Dos.

Solté un gruñido en medio del sueño cuando el calor se volvió tan sofocante que me costó respirar. Froté uno de mis ojos con la mano para poder ver la hora en el reloj que estaba sobre mi velador, percatándome que ya eran casi las cuatro de la tarde. Un cuerpo se apegó más a mi espalda y me di cuenta de inmediato que se trataba de Yoongi. Él escondía su rostro entre mi cabello y su respiración cosquilleaba en mi nuca mientras sus brazos serpenteaban alrededor de mi cintura, manteniéndome firmemente contra él.

—Yoongi, aléjate —le pedí con la voz ronca—, tengo mucho calor.

Él hizo una maravillosa tarea ignorándome, acercándose más a mí si es que eso era posible. Hice el intento de apartarlo, sin embargo, él apretó sus brazos alrededor de mi cuerpo, demostrándome de aquella manera que había despertado también.

Sin ningún cuidado, aparté sus brazos y me senté en la cama frotándome el rostro, cansada. De tan solo pensar que esta noche tenía que volver a trabajar me sentía físicamente enferma.

—Ven aquí y sigue durmiendo. Aún es temprano. —me dijo el rubio, tratando de alcanzar mi mano.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le lancé una mirada viendo cómo él volvía a acomodarse para seguir durmiendo— Creí haberte visto ir a tu habitación.

—Quería dormir contigo. —explicó con simpleza, abrazando la almohada.

Solté un suspiro y me coloqué de pie. Que él se colara en mi habitación a las tantas de la noche (o durante el día como sucedía ahora) era algo normal a estas alturas. Cuando vivíamos en casa de nuestros padres, hacía exactamente lo mismo. Nunca supe cómo lograba escalar hasta el segundo piso pero cuando despertaba a mitad de la noche siempre lo encontraba a mi lado, aferrado a mi cuerpo como si temiera que yo me fuera lejos de él.

Fui hasta el baño y me miré al espejo, viendo las notables ojeras que se desplazaban bajo mis ojos demostrando el cansancio acumulado. Dios, estaba tan cansada de trabajar por las noches.

Cerré la puerta y me despojé de mi ropa para tomar una ducha. Mientras el agua se templaba, cepillé mis dientes y luego me metí a la ducha, sintiendo como mis músculos se tensaban y se relajaban minutos después ante el contacto con el agua caliente. Me tomé mi tiempo para lavar mi cabello y ducharme bien y una vez acabé, envolví mi pelo largo en una toalla y mi cuerpo también para salir de vuelta a mi habitación. Rodé los ojos al ver a Yoongi aún acostado en mi cama.

Me acerqué a él y lo zarandeé por el hombro.

—Oye, vete de aquí. —escupí, sin dejar de moverlo— Yoongi, necesito vestirme así que mueve tu maldito trasero fuera de mi habitación ahora.

Él giró sobre la cama y se estiró, gimiendo gustoso como un gato recién despertando de una agradable siesta. Se frotó los ojos y me miró medio adormilado, esbozando una sonrisa maliciosa.

—Puedes vestirte aquí. No te preocupes por mí, ¿vale? Disfrutaré del espectáculo gustoso.

—Ah, qué chistoso —reí sin gracia—. Ahora largo de aquí.

Él soltó un bufido y se colocó de pie —Aburrida.

Salió de mi habitación cerrando la puerta a su espalda. Yo aproveché de vestirme con rapidez sabiendo que él podía entrar otra vez en cualquier momento. Abrí la ventana para que entrara un poco de aire y fui hasta el baño para lanzar las toallas al cesto de ropa sucia y cepillar mi cabello. Contra de mi voluntad, las palabras de Yoongi se repitieron en mi cabeza. ¿Realmente debería cortarme el cabello? A mí me gustaba tal cual estaba ahora pero sabía con certeza que él no dejaría de insistir hasta que yo terminara haciendo lo que quería.

Cuando fui a la cocina, lo encontré de pie junto a la cafetera revisando su móvil con ansiedad.

—¿Qué haces? —le pregunté, obteniendo un simple encogimiento de hombros como respuesta— ¿Tienes hambre?

—Sí pero no hay una mierda en el refrigerador. Tienes que ir al supermercado.

Me detuve con la mano justo en la puerta del frigorífico y lo miré bien.

—¿Qué dijiste?

—Dije que no hay una m...

—Ya te oí —lo interrumpí—. Lo que quiero decir es por qué tengo que ir yo a hacer las compras.

Él me lanzó una mirada y bloqueó el teléfono, colocando toda su atención en mí.

—Me expresé mal, perdona —dijo con ironía—. Tenemos que ir al supermercado.

—Eso se oye un poquito mejor, ¿no lo crees?

Se encogió de hombros con la mirada nuevamente en el teléfono y me dijo:

—Hay dos paquetes de ramen instantáneo en la alacena.

—Comeremos ramen entonces. —celebré sin muchos ánimos.

Coloqué a hervir un poco de agua y dejé ambos recipientes ya abiertos sobre la isla. Como Yoongi era un cero a la izquierda si de ayudarme en la cocina estábamos hablando, yo serví dos tazones con café caliente y los dejé en nuestros respectivos lugares. Dejé también encima dos pares de palillos de madera y me quedé ahí, mirando como el vapor del agua subía unos cuantos centímetros antes de desaparecer en el aire.

Ahí, en completo silencio, pensé en el rumbo que había tomado mi vida desde los quince años. Siempre soñé con llegar a la universidad y estudiar una carrera que me hiciera sentir orgullosa de mí misma pero, heme aquí, viviendo en un pequeño apartamento con mi mejor amigo y trabajando en un maldito bar por las noches. No era lo que yo esperaba hacer a los veinte años. Yo quería más, ansiaba más.

Cuando el agua hirvió por completo, agregué ambas mitades en cada recipiente de ramen. Revolví el de Yoongi antes de dejarlo apoyado junto a su tazón de café e hice exactamente lo mismo con el mío, sentándome de inmediato.

—¿Puedes dejar el teléfono de lado por cinco minutos y venir a comer? —le pedí cuando me di cuenta que no tenía intenciones de dejar su maldito aparato de lado. Él me hizo caso en silencio— Gracias por bendecirme con tu encantadora presencia a la hora de comer.

Él me lanzó una mirada y fingió una sonrisa.

Comimos en silencio los primeros minutos, sólo se oía el ruido que producíamos nosotros mismos al sorber los fideos calientes. Le lancé una mirada a Yoongi y me encontré con sus ojos oscuros fijos en mí.

—¿Qué pasa? —le pregunté, cogiendo más fideos con mis palillos.

—No lo sé, tú dime —mi mano se detuvo a medio camino al escuchar su voz—. Te noto intranquila, ¿algo va mal?

Me relamí los labios y tragué saliva, de pronto demasiado nerviosa bajo la atenta mirada del chico frente a mí. Yo quería algo más para mi vida que estar viviendo con la sensación de ser unos malditos delincuentes en un departamento tan pequeño que apenas nos otorgaba privacidad.

—De hecho, hay algo que quiero contarte...

Él dejó los palillos a un lado y me miró con atención.

—Te escucho.

Me removí en el taburete sintiendo la intensa mirada de Min Yoongi sobre mí. Cada vez que me miraba de esa manera me hacía sentir pequeña e insignificante. Suspiré.

—¿Qué dirías si te digo que quiero retomar los estudios? —cuestioné indecisa, como quien no quiere la cosa.

—¿Qué?

Alcé la mirada para verlo a los ojos.

—Eso. Me gustaría entrar a la universidad y estudiar una carrera. —respondí con convicción.

Él soltó una risa —¿Hablas en serio?

—Por supuesto que sí, Yoongi. ¿Tengo cara de estar bromeando?

—No, pero... —volvió a reír— ¿Realmente hablas en serio?

Asentí un poco molesta por su actitud. ¿Qué tan difícil era de creer?

—Es que, no lo puedo creer... —comentó, su tono de voz burlesco comenzaba a irritarme— ¿Para qué quieres estudiar?

—¿Para no seguir trabajando en un bar, por ejemplo? Quiero algo más, Yoongi. No quiero pasarme todo los días de mi vida trabajando en un puto bar.

—Si me preguntas, creo que es absurdo. ¿Qué conseguirás con estudiar una carrera universitaria aparte de endeudarte? ¿Qué te hace pensar que conseguirás un empleo? ¿Cuántos chicos de nuestra edad conoces que estén trabajando en lo que realmente estudiaron? Exactamente, ninguno. Estudiar en la universidad es una pérdida de tiempo y dinero.

Abrí la boca indignada por sus palabras.

—No puedo creer la mierda que estás diciendo, Yoongi. Si nos escapamos de casa, se supone que fue para encontrar algo mejor para nuestras vidas, ¿no? —con cada palabra que pronunciaba, mi voz iba tomando más fuerza— Y dime, ¿qué es lo que hemos conseguido en estos cuatro meses? Vivir en este asqueroso apartamento no es algo mejor para nosotros.

Vi como los músculos en su rostro se iban endureciendo. ¿Ya he dicho que la paciencia no es una de las virtudes de Min Yoongi?

El rubio se colocó de pie con tanta brusquedad que el taburete se arrastró hacia atrás varios centímetros. Estampó las manos sobre la isla con fuerza, creando un ruido sordo.

—¿Crees que vivir aquí es tan horrible como vivir con tus malditos padres, Aejung? —gruñó con la mandíbula apretada— Si crees que esto no es suficiente para tus aires de grandeza, puedes tomar todas tus malditas cosas y largarte de aquí.

—¡No se tratan de aires de grandeza, Yoongi! —me coloqué de pie, negándome a quedarme callada una vez más— ¡Sólo es algo que quiero para mi vida! ¿Crees que me siento muy bien dependiendo de ti todo el maldito tiempo?

—¡Para eso trabajas! —señaló con obviedad.

—¡En un maldito bar donde me pagan menos del salario mínimo que no nos alcanza ni para el alquiler! ¿Te haces llamar mi amigo y aun así quieres que siga sumida en la mierda por el resto de mi vida?

Yoongi sacudió la cabeza y se cruzó de brazos, optando por aquella posición soberbia que tanto lo caracterizaba. Me miró desde las alturas con el ceño fruncido.

—¿Y cómo piensas matricularte en una universidad, genio? Si ya lo olvidaste, todos tus documentos escolares están en tu antigua escuela, en Daegu.

—Los puedo solicitar por internet, estúpido.

Él rió sin gracia —Por supuesto... siempre tienes una respuesta para todo.

Tomé el envase con el resto de ramen que me quedaba y lo lancé al basurero junto a los palillos. Toda esta situación me había quitado el apetito por completo. Emprendí mi camino fuera de la cocina pero antes de salir, me giré a mirarlo. Él seguía de pie en el mismo lugar con sus ojos clavados en mí.

—¿Sabes una cosa? Te conté esto sabiendo que no iba a gustarte la idea pero aun así creí que me apoyarías.

Lo escuché soltar un suspiro de cansancio luego de verme abandonar la cocina realmente molesta. Sus pasos me siguieron hasta la pequeña sala y antes de que yo pudiera encerrarme en mi habitación, él me tomó del brazo y me obligó a dar la vuelta para enfrentarlo.

—Escucha, lo siento, ¿sí?

Me aparté de su agarre —¿Por qué te estas disculpando exactamente? ¿Por ser un imbécil bueno para nada o un hijo de puta que sólo destroza mis sueños?

—Tampoco te excedas —regañó con el fantasma de una sonrisa en los labios. Acunó mis mejillas entre la palma de sus manos y unió nuestras miradas. Vi sus ojos brillando casi con adoración— Lo siento por todo. Sé que soné como un idiota pero, no quiero que salgas lastimada en un futuro por no conseguir todo lo que aspirabas, Jun. Sabes que eres lo más importante para mí y lo último que quiero es verte llorar.

Mis labios se curvaron en un pequeño mohín.

—No te preocupes, Yoonie, estaré bien, lo prometo. Quiero hacer esto, de verdad. Y también quiero que tú me apoyes porque tu opinión para mí es importante. ¿Puedes hacer eso por mí?

Una pequeña ráfaga de duda se desplazó por sus iris oscuros mientras me observaba. Lo notaba reacio a aceptar mi petición y en contra de su propia voluntad, terminó asintiendo a regañadientes.

—Puedo hacer todo lo que quieras por ti, Aejung. Puedo echarme la mierda del mundo a mi espalda si me lo pides sólo si eso me asegura que serás feliz.

Al oír sus palabras,una sonrisa involuntaria curvó mis labios. Acorté la distancia que nos separabay rodeé su cuello con mis brazos, apretándolo contra mi cuerpo, feliz de quehaya decidido apoyarme en esta decisión tan importante para mí.

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