TREDICI

[ Pedri .]

Hace varias horas que estoy despierto, Irene sigue durmiendo a pesar de ser casi las doce del mediodía.

Ferran me comentó que hoy el entrenamiento será por la tarde por lo que de camino a la Ciutat, dejaré a Irene en su casa.

Decido darme una ducha, he cogido la manía de ducharme todas las mañanas a pesar de tener que entrenar por la tarde, no es una ducha muy larga, no soy de los que está mucho tiempo debajo del agua.

Salgo del baño con una toalla alrededor de mi cintura y con el pelo aún húmedo, voy a entrar a mi habitación cuando suena el timbre, supongo que es Ferran así que voy a abrir la puerta tal cual estoy.

Pero, la sorpresa me la llevo yo.

— Si lo llego saber me pongo más guapa, bombón.

Bombón. Hacia mucho tiempo que no escuchaba ese mote, noto como el sudor frío recorre todo mi cuerpo, de repente siento frío, pero, no el térmico, sino, ese frío que llega solo cuando recuerdas cosas que no fueron especialmente felices.

— ¿Qué haces aquí, Gabrielle?

— Ver a un viejo amigo, ¿o es que no puedo?

— ¿Quién te ha dicho dónde vivo? ¿No deberías estar de vuelta en Francia con tu novio? - retrocedo un paso.

— ¿No te alegras de verme? Pensé que te gustaría ver a tu vieja amiga. - contesta con ese tono, el que hace que te sientas tu culpable.

— ¿Amiga? ¿Después de todo lo que me hiciste? No, no, vete, no te quiero aquí.

— ¿Quién es ella? - una voz detrás de mi aparece.

Irene se frota los ojos, lleva puesta una de mis camisetas, y mi vista solo puede admirar lo guapa que está, sonrío inconscientemente.

— Una amiga.

— Conocida, además te ibas ya ¿a que si? - recalco.

Y ese momento, Gabrielle me tocó el brazo, algo dentro de mi recordó todo lo que ocurrió durante esos trescientos sesenta y cinco días.

Mi respiración se agita, le digo amablemente que se vaya, pero, ella no me hace caso alguno.

— Vaya, el Pedri humilde del que tanto hablan en las revistas no es el que está delante de mi, que decepción.

— ¿Como te atreves a decir que estás decepcionada? ¡Después de todo lo que me hiciste pasar te presentas en mi casa pretendiendo que te reciba con los brazos abiertos! ¡Vete, no quiero que estés aquí! ¿O es que no lo entiendes? - respondo furioso.

Gabrielle me mira de esa forma, esa que me hace sentir un trozo de basura, con esa misma mirada me dio a entender que yo no valí nada.

Mi cabeza comienza a doler y mis ojos empiezan a aguarse, Irene cierra la puerta y yo no escucho nada más antes de encerrarme en mi habitación.

Me visto y me abrazo a mi mismo, cierro los ojos y sin darme cuenta empiezo a llorar.

No me gusta verme débil, ni mucho menos que otras personas me vean tan...frágil.

Porque Gabrielle siempre será un tema del que nunca me gustará hablar.

Alguien llama a la puerta.

— Pedri, ¿estas bien?, si necesitas estar solo puedo llamar a Ferran para que me venga a buscar.

Me levanto y abro la puerta.

— Pasa, pero, no te vayas, por favor.

Irene pasa y se sienta en la cama, no dice nada y yo se lo agradezco.

— Si quieres que esté en silencio a tu lado, lo estaré, si quieres desahogarte, te escucharé, estoy aquí y ni me voy a ir ¿vale?

Asiento y apoyo mi cabeza en su pecho, Irene deja suaves caricias en mi pelo, sigue sin decir nada, no pregunta, ni siquiera hace amago de querer hacerlo.

— Gabrielle y yo nos conocimos en un evento cualquiera que realizaba el club, yo acababa de llegar a Barcelona, no sabía que hacer o a quien hablar, ella me ofreció ayuda y yo accedí, total no conocía a nadie.

El silencio me confirma que está escuchando por lo que sigo.

— Empezamos a hablar y, bueno, nos enamoramos, solo tenia diecisiete años y en ese entonces cinco años de diferencia no eran para tanto, pero, todo fue de color de rosas hasta que un día llegue un poco más tarde a donde habíamos quedado y ella se puso echa una furia, yo le pedí perdón miles de veces, pero, decidió aplicar la ley del contacto cero, acabe envuelto en una relación tóxica llena de maltratos físicos y verbales.

Noto como Irene se aferra un poco más hacia mi, casi puedo escuchar su corazón latiendo.

— Todos los días me repetía lo poco que valía hasta tal punto que yo...dejé de comer, siempre he sido un chico muy delgado, pero, si ves vídeos míos en dos mío veinte te asustarías, al fin y al cabo solo era un chaval que recién llegaba a la gran ciudad y ella, ella era la chica guapísima y perfecta.

Al terminar de hablar siento como se me forma un nudo en la garganta.

"Oh, venga ya, eres un simple niñato que sueña con ser algo que nunca llegará a ser"

"No, no te quiero."

"Eres un pesado, vete, para lo único que te quería era para un polvo rápido para desestresarme."

"Por muy duro que trabajes no vas a llegar a nada"

"No entiendo como te pudieron comprar por cinco millones, para mi no vales ni uno."

Esas frases se repiten en mi mente todos los días, desde el día que la dejé, me he centrado en mi mismo.

Los únicos que lo saben son Gavi y mi hermano, sobre todo Gavi ha estado a mi lado siempre, jamás podré agradecer todo lo que ha hecho por mi.

Irene deja una mano encima de la mía, su sonrisa expresa tranquilidad, mi respiración se relaja poco a poco.

— El amor es la droga más letal que jamás se haya creado.

— Pero, aún así, sigues buscándola porque no puedes vivir sin ella.

— Después de todo lo que has pasado...¿como puedes seguir creyendo en ello?

Es entonces cuando la miro a los ojos y lo entiendo.

Una de mis series favoritas siempre será la que me enseño, "Un ancla es lo que nos mantiene humanos" "Busca tu ancla"

Y para mi, esta bailarina siempre será ese ancla.

— Por ti, porque me gustas, y eso me basta para saber que no me importa lo que sucedió en el pasado con tal de que te tenga en el presente.

— Tú también me gustas, mucho, Pedri, jamás en mi vida había tenido tanta confianza con alguien como para estar tranquila si mi hermano está contigo, has llegado a mi vida y me has enseñado el amor que nunca estuvo presente en mi familia - Irene coloca sus manos alrededor de mi cara - Y si tengo que ir a la guerra contigo para que esa idiota te deje en paz lo haré.

Sonrío y junto mi nariz con la suya dejando un beso de esquimal en ella, acto seguido la beso.

Y ese beso me hace comprender todo.

La vida son cicatrices, caídas y golpes, pero, siempre encontrarás ese alguien que haga de tirita.

Irene siempre será mi tirita.

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