Capítulo 1
Piff Dandelión era un joven campesino que vivía en Papaya Sombrero, un pueblo del mundo de la Madera caracterizado por sus plantaciones de, bueno, papayas. La mayoría de los lugareños se dedicaba al cultivo de estos sabrosos frutos, y quienes no lo hacían se encargaban de confeccionar sombreros. Realmente no eran personas que resaltaran por su inventiva.
Por aquellos años se había puesto de moda entre los jóvenes de casi todo el universo conocido (y los jóvenes de Papaya Sombrero no eran la excepción) un pasatiempo que consistía en intercambiar correspondencia a través de un sistema novedoso llamado "Correo de las Cinco Puntas", haciendo referencia a la forma del universo: una isla gigantesca con forma de estrella de cinco puntas. En el centro del continente había una montaña (la Montaña del Medio), y rodeando a la estrella solo había mar (el Mar de Alrededor). Y como el nombre del sistema de correo insinuaba con astucia, aquella empresa se dedicaba a llevar cartas a lo largo y a lo ancho de los cinco mundos. Tan solo había que anotarse en una de las oficinas de "Cinco Puntas", elegir un nombre y una fotografía de una lista extensa en un tablero que abarcaba un muro entero, y los carteros se encargarían de traer y llevar la correspondencia todos los días, salvo los martes, que era el día que ellos tenían libre.
Piff detestaba los martes. Eran días muy aburridos en los que no tenía nada para hacer luego de acabar su jornada laboral, la cual solo duraba cinco horas gracias a un edicto dictado por el generoso rey, Rey Generoso (sí, ese era su nombre). Llegado el miércoles a las doce del mediodía, cuando el trabajo en el campo tocaba su fin, Piff iba corriendo hasta la oficina de "Cinco Puntas", ansioso por recibir su carta del día.
Cada participante anotado en el sistema de correo tenía la posibilidad de intercambiar correspondencia con más de una persona. De hecho, la mayoría elegía cuatro nombres, uno por cada uno de los otros cuatro mundos. Cuatro era el máximo, pues los carteros de "Cinco Puntas" tampoco podían hacer milagros y transportar un número infinito de cartas seis días a la semana. De por sí ya era bastante sospechoso que fueran capaces de viajar de una punta de la estrella a la otra en apenas unas cuantas horas.
Volviendo a la historia de Piff, a pesar de disponer aún de tres nombres para escoger, él solo se había decidido por uno. Se trataba de una muchacha que vivía en el Mundo de la Espuma, justo al otro lado de la Montaña del Medio. Su nombre era Emilse Misil y tenía los ojos más hermosos que Piff había visto en toda su vida. Eran ojos con ese color que deslumbra a quien los ve. Ya saben, ese color. El día que Piff fue a anotarse al sistema de "Cinco Puntas" y descubrió la fotografía de Emilse, supo que ella era la persona que había estado buscando desde siempre y se dijo que tenía que conocerla a como diera lugar. Fue amor a primera fotografía.
Desde ese día ya había transcurrido un año entero, durante el cual Emilse y Piff habían intercambiado cientos de cartas, todos los días (salvo los martes).
¿Y de qué hablaban ellos en esas cartas?
Eso fue algo que Piff se planteó muy seriamente antes de enviar la primera. Después de todo, quería generar una buena primera impresión en una completa desconocida que vivía a un mundo de distancia.
"Estimada Emilse,
¿Sabías que existen ocho variedades de papaya que se cultivan aquí, en Papaya Sombrero?"
Esa fue la jugada maestra de Piff.
Cuando su amigo Gálax se enteró del mensaje que Piff había enviado a Emilse, casi lo cuelga de la palmera de papayas más alta de la plantación en la que trabajaban. Pero a pesar de todo, el plan funcionó y Emilse respondió su carta:
"Estimado Piff,
Qué interesante. ¿Y cuántas variedades de sombreros se fabrican allí?"
Ese fue el comienzo de una bonita amistad por correspondencia.
Piff confesó no tener idea de cuántos tipos de sombreros se elaboraban en Papaya Sombrero, pues él se dedicaba solo al cultivo de papayas, pero prometió averiguarlo si le daba un poco de tiempo.
Emilse aceptó esperar el dato sin quejas, y mientras tanto le contó que ella se dedicaba a testear el correcto funcionamiento de catapultas en una gran fábrica de la capital.
"Es costumbre en el Mundo de la Espuma dedicarse a profesiones relacionadas con tu nombre —le contó Emilse—. ¿No hacen lo mismo en el Mundo de la Madera?"
"Por fortuna, no —respondió Piff—. No tengo idea a qué debería dedicarme yo si fuera así..."
"Dandelión significa diente de león en no recuerdo qué idioma. Podrías ser un cazador."
"O un dentista de gatos grandes..."
Así de intensas eran las conversaciones entre ellos dos.
Al principio, Piff dudó de que una relación por correspondencia entre un agricultor de papayas y una testeadora de catapultas pudiera llegar a buen puerto. Pero pronto se convenció de que el destino se abriría paso y acabaría uniéndolos, y no fueron inusuales las noches en que soñaba que estaban juntos, ya fuera catapultando papayas o regando catapultas.
Entonces llegó el miércoles en que Piff no recibió carta de Emilse.
El hecho lo dejó triste y sin energía.
Esa noche no tuvo ningún sueño, y al día siguiente regresó corriendo a la oficina de "Cinco Puntas" para toparse de nuevo con lo mismo: no había ninguna carta para él.
Desesperado, pasó a la acción y el tercer día se atrevió a escribir un nuevo mensaje para Emilse, a pesar de que sus intercambios siempre habían sido de carta por carta, una por vez. Esta tampoco tuvo respuesta, y así transcurrió toda una semana. De pronto Piff se había convertido en una especie de entidad viscosa y semitransparente que deambulaba cerca de la oficina de correos como un fantasma nostálgico.
Y al llegar el miércoles de la semana entrante, la tragedia:
La fotografía y el nombre de Emilse Misil desaparecieron del enorme tablero en la oficina de "Cinco Puntas".
Recién entonces Piff tomó coraje para hacer lo que tal vez debería haber hecho desde el principio: acercarse a mesa de entrada y preguntar.
—Disculpe, señor... —le habló con la voz temblorosa al empleado de turno—: Falta la fotografía de mi amiga en el tablero de usuarios del sistema. Me preguntaba si tal vez...
—Una chica del Mundo de la Espuma, ¿cierto?
—¡ES ELLA! —vociferó Piff y se trepó al mostrador—. ¿La conoce? ¿Qué fue lo que...?
—No, no la conozco —repuso el empleado, empujándolo con un dedo para bajarlo del mostrador—. Pero muchos clientes del Mundo de la Espuma han abandonado nuestro servicio en los días recientes —agregó y señaló con un amplio ademán que no solo faltaba la fotografía de Emilse en el tablero; grandes huecos rectangulares delataban que al menos un quinto de los usuarios ya no figuraba allí—. Probablemente es a causa de la guerra con el Mundo de los Demonios.
A diferencia de lo que su nombre indicaba, aquella otra punta del continente no era habitada por demonios, sino por simples personas iguales a las del Mundo de la Madera y el Mundo de la Espuma. Los demonios de verdad vivían en el Mundo de los Pájaros.
—¿Una guerra? —balbuceó Piff y en su cabeza se amontonaron las peores imágenes—. ¿Y cómo puedo hacer para encontrar a mi amiga?
—Los registros se queman cuando un usuario abandona el sistema —explicó el empleado—. Políticas rencorosas de la empresa. ¿No le has preguntado su dirección a tu amiga?
—Yo... Solo sé que vive en la capital del Mundo de la Espuma.
Piff y Emilse se habían entretenido conversando sobre tantos temas diferentes que se les pasó por alto la posibilidad de una guerra inminente entre mundos. Por eso nunca tomaron la precaución de intercambiar sus direcciones.
—Ciudad Maravilla —murmuró el empleado y se acarició el mentón—. La capital más grande de las cinco puntas de todo el continente. Suerte encontrándola.
Y dicho esto, el hombre volvió a sus quehaceres rutinarios y dejó a Piff muriendo lentamente en el piso de la oficina.
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Los días continuaron y Piff siguió sin recibir noticias de su amiga Emilse. Tal era su estado de desesperación que para aplacar los ánimos acabó entregándose a las copas. Las copas era un divertimento habitual entre los habitantes de Papaya Sombrero que consistía básicamente en pulir, apilar y desapilar montones de copas de vidrio o cristal.
—¿Quieres cambiar esa cara de una vez? —le espetó Gálax cierta tarde—. No vas a conseguir nada jugando aquí con tus copas.
—¿Y qué puedo hacer? —preguntó un debilitado Piff, empeñado en quitar una mancha de una copa para vino blanco—. La he perdido, Gálax. Ya ni siquiera estoy seguro de recordar el color de sus ojos... Debí haberme robado esa fotografía cuando pude.
—Escríbele a alguien más —sugirió su amigo—. Hay chicas lindas en el Mundo de los Gatos.
—¡No voy a cambiar a Emilse! —bramó Piff y tres copas se cayeron al suelo. El suelo estaba cubierto de almohadones; todo aficionado a las copas tomaba precauciones antes de empezar el juego de pulir y apilar—. Aunque recorra todas las puntas del continente, nunca voy a encontrar unos ojos como los de ella. Quiero verlos de nuevo, y de nuevo, y de nuevo...
—Oh —exclamó entonces Gálax—. Pues si sus ojos son tan importantes para ti, pues ve y encuéntralos.
Las palabras de su amigo fueron una total revelación para Piff.
—¿Estás diciendo que vaya al Mundo de la Espuma a buscarla?
—No entiendo cómo no se te ocurrió eso antes.
—¡Pero yo...!
Piff estaba a punto de soltar una catarata de motivos, justificaciones y excusas, cuando cayó en la cuenta de que eran puros pretextos. ¿Acaso no estaba aburrido de cultivar papayas todo el tiempo? ¿Acaso Emilse no significa muchísimo para él? ¿Qué dudas tenía entonces? La emoción que lo había paralizado todos esos días era el simple temor a abandonar el único lugar que conocía. Pero ahora también conocía los ojos de Emilse, y estos se encontraban quizás al otro lado del continente. ¿Qué tenía para perder? ¿Papayas? Siempre podía regresar y dedicarse a los sombreros...
—¡Está decidido! —aseveró y se puso de pie—. ¡Mañana mismo partiré rumbo a ciudad Maravilla, y nadie podrá impedírmelo!
—Dudo que a nadie le importe —observó Gálax—. Oye, ¿y te importaría que te acompañe? La verdad es que yo también estoy bastante aburrido aquí...
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Y fue de esta manera que el viaje hacia el Mundo de la Espuma se convirtió en algo real. Los dos amigos, hasta entonces agricultores de papayas, estaban listos para emprender una aventura que jamás olvidarían.
A la mañana siguiente, con la salida del sol, Gálax y Piff anunciaron en la plantación de papayas que abandonaban el trabajo, y cerca de las diez de la mañana ya se encontraban parados en la entrada de Papaya Sombrero, que desde su punto de vista, era la salida.
Piff cargaba con un bolso repleto de cartas. Era toda la correspondencia que Emilse le había enviado, y toda la inspiración que necesitaba para mantenerse firme hasta dar con su paradero.
Gálax fue un poco más previsor, y en vez de cartas había preparado elementos más acordes a un viaje largo, como abrigo, herramientas y documentación para pasar de un mundo a otro sin mayores inconvenientes. Además, en un bolso aparte también llevaba su colección de navajas, cuchillos y facones. Ah, porque además de agricultor de papayas y mejor amigo de Piff, Gálax era el asesino serial más buscado del mundo de la Madera.
A fin de cuentas, Piff solo había dicho que quería los ojos de Emilse...
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