CINQUE
Tras la tarde en la playa, Ferran me lleva hasta una casa desconocida, la que supongo que serà la suya.
Ferran llama al timbre, una señora de más o menos unos cincuenta años abre la puerta.
— Venimos a por el renacuajo.
— Pedri está con el, pasad un segundo y le llamo.
Miro extrañada a mi mejor amigo a lo que él me contesta con una mirada de tranquilidad.
En pocos minutos veo una imagen que jamás me esperaba ver, Pedri sale a recibirnos con mi hermano dormido entre sus brazos.
Ferran coge al pequeño con cuidado y Pedri me extiende una una bolsa con varios objetos.
— Son cosas que le gustan, me las ha dado Andrés, además de unas pocas croquetas de mi madre que se ha empeñado en dárselas porque le han gustado mucho, ya sabes, cosas de madres.
Asiento y le doy las gracias.
—No tenías porqué, Pedri.
— Tranquila, por que me salte un entrenamiento no me va a pasar nada.
— ¿Te saltaste un entrenamiento? - respondo sorprendida.
— ¿Quien iba a cuidar al niño sino?
Me froto la sien y miro a Pedri con una mirada determinante.
— A la próxima me avisas, tú tienes una vida, eres futbolista y se que eso conlleva mucho entrenamiento, porque yo tenga problemas no significa que tengas que dejar de hacer lo que te gusta por mi. - salgo por la puerta en dirección al coche pero un brazo me para.
— Lo hago porque quiero, desde que te vi el primer día tuve la sensación, más bien la necesidad de ayudarte. - Pedri entrecierra la puerta de su casa.
— ¿Porqué a mi? Existen millones de personas más necesitadas que yo.
— Deja de hacerte la fuerte, eso no funciona conmigo, puedo ver a través de tus ojos todo el dolor y el cansancio que llevas encima.
— A veces cuesta confiar.
— Yo no te voy a fallar.
— Nos conocemos de hace nada, ¿cómo esperas que te crea?
— Porque si alguna vez te fallo tendrás el derecho de odiarme, ignorarme y decirme a la cara todo lo que se te venga en mente, pero, hasta eso trata de confiar en mi.
—Poco a poco.
— Poco a poco.
— Mañana tengo una competición, por si...ya sabes, quieres venir.
— Me encantaría, allí estaré.
— Ferran te dirá donde es y a que hora.
— Buenas noches, bailarina.
— Buenas noches, Pedri.
...
Me despierto como todos los días, a la misma hora de todos los días, pero, hoy, tengo más energías que el resto de los días.
Hoy es sábado así que Sergio no tiene colegio por lo que puede dormir un poco más. El timbre suena y yo bajo las escaleras tranquilamente, Andrés entra por la puerta con unos cafés.
— ¿Cómo estás hoy?
— El descanso de ayerme vino perfecto, me encuentro de todo menos cansada.
Andresme dedica una de sus características sonrisas, de esas que te dan a entender que está tramando algo en su cabeza.
— Suéltalo.
— Nunca te había visto nunca tan tranquila dejando a tu hermano con alguin desconocido. - mi amigo da un sorbo de su café.
— A Sergio le cae muy bien Pedri.
— ¿Y? Yo también le caía bien y has tardado años en dejarme que me quede con el a solas.
No respondo, tiene toda la razón del mundo, jamás he dejado que alguien que conozco de poco tiempo cuide de mi hermano, ni siquiera a Andres.
— Todo sucede por algo.
— Pero... - Andrés no me deja acabar.
— Ni peros ni peras, esta es tu oportunidad de conocer todo lo bueno que te debe esta vida, Pedri ha aparecido por algo, aprovéchalo, por una vez en tu vida hazme caso y arriesgate con él.
Me siento con mi café entre las manos, dudando ante lo que me acaba de decir.
— Te mereces más que nadie ser feliz, Irene, por todo lo que te han hecho tus padres, por lo que te ha quitado el baile, por tu hermano y por la mala entrenadora que tienes.
Me sorprendo cuando menciona lo último.
— No soy idiota, todas las veces que has vuelto a casa con cara de dolor, tus dolores constantes, y mil cosas más se notan.
Sonrío tímida, mi amigo me dedica otra sonrisa cálida, unos pasitos se escuchan en las escaleras, Sergio llega corriendo a abrazar a Andrés.
— Anda, márchate, que el peque y yo nos lo vamos a pasar genial.
— No la liéis mucho. - sonrío y dejo un pequeño beso en la cabeza de mi hermano.
Subo las escaleras y voy a mi habitación a cambiarme rápidamente, entro al baño para hacerme un moño de competición lo más rápido que puedo.
Me miro una última vez en el espejo y bajo al salón donde tengo mi bolsa lista, la cojo y me despido para salir lo más rápido por la puerta.
El bus está casi vacío por lo que no tardo en elegir un sitio que esté disponible. Mentiría si dijera que estoy nerviosa, hace mucho que no siento eso.
De pronto me acuerdo, recuerdo que esta vez el canario va a estar viéndome y por primera ve en mucho tiempo siento que los nervios me llenan como la primera vez que salí a bailar en un escenario.
El edifico de la competición está lleno de gente, me abro paso como puedo entre la muchedumbre para poder llegar a la parte destinada a las competidoras.
Últimamente el ballet se está haciendo cada vez más popular y ahora los pabellones están mucho más llenos de gente que quiere ver cómo es este deporte.
Mi traje cuelga de una percha en mi camerino, el traje en cuestión es de color granate adornado con brillos de tonos plateados y un tutú del mismo granate pero un poco más oscuro.
Me lo pongo y me maquillo acompañando al traje.
Jazmín golpea las puertas de los camerinos dando a entender que la función va a comenzar, esta vez me tocará bailar un solo por lo que me da un poco más de tiempo para terminar de prepararme.
Llega mi turno, el público está en silencio, ese silencio me hace salir al escenario, le busco con la mirada inconscientemente, pero, no está. Eso hace que la desilusión me llene por dentro.
La música comienza y cierro los ojos a la vez que empiezo a moverme, la música llena mis oídos y utilizo eso para concentrarme en hacer la mejor actuación.
La música termina y yo acabo dedicando una gran sonrisa al público mientras hago una reverencia para después entrar a los camerinos de nuevo.
La competición acaba, esta vez darán el premio en público, todas las competidoras nos ponemos en fila esperando a que anuncien a la ganadora de este campeonato.
— Debo dar la enhorabuena a todas las bailarinas que se han presentado esta tarde, todas habéis hecho una actuación maravillosa, pero, como ya sabéis, solo una se coronará esta noche. - José, el juez mayor, saca el premio y lo muestra.
— Este premio ha sido una decisión difícil ya que hubo varias bailarinas excelentes, pero, como estamos acostumbrados la mejor ha sido, Irene Fernández. - el hombre me extiende el premio y yo sonrío.
Hago una reverencia hacia el público una vez más y levanto el trofeo. Los aplausos inundan todo el espacio y yo por primera vez siento que me lo merezco, que el trabajo ha valido la pena.
El concurso acaba y cada una se va a su casa, cojo el móvil por un segundo pienso llamar a un taxi cuando alguien toca mi espalda.
— Viniste.
— Me dijiste que viniera.
Pedri abre sus brazos y yo le abrazo.
— Nunca le había dicho a alguien que conozco de hace poco que viniese a verme bailar.
— ¿Porqué?
— Porque para mi, es como si estuviese desnuda, bailar me hace mostrar mi alma de alguna manera, y eso me da vergüenza.
Pedri suelta una pequeña carcajada.
— Ahí dentro, ante mis ojos, fuiste la cosa más bella que jamás he podido ver, Irene.
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