Veinte.

Los músculos de mi cuerpo se fueron tensando poco a poco y la sonrisa que hace unos momentos atrás adornaba mis labios desapareció lentamente, mis ojos observaban la anatomía de Yoongi. Entre la poca luminosidad, logré ver como lanzaba la colilla del cigarro lejos con ayuda de sus dedos y se colocaba de pie, bajando la escalera con lentitud. Cada paso un escalón, cada paso más cerca de mí. Casi podía sentir el sonido del metal cediendo bajo su peso en el interior de mi piel, hormigueando, deslizándose y creándome una sensación agobiante.

—¿Conoces a ese chico, Jun? —Hoseok me preguntó.

Parpadeé en su dirección y asentí. La media sonrisa seguía en sus labios, así que, supongo que él no se había dado cuenta de mi cambio. Carraspeé la garganta y simulé una nueva sonrisa.

—Uh, sí... es el chico con el que vivo, mi amigo... —vacilé. Desabroché el cinturón de seguridad y tomé mis libros y mi mochila—. Muchas gracias por traerme, Hobi.

—Oh, espera —él me tomó del brazo y a través del parabrisas vi a Yoongi cada vez más cerca—, me gustaría saludarlo.

—¿Qué? —pregunté, incrédula— ¿Quieres saludar a Yoongi?

Hoseok asintió —Él luce amigable.

¡Ja! Cómo se notaba que él no conocía a Yoongi. Bueno, posiblemente a veces era agradable, pero... la mayor parte del tiempo era un dolor en el culo.

—Yo creo que no es el mejor momento, Hobi... —intenté convencerlo, pero me ignoró, bajándose de su auto.

Solté un suspiro tembloroso y me bajé. Yoongi llegó a nuestro encuentro. El contraste entre ambos chicos era notorio: mientras que uno era como un día de primavera, cálido y amable, el otro era un día lluvioso de invierno con fuertes vientos que destruían todo a su paso. Hoseok era levemente más alto que Yoongi, sin embargo, eso no fue algo que intimidara a Yoongi, quien infló su pecho con un aire arrogante.

—Hola, eres Yoongi, ¿no? —Hoseok sonrió. No sé si él estaba ignorando muy bien la tensión que nos rodeaba o era tan dulce que no podía notarla— Soy Hoseok, compañero de Jun.

Sentí todo mi rostro arder por la vergüenza cuando Yoongi ni siquiera hizo el intento de responder al saludo. Quise abrir un agujero en el suelo y meterme ahí para siempre. La sonrisa de Hoseok titubeó más no desapareció, quizás con la esperanza de que su saludo sería devuelto.

Los ojos de Yoongi se movieron hasta mí, ignorando por completo a nuestro acompañante.

—Hola, Jun —me saludó directamente—. ¿Por qué tardaste tanto en llegar? Pensé que salías a las tres.

—Ah, sí... es que... ya sabes...

El rubio alzó las cejas —¿Qué es lo que sé?

Quise golpearme el rostro para salir de aquel trance en el que me encontraba. ¿Por qué demonios estaba actuando de esa manera?

—Estuve estudiando con Hoseok, eso es todo —me encogí de hombros y me acerqué a mi compañero quien había reemplazado aquella bonita sonrisa por un puchero en forma de triángulo—. Yoongi, me gustaría presentarte a Hoseok.

Los ojos de Yoongi se posaron en Hobi y recorrió su rostro con la mirada, como si quisiera guardar en su memoria el recuerdo de su rostro y después lo miró de pies a cabeza.

—Hoseok... —saboreó el nombre y el fantasma de una sonrisa curvó sus labios—, así que tú eres el famoso Hoseok...

Una risa incómoda escapó de los labios de Hoseok. Él se frotó el cuello, inquieto. Tal vez, se estaba reclamando el hecho de haberse bajado del auto. De haber sido así no estaríamos envueltos en este incómodo momento.

—Jun me ha hablado mucho de ti... —escupió Yoongi y sus ojos brillaron de una manera que yo no pude descifrar. Sus labios curvándose en una sonrisa cínica.

—Oh, ¿de verdad? —Hobi me miró y luego volvió la mirada al frente— Espero que ella haya hablado solo cosas buenas...

—Mhm, sí... —Min Yoongi asintió—. Entonces, ¿no deberías irte ya?

—Yoongi... —le reclamé con la mandíbula tensa. Dios, qué vergüenza..., ¿por qué tenía que ser tan pesado?

Hoseok se frotó el cuello otra vez y asintió, dando un paso hacia atrás. Me miró y pude ver la incomodidad en su rostro, sus ojos me decían lo desagradable que había encontrado a Yoongi.

—Nos vemos mañana, Jun... —susurró, alejándose cada vez más—, espero que descanses. Buenas noches.

—Gracias por traerme, Hobi. Y... lo siento mucho.

Él lanzó una mirada a Yoongi y asintió antes de girarse y subirse al coche. Él se fue sin despedirse de mi amigo y no lo culpo. Yo tampoco lo habría hecho.

Apenas Yoongi y yo quedamos solos, lo miré de una forma que quise transmitirle las ganas que tenía de golpearlo, sin embargo, lo único que salió de mi boca fue:

—Qué manera de ser desagradable, Yoongi, por Dios...

Emprendí mi camino en dirección a la casa y subí la escalera de emergencia. No me hacía falta mirar hacia atrás para saber que Yoongi venía caminando detrás de mí porque uno, escuchaba sus pasos y dos, sentía su intensa mirada taladrando la parte trasera de mi cabeza.

Yoongi cerró la puerta de entrada con un movimiento decidido, el ruido rompió el silencio entre nosotros. Yo cerré los ojos por un breve segundo mientras me quitaba los zapatos.

—Estaba preocupado.

Lancé mi bolso sobre el sofá y mientras me desabrochaba la chaqueta, lo miré a la distancia.

—No deberías haberte preocupado, estoy perfectamente bien.

—Podrías haber enviado un mensaje, ¿no? —él contraatacó— Pensé que te había pasado algo.

—Pero estoy bien —yo repetí, mi voz sonaba cansada—. Y de verdad, Yoongi, no tengo ganas de discutir...

Él se encogió de hombros y se cruzó de brazos, apoyando su espalda en la pared frente a mí mientras me miraba a los ojos.

—Yo no estoy discutiendo, solo te estoy diciendo que estaba preocupado. —se defendió.

—Si no estuvieras discutiendo, no utilizarías ese tono conmigo.

Cualquier persona que me escuchara pensaría que yo estaba actuando como una adolescente malcriada, quejándose por la más mínima cosa, pero de verdad que el tono que él estaba usando para hablarme no me gustaba en absoluto. Yoongi seguía tratándome como si yo fuera una cría de quince años.

—No sé de qué estás hablando, Jun. —él murmuró, haciéndose el desentendido.

—Sí, como sea. —hice un ademán con mi mano— Y para la próxima, intenta no ser un grano en el culo, ¿sí?

Caminé hasta la cocina para prepararme algo de comer y maldije por lo bajo cuando escuché los pasos de Yoongi siguiéndome muy de cerca.

—¿Por qué lo defiendes tanto? —Yoongi ladró, tomándome del brazo para detenerme— Respóndeme.

—¿Qué diablos te pasa? —me liberé de su agarre y aumenté la distancia entre nosotros dando un par de pasos hacia atrás— No sé de qué estás hablando. Estás loco, joder.

Me di cuenta que él apretó la mandíbula y sus manos se apretaron en fuertes puños. Por un momento, pensé que él le daría un puñetazo a la pared como tantas veces había ocurrido, pero se contuvo.

—No te hagas la listilla conmigo, Aejung —Yoongi me acusó y dio un paso hacia mí— porque tú sabes perfectamente de quién estoy hablando.

—¿Hablas de Hoseok? —le pregunté y cuando él se quedó en silencio, yo solté una carcajada— Estás viendo cosas donde no las hay. Hoseok es solo mi amigo.

—Tú y yo somos amigos, Aejung —Yoongi me recordó como si yo hubiera olvidado ese detalle—. Y tú sabes mejor que nadie qué es lo que pasa entre nosotros.

Yo sentí como la sangre drenó hasta mis pies cuando entendí lo que estaba insinuando. Quise abofetearlo. Dios sabe cuántas ganas tenía de abofetearlo  pero, aunque yo siempre le hiciera frente a Yoongi, una parte de mí le temía.

—¿Estás insinuando que me estoy acostando con él?

—Tú y yo lo hacemos. —él se encogió de hombros con desinterés.

—Él tiene novia, Yoongi.

—¿Y qué?

Solté el aire que estaba conteniendo en mis pulmones y me apreté el puente de la nariz, cansada con su actitud. No, no estaba solo cansada. Estaba cansadísima y harta.

—Mira, no entiendo qué mierda es lo que te pasa, pero últimamente estás siendo un completo imbécil, así que, si quieres que las cosas estén en paz entre nosotros te voy a pedir que bajes las revoluciones. Hoseok y yo simplemente somos amigos y si eso te molesta no es problema mío. Tú y yo no somos nada.

Después de decirle la última frase, un silencio largo y tenso nos envolvió. Yo intentaba sostenerle la mirada con todas mis fuerzas, aguantando las ganas que tenía de encerrarme en mi habitación como la cobarde que era. Yoongi me miraba con tanto odio que parecía que en cualquier momento saltaría sobre mí y me arrancaría de cuajo la cabeza.

No obstante, y para mi sorpresa, él asintió con la mandíbula tensa y el rostro rojo de la rabia antes de darse la vuelta y salir de casa dando un portazo que hasta las paredes temblaron.

Y cuando yo estuve completamente sola y segura de que él no volvería a entrar solté un suspiro desde el fondo de mi ser, afirmando las manos sobre la mesa.

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