ocho

Me sentí realmente aliviada cuando Yoongi y yo llegamos a casa. Me quité los zapatos y lancé el bolso lejos, escuchando la risa de Yoongi a mi espalda. Me quejé en murmullos de lo cansada que estaba, quitándome la bufada para dejarla colgada en el pequeño perchero que teníamos a un lado de la puerta. El rubio apoyó las manos en mis hombros y me ayudó a quitarme la chaqueta, colgándola por mí.

—Gracias. —le agradecí con una pequeña sonrisa, lanzándole una mirada fugaz.

—¿Quieres desayunar? —Yoongi apoyó las manos sobre mis hombros y me obligó a caminar hasta la sala.

—Tengo hambre pero, también estoy muy cansada. No quiero preparar el desayuno, Yoongi.

—No te preocupes por eso —dejó un pequeño beso en mi nuca antes de darme un suave empujón—. Ve a tomar una ducha por mientras que yo lo preparo.

Le lancé una mirada desconfiada antes de emprender mi marcha hasta el baño. Una pequeña parte de mí se sentía mal por no confiar plenamente en Yoongi pero, él no tenía los mejores antecedentes que digamos. Solía hacer cosas por los demás sabiendo que en algún momento tendrías que devolverle el favor y no podrías negarte porque el hijo de puta sabía cómo dar vuelta la situación a su favor. Y eso lo había aprendido de sus padres ya que desde pequeño había visto la manera frívola que tenía su madre de manipular a su padre para obtener lo que quería.

Yo confiaba en Min Yoongi a ojos cerrados, sin embargo, era consciente que debía mantenerme alerta porque con él nunca se sabía.

Me encerré en el baño y largué el agua para que se templara mientras me quitaba la ropa. Una vez que estuve desnuda, me metí bajo el chorro de agua caliente y gemí de dolor al sentir mis músculos tensarse por unos instantes antes de caer relajados por completo. Me tomé mi tiempo para masajear mi cabello y lavé mi cuerpo con calma, masajeando mis hombros doloridos con mis propias manos. Luego de unos minutos, corté el agua y envolví mi cabello con una toalla antes de envolver mi cuerpo con otra y salir al pasillo, arrastrando mis pies descalzos hasta mi habitación. Sequé mi cuerpo antes de colocarme ropa interior limpia y una vieja camiseta de Yoongi que había dejado en mi cuarto hacía unos meses atrás. Fui hasta el baño para cepillar mi cabello antes de ir a la cocina, encontrándome con el rubio concentrado cocinando.

Sobre la isla había ya en nuestros puestos habituales platillos con rollos de huevo, espinaca sazonada y dos pocillos de arroz blanco. Yoongi buscó los palillos en el cajón y se giró, pegando un suave brinco al verme apoyada en la isla observándolo con atención.

—¿Necesitas ayuda? —pregunté, tratando de ver lo que él estaba cocinando en la estufa.

—No te preocupes, la sopa está casi lista. Puedes comenzar a comer si quieres.

—Te esperaré.

Él sonrió —Está bien. ¿Puedes servir el café? Está listo, solo tienes que servirlo.

Hice lo que me pidió en completo silencio. Dejé dos tazones de café humeante junto a toda la comida y me acerqué a Yoongi, rodeando su anatomía con mis brazos y dejando un suave beso en su hombro. Aquellas muestras de afecto en nuestra adolescencia nos habían traído muchos malos entendidos. Varias personas se habían detenido a preguntarnos si éramos pareja y aunque a veces Yoongi les decía que sí, yo negaba divertida, ganándome una mirada ceñuda por parte de mi amigo.

—Muchas gracias por preparar el desayuno, Yoonie.

Él apagó la estufa antes de girarse entre mis brazos y abrazarme por los hombros. Dejé descansar mi cabeza en su pecho, ronroneando gustosa por las suaves caricias que él impartía en mi espalda.

—Sabes que todo por ti.

Alcé la mirada, sintiendo como todo se derretía en mi interior cuando él esbozó una pequeña sonrisa y posó sus labios en mi frente.

Nos apartamos luego de eso. Ambos nos sentamos en nuestros respectivos taburetes y comenzamos a comer. Disfruté de la comida, halagando a Yoongi por sus habilidades culinarias que pocas veces podía ver porque él era demasiado holgazán como para cocinar para los dos. Cada vez que yo hacía un comentario, él bajaba la cabeza para esconder una sonrisa nerviosa, sus orejas tenuemente cubiertas por un color rojo a causa de la vergüenza. Yoongi no era la clase de personas que hacía las cosas con la intención de recibir un halago a cambio. Nunca escuchó un comentario positivo para él de parte de sus padres, por eso le resultaba tan embarazoso el hecho de escucharlos por parte de terceras personas. Yo ya no contaba como una tercera persona.

Una vez que terminamos de comer, lavamos los trastes y los ordenamos. Fui hasta mi habitación siendo seguida por Yoongi pero antes de que él ingresara, le pedí que fuera a buscar el secador de cabello al baño. Sin chistar, él obedeció.

Llegó luego de unos segundos y cuando hice el intento de tomar el secador, él apartó mis manos con un chasquido de lengua, enchufó el secador y se sentó en mi cama, justo atrás de mí.

—Oye, yo puedo... —no alcancé a terminar porque él encendió el secador y mi voz fue opacada completamente por el ruido.

Cerré mis ojos y disfruté de la sensación relajante que causaba los dedos de Yoongi jugando con mi cabello. Si había una cosa que yo amaba en la vida era que jugaran con mi pelo porque me relajaba muchísimo. Yoongi secó mi cabello con delicadeza y paciencia, sus dedos enterrándose en mi cabello dejando pequeños masajes en mi cabeza.

Después de unos minutos, nada más que silencio llegó a mis oídos. Yoongi posó sus manos en mis hombros y mi cuerpo se estremeció cuando sentí sus labios siendo presionados sobre la parte trasera de mi cuello. El contacto duró unos largos segundos, tiempo suficiente para que mi corazón comenzara a latir desbocado. El momento era tan íntimo y acogedor que me cautivó.

—Te quiero tanto, Jun. —el susurro ronco de Yoongi llegó a mis oídos— Te quiero tanto que duele.

Giré sobre el colchón y lo observé. Acerqué mi mano a su rostro y acaricié su mejilla, él entregándose al toque, cerrando los ojos, como si estuviera disfrutando de la sensación.

—Yo también te quiero, Yoongi. Muchísimo.

El chico dejó un suave beso en mi palma antes de tironearme con suavidad sobre la cama. Metí mi cuerpo bajo el edredón y me acurruqué a su lado, afirmando mi cabeza en el pecho del rubio, sintiendo su brazo rodeándome para asegurarse que yo no me movería de ahí.

Solté un suspiro y lo abracé también, relajándome por completo cuando él comenzó a jugar con mi cabello y aquél acto hizo que pudiera conciliar el sueño con mayor rapidez.


*


Como era costumbre, siempre cuando dormía con Yoongi, desperté con calor. Intenté moverme pero me fue imposible y al abrir los ojos me di cuenta del por qué: Yoongi estaba durmiendo con la cabeza apoyada en mi pecho, su brazo enredado en mi cintura y una de sus piernas estaba sobre las mías. Se notaba tan cómodo que me daba pena molestarlo porque sabía que despertaría pero, el calor era intolerable y comenzaba a dolerme la espalda por estar tanto tiempo en la misma posición.

Acerqué mi mano a su cabeza y comencé a jugar con su cabello, desenredando algunos pequeños nudos que se le formaban en las puntas, observando la pequeña cicatriz que descansaba oculta en medio de su pelo. Él soltó un ronroneo gustoso y cuando yo pensé que se apartaría y me miraría con esos pequeños ojos, estaba muy equivocada porque lo único que conseguí fue que Yoongi se acomodara y escondiera el rostro en mi cuello, su respiración calmada golpeando mi piel con suavidad.

Con mucho esfuerzo y tratando de no hacer ningún movimiento brusco que lo despertara, comencé a apartar a Yoongi de mi lado, deslizando mi cuerpo a la misma vez hacia la orilla de la cama. Una vez que lo logré, me senté y froté mi rostro, sintiéndome más cansada de lo que recordaba. Hice el intento de colocarme de pie pero mi cuerpo impactó contra el colchón otra vez cuando el rubio sujetó la camiseta para tironearme de regreso.

—No te levantes aún, por favor. —pidió con un susurro ronco, escondiendo su rostro contra mi espalda— Durmamos un poco más.

Esbocé una sonrisa —Tengo que ir al baño, Yoongi. Y es urgente.

Él dudó unos segundos pero finalmente cedió el agarre. Me coloqué de pie de un salto y fui hasta la ventana para abrirla. El cielo estaba nublado a esa hora de la tarde y el viento que corría estaba demasiado frío. Cuando me giré, me encontré con los ojos somnolientos de Yoongi puestos en mí, su cabeza siendo sostenida por su mano.

—Iré a asearme un poco y luego prepararé algo de comer, ¿bien? —propuse y él asintió con los ojos cerrados— No tardaré.

No pasé mucho tiempo en el baño. Hice todo lo que tenía que hacer, lavé mis dientes y mi rostro y me encaminé a la cocina arrastrando los pies descalzos por el frío suelo. Lo primero que hice fue conectar la cafetera y comenzar a preparar algo para que ambos comiéramos. Al rato después apareció Yoongi con el cabello alborotado, los ojos apenas abiertos y con su mano derecha dejando suaves caricias en su barriga.

—Mmh, tengo hambre... —se quejó, soltando un bostezo ruidoso al aire.

—Puedes comenzar a comer si quieres, yo iré a buscar mi teléfono y vuelvo.

Yoongi me quitó el tazón de café que sostenía en mis manos y bebió un sorbo, saboreando. Corrí hasta mi mochila que estaba sobre el sofá y rebusqué mi móvil para revisar los mensajes que me habían llegado durante el transcurso de día.

Me detuve justo en mi asiento y alcé las cejas al encontrarme con un mensaje de mi jefe, diciéndome que no fuera a trabajar esa noche porque el bar estaría cerrado. No dio más detalles al respecto pero, saber que podría descansar esa noche me hacía liberar tensiones.

—¿Ocurrió algo?

Miré a Yoongi encontrándome con sus ojos curiosos sobre mí.

—Tengo la noche libre. El jefe me escribió diciendo que el bar estará cerrado por hoy.

Una sonrisa maliciosa curvó los labios de Min Yoongi.

—No hagas planes para esta noche entonces porque la pasaremos tú y yo como en los viejos tiempos.

—¿Qué tienes en mente, Min Yoongi? —inquirí, media desconfiada pero con una sonrisa curvando mis labios. Él simplemente se encogió de hombros, regalándome una sonrisa pequeña cargada de una inocencia fingida. Suspiré.

Una vez que terminamos de comer, Yoongi fue a tomar una ducha y yo me dediqué a ordenar un poco el departamento. Ordené toda la ropa que estaba tirada en el suelo de mi habitación, estiré mi cama y cuando estuve medianamente satisfecha con mi trabajo, dejé que mi cuerpo descansara sobre el colchón. Revisé mi teléfono, percatándome que ya eran casi las siete de la tarde. ¿Por qué siempre ocurría eso? Quiero decir, los pocos días que estaba en casa pasaban volando, podía despertar muy temprano y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba oscureciendo. En cambio, si estaba en el trabajo, las horas se hacían interminables.

—¿Vienes?

Di la vuelta con la camiseta a medio poner encontrándome con Yoongi en la puerta apoyado en el umbral con los brazos cruzados en una postura relajada.

—A ti no te enseñaron a tocar la puerta antes de entrar, ¿verdad?

—Hipotéticamente, sigo afuera de tu habitación. —se burló y yo rodé los ojos antes su respuesta— ¿Saldrás conmigo?

—¿A ese misterioso lugar donde posiblemente me cuelgues desde el techo y veas como obtengo una muerte lenta y dolorosa? Por supuesto que sí, iré contigo encantada de la vida.

—Payasa —se burló Yoongi—. Te estaré esperando en la sala. Date prisa.

Terminé de vestirme y antes de dirigirme a la sala, cepillé mis dientes y cogí una goma para el cabello que aseguré firmemente en mi muñeca. Al llegar a la sala encontré al rubio de pie justo al pequeño descanso con mi chaqueta entre sus manos. Fruncí el ceño y me coloqué los zapatos sin apartar la mirada de él.

—¿Te sucede algo?

—¿Por qué?

Estreché mis ojos en su dirección recibiendo la chaqueta que me tendía para colocármela.

—Estás actuando demasiado raro, Yoongi...

Él solo rodó los ojos y murmuró algo por lo bajo que no alcancé a escuchar. Una vez que abroché mi chaqueta y cubrí mi cuello con la misma bufanda de esta mañana, salí de casa siendo seguida por el rubio. Bajé la escalera de emergencia en un trote pausado y salté los últimos dos escalones estampando mis pies sobre el concreto con fuerza creando un ruido sordo.

—¿Adónde vamos? —pregunté y comencé a seguir a Min Yoongi quien se había adelantado un par de pasos, sus manos ocultas en los bolsillos de su chaqueta.

—Necesito que me acompañes a un lugar, Jun. —respondió con simpleza.

Troté hasta llegar a su lado y enganché mi brazo con el suyo.

—¿A qué lugar, Yoonie? —insistí, un poco demasiado entusiasmada. Ante su silencio, sentí un pequeño apretón en mi estómago que me hizo detener a mi mejor amigo de manera brusca— ¿Qué estás escondiendo, Yoongi? Necesito saberlo en este preciso momento, de lo contrario volveré al departamento. Habla ahora.

Él apretó la mandíbula y dejó escapar un suspiro por la nariz, visiblemente agotado por mi insistencia. Se relamió los labios y dijo:

—Necesito hacer un pequeño trabajo y tú tendrás que cubrirme la espalda.

—Yoongi...

—¿Confías en mí? —mordí mi labio inferior y asentí con cierta duda— Entonces, hagámoslo.

Él no me dio tiempo a que yo preguntara alguna cosa más o hiciera algún otro comentario porque tomó mi muñeca entre sus dedos y me haló para que comenzara a caminar otra vez, tarea que se me imposibilitó los primeros segundos porque sus zancadas eran largas y apresuradas. Mis pensamientos corrían a la velocidad de la luz, tratando de ordenar un montón de ideas.

Luego de tanto tiempo, finalmente sabría en qué andaba metido Yoongi. De antemano, yo sabía que no eran buenos pasos pero la incertidumbre que me causaba saber qué hacía él durante mis noches de trabajo sería resuelta en un par de minutos y, honestamente, no sabía si estaba preparada para saberlo. Tal vez no era algo tan terrible pero, con Min Yoongi nunca sabía qué esperar.

No sé cuánto tiempo caminamos pero cuando caí en cuenta y miré a mi alrededor me percaté que nos encontrábamos en un lugar totalmente desconocido. Era una parte de la ciudad un poco más exclusiva y la avenida por donde mi amigo y yo caminábamos era ocupada mayormente por casas cuyos valores sobrepasaban los ahorros que algún día Yoongi y yo podrías juntar en el banco.

El silencio que nos rodeaba era tan absoluto que llegaba a ser escalofriante. La noche había caído sobre nosotros y estar en un lugar desconocido con un propósito que desconocía hasta el momento hacía que me temblara el cuerpo.

De un momento a otro, Yoongi se detuvo y yo copié su acción, parándome justo frente a él para mirarlo a la cara. Su silencio me incomodaba y me hacía sentir en constante peligro.

—Necesito que te quedes aquí, Aejung. —me pidió en voz baja. Su tono era tan serio que yo sabía que no estaba bromeando— Necesito que te quedes aquí y vigiles que no venga nadie. Si ves algo sospechoso, tienes que llamarme de inmediato y luego correr sin detenerte. Tienes que volver a casa, ¿sí? Yo te alcanzaré allá.

Él no me dio tiempo a refutar al respecto. Yoongi simplemente besó mis labios de manera escueta y se alejó calle abajo caminando con la cabeza gacha, su rostro siendo cubierto por la sombra que creaba la capucha de su chaqueta.

Miré hacia ambos lados y me moví nerviosa en mi lugar escuchando los latidos de mi propio corazón golpear insistentemente contra mis oídos. Sabía con certeza que estábamos haciendo algo ilegal y que posiblemente ambos acabaríamos en la cárcel si nos descubrían.

Miré hacia atrás, en la misma dirección en la que Yoongi se había ido pero ya no había rastro de él. El silencio que me rodeaba a esa hora era espeluznante y el poco conocimiento que tenía de la situación me hacía inventar un montón de hipótesis que, posiblemente, carecían de sentido. Busqué el móvil y lo desbloqueé, dejando en la pantalla principal el contacto de Min Yoongi para hacer justo lo que había dicho antes de irse. Debía llamarlo, avisarle que algo sucedía y luego correr hasta llegar a casa porque él me alcanzaría allá.

Me fijé en la hora, dándome cuenta que era casi medianoche noche. ¿Por qué Yoongi se estaba demorando tanto? El tiempo transcurría dolorosamente lento, la incertidumbre devorando mis nervios.

Mi cuerpo pegó un brinco y todos mis sentidos se pusieron en alerta cuando escuché a lo lejos el ruido estrepitoso de una alarma de seguridad. Algunos perros comenzaron a ladrar de inmediato, las luces de casas vecinas encendiéndose de a poco. Me decidí a llamar a Yoongi pero en ese mismo instante lo vi saltar por una muralla y correr en mi dirección en menos de un segundo. No sé si fue el miedo de la situación o la adrenalina que me causaba todo pero comencé a correr también, escuchando los pesados pasos de Yoongi a mi espalda. Al poco tiempo después él llegó a mi lado y tomó mi mano para obligarme a seguir corriendo lo más lejos de allí. No sabía cuántas cuadras habíamos recorrido ya pero estaba segura que eran las suficientes como para hacer que mis piernas comenzaran a doler, el poco aire que entraba por mi boca quemaba mis pulmones.

A lo lejos escuchamos la sirena de policía y Yoongi se detuvo tan abruptamente que me hizo tropezar con mis propios pies. Él empujó mi cuerpo a un callejón oscuro y me guió entre la oscuridad con sus manos sujetando mis hombros. Lo único que sé escuchaba en ese lugar eran nuestras respiraciones agitadas.

—¿Qué fue todo eso...? —le pregunté con la voz agitada, deteniéndome al final del callejón para coger un poco de aire. Entre la oscuridad vi a Yoongi afirmar la espalda en la muhosa muralla y suspirar, quitando la capucha de su cabeza y dejando al descubierto su cabello rubio, su frente sudada.

—Necesitaba recuperar algo. —respondió simplemente e hizo el intento de volver a caminar pero yo lo detuve por el brazo.

—No me des esas malditas respuestas de mierda, ¿quieres? Necesito que me digas ahora mismo qué fuimos a hacer a ese lugar. Y quiero la verdad.

Resopló, visiblemente frustrado por mi tono de voz autoritario.

—Un chico me pagó por entrar a esa casa y recuperar un teléfono que contenía un video un tanto... comprometedor, ¿bien? —confesó entre dientes— Me pagó la mitad hace un par de días y ahora que le entregue el teléfono me dará la otra mitad. Ese fue el acuerdo.

Sentí la ira burbujear a través de mi sangre y para demostrar mi malestar con toda la situación le lancé un empujón por el pecho haciendo que la anatomía de Yoongi retrocediera apenas un par de centímetros.

—¿Y eres lo suficientemente estúpido como para arrastrarme a mí hasta aquí? Demonios, Yoongi, podrían habernos arrestado.

Él rodó los ojos —No seas exagerada, ¿quieres? Tenía todo controlado.

Solté una carcajada carente de humor.

—¿Por eso saliste corriendo? No seas ridículo. De haber sabido que tus planes para esta noche eran estos, me quedo en casa indudablemente. Ya te dije una vez y te lo vuelvo a repetir: yo te quiero muchísimo. Eres la persona más importante en mi vida pero ten por seguro que yo no arriesgaré mi trasero por ti en algo como esto.

No le di tiempo para responder porque empecé a caminar aunque desconocía el lugar donde nos encontrábamos. No pasó mucho tiempo para que Min Yoongi llegara a mi lado y caminara junto a mí en completo silencio. Usualmente los silencios entre nosotros no eran incómodos pero este era uno de esos que podías casi tocar la tensión con la punta de los dedos. Por el rabillo del ojo logré ver su perfil, la mandíbula apretada en señal de enojo.

Intenté canalizar mi malestar oyendo los estúpidos pensamientos dentro de mi cabeza. ¿Por qué me sorprendía tanto que Yoongi hubiera entrado a una casa a robar? Yo sabía qué hacía en sus ratos libres y era consciente de la mala manera que tenía de ganarse la vida entonces, ¿por qué me enfadaba tanto?

Yoongi encendió un cigarrillo y le dio una larga calada. Metí la mano al bolsillo de mi chaqueta para copiar su acción pero terminé simplemente rodando los ojos al darme cuenta que mi paquete de cigarrillos los dejé en casa.

Él sacó nuevamente su paquete de cigarrillos y estiró su brazo, ofreciéndome uno.

—¿Quieres uno?

Estreché mis ojos en su dirección y saqué un cigarrillo con cierta desconfianza. Lo encendí con el mechero que él me ofreció también y aspiré una larga calada, dejándonos sumir en el silencio nuevamente.

—¿Nos falta mucho para llegar a casa? —cuestioné luego de una larga pausa.

—Veinte minutos, más o menos. ¿Por qué? ¿Estás cansada?

Asentí, dándole una nueva calada al cigarro. Yoongi se detuvo frente a mí, de espaldas, obligándome a detener mis pasos.

—¿Qué haces?

—Sube —murmuró, agachándose—, puedo llevarte.

—No seas tonto, Yoongi. Puedo caminar por veinte minutos más, no seas ridículo.

—Pero me has dicho que estás cansada. —él giró la cabeza para mirarme— Además, te lo debo.

Era verdad. Estaba demasiado cansada como para seguir caminando por veinte minutos más. Aprovechando la oportunidad que me estaba dando él (porque si no la tomaba ahora él terminaría colocándose de pie), me subí a su espalda. Yoongi se colocó de pie y con un movimiento me impulsó hacia arriba, sus manos sujetando mis muslos alrededor de su cintura, mis brazos apoyados en sus hombros.

Tomé la última calada, el humo del cigarro envolviéndonos antes de desaparecer en el aire. Dejé caer la colilla al suelo y abracé el cuello de Yoongi, apoyando mi mentón en mi propio antebrazo. Él caminaba en silencio, sumido en sus propios pensamientos y aunque se notaba tranquilo, yo podía sentir la tensión alrededor de nosotros.

—No te enojes conmigo, Jun...

Parpadeé y miré el perfil del rubio. Él estaba con la mirada fija al frente y si no me hubiera lanzado una mirada de soslayo, yo habría creído que sólo fue producto de mi imaginación y que él jamás emitió una sola palabra.

—No estoy enojada, Yoonie... —confesé, tomando mi posición anterior—. Solo estoy... desilusionada.

Sentí su cuerpo tensarse. Sus dedos se enterraron en mis muslos levemente.

—Creí que escapar de Daegu significaba escapar de todo lo que vivimos allá. Quiero que empecemos una nueva vida, que seamos mejores versiones de nosotros mismos. No quiero que un día me llames por teléfono a mitad de la noche para decirme que estás detenido.

Por supuesto, él se quedó en silencio por los próximos minutos. Ante su falta de respuesta, solté un resoplido y recosté mi cabeza sobre mi brazo y miré en dirección contraria, de a poco empecé a reconocer el lugar. Ya nos estábamos acercando a nuestro edificio.

Cuando finalmente llegamos, él sueltó mis muslos y mi cuerpo cayó sobre mis pies suavemente. Me aparté de Yoongi y arreglé mi chaqueta antes de acercarme a la escalera de emergencia para lograr subir. No obstante, él me detuvo sujetándome por la muñeca. Cerré los ojos y respiré profundo para poder girar y encararlo.

—Tienes razón —admitió en voz baja. Sus ojos oscuros me observaron con intensidad—. Todo lo que me dijiste es verdad, Aejung. Dejamos nuestra vida en Daegu atrás con la esperanza de ser personas distintas, unas versiones mejores de nosotros mismos pero, terminé jodiéndolo todo otra vez, ¿no?

Chasqueé la lengua y negué suavemente con la cabeza.

—No es eso, Yoongi. Simplemente... una parte de mí creyó que ya habías dejado eso atrás. Tenía mis sospechas, por supuesto, pero creí que sólo se trataba de eso. Entiendo que necesitas el dinero pero, no puedes estar exponiéndote de esa manera. ¿Qué habrías hecho si te hubieran descubierto adentro de esa casa?

—Habría afrontado las consecuencias de mis actos, por supuesto. —respondió con firmeza.

—Lo sé pero, esa no es la idea. —me acerqué a él y acuné su rostro entre mis manos— Eres un buen chico, Yoongi. Intenta hacer las cosas bien una vez, ¿está bien?

Asintió sin apartar los ojos de los míos. Su mirada era tan intensa y tan cargada de emociones que me sentí pequeña e insignificante bajo esa oscuridad que se reflejaba en sus iris negros.

—Está bien. Lo haré, lo prometo.

Sintiendo el sabor agridulce de su promesa, sabiendo que existía la posibilidad que sólo estuviera diciéndolo para dejarme tranquila, dejé un pequeño beso en su mejillas y me aparté de él para subir la escalera de emergencia escuchando sus pesados pasos siguiéndome de cerca. Abrí la puerta e ingresé al pequeño departamento. Cuando Min Yoongi cerró la puerta, me sentí segura por completo en todo lo que iba de noche.

Estábamos en casa, nada podía pasarnos aquí.

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