Quince.

Mordí el interior de mi mejilla mientras observaba en silencio al chico sentado frente a mí quien estaba realmente concentrando leyendo las instrucciones del ensayo que yo había anotado en mi cuaderno. Habíamos llegado hace treinta minutos a una cafetería que estaba cerca de la universidad y después de pedir y recibir lo que íbamos a beber, tomamos asiento en una mesa un poco alejada para poder hablar con tranquilidad. El ruido a nuestro alrededor era bastante, sin embargo, no llegaba a ser molesto.

Hoseok tomó el vaso plástico y acercó la bombilla a sus labios antes de beber un poco de su malteada. No sé si era ajeno a mi mirada o simplemente me ignoraba. Y como si él hubiera leído mis pensamientos, sin moverse de su lugar me lanzó una mirada, sus ojos marrones iguales a los míos me observaban con cierta curiosidad, sus labios todavía apretaban el popote.

—¿Y bien? —murmuré antes de copiar su acción y llevar el popote a mi boca. Apoyé los codos sobre la mesa, buscando una posición más cómoda.

Hoseok dejó mi cuaderno de apuntes sobre la mesa y removió el contenido de su vaso con movimientos circulares de su muñeca.

—¿Quién te pidió este ensayo?

—El profesor Lee.

—¿Introducción a la Literatura? —asentí en respuesta y él sonrió, sacudiendo suavemente la cabeza en negación— ¿Quién te dijo que escribieras sobre esto?

Suspiré —Fue él. El primer día de clases, nos dijo que nombráramos alguna obra literaria y yo terminé diciéndole esa porque Jungkook me la dijo desde el asiento de atrás. Entonces, el otro día, el profesor Lee dijo que lo mejor sería que nuestro primer ensayo fuera acerca del libro que habíamos dicho el primer día de clases.

El castaño frente a mí soltó una carcajada y sin poder evitarlo me uní.

—Todos los años hace exactamente lo mismo —me contó y se apartó un par de mechones que obstruían su vista—. Es más, me sorprende que no se hayan pasado los trabajos entre cursos.

—¿Conoces a alguien que lo tenga?

—Sí, yo lo tengo —admitió seguido de un suspiro— pero dártelo no sería justo para ti. Este ensayo te servirá para saber cómo organizar la información porque, créeme, el profesor Lee apenas está comenzando.

Mi labio inferior se curvó en un puchero. Por una fracción de segundo pensé que él me prestaría su ensayo para poder copiarlo y que todo resultara más fácil tanto para él como para mí, pero resultó ser todo lo contrario. De todas maneras, supongo que debo agradecérselo. Copiarme de otros trabajos no me ayudaría en nada.

—Sí, tienes razón...

Hoseok soltó una risita y en un movimiento que no me vi venir, posó su mano sobre la mía dándole un suave apretón. Al parecer, aquel gesto me tomó por sorpresa solo a mí porque él siguió actuando con naturalidad.

—No te aflijas, ¿está bien? Ya verás que redactar un ensayo es más fácil de lo que parece. ¿Tienes un lápiz?

Más que rápido rebusqué uno en mi bolso y se lo entregué. Él cambió de hoja y mientras comenzaba a escribir, iba diciendo:

—Lo primero que debes hacer es leer y asegurarte de entender el libro —señaló—. Una vez que lo hayas hecho, eliges el tema del cual quieres hablar y si te cuesta un poco redactar sobre eso, haz una lluvia de ideas que te sirva como guía para ir desarrollando todo. A medida que vayas escribiendo, verás que las palabras fluyen solas.

Desconozco la expresión que se plantó en mi rostro, la cual resultó ser graciosa a sus ojos porque rio y yo imité su acción.

—Descuida, sólo estoy asustada —reconocí y luego de tomar una profunda respiración, agregué: —Lo siento.

—¿Por qué exactamente?

—Has de estar ocupado y yo estoy molestándote con esto.

Hoseok me miró de una manera que no supe descifrar, sin embargo, sentí una calidez brotar en el centro de mi pecho y que se extendió por todo mi cuerpo. Por un breve instante, sentí envidia de Jiyeong quien tenía a su lado a un chico amable e inteligente, carismático y responsable. Tener aquel apoyo incondicional ha de sentirse tan bien.

—Jun, no me molesta, de verdad —me dijo con convicción, mirándome fijo a los ojos—. Es más, me alegra que me hayas pedido ayuda. El primer día, cuando nos conocimos en el proceso de postulación a las becas te noté bastante temerosa y cuando volví a verte el día de clases me alegré porque a pesar de estar asustada decidiste tomar la decisión correcta.

—¿Eso crees? —susurré, sintiendo las esquinas de mis ojos comenzar a picar gracias a la emoción de oír sus palabras.

—Claro que sí. No te preocupes, lo harás bien. Estoy aquí para ayudarte y estoy seguro que Jungkook también lo está. Bueno, quizás él te ayude a distraerte más que otra cosa, pero entiendes el punto.

Seguimos conversando sobre el ensayo en cuestión. Yo lo escuchaba con atención, tratando de memorizar todos los consejos que él me daba para que a la hora de leer y comprender los textos no se me hiciera tan complicado. Nos desviamos del tema un par de veces, conversando cosas un poco más personales y poco a poco, el tiempo fue transcurriendo.

De pronto, nuestra conversación se vio interrumpida por el molesto sonido de mi teléfono y yo ahogué un gruñido dentro de mi boca, queriendo protestar de la frustración.

—Por favor, responde —indicó él, colocándose de pie—. Por mientras iré a pagar nuestras bebidas.

Asentí e introduje la mano en el bolso, buscando a ciegas el teléfono. Cuando lo encontré, lo primero que salió de mis labios fue un suspiro al ver quién me estaba llamando. Yoongi.

—Hola —espeté apenas respondí. Afirmé el teléfono entre mi oreja y mi hombro mientras comenzaba a guardar todas mis cosas que estaban sobre la mesa de vuelta en mi bolso—, ¿qué pasó?

—Hasta que al fin contestas.

—Lo siento, no había escuchado el teléfono —expliqué—. ¿Pasó algo?

—¿Por qué no has llegado todavía? —escupió, sin molestarse en responder mi pregunta— Pensé que hoy salías a las tres y media.

—Sí, lo siento. ¿Recuerdas el ensayo del que te hablé anoche? Le pedí ayuda a un chico de segundo año y nos quedamos hablando sobre eso toda la tarde.

La línea se quedó en silencio unos segundos.

—¿Toda la tarde? —el tono de voz inquisidor que utilizó el chico no me agradó mucho.

—Claro que sí, ¿por qué estaría mintiendo?

—No lo sé, tú dime.

Por el rabillo del ojo vi que Hoseok se acercaba otra vez a la mesa, así que, hice lo que creí más sensato en ese momento.

—Ya me voy, ¿bien? Hablamos en la casa.

No le di tiempo a replicar y corté justo cuando mi compañero de carrera llegaba junto a mí.

—¿Todo en orden? —quiso saber y yo asentí en respuesta, colocándome de pie. Hoseok tomó su mochila y la colgó en su hombro— Bien, creo que lo mejor es que nos vayamos.

Salimos de la cafetería y recién ahí me di cuenta que el sol había comenzado a descender y que el cielo comenzaba a teñirse de un rosa anaranjado muy bonito, dándole la bienvenida al atardecer.

Hoseok me acompañó hasta la parada del autobús y cuando se ofreció acompañarme hasta que mi transporte llegara yo me negué, argumentando que ya le había quitado demasiado tiempo. Él respetó mi decisión y asintió, sin tomárselo a mal.

—Oh, casi lo olvido —sacó su teléfono y después de desbloquearlo, me lo entregó—. Anota tu número de teléfono, por favor.

Hice lo que me pidió y se lo entregué de vuelta. Él marcó y cuando escuchó el sonido de mi teléfono provenir del interior de mi bolso, canceló la llamada.

—Ahora tienes mi número. Si te surge alguna duda, puedes escribirme.

—¿Hablas en serio?

—Por supuesto. En fin, creo que ya es hora de irme. Nos vemos mañana, Jun —dijo mientras comenzaba a avanzar de espaldas—. Por favor, intenta llegar temprano para no estar escuchando los reclamos de Jungkook otra vez.

Solté una carcajada y asentí, agitando mi mano en el aire, realmente agradecida por su ayuda.


***


Apenas abrí la puerta principal del departamento fui recibida por nada más que un silencio espeso y sepulcral. Ingresé, cerré la puerta a mis espaldas y me quité los zapatos con ayuda de mis propios pies. Cuando alcé la mirada, me encontré frente a frente con Yoongi quien estaba sentado en el sofá de tres puestos el cual daba directamente con la entrada. Él estaba sentado justo al medio, con una expresión de pocos amigos, los brazos cruzados sobre el pecho y su labio inferior maltratado estaba curvado en un puchero.

—Hola, Yoon —lo saludé. Me acerqué a uno de los sofás individuales y dejé sobre él mi bolso y luego mi chaqueta—, ¿cómo estás?

Por supuesto, él no me respondió. Su mirada oscura estaba sobre mí en todo momento, pensando quizás qué cosas que se obligaba a callar por alguna extraña razón. Y es que él nunca había tenido ni la más mínima dificultad para callar lo que pensaba, lanzaba lo primero que se le cruzaba por la cabeza incluso si eso terminaba dañando a terceros de forma descomunal.

—¿Estás enfadado conmigo? —intenté otra vez y el silencio fue la única respuesta que conseguí. Sus labios que hacía segundos atrás estaban curvados en un bonito puchero ahora estaban apretados, luciendo más pequeños de lo normal. Deslicé mi mirada por sus heridas, las cuales él había limpiado superficialmente. La herida en su mejilla izquierda seguía fresca y el moratón alrededor de su ojo estaba más oscuro de lo que recordaba— No te enfades, ¿sí? Tú sabías que tenía que pedirle ayuda a uno de los chicos de segundo año, te lo dije anoche.

—¿Pero cuatro horas? —recriminó.

Esbocé una pequeña sonrisa en disculpa y me acerqué a él. Lancé mi cuerpo a su lado, mi brazo escabulléndose alrededor del suyo con fuerza, apretándome junto a él. Alcé la cabeza para verlo y me di cuenta que el rubio estaba observándome de reojo, notaba su mandíbula tensa como si estuviera apretándola con todas sus fuerzas para no sonreír.

—El tiempo se me fue volando, de verdad —le expliqué. Apoyé mi cabeza en su hombro y deslicé mi mano hasta la suya para jugar con sus dedos—. Quería volver temprano a casa, pero no estaba en posición de decirle que se apresurara teniendo en cuenta que sólo estaba ayudándome, ¿verdad?

Él se quedó en silencio un par de segundos antes de asentir.

—Sí, tienes razón —una sonrisa comenzó a curvar mis labios, pero tan rápido como apareció se desvaneció cuando escuché lo siguiente que agregó: —¿Pero ya ves que yo también tenía razón?

Fruncí el ceño —¿Con qué?

—Yo sabía que una vez que empezaras las clases, comenzarías a alejarte de mí. Yo lo sabía y te lo dije. Te lo dije y tú no me creíste.

Un suspiro de cansancio se filtró fuera de mis labios al escucharlo otra vez diciendo las mismas cosas. Me aparté de él para sentarme con las piernas cruzadas sobre el sofá, enfrentándolo. Yoongi tomó una actitud y una postura que no era propia de él. Yo estaba tan acostumbrada a ver su rostro adornado con aquella mueca de suficiencia y altanería que, ahora, verlo visiblemente triste y decaído me descolocaba.

—Que haya estado ocupada una tarde no quiere decir que me aleje de ti, Yoon. ¿Por qué dices eso?

—Porque es verdad —bufó y el flequillo que caía sobre su frente revoloteó en el aire por breves segundos antes de volver a su lugar— y yo no puedo permitirlo. Estamos aquí, solo nosotros dos. Mi mundo gira a tu alrededor, Jun. Yo no voy a permitir que te apartes de mí, nunca.

—Y no lo haré, Yoongi. Por favor, tienes que entender eso.

—Pero... la semana pasada apenas te vi y esto está recién empezando, Jun. Todos los días sales temprano en la mañana y los viernes y sábado trabajas toda la noche. El único día que puedo estar contigo te la pasas durmiendo —reclamó, como si fuera un crío— Me prometiste algo y no lo estás cumpliendo.

—Lo sé y lo siento —un suspiro de resignación se escapó de mis labios—, es sólo que me está costando un poco adaptarme.

La inseguridad brillaba en esos pequeños ojos que me observaban tristes y mi pecho se apretó, pensando en el trauma que le provocó el abandono de sus padres. Podía estar todo el día repitiéndole que no me iría de su lado y él estaría seguro mientras pudiera verme, sin embargo, aquella seguridad se quebraba en el mismo segundo que yo decidía alejarme un centímetro, haciéndolo olvidar todo lo que habíamos vivido juntos.

Yo quería a Min Yoongi con todo mi corazón y lo aceptaba tal cual era, con esa personalidad destructiva que dañaba todo a su paso, pero su egoísmo por quererme solo para él me agobiaba, aunque siempre intentara ocultarlo bajo una patética sonrisa comprensiva y adornando la verdad que me obligaba a afrontar con promesas que carecían de sentido para él y por las cuales yo hacía todo lo posible por cumplir.

Sin embargo, era consciente que gran parte de la forma de ser que él tenía conmigo era mi responsabilidad. Nunca le había puesto límites, dejaba que tomara decisiones por los dos y que fuera absorbiéndome hasta tal punto que desconfiaba de mi propia voluntad, él quería terminar de moldearme a su antojo y aquella parte de mí, aburrida de su posesión, intentaba batallar con todas sus fuerzas.

Mis padres me lo habían dicho muchas veces y Yoongi jugaba con mi mente de tal manera que los veía a ellos como el enemigo.

Y lo sé, muchas veces yo cometí el error de burlarme en mi mente a aquellas personas que se quedaban al lado de sus parejas o amigos abusivos, recriminando el hecho de que siguieran ahí soportando a semejantes imbéciles, sin detenerme a pensar que quizá esas personas no tenían a alguien en quien confiar y apoyarse. Tal vez, todos ellos necesitaban que alguien les diera ese pequeño empujón que tanto buscaban para finalmente tomar la decisión de irse.

—¿En qué estás pensando?

Parpadeé, encontrándome con los ojos curiosos del chico frente a mí.

—No lo sé, sólo me distraje —evadí su pregunta y me coloqué de pie, estirando mi brazo en su dirección, ofreciéndole mi mano—. Ven, vamos a limpiarte esas heridas, porque si no lo hacemos te quedarán marcas en la piel.

Yoongi me escudriñó con la mirada. Aquella aura sumisa y derrotada había desaparecido por completo, dándole la bienvenida a la altivez y desconfianza que ya estaba tan acostumbrada.

Pensé que diría algo, pero el silencio fue la respuesta que yo necesitaba para darme cuenta que él ya no estaba tan seguro de mis palabras.

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