Doce.

Caminé hacia el interior del edificio sintiendo mis piernas temblar. Al poner un pie en el pasillo principal, me di cuenta que repleto de estudiantes aquello lucía distinto. Todo estaba lleno de vida, risas alegres y conversaciones esperanzadoras hacían eco entre las paredes, haciéndome ver que haber tomado esa decisión había sido una de las mejores cosas que pude haber hecho.

Busqué con la mirada algún rostro conocido para que me orientara a llegar al salón de clases que me correspondía, pero habían tantas personas a mí alrededor que resultaba un poco abrumador. Un poco nerviosa, me acerqué a una chica que acababa de despedirse de un grupo y me atravesé en su camino antes de que me acobardara y terminara vagando el resto de la mañana.

—Disculpa, ¿puedes ayudarme?

Ella me observó un tanto perpleja por mi aparición e intenté disfrazar mi nerviosismo con una pequeña sonrisa. Ella también sonrió.

—Claro, dime qué necesitas.

—¿Puedes decirme dónde encontrar el salón 401?

Ella asintió, riendo suavemente —Dame un segundo.

Se alejó de mí y por un momento pensé que no volvería porque desapareció de mi vista, sin embargo, estaba equivocada ya que ella volvió a aparecer junto a mí, esta vez cargando un par de libros en su brazo.

—Vamos.

Asentí y la seguí en silencio como un pequeño cachorro perdido. A medida que avanzábamos yo trataba de memorizar algunos puntos clave del primer piso para no tener que estar pidiendo ayuda.

—¿Literatura? —indagó, observándome con una suave sonrisa en los labios. Asentí— Lo sabía.

—¿Cómo supiste?

Ella se encogió de hombros —Los salones del 400 al 415 de este edificio son de literatura. Los demás están en el edificio atrás del comedor así que, lo más probable es que debas andar corriendo de un edificio al otro.

La sola idea de llegar tarde a clases entre periodos en mi primera semana me asustó. ¿Cómo podría encontrar los salones sin estar molestando a los otros estudiantes? No me gustaba sentirme como una carga.

—Oye, respira —la chica rio al ver mi expresión—, no te preocupes. Al inicio de cada pasillo hay un mapa del campus completo y al lado de cada edificio podrás encontrar la numeración de cada salón. Es pan comido.

Sonreí en agradecimiento, sintiéndome como una tonta.

—Gracias por el dato.

—No te preocupes, yo estaba mucho más asustada mi primer día aquí pero te acostumbrarás rápido. ¿Cómo te llamas, por cierto?

—Gu Aejung. ¿Y tú?

—Encantada de conocerte, Aejung. Yo soy Lee Seul.

—Lindo nombre. —reconocí.

—Gracias —ella me sonrió y señaló el pasillo que estaba frente a nosotras— El salón que estás buscando está casi al final del corredor. Bienvenida.

Le agradecí con una reverencia.

—Nos vemos pronto.

La observé hasta que ella desapareció entre la multitud. Miré al frente, sintiéndome mucho más ansiosa que antes. Mis pies me guiaron hasta el salón que estaba buscando y al encontrarlo, me sentí aún más asombrada porque estos salones no se asemejaban en nada a los que había visto el día que había venido a hablar con la asistente.

Frente a mí había un sinnúmero de pupitres ubicados uno sobre el otro, como esos que yo siempre veía en los auditorios de películas americanas. Las grandes ventanas le proporcionaban mucha luz y a través de ellas podías ver los dos edificios, las canchas de futbol y lo que yo me imaginé era el casino. El pizarrón que en mi antigua escuela en Daegu sería verde musgo y tiza, aquí era una gran muralla transparente. Las voces de los chicos que ya estaban en el salón creaban un bullicio un tanto molesto, pero me sentía feliz y emocionada.

Caminé hasta uno de los pupitres vacíos en medio del salón y me senté a esperar, el maestro no tardaría en llegar y lo último que quería era quedarme sin asiento sólo por estar perdiendo el tiempo sin hacer nada. A medida que pasaba el tiempo, el gran salón fue llenándose de personas hasta que un hombre de unos cuarenta años cerró la puerta y todo quedó en el más puro silencio.

—Buenos días, bienvenidos —saludó el hombre y recorrió el frente. Cuando llegó al lado del escritorio dejó sobre él su maletín de cuero y observó a cada de uno de los presentes con una suave sonrisa de bienvenida curvando sus labios—. Soy el profesor Lee y seré quien los introduzca a la Literatura este primer trimestre. Las reglas son simples y sólo pido tres cosas: respeto, puntualidad y responsabilidad. Si podemos manejar esas tres fáciles reglas, nos llevaremos bien y además de su maestro, seré su amigo. Si no lo hacen, las cosas serán totalmente diferentes.

Dejó que su mirada vagara por todo el salón, mirando cada rostro con detenimiento.

—Conozco algunos rostros, pero la mayoría de ustedes son desconocidos para mí como lo soy yo para ustedes, así que, ¿por qué no nos presentamos? Brevemente, nombre, edad y haré una pregunta al azar sobre Literatura porque es lo que nos convoca, ¿verdad? —varias exclamaciones se escucharon en el aire y él sonrió— Tranquilos, está bien si no lo saben, para eso estamos aquí, ¿no? Para aprender. Así que, comencemos. Tú, ¿cómo te llamas?

Sentí como mi estómago se apretaba por culpa de los nervios. Yo no sabía absolutamente nada de Literatura porque esta carrera no había sido mi primera opción y el miedo a hacer el ridículo frente a todos, el primer día de clases, me helaba la sangre.

Cuando los ojos del profesor Lee se posaron en mí sentí un pequeño mareo. Afirmé mis manos sobre el pupitre y me coloqué de pie, al igual que todos mis compañeros. Mis piernas temblaban.

—¿Cuál es su nombre?

—Gu... Gu Aejung —balbuceé, sintiéndome pequeña bajo la mirada del resto de los alumnos—. Gu Aejung. Veinte años.

—Por tu acento, me doy cuenta que no eres de acá, señorita Gu.

Asentí —Soy de Daegu.

—¿Y le ha gustado la ciudad?

—Sí, es muy hermosa y todos han sido amables conmigo.

Por un momento, pensé que él había lanzado al olvido la idea de preguntarme alguna cosa, pero estaba equivocada.

—Es bueno oír eso. Muy bien, señorita Gu, nómbreme alguna obra de Haruki Murakami.

¿Quién rayos era Haruki Murakami?

Abrí la boca, dispuesta a reconocer que no sabía ni mierda al igual que algunos de mis compañeros, pero atrás de mi espalda escuché como alguien me susurraba:

El séptimo hombre.

—El séptimo hombre —repetí de inmediato, confiando ciegamente en el desconocido sentado atrás.

—Muy bien, señorita Gu. Y sepa usted, señor Jeon, que no se vale decirles las respuestas a sus compañeros. Puede tomar asiento, señorita Gu.

Dejé caer mi trasero sobre la silla sintiendo el rostro ardiendo por la vergüenza y el corazón latiéndome a mil por hora. El profesor siguió hablando y yo me giré con cuidado en el asiento, encontrándome con un chico de cabello negro un poco largo y ojos brillantes de simpatía.

—Muchas gracias, de verdad.

Él asintió, regalándome una sonrisa sin separar los labios. Le sonreí de vuelta y me senté correctamente para poder colocar atención a la clase.

Cuando el timbre sonó al mediodía, mi estómago ya rugía por un poco de comida. Me levanté con pereza de mi pupitre y ordené todas mis cosas de vuelta en el bolso para poder salir del salón. Mientras caminaba por el amplio pasillo atestado de estudiantes, me dediqué a revisar el teléfono, Namjoon me había enviado un mensaje deseándome mucha suerte el día de hoy. Le respondí con un corazón. De igual manera, Yoongi me había enviado un texto, preguntándome cómo iba todo. Le escribí que bien y que ahora iba a comer algo. Las clases no habían sido tan pesadas hasta ahora y el cansancio que sentía era más bien producto de la ansiedad que había sentido.

Salí del edificio y seguí de cerca a unos chicos que no conocía para no perderme. Una vez que llegué al casino me separé de ellos porque ya había llegado donde quería y porque no quería que ellos se dieran cuenta que estuve siguiéndolos desde el edificio central. Me formé en la fila mientras observaba a mi alrededor. El casino era bastante grande, mesas redondas para seis personas iban en filas de cinco, dándoles el espacio suficiente a los estudiantes para que caminaran entre ellos. Todo estaba limpio y reluciente, el calor se filtraba a través de los grandes ventanales y decidí que tomaría asiento en una de las mesas junto a la ventana una vez que tuviera mi bandeja con el almuerzo.

Estuve en la fila por unos quince minutos. Cuando llegó mi turno, había tanto por elegir que me quedé en blanco. No quise retrasar la fila así que me decidí por unos rollos de huevo, un poco de sopa y el infaltable pocillo de arroz. Pagué lo que había elegido y emprendí mi camino hasta las mesas, percatándome que en el rato que estuve esperando en la fila, ya se habían ocupado.

Resoplé, mirando a mí alrededor. Me sentía extraña, cohibida. Tan pequeña en un mar de personas. Nunca se me había dado mal socializar, sin embargo, ahora quería hacerlo bien. En mi antiguo colegio, todos me conocían por Yoongi y quería que esta vez fuera diferente. Nunca tuve muchas amigas y me rodeaba por hombres la mayor parte del tiempo.

—¿Aejung? Te llamas Aejung, ¿verdad?

Miré hacia atrás, encontrándome con el mismo chico que estaba sentado en el pupitre de atrás, en Literatura I. Asentí.

—Yo soy Jungkook, estamos juntos en Literatura —me recordó. Volví a asentir—. ¿Quieres sentarte con nosotros? Todas las mesas están ocupadas y tú y yo somos compañeros y podemos conocernos y así...

Apreté los labios en una sonrisa y asentí, soltando una pequeña risa antes de decirle: —Me encantaría.

Lo seguí hasta la mesa y me di cuenta que el hijo del profesor Jung estaba sentado ahí. La chica con la que iba tomado de la mano esta mañana reposaba su cabeza sobre su hombro y jugaba con sus dedos mientras él mantenía una agradable conversación con otro chico.

—Chicos —Jungkook arrastró la silla libre que estaba junto a la suya—, ella es mi compañera Aejung.

Dejé la bandeja sobre la mesa y me senté con cuidado, observando a todos. El hijo del profesor sonrió apenas se dio cuenta que era yo.

—Hola, ¿cómo va tu primer día? —me preguntó, amable.

Asentí, tomando los palillos —No me puedo quejar.

Jungkook nos señaló con su dedo.

—¿Se conocen?

Hoseok emitió un sonido afirmativo —Nos conocimos el día de las postulaciones. Oh, ella es mi novia, Jiyeong. Y él es Seokjin, su hermano mayor.

Incliné mi cabeza en forma de saludo, recibiendo sonrisas amables de regreso. Escuché atentamente lo que ellos hablaban mientras comía, respondiendo las preguntas que ellos me hacían. Al final del almuerzo, me enteré que el hijo del profesor Jung -Hoseok- estudiaba Literatura igual que Jungkook y yo, pero iba en segundo año. Su novia, por el contrario, estudiaba Matemática y su hermano estudiaba en la facultad de Ciencias. Todos se portaron de forma amable conmigo y se ofrecieron a ayudarme en cualquier cosa que necesitara.

Eventualmente, las clases del primer día llegaron a su fin y cuando estaba saliendo del salón de clases, mi teléfono vibró dentro del bolsillo de mi pantalón. Lo saqué, encontrándome con un mensaje de Yoongi.

Yoongi: Estoy esperándote afuera.

Iba a responderle, sin embargo, Jungkook apareció frente a mí siendo seguido por Hoseok que acababa de unírsele en el pasillo.

—¿Fue un buen primer día? —inquirió Jungkook, ubicándose a mi lado derecho, Hoseok apareció a mi izquierda con una suave sonrisa curvando sus labios, sus ojos brillaban con una curiosidad genuina.

—Excelente, estaba tan ansiosa porque este día llegara.

Jungkook soltó una carcajada —Aprovecha esta primera semana porque será la única que tendrás tranquila el resto del año. A partir de la próxima semana, comienzan los trabajos y proyectos, exámenes y exposiciones.

Parpadeé, un poco atontada y le lancé una mirada al hijo del profesor Jung quien soltó una risa, negando con la cabeza.

—No la asustes, Jay. Harás que quiera irse antes de iniciar el primer trimestre. —su mano se posó brevemente en mi hombro en un corto gesto reconfortante— El primer trimestre es un poco pesado porque pasas por el periodo de adaptación, pero una vez que tomas el ritmo ya no es tan difícil.

—Eso es mentira. En realidad, sí es muy difícil. Estoy en segundo año, pero me atrasé en Literatura I.

Oh, por esa razón él y yo sólo compartíamos una clase.

Hoseok chasqueó la lengua —A Jungkook se le hace difícil porque se la pasa jugando videojuegos con sus amigos y no estudia para los exámenes.

—Eso es porque el señor Jung nos llena de trabajos todo el tiempo. ¿Él piensa que no tenemos vida social? Ni siquiera entiendo cómo lo haces tú.

Reí ante la pequeña discusión que comenzaron a tener. Minutos después comenzaron a lanzarse pequeños golpes y empujones y estuvieron haciéndolo hasta que salimos del edificio. El tibio aire de finales de verano golpeó mi rostro y respiré profundo, queriendo guardar el inicio de una nueva etapa grabada en mi memoria.

—¿Nos vemos mañana?

Miré a Hoseok y solté un suspiro, esbozando una pequeña sonrisa.

—Sí.

Jungkook iba a agregar algo más, pero fue abruptamente interrumpido por la presencia de Min Yoongi quien apareció frente a nosotros con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y el rostro ensombrecido.

—¿Nos vamos? —me preguntó, sin apartar los ojos de mí.

Asentí, mirando a Hoseok y a Jungkook —Nos vemos mañana. Muchas gracias, por todo.

—Mmh, sí, nos vemos mañana.

Jungkook observó a Yoongi, tal vez con la esperanza de despedirse de él también pero el rubio no le lanzó ni siquiera una mirada. Sus ojos oscuros estaban concentrados en mí de una manera tan intensa y profunda que quise desaparecer en ese mismo instante. La incomodidad que sentí hizo flaquear levemente la efusividad de mi primer día de clases.

No dejaré que el mal carácter de Yoongi arruine todo esto.

Una vez que estuvimos solos posé mi mirada sobre el rubio frente a mí y sonreí sin separar mis labios, ganándome una mirada ceñuda de su parte. Resoplé.

—Cambia la cara, ¿bien? Sólo eran unos compañeros de clase, no hace falta que actúes como un estúpido novio celoso.

Su mandíbula se apretó por un segundo ante de que dejara escapar un suspiro por la nariz.

—Ahora, ¿podrías saludarme y preguntarme cómo fue mi primer día de clases como las personas normales?

Yoongi chupó los labios dentro de su boca y asintió.

—Hola, ¿qué tal estuvo tu primer día de clase?

Esbocé una sonrisa y enganché mi brazo en el suyo para comenzar a caminar.

—Estuvo increíble —respondí, ignorando por completo su mueca de hostilidad y dejándome envolver nuevamente por las buenas vibras—. Aprendí un montón de cosas nuevas y todos son muy amables y...

—Ese chico con el que venías... —Yoongi me interrumpió y yo asentí dándole a entender que lo estaba escuchando— ¿Es el mismo del otro día?

El rostro de Hoseok apareció en mi mente.

—Sí, es el hijo de uno de mis profesores. Estudia lo mismo, pero es un año mayor, creo. ¿Por qué lo preguntas?

Yoongi se encogió de hombros —Simple curiosidad.

Una sonrisa burlona curvó mis labios. Miré hacia arriba, encontrándome con su perfil, podía ver apenas su ceño fruncido.

—¿Estás celoso, Min Yoongi? —quise saber y reí al ver como me lanzaba una mirada de soslayo y arruga su nariz— Ah, Yoongi, no tienes por qué estar celoso. Es solo un chico, nada más.

Me miró de reojo —¿Estás segura?

—Por supuesto. Además, por lo que supe, él tiene novia. No estoy interesada en él.

—Como digas.

Decidí dejar de insistir con eso porque no sabía muy bien qué tipo de respuesta darle ya que no conocía del todo a Hoseok. Había sido mi primer día de clases y lo he visto sólo dos veces, no era suficiente para que él se pusiera celoso.

—¿Por qué no vamos a tomar un helado? Quiero pasar tiempo contigo.

Ante mi última frase, su cuerpo completo se relajó por completo. Me abrazó por lo hombros, juntándome más contra su cuerpo y así mismo caminamos. A lo lejos, pude ver al hijo del profesor Jung conversando con mi compañero de clases y saludé a ambos con la mano, sin apartarme ningún momento del abrazo de Yoongi. Nos dirigimos hasta el paso peatonal y esperamos a que el semáforo cambiara a verde.

—¿Qué hiciste hoy?

—Nada interesante —Yoongi me miró y se agachó un poco para enterrar su nariz en mi cabello y sin apartar el rostro de ahí, agregó: —sólo te eché de menos.

—Mhm... yo también te eché de menos.

—¿Ah, sí? —asentí. Mi cuerpo fue empujado por él para comenzar a caminar cuando el semáforo cambió a verde y la carretera se llenó por completo de peatones— ¿Cuánto?

—Mucho, mucho.

—Mhm... yo también —besó mi frente y yo me sentí feliz. Me sentía completa cuando él y yo compartíamos momentos tan simples e íntimos como este, tranquilos, sin estar discutiendo—. Cuéntame, cómo estuvo tu día. ¿Qué tal las clases? ¿Qué tal los maestros?

Le conté todo lo que había ocurrido en mi primer día de clases, comenzando por la ayuda que Jungkook me había dado en Literatura I y en lo amable que fueron ellos de invitarme a almorzar en su mesa. Le hablé sobre los profesores, mencionando el hecho que aún no los conocía a todos pero los que llevaba conociendo hasta el momento habían sido amables y preocupados. En mi voz se notaba la emoción de haber conseguido entrar a la universidad, soñadora de querer subir un escalón para demostrarle a mis padres que realmente no era una buena para nada y que si me lo proponía podía lograr cualquier cosa.

Realmente estaba muy feliz de hacer esto.

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