Bagatela 5: Globos en la noche


Globos en la noche

Desde que el profesor mencionó la palabra «pareja», Julia dirigió la mirada dos pupitres atrás, encontrándose con la sonrisa cómplice de su mejor amiga.

En el pizarrón yacían apuntados varios materiales que se emplearían para un experimento de Física. El proyecto a realizar era un globo aerostático casero. Cada bina participaría con su creación en un concurso programado para el evento de ciencias más cercano. La mejor parte se guardaba para el final, cuando todos dejarían volar libre su globo, disfrutando de un panorama precioso. Sin duda, algo digno de recordar.

A Julia le emocionaba esta idea, tanto que en algún momento dejó de escuchar la voz de su maestro y comenzó a fantasear con globos, colores, estrellas, noches... y Dafne.

Aquella morena bobalicona era la alegría de su vida entre tareas y exámenes propios de la preparatoria. Entonces, trabajar con ella representaba todo un placer.

Se imaginó a su lado en una especie de montaña recortada por la carretera. Ambas, sentadas a lo lejos, platicaban sobre esas pequeñas cosas que suelen provocar un dulce sabor de boca. Y cuando menos se lo esperaran, la noche habría caído y con ella miles de brillantes estrellas que le gritarían desde el cielo: «¡bésala, qué esperas!», a lo que Julia, muy sacrificada, asentiría.

Espera ¿qué? No, no, estaba en el asunto de los globos. Tal vez podría interrumpir el beso... ¡Sí! Estaría cerca, muy cerca de tocar sus labios, absorbiendo el aliento ajeno cuando de reojo se toparía con dos o más auténticos globos aerostáticos. Desviaría su rostro, señalando el hermoso espectáculo. Tan romántico, ambas presenciarían lo más bello de sus vidas al lado de la otra... y ya, después de tanto brillo podrían proseguir con el beso. Si tan solo eso pudiera llevarse a cabo, ¿existía la posibilidad de que con sus ahorros alquilara un...?

—¿En qué tanto piensas, Julia? —Sus pensamientos fueron interrumpidos por aquella voz tan familiar.

—¿Eh? —Entonces se dio cuenta de que la clase había terminado y que algunos estudiantes comenzaban a salir, mientras que otros guardaban presurosos sus cosas.

Dafne estaba ante ella, mirándola con la mano derecha en la cintura y una ceja alzada. Esa adorable posición anunciaba acusación y estaba consciente de ello.

—Soñando despierta, como siempre —suspiró—. Vayamos de una vez por los materiales, ¿te parece?

—Claro, aunque debo revisar mi cartera —dijo terminando de tomar sus cosas—. Vamos.

Ambas salieron sonrientes del aula. Julia estaba convencida de que esa noche con la que tanto fantaseaba, en algún momento se haría realidad. Incluso aunque en ese instante solo se conformara con ir entrelazando su meñique con el de Dafne.


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