Seis.

Esbocé una pequeña sonrisa cuando vi entrar a Namjoon por la puerta de la cafetería donde lo estaba esperando. Él venía con una sudadera gris, la capucha puesta y unos anteojos de sol que ocupaban la mayor parte de su rostro. Su mirada fue de izquierda a derecha antes de fijarse en mí quien estaba sentada en una de las mesas junto a la ventana. Alcé la mano, llamando su atención.

Él sonrió.

—Hola, Jun. —me saludó apenas llegó hasta la mesa. Corrió la silla hacia atrás y mientras se sentaba, me preguntó: —¿Ocurrió algo?

—Para nada. Sólo quería devolverte un favor.

Namjoon me miró a través de sus lentes y alzó las cejas.

—¿Qué favor exactamente?

—Siempre has sido muy amable conmigo y quería invitarte a desayunar. ¿Te sientes incómodo con eso?

—Para nada —esbozó una sutil sonrisa, quitándose la capucha y los anteojos. Había medialunas bajo sus ojos—. Simplemente, no me lo esperaba. ¿Cómo has estado?

Sonreí —Bien. ¿Recuerdas cuando te comenté que me matricularía en la universidad?

—Sí. ¿Ya lo hiciste? —asentí y él sonrió abiertamente, lindos hoyuelos marcándose en sus mejillas— Woah..., eso es genial, Jun. Me alegro mucho que hayas decidido dar ese gran paso. Estoy seguro que lo conseguirás.

Sentí un apretón doloroso en mi pecho. ¿Era mucho pedir que mi mejor amigo reaccionara de aquella manera? Me habría encantado escuchar esas palabras salir de la boca de Yoongi porque él era la persona más importante para mí.

—Muchas gracias, Nam.

—Y dime, ¿qué vas a estudiar? ¿Enfermería cómo me habías dicho?

Sacudí la cabeza —Mi puntaje no alcanzó para enfermería pero me he inscrito en Literatura en la Universidad Nacional de Educación.

—Oh, esa queda a veinte minutos de mi casa. Puedes ir cuando quieras. —ofreció amablemente.

No alcancé a responder su amable ofrecimiento ya que una camarera se acercó a nosotros, preguntándonos si estábamos seguros de lo que íbamos a pedir. Nam pidió un americano con un simple sándwich y yo elegí una taza de chocolate caliente con un trozo de tarta de manzana.

—¿Dejarás de trabajar en el bar? —me preguntó luego de una pausa.

—No lo sé... Me gustaría seguir trabajando a medio tiempo pero, debería conversarlo con el jefe antes. ¿Crees que me dé la oportunidad?

Namjoon se encogió de hombros.

—No sé pero, si gustas, yo podría conversarlo con él un poco antes de que vayas tú. Adelantarte un poco de trabajo, ya sabes.

—Te lo agradecería un montón, Nam. Ese hombre me intimida.

Después de un par de minutos, la misma camarera se acercó a nuestra mesa con nuestras órdenes ya listas. Las colocó cuidadosamente frente a cada uno de nosotros y después de decirnos que la llamáramos si necesitábamos algo más se retiró. La cafetería estaba bastante vacía y era agradable, se sentía casi como si tuviéramos el lugar sólo para nosotros.

—¿Estabas durmiendo cuando te llamé?

—No, ¿cómo crees? —se burló de mí.

—Lo siento mucho.

—Nah, no te preocupes —Nam hizo un ademán para quitarle importancia—. Siempre es bienvenido un desayuno gratis, ¿no?

Asentí. Desayunamos en un ambiente bastante agradable, hablando sobre el trabajo y de los clientes habituales que frecuentaban el bar por las noches. Namjoon me preguntó por mis planes futuros y yo le hablé con entusiasmo, contándole también lo ansiosa que me encontraba de iniciar la universidad. Él me felicitó una segunda vez y yo sentí mucha calidez rodeando mi pecho.

Una vez terminamos, pedí la cuenta. Nam hizo el intento de pagar pero yo aparté su tarjeta con un manotazo, recordándole que la invitación iba por mi parte. Él guardó la tarjeta dentro de su cartera con las mejillas levemente sonrojadas por agachó la cabeza, cohibido de que la camarera hubiera visto nuestra pequeña y breve discusión.

—¿Irás a trabajar esta noche? —me preguntó. Él abrió la puerta de la cafetería cediéndome el paso antes de seguirme un segundo después.

—Por supuesto. ¿Nos vemos allá?

—Sí. ¿Qué harás ahora?

Tuve la intención de encogerme de hombros y decirle que no sabía qué hacer pero me detuve. Si le decía eso, Namjoon querría quedarse conmigo y yo no podía permitirlo. El cansancio se reflejaba en su rostro y era injusto para él no poder descansar sólo porque yo no quería quedarme sola por el resto del día.

—Iré a hacer un par de compras. Me gustaría comprar cuadernos y esas cosas, ya sabes, para no andar a última hora.

—¿Quieres que te acompañe?

—Ni siquiera lo pienses. Tú deberías ir a descansar.

—No estoy cansado. —mintió. Su propio cuerpo lo traicionó en ese momento ya que tuvo que ahogar un bostezo con su mano— Bueno, sí estoy un poco cansado.

—¿Ya ves? —le di un suave golpe en el brazo, animándolo a caminar— Anda, ve a dormir un poco.

—¿Estás segura que no quieres que te acompañe? Yo puedo dormir durante la tarde, no hay problema con eso.

Rodé los ojos —No, Nam. Estoy bien. Llamaré a Yoongi, no te preocupes.

—¿El pesado de tu compañero de piso?

Solté una carcajada y asentí. Yoongi me había ido a buscar un par de veces al trabajo y Namjoon se había percatado del mal carácter de mi mejor amigo con una simple mirada.

—Bien —dijo al fin, dándose por vencido—. Nos vemos esta noche, cuídate mucho, Jun.

—Igual tú, Nam. Que descanses.

—Lo haré. Muchas gracias por el desayuno y una vez más, felicidades. Estoy seguro que lo harás increíble.

Sentí la efervescencia burbujear dentro de mi cuerpo. Esbocé una sonrisa y alcé la mano, despidiéndome de él. Lo vi caminar lejos de mí y una vez estuve sola, solté un suspiro, mirando a mí alrededor. ¿Qué iba a hacer ahora? No tenía ningún plan, estaba sola y todavía faltaban ocho horas para ir a trabajar. No tenía muchas opciones.

Caminé sin rumbo los primeros minutos, mirando con expresión aburrida las vitrinas de las distintas tiendas que se encontraban en esa área de la ciudad. Decidí hacer exactamente lo que le dije a Namjoon y compré un par de cuadernos que ocuparía para la universidad, bolígrafos y una que otra cosa que pensé podría necesitar.

Cerca de las dos de la tarde quedé totalmente desocupada y no me quedó otra alternativa más que tomar el autobús de regreso a casa. A medida que me iba acercando, el estómago se me iba apretando cada vez con más fuerza, haciéndome sentir físicamente enferma. Le agradecí en un susurro al chofer y me bajé del bus, comenzando a caminar en contra de mi voluntad. Mis pies subieron con pesadez las escaleras de emergencia y me tardé alrededor de cinco minutos en introducir la llave en la cerradura de la puerta.

Cuando me sentí mentalmente lista, hice girar la llave y el simple sonido de la puerta siendo abierta me causó un pequeño escalofrío. ¿Por qué estaba tan asustada si no había hecho nada malo? Al diablo con esto.

Entré con una valentía inexistente y cerré la puerta a mi espalda, quitándome los zapatos antes de caminar por el pasillo y quedar justo frente a la sala. Min Yoongi estaba sentado en el sofá de tres puestos con el cuerpo encorvado hacia adelante, sus codos afirmados en sus rodillas mientras que su rostro era cubierto por la palma de sus manos. Dejé caer las bolsas sobre un sofá individual y mi bolso también, capturando su atención.

—Jun... —mi nombre escapó de sus labios como un susurro doloroso.

Su mirada triste recorrió mi rostro con insistencia, como si estuviera asegurándose de que yo era real y no una especie de espejismo producto de su imaginación. Hice un simple gesto con mi cabeza en forma de saludo y escapé hasta la cocina a buscar una botella con agua. Quité la tapa con rapidez y bebí un trago largo tratando de esa manera aumentar el tiempo para enfrentarme a mi mejor amigo.

Cuando me giré pegué un brinco hacia atrás al verlo recargado en el marco de la puerta.

—¿Qué quieres? —cuestioné. Me sorprendí al oír mi propia voz tan fría y distante. Él se mantuvo en silencio, observándome mientras se mordisqueaba el interior de la mejilla. Bufé— Bien, si no vas a decir nada, me voy a mi habitación.

Avancé y al pasar por su lado, la mano de Yoongi me sujetó la muñeca. No me giré y él tampoco hizo el intento de obligarme a dar la vuelta. Sentí como su simple toque quemaba la piel de mi muñeca haciendo que el calor subiera por mi brazo y me abrazara por completo.

Si había una cosa que yo más odiaba en el mundo era discutir con Yoongi. Usualmente, cuando peleábamos, ambos terminábamos un poco más rotos porque lanzábamos la primera mierda que se nos ocurría sin pensar antes si dañaríamos al otro. La mayoría de las veces, yo era la primera en dar su brazo a torcer y juntar todos los trozos de Yoongi, dejando mis propios sentimientos de lado por cuidar de los suyos.

—Lo lamento, Jun... —Yoongi rompió el silencio que nos envolvía. Deslizó su mano hacia abajo hasta tomar la mía—. No tendría que haber dicho toda esa mierda hoy en la mañana.

Cerré los ojos un momento tratando de ordenar mis pensamientos.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —mi voz escapó de mi boca débil, herida, rota.

—No lo sé... yo... hablé sin pensar, Jun.

—No te creo.

Me solté de su agarre y comencé a caminar en dirección a mi habitación. Lo escuché preguntándome por qué no le creía pero yo no le respondí, claramente harta con esta situación. Por supuesto, él no captó la indirecta de no querer hablar y me siguió hasta mi habitación.

—¿Por qué no me crees? —insistió.

Me giré para encararlo.

—¿Sabes por qué no te creo, Yoongi? Porque te conozco. Te conozco lo suficiente como para saber que tú no dices las cosas solo por decirlas. Siempre tienes un propósito en mente, siempre calculas cada puto movimiento que haces, cada palabra que dices y estoy segura que esta no es la excepción.

Me miró a la distancia, en silencio.

—Siempre estás diciendo que yo soy, prácticamente, tu mundo y un montón de mierda más —seguí hablando. Las palabras salían de mi boca como un vómito verbal—. Pero a la hora de querer avanzar, te cruzar en mi camino y me haces tropezar una y otra vez. ¿Por qué no entiendes que esto es lo que realmente quiero?

—No sabes lo que estás diciendo...

—¡¿Y qué mierda sabes tú?! —le grité. Envuelta en una nube de rabia le lancé la botella con la mitad del contenido. Si él no la hubiera esquivado, la botella habría golpeado su rostro— ¡No tienes ningún derecho a decidir por mí!

—¿Puedes dejar de gritar, por favor? —escupió. Su tono de voz fue bajo pero fue tan crudo y firme que hizo que mis palabras se detuvieran dentro de mi boca— ¿Te has puesto a pensar qué sucederá si nada de lo que quieres da resultado? ¿Sabes quién tendrá que estar consolándote?

Cerré los ojos y respiré profundo, tratando de calmarme. Al abrir mis ojos nuevamente, vi nublado por culpa de las lágrimas contenidas que me empeñaba en no derramar.

—¿Por qué te empeñas en hacerme esto, Yoongi? —inquirí con un nudo creciendo en mi garganta— Trato de entender tu actitud, de ver todo desde tu perspectiva pero me cuesta porque no eres capaz de explicarme por qué te empeñas en que no ingrese a la universidad. ¿Por qué estás siendo tan egoísta conmigo?

Él se quedó en silencio y su mirada que había estado sosteniendo la mía, descendió hasta sus manos. La habitación fue sumida en un silencio tan profundo y tenso que respirar se convirtió en una tarea difícil. Miré a Yoongi en todo momento, tratando de buscar alguna explicación al comportamiento del rubio pero me era imposible lograr comprenderlo. Mi corazón dolía al darme cuenta del rechazo y la poca confianza que él tenía en mí.

—Tengo miedo.

Ladeé la cabeza, confundida. No estaba segura si realmente había escuchado la voz de Yoongi o todo había sido producto de mi imaginación.

—¿Qué? —le pregunté en voz baja.

El chico alzó la cabeza y me miró. Sus ojos oscuros estaban brillantes, lágrimas acumulándose en ellos. Él optó por una postura derrotada que me heló la sangre, sus pequeños ojos aguados me enviaron directo al pasado, cuando nosotros teníamos entre once y trece años y él entraba llorando a mi casa por la rabia que le causaba toda la situación con sus padres.

La vida de Yoongi nunca había sido fácil. Había nacido en un hogar conformado por una madre que se había dedicado a la prostitución y a un padre que la había conocido en uno de esos lugares. Había crecido en un ambiente tóxico, lleno de insultos y de peleas, agresiones verbales y físicas. Vivíamos tan cerca que los gritos de sus padres se escuchaban en nuestra sala, en mi antigua casa, y como mi padre no podía mantener su maldita boca cerrada, me sacaba en cara el hecho de que yo terminaría tan jodida como Yoongi si no me apartaba de él.

Min Yoongi fue absorbiendo toda la negatividad y la toxicidad de su núcleo familiar a medida que iba creciendo, convirtiéndolo en una persona hostil, poco empático y muy grosero. Había perdido el interés por los estudios a muy temprana edad de la misma manera en que sus padres habían perdido el interés en su único hijo. Lo abandonaron aun viviendo bajo el mismo techo que él.

—Tengo miedo de que me abandones... —me desesperé cuando vi la primera lágrima cayendo por su rostro—. Porque lo harás. Todos lo hacen...

Sacudí la cabeza —Sabes que nunca haré eso, Yoongi.

—Me abandonaron mis padres, ¿cómo no podrás hacerlo tú?

—Tú mejor que nadie sabe que yo no me parezco en nada a ellos, Yoongi —insistí—. Nunca me voy a alejar de ti.

—Lo harás —repitió con mayor ímpetu. Sorbió la nariz y me lanzó una mirada herida llena de lágrimas—. Conocerás a otras personas allá y comenzarás a dejarme de lado. Luego vendrán las tardes de estudio, las noches en las que tendrás que quedarte fuera. ¿Qué haré yo si las pesadillas vuelven y no estás aquí?

Volví a negar y me acerqué a él. Tomé su rostro con cuidado y sequé la humedad en sus mejillas con mis dedos, sintiendo el pecho apretado al verlo tan vulnerable.

—Escucha, Yoongi —uní nuestras miradas para que él se diera cuenta que yo hablaba en serio—: eso no sucederá. No sucederá, ¿y sabes por qué? Porque tú eres la persona más importante en mi vida. Si es necesario, le diré a mis compañeros, en el futuro, que vengan a hacer los trabajos o a estudiar aquí. Puedo renunciar al trabajo si eso significa que podremos pasar más tiempo juntos.

Me dolía el corazón cada vez que veía a Yoongi llorar. Era tan doloroso.

—No quiero perderte, Jun. —susurró, observándome fijo a los ojos— Porque eres lo único que tengo. Y lo único que necesito.

—Y no lo harás, Yoongi. Siempre estaré contigo.

—¿Lo juras?

—Lo prometo, Yoongi.

Él apartó mis manos de su rostro y acunó mis mejillas en la palma de sus manos. Su agarre fue firme y decidido.

—Júrame que siempre estarás conmigo, Aejung. Júralo y podré creerte.

Su insistencia me revolvió el estómago. Las palabras se empeñaban con quedarse aferradas a mi garganta, sin embargo, hice todo lo posible para pronunciarlas.

—Lo juro, Yoongi.

Y no fue hasta que yo pronuncié aquellas palabras que su boca se curvó en una pequeña sonrisa. Me acercó a él y presionó sus labios contra mi frente. Y yo, por primera vez, no disfruté del contacto físico con él.

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