once.

Después de aquella discusión el martes por la noche, no volví a hablar con Yoongi. Me la pasé encerrada en mi habitación y cada vez que él golpeaba a la puerta para avisarme que la comida estaba lista, yo lo ignoraba. Al segundo día, él entendió que yo no saldría y dejó de insistir. El departamento era pequeño y las probabilidades de encontrarnos eran altas, sin embargo, yo procuraba salir cuando él no estaba o cuando me aseguraba que estaba en su cuarto y no saldría. El viernes y el sábado trabajé como de costumbre y el sábado en la madrugada, Namjoon me acompañó a casa con la excusa de que me extrañaría toda la semana y que estaría contando los días para verme de nuevo. Era un buen chico.

Los días pasaron muy rápido y yo iba sintiendo cómo los nervios iban en aumento por lo del inicio académico. Cuando era domingo en la noche, yo ya estaba con dudas, pensando si posiblemente podría ser capaz de hacerlo o que terminaría dejándolo todo de lado. Solté un suspiro y me removí en la cama, observando el techo de la habitación. Eran casi las dos de la madrugada y yo necesitaba hablar con alguien porque de lo contrario, terminaría explotando por culpa de la inseguridad.

Me mordí el interior de la mejilla y miré en dirección a la pared que dividía la habitación de Yoongi con la mía. ¿Sería buena idea si iba y hablaba con él? Cerré los ojos con fuerza, negándome a esa posibilidad. Hablar sobre este tema para él resultaba ser una molestia, entonces no había caso ir hasta su cuarto y hablar sobre eso.

Giré otra vez y tomé mi teléfono, metiéndome al chat de Namjoon porque era en la única persona que podía pensar aparte de Min Yoongi.

Hola, ¿estás ocupado?

Le di a la tecla enviar y esperé sin tener mayores resultados de inmediato. Quince minutos después, él respondió.

Joon: Heeey, lamento la tardanza. ¿Sucedió algo?

Me apenaba estar molestándolo cuando él tendría que estar ocupado pero, un sentimiento de soledad iba haciéndose cada vez más presente en mi pecho, haciéndome sentir miserable.

Jun: ¿Puedes hablar?

Joon: Tomaré mi descanso a las 2:30, ¿puedes esperarme quince minutos?

Jun: Está bien. Avísame y te llamo.

Joon: Claro.

Como todavía faltaban quince minutos para que Namjoon se desocupara en el trabajo y mi estómago dolía por culpa del hambre, me coloqué de pie y fui hasta la cocina en completo silencio. Me preparé un ramen instantáneo y me senté a comer, siendo rodeada por nada más que silencio. Miré en dirección al largo pasillo, preguntándome en mi interior si Yoongi estaría en su dormitorio. Debía admitirlo: lo extrañaba. Los enfados luego de las peleas no solían durarnos más de veinticuatro horas pero como esta vez no había sido yo la primera en acercarse, habíamos pasado casi una semana sin hablarnos. Y me dolía. Me dolía que no habláramos.

Comí en silencio y una vez que terminé, me preparé un té verde y caminé hacia la sala, acercándome a la ventana. Todo era oscuridad en el exterior, los faroles alumbraban con poca intensidad y el silencio que recorría las calles era casi tenebroso. Bebí un sorbo de mi bebida caliente y suspiré, observando el cielo nublado. Así mismo me sentía en ese instante: mis pensamientos estaban siendo nublados con todas las dudas que tenía en ese momento y la decisión que acompañaba a mis palabras días atrás había desaparecido. Tenía mucho miedo.

Pegué un brinco cuando el teléfono vibró en mi mano. Observé la pantalla, dándome cuenta que Namjoon me estaba llamando. Miré en dirección a la habitación de Yoongi y cuando estuve segura que no se oía nada desde allí, contesté.

—Hola, Nam. —saludé.

—Jun —respondió. Al parecer, él iba caminando porque el bullicio iban quedando atrás—, ¿estabas durmiendo?

—No —bebí un sorbo y me acerqué al sofá para tomar asiento—. Me levanté a comer algo, ¿mucho movimiento esta noche?

—Un poco, sí. Pero sigue siendo aburrido sin ti aquí, ¿sabes? —se lamentó y yo reí en voz baja— Todavía no logro acostumbrarme.

—Ya lo harás, no te preocupes. Es sólo el primer día.

Él suspiró con pesar.

—Sí. ¿Y bien?, ¿de qué querías hablar?

La pequeña sonrisa que estaba esbozando desapareció lentamente hasta que mis labios crearon una línea firme.

—Estoy muy intranquila —confesé, mirando el vapor que salía del tazón que sostenía en mi mano y desaparecía en el aire—. Mañana comienzan las clases y yo... tengo muchas dudas, Nam.

—¿No te sientes preparada?

—No —murmuré—. Tengo mucho miedo de arruinarlo todo, ¿sabes? Tengo miedo de que todo lo que me han dicho sea verdad y no pueda lograrlo. ¿Y si fallo y no lo consigo? ¿Y si en realidad sólo será una pérdida de tiempo?

—Hey, hey, detente —él me interrumpió—. No digas esas cosas. ¿Por qué estás dudando tanto?

Sorbí la nariz en el mismo momento en que las primeras lágrimas se deslizaban por mis mejillas de forma silenciosa. Las palabras de Yoongi se reproducían en mi cabeza. Desde siempre yo había sido una persona bastante insegura que intentaba esconder todos sus puntos débiles detrás de una fachada fuerte pero que en momentos así, donde tenía que tomar decisiones difíciles, comenzaba a dudar de todo.

—No quiero arruinar mi futuro, Nam. ¿Realmente esto es para mí?

—No lo sé, Jun. No sé si esto es realmente para ti pero, ¿sabes lo que sí sé? Sé que si no lo intentas, jamás lo sabrás. No dejes que las dudas obstruyan tu camino. Es una etapa muy difícil pero, estoy seguro que podrás salir adelante. Quizás no será lo que soñabas pero, hagas lo hagas en un futuro, asegúrate de hacerlo bien. Eres capaz de hacer muchas cosas. Sólo necesitas creer un poco en ti.

—¿Tú crees?

—Estoy seguro. Has trabajado duro todo este tiempo para conseguir ingresar a la universidad, por favor no bajes los brazos ahora. Inténtalo hasta que no puedas más.

Sonreí en medio de las lágrimas.

—Me harás mucha falta.

Él rio también —No me iré a ningún sitio, Jun. Sabes dónde encontrarme y estaré para ti siempre que me necesites.

Sollocé, realmente conmocionada con sus palabras lo cual hizo que él me preguntara alarmado:

—¿Estás llorando?

Empuñé las mangas del viejo suéter que utilizaba y sequé mis mejillas.

—Sólo un poco, pero ya pasó. No te preocupes.

Lo escuché soltar una exhalación.

—No reprimas tus emociones, Jun. Guardarte todo no es bueno. Déjalo salir, ¿bien? No es necesario que te muestres como una chica dura todo el tiempo. Recuerda que todos nos quebramos en algún momento.

Yo sabía que el tema de la universidad no era lo único que me mantenía así. La discusión con mi compañero de piso me había golpeado tan fuerte que había hecho que yo anduviera de mal humor varios días. Quería conversarlo con alguien porque realmente necesitaba una opinión objetiva al respecto.

—Puedo... —dudé. Respiré profundo y suspiré— ¿Puedo contarte algo?

—Claro, ¿qué pasó?

Subí los pies sobre el sofá y apoyé la taza sobre mi rodilla, haciéndola girar con cuidado.

—¿Recuerdas aquél día que hablamos con el señor Ahn? —murmuré y él emitió un sonido de afirmación. Decidí omitir lo de mis padres porque aquello era algo que yo no se lo había contado. Confiaba en Namjoon y lo consideraba mi amigo pero, no me sentía lista para hablar de eso con él— Bien, ese día Yoongi me había dicho que lo esperara en casa para, ya sabes, hacer algo juntos.

—Claro, entiendo. ¿Y qué pasó entonces?

—Estuve toda la tarde esperándolo y él no llegó. A medianoche llamaron para decirme que él estaba detenido. Tuve que pagar una fianza con mis ahorros de la universidad y cuando volvimos a casa, tuvimos una discusión horrible.

Él soltó una exhalación en señal de asombro y casi pude imaginarlo torciendo el gesto con pesadez.

—Siempre me he considerado una persona bastante paciente y creo que más que una virtud es un defecto porque ser así ha hecho que varias personas me pasen a llevar.

—Y con varias personas te refieres a tu amigo también.

Suspiré —Sí. Porque aunque no lo creas, no me molesta que tome ciertas decisiones por mí pero cuando tengo que poner en juego mis decisiones por sus actos, ya es otra cosa. Y lo peor es que él es tan desagradecido. No es capaz de reconocer un error y...

Mi voz se apagó en el mismo instante en que vi aparecer a Yoongi en el estrecho y oscuro pasillo. ¿Había estado escuchando todo este tiempo? Avanzó con pasos lentos hasta que toda su anatomía quedó revelada frente a mis ojos. Llevaba puesta una vieja ropa que él usaba como pijama y su cabello rubio estaba totalmente desordenado. Ante la oscuridad lucía más pálido y sombrío, sus ojos brillando entre la penumbra.

—Jun...

Oír su voz me sacó de mi trance y disculpándome con Nam, diciéndole que lo llamaría luego, colgué la llamada. Me coloqué de pie y fui hasta la cocina para dejar el tazón sobre el fregadero y cuando estaba lista para volver a mi habitación, me percaté que Yoongi estaba de pie en medio del pasillo, a escasos metros de distancia. Le sostuve la mirada y al ver que él tenía la intención de hablarme, negué suavemente con mi cabeza. No quería hablar con él si eso significaba escuchar cómo él me restregaba en la cara que la que había cometido el error era yo.

Caminé hasta mi habitación y me encerré allí, esperando que las pocas horas que faltaban pasaran para poder salir de aquí.






No sé en qué momento me quedé dormida pero, cuando la alarma de mi teléfono sonó, yo sólo quería enterrar el rostro en la almohada y seguir durmiendo hasta por lo menos, el próximo año. Dejé que el aparato siguiera sonando pero, pasados diez minutos me di cuenta que no pararía así que no me quedó más alternativa que estirar mi brazo, agarrar el móvil y apartar el rostro de la almohada. Eran las cinco y cuarenta y cinco de la mañana y aunque todo mi cuerpo gritaba que durmiera un poco más, me senté en la cama y me estiré. Solté un suspiro y observé por la ventana; el cielo seguía oscuro y es que en época de otoño ya tardaba un poco más en amanecer.

Me levanté sintiendo como el frío rodeaba mi cuerpo en cosa de segundos y tomé las toallas que había dejado sobre la cómoda la noche anterior y salí de mi habitación siendo recibida una vez más por el más espeso y oscuro silencio. Me encerré en el baño y cuando encendí la luz y vi mi propio rostro en el espejo, solté una risa nasal al ver la expresión que éste me regresaba. Porque yo estaba más pálida de lo usual y las pocas horas que había dormido se reflejaban en mi cara. Me cepillé los dientes y me duché rápido y corrí hasta mi habitación para encerrarme una vez más, sintiéndome un poco como una chica inmadura porque evitaba a toda costa encontrarse con su compañero aun cuando ambos vivían bajo el mismo techo.

Me vestí, tendí mi cama y como sabía que todavía me quedaba un poco de tiempo extra, me maquillé queriendo esconder debajo de una capa de maquillaje las noches de insomnio anteriores. Tomé un bolso que yo había comprado en una tienda de segunda mano y arrojé en el interior un cuaderno, un bolígrafo y mis demás pertenencias, guardando el teléfono en el bolsillo de mi pantalón antes de salir una vez más de ahí.

El departamento seguía en silencio así que, sin hacer mucho ruido (aparte de la madera que inevitablemente rechinaba bajo mis pies) fui hasta la cocina. Mientras esperaba que el agua hirviera para prepararme un café, revisé mi teléfono encontrándome con un mensaje que Namjoon me había enviado veinte minutos antes.

Joon: Mucho éxito hoy, Jun. Confía un poco más en ti y ve a patear unos cuantos traseros a esa universidad.

Hice un mohín para esconder la sonrisa que quería estirar mis labios. Realmente él no era consciente del gran apoyo que me brindaban sus palabras.

Una vez el agua estuvo caliente, me serví un café y cuando giré para poder sentarme en un taburete, me llevé el susto de la vida al ver a Yoongi de pie en el umbral de la puerta.

—Joder, Yoongi —escupí entre dientes—. Deja de hacer eso, por Dios.

Él formó una línea con sus labios. Se quedó ahí de pie observándome en silencio. Intenté ignorar su presencia pero, me sentía tan incómoda bajo su mirada que terminé quemándome la garganta con el primer sorbo de café que bebí.

—¿Necesitas algo?

Él dudó unos segundos hasta que finalmente pronunció:

—Sí.

Alcé las cejas en su dirección, esperando a que hablara.

—Sobre el otro día...

Bufé, interrumpiéndolo —No quiero hablar sobre eso, Yoongi. ¿No crees que es muy temprano para discutir?

—Por favor, déjame hablar.

—¿Y qué vas a decirme esta vez? Porque creo que ya me dijiste todo lo que querías decirme, ¿no?

—Por favor, Jun.

Asentí sin muchas ganas y bebí otra vez con más cuidado para no quemarme. Él se acercó y yo observé con atención sus movimientos hasta que estuvo sentado frente a mí. Pasaron unos segundos en los cuales estuvimos en completo silencio y aunque yo intentaba aparentar que estar en aquella situación no me importaba, una parte de mí sí quería escuchar lo que él tenía que decir.

—Lo siento mucho.

—¿Por qué lo sientes exactamente?

Él pensó sus palabras unos segundos y finalmente, luciendo derrotado, dijo:

—Por todo lo que te dije esa noche. Sé que me excedí y que haber reaccionado así no fue lo correcto. Tú lo único que hiciste fue ayudarme y yo no hice otra cosa más que descargar mi mierda sobre ti.

Lo observé por largos minutos, pensando si debía creerle o no. Sus pequeños ojos brillaban y casi podía jurar que estaban un poco más húmedos que siempre. Su disculpa se escuchaba genuina y realmente quería creerle. Quizás lo hacía, sin embargo, había quedado una espina enterrada firmemente en mi mente que me recordaba que no debía fiarme. Tal vez no al cien por ciento.

—Te he echado mucho de menos estos días, Jun —agregó luego de una pausa—. A pesar de vivir juntos, no nos vimos ni una sola vez y... me hiciste mucha falta.

Me encogí de hombros —Sabes dónde queda mi habitación, ¿por qué no fuiste?

—Porque sé que la jodí y tenía miedo de que no quisieras hablar conmigo.

—¿Tú? —inquirí, sin ocultar la sonrisa burlona que estiró mis labios— No me des esas excusas, por favor. Quizás con otra persona puede funcionar pero no conmigo, Yoongi.

—Mira, sé que soy un grandísimo idiota y que el otro día dije cosas que no debería haber dicho. Estaba un poco ebrio, enfadado conmigo mismo y lo único que hice fue descargar todo mi enojo contra ti cuando lo único que tú hiciste fue ayudarme.

—Qué bueno que te des cuenta.

Fingí una sonrisa y me coloqué de pie. Lancé el resto de café que quedaba en mi tazón y lo enjuagué antes de girar para volver a mi habitación. Cuando quise abandonar la cocina, Yoongi se atravesó en mi camino y por más que intenté esquivarlo, él bloqueaba mi paso una y otra vez.

—Yoongi, por favor...

—Perdóname, ¿sí? No se volverá a repetir, lo prometo. —insistió, creando un puchero.

Rodé los ojos —Está bien. Ahora, ¿podrías dejarme pasar? Tengo que irme y necesito cepillar mis dientes.

—¿Puedo acompañarte?

—No hace falta, Yoongi, no te preocupes.

Arrastré mis pies hasta el baño y me cepillé los dientes. Cuando me miré en el espejo todavía con el cepillo en la boca vi a Yoongi parado atrás de mí. Escupí el dentífrico y mirándolo todavía por el reflejo, cuestioné:

—¿Qué quieres?

—Acompañarte. Es tu primer día y has de estar nerviosa.

Bufé —¿No vas a rendirte?

—No.

Rodé los ojos.

—Joder, está bien.



*






Solté un suspiro tembloroso y fijé mi mirada en el imponente edificio frente a mí. Ya había estado aquí antes pero, ahora, con sus puertas abiertas de par en par y con chicos y chicas a su alrededor lucía mucho más grande. Al parecer, la mayoría de ellos ya se conocían porque todos caminaban en grupos de tres, cuatro y hasta cinco personas. Quizás no se conocían desde antes pero, nunca faltaba el "te presento a un amigo" y ya no estaban tan solos.

—¿Nerviosa?

Ladeé la cabeza y observé a Yoongi. Él estaba de pie frente a mí con una expresión de aburrimiento en el rostro, no obstante, sus ojos brillaban con una silenciosa emoción. Tomé una bocanada de aire a través de mis dientes y asentí, volviendo la mirada al frente.

—Lo harás bien, no te preocupes.

—¿Eso crees? —murmuré y él tarareó una respuesta afirmativa— Eso espero.

—No te preocupes, Jun. Sabes que no soy muy bueno con esto de las palabras pero, lo harás bien. Estoy seguro.

—Gracias.

Él iba a decir otra cosa cuando el mismo maestro que me ayudó con mi postulación a las becas pasó frente a nosotros. El hombre me saludó con un pequeño movimiento de cabeza a lo que respondí con una reverencia. Un poco más atrás, venía su hijo acompañado de tres chicos y una chica a la cual le sostenía la mano. Supongo que era su novia.

—Hola, Aejung —me saludó y agitó su mano en mi dirección.

Hice una nueva reverencia en saludo mientras escuchaba a Yoongi bufar con fuerza.

—Creo que lo mejor será ingresar... —informé, acomodando la correa de mi bolso sobre el hombro—. ¿Estarás en casa cuando vuelva?

El rubio me observó de reojo y asintió. Escondió las manos en los bolsillos de su pantalón y empezó a retroceder sin apartar la mirada del frente. Seguí el camino de su mirada y me di cuenta que observaba al hijo del profesor Jung. Rodé los ojos.

—Nos vemos en casa, Jun.

Asentí —Gracias por acompañarme Yoongi.

Finalmente, me devolvió la mirada y se despidió con un frío asentimiento de cabeza. Idiota.

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