Además, alguien tenía que asegurarse de que todo estuviera listo para su regreso.
–Tú cuidas mucho a mi hija, ¿verdad? –preguntó mi madre luego de intercalar miradas entre Valeria y yo.
–Hago lo que puedo. –Valeria se sonrojó, y no pude evitar pensar en lo linda que se veía así.
–Bueno, será mejor que vayamos a casa. Necesitas descansar, mamá. –interrumpí mientras desviaba la mirada hacia el coche de Mateo.
Después de un breve trayecto, llegamos al apartamento donde mi madre vivía. Ella se detuvo en la entrada, mirando a su alrededor como si viera el lugar por primera vez.
–Se siente tan...diferente. –murmuró, tocando el marco de la puerta.
–Es porque ahora estás aquí para quedarte. –respondí, dejando las bolsas de la compra a un lado y acercándome a ella. –No más habitaciones de hospital, no más ruido de monitores. Sólo tú y yo.
–Y Valeria. –añadió con picardía y sentí mi rostro calentarse.
Mi madre rio suavemente mientras veía la puerta principal y como Valeria entraba cargada con algunas bolsas llenas de comida que había comprado con Mateo. Llevé una mano a la frente mientras suspiraba con resignación, sabía que era cierto lo que decía pero no lo diría en voz alta, al menos de momento.
–Mamá...
–¿Qué? Solo digo lo obvio.
–¡Yo también estoy aquí! –exclamó Mateo acercándose a ambas, y provocando nuevas sonrisas en nuestros rostros.
–Señora Cecilia. –dijo Valeria riéndose suavemente y acercándose a nosotras. –Prometo no invadir demasiado su casa. Solo estoy aquí para ayudar.
–Oh, cariño, puedes invadir todo lo que quieras si sigues trayendo flores y comida. –respondió mi madre, guiñándole un ojo.
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