Capítulo Único.
El gran reloj unió sus manecillas en su punto más alto, marcando las doce. Finalmente el año terminó. Antes de que pudiera echarle una ojeada a mi copa repleta de champán, los fuegos artificiales se hicieron oír en el jardín.
Los elegantes invitados miraban maravillados las flores de colores que explotaban en el cielo nocturno a través de los inmensos cristales del salón.
—Seis minutos —me avisó Nero mientras tachaba algo en el enorme cuaderno que llevaba siempre.
—Lo sé —murmuré sin mirarla y bebí todo el contenido de mi copa de un tirón. Ella enarcó una ceja en cuanto vió que pedí a un mesero que volviera a rellenar el objeto de cristal.
—¿Se encuentra bien? —inquirió con su mirada analizadora.
Solté un gran suspiro y anclé mi vista con la de ella. Intenté curvar mis labios en una pequeña sonrisa, pero solo conseguí hacer una torcida y fea imitación de lo que parecía ser una mueca de dolor.
—Estoy... Estoy bien, no hay nada de lo que preocuparse.
No me dijo nada más. Simplemente me echó una ojeada con sus ojos escarlata y volvió a fijar la vista en su cuaderno.
Apreté un poco la base de la copa mientras observaba, con un deje de tristeza, como las burbujas de la gaseosa emergían desde el fondo y explotaban cuando llegaban a la superficie. Al menos hubiera esperado unas escasas palabras de aliento.
Me regañé mentalmente, esto es una tontería, no debería sentirme tan nerviosa con esto. Debo ser inmutable. Un muro fuerte y sólido que no puede derrumbarse por bobadas como esta.
Un movimiento por parte de ella me puso alerta. Nero observó la hora en el reloj de su mano y dijo sin mirarme:
—Ya es la hora.
Apenas conseguí asentir con la cabeza tímidamente. Y, aferrándome todavía a la fina copa con champán, me encaminé hacia las escaleras.
Cuando me posicioné al final de los escalones y me giré hacia la inmensa cantidad de gente los fuegos artificiales se detuvieron. Los invitados volvieron su vista hacia donde yo me encontraba y de inmediato un reflector acentuó mi presencia.
Tragué duro y me ví obligada a sonreír ampliamente al público que me observaba expectante.
«Tranquila, Noelle, solo tienes que decir lo mismo que practicaste tanto. No es tan complicado»
Me aclaré la garganta y encaré a la multitud.
—Buenas noches. En primer lugar, debo darles las gracias a todos por venir. Es la primera vez que organizo una fiesta por fin de año y me hace mucha ilusión que ninguno de los que está aquí presente haya ignorado mi invitación —hice una pausa. Sentía mi cuerpo titirar levemente y podía el ruido de mi corazón acelerado chocando contra mis tímpanos, pero no me derrumbé—. Como la gran mayoría estará enterado, asumí el cargo de llevar la empresa que ha estado generación tras generación en mi familia, los Silva, este año. Pero a pesar de ser una novata en esto, no me dejé aplastar por el peso de la ineptitud, y gracias a eso hoy celebramos el fin de un exitoso año. Un año en donde cumplimos todas nuestras metas y superamos con creces nuestras propias expectativas.
Observé a todas las personas y veía como poco a poco su atención estaba más y más fijada en mí. Sonreí para mis adentros mientras un ligero alivio invadía mi interior.
—Soy consciente que aún soy joven e inexperta —continúe, y, al tiempo que pasaba mi vista rápidamente por los tantos rostros testigos, mi mirada se vió atraída por unos desconocidos ojos verdes pertenecientes a un joven del público, los cuales me miraban atentamente. Rápidamente aparté los ojos de aquellos luceros esmeraldas e intenté concentrarme nuevamente en mis palabras—. Sin embargo, a pesar de todo el camino que me falta por recorrer para llegar a ser alguien al que verdaderamente puedan llamar "líder", no dejaré de esforzarme para que todo este proyecto pueda crecer más y más —levanté mi copa de champán, ensanchando mi sonrisa—. Así que propongo un brindis. Brindo por ese maravilloso año que acaba de terminar hace apenas minutos, y por este nuevo. ¡Hagamos que nuestra compañía, las Águilas Plateadas, sea mucho, mucho mejor este año!
Sabía que los nervios no se habían ido, aún sentía mis piernas temblar. Pero aún así la sensación era increíble. Mi pecho dolía de tanto estremecerse, pero resultaba terriblemente placentero.
Bebí con avidez de mi copa, y cuando ví a todos imitar mi gesto, la felicidad saltó en mi corazón y no pude evitar sonreír hasta que mi cara doliera. Pero todavía no había terminado, así que volví a aclararme la garganta.
—Y para concluir este discurso, les digo a todos que les deseo una buena velada en la propiedad de los Silva. Estoy segura que la mayoría ha trabajado muy duro, así que por favor, en estos momentos, no teman divertirse un poco.
Los aplausos y las blancas e impecables sonrisas no tardaron en llegar por parte del público. En seguida sentí como el peso de los nervios se desvanecía y mis músculos, tan tensos antes, se relajaron.
Finalmente el reflector se apagó y me dispuse a volver a mi lugar original en los bajos de las escaleras. Me sentía muchísimo más ligera que cuando había subido los escalones.
Pero no pude regocijarme mucho de la sensación de tranquilidad, ya que unos ojos verdes me desconcentraron nuevamente a mitad del trayecto.
El joven me miraba sin despegar la vista ni un segundo, y aunque yo quisiera intentar cortar el contacto visual, una extraña fuerza magnética me impedía mirar hacia otro lado que no fueran aquellas pequeñas esmeraldas que adornaban su cara.
Era casi hipnótico.
Entonces fue cuando percibí movimiento por parte de él.
Él esbozó una pequeña, pero sincera sonrisa, levantó su copa en mi dirección y luego bebió lo que quedaba del líquido gaseoso.
Luego de que hiciera aquel gesto había bajado tanto las escaleras que lo perdí de vista, pero lo que había hecho se había grabado en mi memoria.
Al principio estaba confundida, ¿por qué había hecho eso, si ya había pasado el momento en donde había incitado al brindis?
Pero luego de unos segundos me dí cuenta de lo que había hecho.
Había brindado por mí.
»»———⋇⋆✦⋆⋇———««
Me desplomé en la silla de una de las mesas del gran salón con un suspiro de cansancio. La última hora me la había pasado hablando con cada persona que me preguntaba algo o me saludaba. Necesitaba un descanso.
Nero se sentó en la silla frente a mí, sin perder la elegancia, y se puso a anotar cosas en su cuaderno con su típica expresión inmutable. En ese momento la envidiaba demasiado, era increíble como no perdía su carácter profesional a pesar de todo, yo apenas había sobrevivido una hora y ya estaba hecha polvo.
Solté un bufido casi imperceptible y traté de despejar mi mente por unos segundos. Robé uno de los pequeños bocadillos que cargaba la bandeja de uno de los tantos camareros que pasaban cerca y al tiempo que le daba un bocado Nero volvío a darme indicaciones.
—Tiene unos quince minutos para descansar. Luego de ese tiempo va a comenzar el baile, no estoy al tanto de quien la invitará a bailar, tal vez la inviten muchas personas, tal vez no tantas. De todas formas la he visto practicar para esto, sé que lo hará bien.
A pesar de su tono distante, me sentí halagada para mis adentros. Era cierto que había practicado un montón para no estropearlo. Era muy mala bailando. Sonreí de medio lado.
—Dar pisotones a todos con los que baile, lo tengo —bromeé.
Ella estuvo a punto de reprocharme algo, pero se tragó sus palabras y esbozó una pequeña sonrisa. Luego rodó los ojos y volvió a sus asuntos en sus cuadernos. Ella me conocía, y sabía que muchas veces no podía impedir que soltara una que otra broma para quitarle tensión al asunto.
Como tenía unos quince minutos libres y no sabía qué hacer decidí observar mis alrededores.
Las personas parecían divertirse, hablaban animadamente y oía a cada rato risas que se colaban entre la colorida melodía de la música.
Paseé la vista por los rostros de todos. Muchos eran los rostros tan conocidos de mis empleados. Otros eran los rostros famosos que veía en periódicos y revistas de personas con grandes empresas y vida llena de lujos. Y otros no me resultaban muy familiares pero suponía que era por el hecho de que en el último año, en el que ocupé mi actual puesto, estuve más enfrascada en el trabajo y no estuve pendiente de lo que pasaba fuera de mi oficina.
Apoyé mi mejilla en mi mano, sonriendo inconscientemente. Por alguna razón me hacía demasiado feliz que todos se lo estuvieran pasando bien. Quería que al menos mi fiesta fuera un descanso para tantos meses de estrés por el trabajo.
Debía darles a mis empleados los que merecían.
Tomé un breve trago de champán y al instante un recuerdo asaltó mi mente sin previo aviso. Y, como si fuera inevitable, me ví buscando aquellos particulares ojos esmeralda que se habían robado mi atención.
No tardé mucho en encontrarlos. El joven no estaba tan alejado de donde estaba yo y hablaba despreocupadamente con los demás invitados.
En esos momentos que lo miraba más cuidadosamente, veía que sus ojos verdes venían acompañados de una cabellera color ceniza y una sonrisa radiante. Aunque de todos los aspectos que él contenía, lo que más me llamaba la atención, a parte de sus enérgicos orbes esmeraldas, era su manera de comportarse.
Hablaba con los demás con un tono informal y los trataba a todos como si fueran amigos de hacía mucho tiempo. No tenía nada que ver con el carácter de la mayoría de los invitados, los cuales se mantenían reservados y no interactuaban abiertamente con nadie.
Tomé un sorbo del líquido gaseoso y continué analizándolo por un rato con una ceja arqueada. Lo escrutaba atentamente, tratando de que solo con mirarlo pudiera descubrir todos sus secretos.
Pero como eso era imposible, no tuve otro remedio que bufar con fastidio y consultar a la persona que estaba frente a mí.
—Por cierto —arrastré las palabras, llamando la atención de Nero. Ella alzó la vista de su cuaderno y su interés apuntó hacia mí—. ¿Quién es él? —pregunté sin miramientos, señalando al desconocido de ojos verdes con un leve movimiento de cabeza.
Ví la réplica asomarse por unos segundos en sus ojos, pero pareció pensárselo por un momento y decidió censurar sus ideas y dejármelo pasar por esa vez. En seguida se giró hacia donde yo señalaba y divisó a la persona de la que hablaba. Volvió a concentrarme en mí con su expresión fría.
—Pensaba que lo sabría. Ese chico armó un gran revuelo en los medios, hablando en el buen sentido —Nero me habló con un tono que se podía igualar al regaño de una madre hacia el niño que había olvidado la tabla del siete.
Me sentí avergonzada durante unos segundos por la falta de información que poseía. Era cierto que en ese último año había estado demasiado centrada en mí y en mi trabajo, intentando que todo saliera perfecto. Pero decidí alejar esos pensamientos en esos momentos, después haría una nota mental para arreglar aquel desafortunado factor.
—Pero, ¿quién es? —pregunté nuevamente.
—Su nombre es Asta Stalya y es el presidente de la compañía los Toros Negros. Ocupó el cargo casi al mismo tiempo que usted, y desde entonces sus resultados han sido extraordinarios —su mirada volvió a clavarse en su cuaderno. Pasaba unas cuantas páginas de manera aburrida mientras le daba un mordisco a un bocadillo que había agarrado—. Al parecer el anterior presidente... Yami Sukehiro, le enseñó demasiado bien cómo debe dirigir una empresa. Pero no tiene nada de lo que preocuparse, esa compañía y nosotros no tienen ninguna relación de enemistad... Es más bien... Bastante neutral.
Mis cejas se dispararon hacia arriba y estuve a punto de escupir mi bebida de la sorpresa. ¿Los Toros Negros? Había oído muchas cosas de ellos, y la mayoría de las palabras que usaban para referirse a esa empresa eran "éxito", "fama" y "riqueza".
Me quedé atónita observando a aquel joven carismático que sonreía sinceramente a todos. ¿Esa persona era tan importante? No podía ocultar mi asombro, y aún conmocionada continué observándolo por un rato. Tratando de emparejar la información que me habían brindado con la persona que estaba a unos cuantos metros de mí.
Y para finalmente completar la situación, mi mirada pareciera que fuese tan intensa como los rayos del Sol en verano, porque él volteó su rostro en mi dirección y sus ojos conectaron con los míos.
El haber sido pillada observando a escondidas pareció reventar mi compostura porque sentí el calor subir rápidamente a mi rostro. Aparté la vista tan rápido como pude, sintiendo el corazón golpear mi pecho con fuerza.
«Tranquilízate, Noelle» me dije mentalmente, «Tal vez y con un poco de suerte no se dió cuenta...»
Albergando un poco de esperanza miré de reojo en su dirección y tuve la sensación de que un balde de agua fría caía encima de mí.
Se dirigía hacia aquí.
Los nervios se apoderaron de mi cuerpo mientras gritaba internamente. Nero me miraba con una expresión de confusión por mi actitud tan extraña. No la culpaba, ni yo me entendía en esos momentos. ¿Por qué estaba tan alterada? Traté de retomar mi tranquilidad.
«Okay, no hay que sacar conclusiones apresuradas. Tal vez solo se dirige a la mesa de los bocadillos»
Tomé nuevamente mi copa y comencé a actuar como si no pasara nada, a pesar de que por dentro era un caos. Pasaron los segundos e implantándome aquella mentalidad, logré tranquilizarme un poco.
—Buenas noches, señoritas —dijo una suave voz masculina que me sorprendió de tal manera que estuve a punto de escupir nuevamente el líquido que bebía. Tragué con algo de esfuerzo.
«Mierda, no se dirigía a la mesa de los bocadillos»
—Buenas noches —contesté, fingiendo lo más que pude, una sonrisa totalmente calmada.
—Buenas noches —respondió Nero con un tono cortante, sin despegar la vista de su cuaderno. Vaya, y después la que terminaba regañada era yo.
—¿Molesto de algún modo? —inquirió con un pequeño rastro de vacilación en su expresión.
Abrí la boca, con la idea de formular alguna excusa para alejarlo, al menos temporalmente, y reorganizar los pensamientos de mi mente.
Pero antes de que pudiera cumplir con mi cometido, la banda terminó la canción que estaban interpretando y dieron paso a una que conocía muy bien, demasiado bien. Me paralicé y le lancé a Nero una mirada de alarma. Ella ni siquiera me miró y solo le echó una ojeada a su reloj, soltando un suspiro.
Giré mi rostro hacia Asta Stalya, ocultando lo mejor que pude el pavor que se estaba generando en mi interior. Él miraba con una expresión indescifrable el gran reloj que decoraba el salón. Luego se volteó hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja.
—Vaya, que oportuno. Es la hora del baile, ¿cierto? —expresó con un aire divertido.
Rápidamente Nero respondió afirmativamente a su interrogante y ví como sus ojos verdes titilaban por un momento. Quería que la tierra me tragara en aquel momento.
Intenté suplicarle a Nero con la mirada que me ayudara a salir de aquella situación, pero lo único que recibí en contestación fue un entrecejo hundido, el cual me recordaba con fastidio que habíamos acordado que bailaría con quien sea que me sacara a la pista.
Al ver que esto era un callejón sin salida, forcé una sonrisa en respuesta al rostro alegre del invitado.
Él se me acercó con aquella sonrisa deslumbrante y su verdosa mirada divertida. Me tendió su mano.
—Señorita Silva, bailemos, por favor —me dijo, sin que su expresión alegre vacilara en ningún momento.
Dejé la copa encima de la mesa, con los nervios cubiertos bajo una expresión neutral.
—No creo que tenga otra opción, así que aceptaré su propuesta.
—Genial —expresó con alegría y sus ojos se iluminaron con interés.
Una mueca de desconcierto quizo apoderarse de mis facciones, pero impedí que eso pasara y mantuve mi rostro con una sonrisa calmada. Me sorprendía en sobremanera que se dirigiera a cualquier persona con esa de manera de hablar tan casual. Mas no me incomodaba del todo esa actitud, incluso amainó un poco la ansiedad que se arremolinaban en mi interior.
Tomé su mano y, en el momento en que él apretó mi mano con seguridad, un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Sentía mis piernas temblar levemente mientras su penetrante mirada quemaba la piel de mi rostro, al tiempo que me guiaba hacia el centro de la pista de baile. Miraba mis zapatos de tacón, tratando de no encontrarme con aquellos ojos verdes que muy probablemente me harían tropezar.
Cuando finalmente llegamos al punto establecido por él, no me quedó otra que inspirar una gran cantidad de aire y alzar mi vista hacia los dos luceros verdes que refulgían en su rostro.
Él quedaba unos centímetros por encima de mí. Levanté uno de mis brazos y la posé sobre su hombro, mi otra mano fue sujetada con firmeza por él. Mientras tanto, su brazo libre pasó alrededor de mi cintura, acortando la distancia entre nosotros.
Así era la posición, lo sabía. No había nada raro en aquello. Pero esos chispeantes ojos verdes que me observaban algo entrecerrados, me transmitían un montón de cosas a las cuales no les encontraban ningún significado, y solo lograban confundirme y ponerme nerviosa.
Su suave sonrisa me hizo apretar la mandíbula, procurando apaciguar el calor que se arremolinaba en mis mejillas.
No entendía que me pasaba. No entendía como aquellos faros de tan intensa luz verde podían llegar a ponerme de esa manera. Había tratado con un montón de personas hasta ahora, pero era entonces la primera vez en que tan ansiosa me sentía.
Y aunque quisiera, no podía apartar mis ojos de su mirada verdosa desbordante de sentimientos enreversados. Tendría que soportar la sofocación que en esos instantes experimentaba. Esa sofocación que me hacía querer ocultar la cara entre las manos y conseguía hacerme perder mi seguridad.
Empezamos a bailar. Un paso hacia adelante, otro hacia atrás. Una pirueta suave y un vaivén delicado.
Asta Stalya me trataba con delicadeza y elegancia. Y aunque ya había practicado lo suficiente para ser al menos, un poco buena bailando, él conseguía que me fuera increíblemente fácil igualarme a la soltura de sus pasos.
Por la intimidación que se propagaba por mi cuerpo cada vez que quería explorar aquellas múltiples tonalidades de verdes que se cernían en una circunferencia sobre sus pupilas, quería creer que su intención era hacerme quedar como alguien débil. Pero la dulce sonrisa que me dedicaba no tenía nada de superioridad, ni mucho menos con planes de atacarme con su actitud. Y su mirada era igual que eso, pura y brillantemente dócil.
Por eso no entendía el porqué de aquellos nervios que cosquilleaban en mi estómago.
—Señorita Silva —me dijo en un susurro íntimo y sedoso. Abrí los ojos con sorpresa, regresando al mundo real. Tan ensimismada estaba en mis pensamientos que me había visto envuelta en otra realidad que no era la que ahora vivía.
—¿Si, señor Stalya?
Él parpadeó por un momento y luego me miró algo avergonzado.
—Oh, por favor. Tuteéme. No me siento cómodo cuando la gente me trata de manera tan formal —soltó una pequeña risita entre dientes y esbozó una pequeña sonrisa cautelosa—. Llámeme Asta.
Tuve que contener el arrebato de enarcar una ceja ante la impresión.
—En ese caso, tutéame tú también. No tendría sentido en este caso —observé.
Asta me observó con prudencia, algo cohibido y profirió un sonido tímido que tomé como una afirmación.
—Y bien, ¿qué es lo que querías decirme, Asta? —inquirí.
El aludido al momento abandonó su expresión cautelosa y una sonrisa de medio lado estiró sus labios luego de decir aquellas palabras. Sus ojos ardieron con una fuerza sutil, como si le gustase la forma en la que yo pronunciaba su nombre.
Tragué con fuerza al momento en el que los nervios cosquillearon más fuerte contra mi estómago.
Él nos hizo girar al compás de la música, haciendo que mis pies flotaran sobre la pista de baile.
—Lo que quería decir era que te ves bastante joven, sé que es tu primer año manejando a las Águilas Plateadas, pero aún así me siento algo asombrado, ¿cuál es tu edad?
—Esa es una pregunta algo atrevida para un mujer —comenté, aunque sin ningún tipo de rencor en mi voz. Siendo sincera, la pregunta no me molestaba para nada—. No cualquiera se la puede tomar a bien.
Volví a oír la risita entre dientes proveniente de Asta al terminar de hablar.
—No puedo negar ese hecho —sus ojos brillaron con diversión—. Mis experiencias en ese tema no han terminado muy bien para mí.
Intenté reprimir el deseo de esbozar una sonrisa, pero una pequeña terminó deslizándose por mis labios.
—Me lo puedo imaginar —hice una pequeña pausa y luego volví a hablar—. Y, respondiendo a tu pregunta, el noviembre pasado cumplí veintiuno.
Sus cejas se elevaron un poco, algo sorprendido por mi afirmación.
—Vaya, quién diría que tendríamos la misma edad.
—Hm, supongo que se debe a mis coletas —al ver sus ojos noté como una confirmación se extendía por su iris verde, había dado en el blanco—. A mi madre le gustaba hacérmelas, decía que me veía bien con ellas.
Asta me observó algo aturdido y bajó su mirada con pesar. Después, cuando volvió a fijar sus arrepentidos ojos con los míos la presión de su mano contra la mía pareció vacilante y empleó un tono bajo al hablar, más bajo que los susurros que todo el tiempo nos habíamos dedicado.
—Escuché sobre el accidente... Perdón por hacerte recordar algo como eso, nunca fue mi intención —se disculpó.
Apreté su mano ante su agarre titubeante y una sonrisa tranquila tiró de mis labios.
—No pasa nada —las palabras brotaron de mi boca en un murmullo vaporoso—. Hubiera querido que ella estuviera aquí, pero no hay nada que se pueda hacer. Por eso me hice las coletas, para que de alguna manera me dieran fuerza. Sé que es una idea estúpida, además que seguramente me veo increíblemente mal con un peinado que usaba de niña.
Mis ojos desprendían melancolía y mi acompañante pareció captar aquel sentimiento, porque frunció levemente su entrecejo y se apresuró a contradecir lo que anteriormente había dicho.
—No es una idea estúpida, Noelle. Es un bellísimo gesto que seguramente ella, donde sea que esté, apreciará muchísimo. Eso dice mucho de tí, en verdad —abrí un poco más los ojos con sorpresa. Antes de que pudiera objetar algo más, su expresión cambió y una media sonrisa volvió a adueñarse de su cara—. Además, ¿quién ha dicho que te ves mal con ese peinado?
Aquel comentario me había tomado completamente desprevenida y mis mejillas se tornaron calientes al instante.
El nudo que se había formado en mi garganta me impedía formular algo para contestar a tal halago. Pero no tuve que pensar más en eso, ya que Asta volvió a hablar.
—Por cierto, me gustó mucho tu discurso —dijo con una sonrisa de oreja a oreja e inmediatamente la satisfacción hormigueó en mi interior. Mas la sonrisa se fue desvaneciendo de su cara—. Aunque hubo una parte que no me agradó.
La confusión se adueñó de mis facciones.
—¿Qué parte? —no pude evitar preguntar.
Mi compañero hundió un poco su entrecejo y se dispuso a contestar.
—La parte en la que aún no te consideras una líder.
Fruncí mi ceño ante aquello. Aún no era una líder, eso estaba más que claro. Estuve a punto de reprochar pero él se apresuró a continuar.
—Sé que no logras comprenderme, pero, solo echa un vistazo a tu alrededor y te darás cuenta.
Me hizo una seña para que observara, guiándome con sus pasos para que tuviera un mejor alcance de visión en el salón.
La conmoción se estremeció en mi ser al ver que todos me observaban.
Y en ninguna de sus miradas noté envidia, rencor u odio. Eso era lo que más me asombraba, porque todos me miraban con fascinación.
Como si mi sola presencia fuera algo que tuvieran que respetar y venerar.
—Ellos te admiran, Noelle —prosiguió Asta y volví a clavar mi vista en sus ojos esmeralda, sorprendida—. Está más que claro que te seguirían a cualquier lado y eso no es algo que logra cualquiera que debe asumir el mando. Has manejado tu trabajo al punto donde todos están complacidos de que seas tú la que imparta órdenes. En todos los registros que he visto, ningún Silva ha logrado algo así.
»La dedicación que sientes por llevar a las Águilas Plateadas adelante se la trasmites a ellos. Has creado un lazo con estas personas fascinante, y lo repito, no cualquiera puede hacer eso. Así que no digas que no eres una buena líder, porque en este año que has trabajado aquí, te has convertido en el ejemplo a seguir de todos. Inclusive el mío —una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro—. Te he observado, Noelle Silva.
La estupefacción no cabía dentro de mí. ¿Realmente había logrado todo eso?
—Eso no es cierto —contradije al finalmente reaccionar.
Asta suspiró y su sonrisa se suavizó. Apretó su mano contra la mía y aumentó por un momento el ritmo con el que danzábamos.
—No te menosprecies, Noelle, realmente eres alguien increíble y nadie puede cambiar ese hecho.
No pude decir nada y me quedé observando el fascinante mundo de color verde que había en sus ojos. Desbordaba sinceridad y yo no pude hacer más que seguir sus pasos en la pista de baile mientras que algo extraño cosquilleaba con intensidad en mi estómago.
Me perdí en el mundo de las miradas al tiempo que mi cuerpo se sentía ligero al seguir sus pasos.
Durante el tiempo en que seguimos bailando, atrapados en el universo que se encontraba en los ojos del otro, sentí que nuestros movimientos ya no se limitaban a que yo intentara seguir su ritmo, sino que ya para ese entonces nuestros movimientos respondían alternativamente a los del otro. Era como si estuviéramos fusionados con la música. Era algo que simplemente salía natural.
Parecía magia.
Unos instantes después, que yo aprecié como horas, la música se detuvo. Era la pausa que hacían al inal para dar paso a otra melodía.
Nuestras manos se separaron y yo bajé mi brazo de su hombro mientras que el brazo de él abandonaba su posición en mi cintura. Enseguida sentí frío al notar mi mano y mi cintura desprovistas de la calidez que emanaba de su cuerpo.
Se separó de mí y esbozó una sonrisa complacida mientras sus ojos esmeraldas refulgían sobre los míos.
—Es una pena que la música se haya terminado —expresó con aire informal, cosa que logró contagiarme su sonrisa—. Fue un placer bailar contigo, Silva.
Una risita se me escapó en un suspiro ligero y me permití observarlo de la misma forma que lo hacía él.
—El placer fue mío, Stalya.
Sus ojos volvieron a brillar con fuerza y nos despedimos, alejándonos cada uno por un lado distinto de la pista.
Cuando llegué a mi mesa con Nero, me senté de un tirón y una leve sonrisa estuvo presente en mi rostro.
Ella levantó su vista del cuaderno y me escrutó con la mirada antes de preguntar.
—¿Cómo fue su baile con el señor Stalya?
Antes de responder mis labios se curvaron hacia arriba, alargando la sonrisa. Miré a Asta por el rabillo del ojo y luego dirigí mi vista a mi copa, la tomé, removiendo el contenido al balancear el objeto a un lado y al otro.
—Dijiste que la relación entre las Águilas Plateadas y los Toros Negros era neutral, ¿no es cierto?
Nero enarcó una ceja.
—Sí, ¿por qué?
Volví a dedicarle una mirada furtiva al joven de ojos verdes y mi vista se desplazó a la mirada escarlata de mi compañera.
Nunca iba a olvidar ese baile, lo sabía.
Ya que, a fin de cuentas, aquel sencillo baile había vuelto mi vida patas arriba desde entonces.
—Creo que algo ha logrado captar mi interés —dije arrastrando las palabras y mi sonrisa se ensanchó—. Así que supongo que a partir de ahora las relaciones entre las Águilas Plateadas y los Toros Negros se volverán... —busqué la palabra indicada, y cuando mi cerebro encontró el término preciso mis ojos titilaron con regocijo—, más cercanas.
»»———⋇⋆✦⋆⋇———««
*entra disparada por una ventana*
AAAAAAAAAA HOLA A TODOS
Bueno, aquí está el One-Shot del que tanto hablaba, el que era para celebrar los 150 seguidores :0✨
Como verán tengo unos globos atrás *señala unos globos que tiene detrás con unos números que forman un 150* aunque ya no sirve de nada porque actualmente tengo 161 seguidores. Pero no se preocupen *escribe con un marcador un 6 encima del 5 y un 1 encima del 0* listo :D
Persona X: NO MAMES POR UNA VEZ SE ORIGINAL DEJA DE HACER TANTAS REFERENCIAS.
Sisi, a la chingada *lo noquea con un bate de béisbol*
Bueno, chicos, tengo que también ser sincera. La verdad es que el One-Shot no se me ocurrió para celebrar los 150 seguidores.
*se escucha el asombro del público el cual es un esqueleto y un mapache porque todos se han olvidado de esta pinche autora ya que actualiza cada siglo*
En realidad estaba en Instagram y una chica que sigo hizo este fanart. Y cuando ví el fanart ¡PUM! idea para un One-Shot.
Pero cuando ví que llegué a los 150 seguidores decidí utilizarlo como excusa.
Así que lo único que puedo garantizar que sea cierto es que disfruté un montón escribirlo aunque probablemente sea una kk como todo lo que hago pero wano.
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo :)
Y sin más que decir...
Lou fuera!
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