03
Llevo dos semanas en este lugar. Por ahora, mi rutina se ha basado en entrenar todo el tiempo. Tenemos algunos instructores que guían nuestros horarios, pero es todo el tiempo lo mismo; nos entrenan para ser armas de matar.
Lo que más me perturba es que no puedes echarte atrás. Tampoco permiten errores. Un mal día y estás muerto.
—¡Felix, entrenemos juntos!
Tengo gran confianza en mí mismo porque soy consciente de mis habilidades. Por supuesto, era cuestión de tiempo que me ganara el respeto de mis compañeros.
Es una lástima que Changbin no haya vuelto a hacer acto de presencia desde el día de la presentación. Quiero que me vea y que se trague sus estúpidas palabras.
—Ya te he dicho que me gusta entrenar solo, Jeongin.
A pesar de la popularidad que he ganado entre los novatos, me gusta guardar las distancias. No he venido aquí a hacer amiguitos.
Aun así, este chico no parece entender que no quiero relacionarme con él. Cada día es lo mismo; se acerca a mí e insiste en entrenar conmigo hasta que cedo. Es fuerte y tiene una presencia potente, pero cuando se le mete algo en la cabeza parece un crío pequeño. No sé cómo es que no lo han matado todavía. Aunque me sorprende más que alguien con esa energía tan positiva esté metida en mierdas de la mafia.
No pienso mucho en ello tampoco, quién sabe si hay algo oscuro en él que todavía no he logrado ver por esa fachada de extrovertido sonriente las veinticuatro horas del día.
Para colmo, Jeongin es mi compañero de habitación, así que no hay cómo quitárselo de encima.
—Cuando tengas que salir a luchar no estarás solo.
De hecho, espero no tener que hacerlo. No me gusta la idea de servirle a una mafia, va en contra de todos mis ideales. Pero trabajo es trabajo, y esta es la única manera de meterme en la casa Lee sin que me vuelen la cabeza tan pronto como ponga un pie ahí.
Sólo espero poder terminar cuanto antes posible esta misión.
—Felix, Jeongin, al gimnasio ambos.
Por lo general, a esta hora deberíamos estar en el patio trasero trabajando nuestra resistencia física. Así que el llamado sólo puede significar dos cosas; o han cambiado los horarios, o tienen planeada una actividad especial.
—¿Por qué crees que debemos ir al gimnasio?
A Jeongin se le ha hecho costumbre intentar sacarme algún tema de conversación. Se pone de pie una vez tiene sus bambas puestas y me espera para que vayamos juntos.
¿Es que este tío no puede estar solo por un rato?
—Ahora lo veremos.
No vale la pena protestar porque sé que no se rendirá, así que me limito a caminar junto a él hasta el gimnasio. Los demás novatos están ahí también. Algunos no logran ocultar su nerviosismo, y puedo entenderlo; desde que estamos aquí vivimos en una tensión constante por no saber si sobreviviremos un día más.
Yo no les he dado motivos para matarme, y hasta donde sé nadie ha descubierto que soy del FBI, así que me mantengo tranquilo. Jeongin está en una situación parecida, aunque me da la sensación de que él mantiene la calma porque simplemente es estúpido.
Qué se le hará, algunos viven más felices en la ignorancia.
—Veo que sigues vivo, princesita.
La burla en sus palabras es tan evidente que puedo sentir un tic nervioso en mi ojo derecho. No hace falta que me gire para saber que Changbin está detrás de mí. Quién sí lo hace es Jeongin, y de inmediato puedo ver cómo hace una reverencia ante él.
Mierda, no me digas que yo también voy a tener que hacer eso.
Esto es una puta humillación.
—¿No me vas a saludar como corresponde?
Mantiene ese tono burlon que empiezo a detestar con toda mi alma. Quiero negarle, sería más bonito si pudiera escupirle en la cara. Pero sé que debo hacer lo que me pide aunque eso sea un golpe bajo para mi ego.
Aprieto mi mandíbula y me giro. Lleva un traje distinto al de la otra vez, aunque sigue siendo negro. También ha cambiado sus zapatos, con la de dinero que debe tener dudo que siquiera se haya molestado en intentar lavarlos. Él me mira de arriba a abajo con una sonrisa de oreja a oreja y espera a que obedezca.
Le lanzo una mirada molesta antes de darle lo que quiere.
Respira, Felix, pronto estará entre rejas revolcándose en su propia miseria.
Y yo disfrutaré viéndolo.
—Me han dicho que eres el mejor de la promoción. Quería comprobarlo.
Juega con la manzana en sus manos, como si fuera el juguete más divertido de todos. ¿De dónde la ha sacado?
Se aleja de nostros a la par que uno de los monitores me entrega una pistola.
Será que él... No puede ser, no me creo que esté tan loco.
—Vamos, princesita. Derriba la manzana.
Este hombre está como una puta cabra.
Deja la manzana sobre su cabeza y extiende sus brazos. Podría matarlo ahora mismo si quisiera. Y lo cierto es que sí quiero hacerlo, pero no estoy tan desquiciado como él.
Dos de sus hombres me apuntan con sus armas, y entonces, Changbin vuelve a hablar: —Si fallas, te volarán la cabeza.
Puedo sentir la mirada de todos sobre mí, es algo jodidamente desagradable. Se suponía que iba a pasar desapercibido, y no hago más que llamar la atención.
Levanto el arma y apunto en dirección a la manzana. Mis ojos descienden por su cuerpo; es una lástima que alguien tan atractivo sea un cabrón de primera. Si no fuera un mafioso en vez de querer matarlo querría tocarlo.
Mi mano sufre leves temblores y cierro un ojo para poder apuntar mejor. Tener todos los ojos sobre mí solo aumenta el peso en mis hombros.
Sé que no fallaré, no es eso lo que me preocupa. Me da miedo no poder resistir mis ganas de matarlo. Quiero pegarle un tiro.
Pero todavía me queda trabajo por hacer y mucha vida por vivir. Así que sostengo el arma con ambas manos.
El disparo resuena por todo el gimnasio. Nadie se atreve a abrir la boca hasta que la bala derriba la maldita fruta.
Todo ha pasado tan rápido que ni siquiera tengo tiempo de procesar que he dado en el blanco. Changbin no se anda con rodeos. Y aunque me gusta que vayan al grano, este ritmo me hace sentir que estoy en un sueño.
Los novatos vitorean a mi alrededor y alaban mi buena puntería. Estoy tan descolocado que incluso dejo que Jeongin me agite los hombros.
Están más felices ellos que yo, vaya panda de imbéciles.
—Muy bien, princesita. Buen trabajo.
Odio ese maldito apodo.
—No me llames así.
Es la primera vez que me digno a hablar. Que me llame así lleva mi paciencia al límite, y soy una persona demasiado explosiva como para quedarme callado.
Changbin luce sorprendido, aunque no por mucho tiempo. Y no es de extrañar, mi voz no concuerda con mi cara.
—¿Y cómo debo llamar entonces a la princesita travesti?
Cómo odio a este sujeto.
Resisto mi impulso de mandarlo a la mierda y respondo: —Felix.
Recuerden dejar su estrellita si les gustó el capítulo. 🫶🏻
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top