9. Nereida
Camino por la playa, sintiendo la arena bajo mis pies, atenta al menor indicio de algo traído por la marea. Mientras, pienso en Jake. En lo raro que es que una persona, por puros azares, haya llegado aquí, justo a esta misma isla y por un accidente. No puedo evitar pensar en el lado de la desgracia. Y de la casualidad, de que dos personas tan distintas, hayan tenido un fin tan parecido, para encontrarse en una isla remota y perdida. Sobreviviendo de milagro. Porque es un milagro que alguien salga con vida de un accidente de avioneta así, que ya se ha cobrado una muerte.
Veo algo y corro hacia allí. Lo identifico como algún trozo de la avioneta estrellada, y dejándolo me dedico a buscar otra cosa, ya que si la marea y las olas han traído más restos ha debido ser por aquí. Haciendo visera con la mano, dirigo mi mirada a la inmensidad del mar, escrutando detenidamente hasta divisar un objeto. Dudándolo menos que poco, me quito el pareo y me convierto en delfín, nadando directa hacia mi objetivo.
La alcanzo, y descubro satisfecha que no es ni un cadáver —cosa que temía encontrarme—, ni más trozos de la avioneta, sino una maleta pequeña. Está abierta y habrá perdido algunas cosas. La agarro y trato de nadar de vuelta, lo cual se hace mucho más difícil. Pero lo consigo, manteniéndome a flote, sin dejar ir la maleta; llego a la orilla, donde vuelvo a ponerme la tela como vestido y echo a andar, cargando el macuto.
Cuando llego al refugio, me encuentro con que «el humano», Jake, se ha quedado profundamente dormido. Pobre, debía estar agotado; así se le pasarán los nervios y el estrés postraumático. Sin hacer casi ruido, me quedo en la puerta de la cabaña con la maleta ante mí, y pienso en abrirla para ver qué hay dentro.
Al hacerlo, me siento como una niña abriendo un regalo de Navidad, pero haciéndolo por la noche, a escondidas. Es la primera vez en muchos años que hay algo nuevo en mis manos, y me dedico a ello con tranquilidad y lentitud, observando las cosas. Hay ropa: camisas limpias, nuevas y pulcras, traje arreglado de pantalón, chaqueta y corbata, camisetas y tejanos más informales, ropa interior y poco más. Todo el espacio que queda estaría lleno de más cosas, que ahora estarán perdidas en el mar; pero no veo nada útil más allá de la ropa. No tiene ni un cuchillo. Ni siquiera libros.
Suspirando, lo dejo todo en su sitio y me quedo contemplativa. Entonces aparece Katrina, la gran gata negra, con esos movimientos pausados y estilosos, tranquila como una sombra, que en uno de sus ágiles e increíbles saltos, con cada músculo tensándose bajo su piel, trepa hasta la plataforma del árbol. Me mira, y a su vez la miro. Y recuerdo lo que me preguntó antes el chico sobre fieras salvajes. ¿Habrá visto a Katrina? Sonrío, pensando en el momento en que la vea.
Lo cual no debe estar muy lejos, pues después de un rato escucho que se remueve, despertando. Primero abre los ojos, mirando a su alrededor como aturdido, haciéndose una idea de dónde está; cuando lo recuerda, se incorpora de golpe, alarmado. Y entonces me ve, parada en la puerta, mirándolo de vuelta, con lo cual parece tranquilizarse, viendo que no soy un sueño.
—Buenos días —digo—. He encontrado una maleta, pero creo que ha perdido cosas.
La cara se le ilumina y viene directo a verla.
—¡Menos mal! —exclama—. Al menos tendré algo de ropa. —Lo saca todo y lo inspecciona, parándose luego, algo decepcionado.
—Ya —digo—. No hay ningún cuchillo ni machete. —Me mira descolocado, y añado—: ¿Ni libros? ¿No llevabas algún libro? Oh, diablos, lo que daría por tener un libro —bufo, y me dejo caer sentada en el suelo.
—No, no llevaba libros. Ni mucho menos un cuchillo, ¿estás loca? No dejan llevar eso en los aviones. Pero se han perdido muchas cosas. Y no tengo ni el móvil, ni todos los papeles y proyectos importantes que iban en el maletín... ni siquiera tengo con qué afeitarme. Oh, Dios —vuelve a entrarle la desesperación.
Yo simplemente lo miro. No deja de producirme una extraña curiosidad. ¿Por qué se preocupa de unos papeles? Un cuchillo aquí lo es todo, mientras que los papeles no sirven para nada... a menos que sean para limpiarte. Renuncio a decir nada y me levanto, dispuesta a buscar algo para comer; pero entonces, siguiéndome con la mirada, repara en algo. Se le abren los ojos como cocos, empalidece, quedándose más blanco de lo que estaba si eso es posible, y parece entrarle el rigor mortis; mirando fijamente un punto encima de mi cabeza.
Ahí está Katrina, con esa mirada de depredadora tranquila, que ahora lo mira como si mirara a alguien sobre quien puede saltar en cualquier momento.
—U-u-unn... a-a —tartamudea, mudo de pánico—. ¡¡Aaaahh!! ¡Una pantera! ¡¡Socorro!! ¡Corre, nos va a comer, ayuda!
Recuperando el habla empieza a gritar, como si fuera la mejor forma de reaccionar ante una pantera salvaje.
—Cállate, la vas a asustar —recrimino.
—¿Asustar? —balbucea— ¿A-asustar yo, a ella? ¡¿Tú estás loca?! ¡Dios, madre! ¡Una jodida pantera salvaje!
Sin decir nada, emito una especie de silbido, seguido de unas notas más roncas. Katrina cae, impresionante, con cada músculo de su cuerpo poderoso bajo el pelaje negro y brillante, mirando con esos ojos de jade, y se acerca a mí. La acaricio, meto mi cabeza debajo de la suya, empezando a jugar. Me río.
Jake me está mirando como si jamás hubiera visto mayor locura, o como si estuviera a punto de echar a correr o meter la cabeza debajo de la tierra. Lo cual me hace más gracia. Y sigo riéndome, con la pantera poniéndome las patas en los hombros y yo poniéndole la mano en la boca.
—Te presento a Katrina —digo al fin, dirigiéndome al espantado Jake—. Mi hermana, la pantera negra. Katrina, este es Jake —susurro—. No te lo comas si yo no te lo digo.
—Dios mío —acierta a decir finalmente—. He ido a caer en una isla habitada solo por una loca que juega con una pantera.
La frase «he ido a caer en una isla habitada solo por una loca que juega con una pantera», define TAN bien toda la puñetera historia. JSAJSJAJS
As always, espero que os hayaaa... ¿gustado? O lo que sea, espero vuestros comentarios :3
Hoy es 22 de octubre lo cual significa... que hace un mes empecé a publicar Bailando con las olas!! (bailando con las bobas, bailando con las boobs... bueno).
Y que para mí ahora empieza el otoño, lo otro seguía siendo verano. El calendario nunca va con lo que es realmente, así que #bewild #micalendarioeslavida.
Ahora procederé a estar modo kitten nugget. Andy knows.
Nos vemos mañana... and as always, have fun! No, espera, eso no es mío. Anyways. Yes.
<3
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