diez.
Solté un suspiro y moví mi cuerpo bajo la curiosa y divertida mirada de Namjoon. Al verme tan nerviosa, él se acercó a mí un paso y apoyó sus manos en mis hombros, deteniendo el patético movimiento. Como yo era un poco más baja que él, tuvo que inclinarse para lograr mirarme a los ojos.
—Tranquila, todo saldrá bien, Jun.
Exhalé el aire con fuerza y asentí —Hagámoslo.
Él asintió también y se alejó para tocar la puerta del despacho del señor Ahn. Desde el interior se escuchó la voz del hombre autorizando la entrada y la poca valentía que había reunido segundos atrás desapareció por completo. Namjoon abrió la puerta y al dar el primer paso, me di cuenta que mis piernas temblaban. Apreté las manos en puños, intentando aferrarme a algún ápice de calma, adentrándome en la oficia. Me estremecí cuando Namjoon cerró la puerta.
—Buenas tardes. —saludé al señor Ahn con una reverencia. Él estaba sentado del otro lado del escritorio y sólo ejecutó un movimiento de cabeza.
—Hola, Aejung. Tomen asiento, por favor.
Obedecí. Namjoon se sentó a mi lado y realmente le agradecí que se quedara junto a mí. No quería hacerlo pero, después de insistirle un poco, él accedió.
—Namjoon me contó algo sobre tus estudios —dijo mi jefe y yo asentí—. ¿Cuándo comienzan tus clases?
—La próxima semana, señor. El lunes. De hecho, me gustaría preguntarle si podía darme la posibilidad de trabajar sólo los viernes y sábado porque durante la semana se me hará muy difícil.
Él asintió, pensando en lo que le había dicho. Miró a Namjoon y luego a mí otra vez. Tomó una larga respiración y dijo:
—Te seré honesto: eres una trabajadora excelente, Aejung. Jamás he tenido una queja de ti y sólo por eso, dejaré que lo intentes. Necesito una persona que esté aquí todos los días porque, si alguien falta, será sobrecargar a los demás chicos en sus turnos pero, te daré la oportunidad.
Sonreí y miré a mi compañero de trabajo y me di cuenta que él estaba sonriendo también.
—¿Eso es un sí?
—Eso es un sí, Aejung —me confirmó, pero su rostro se volvió serio de inmediato—. Sin embargo, en el momento en que sientas que no puedes mantener ambas cosas en balance, debes avisarme con anticipación, ¿quedó claro?
Asentí con efusividad y me coloqué de pie, agradeciéndole una y otra vez. Salí de ahí con una inmensa sonrisa y una vez que Namjoon cerró la puerta, lo abracé con fuerza, tomándolo totalmente desprevenido.
—Muchas gracias, Nam. Si no hubiera sido por ti, yo...
Él soltó una suave risa y se frotó la parte trasera del cuello.
—No te preocupes. Te dije que lo haría.
—No sé qué le dijiste al señor Ahn para que accediera pero, realmente te lo agradezco.
—No te preocupes. Por cierto, ¿qué harás ahora? Porque no te vas a venir a trabajar hasta el viernes, ¿no?
Asentí y comencé a caminar hasta la salida. Namjoon me siguió.
—Debo ir a comprar las últimas cosas que me faltan, cuadernos y esas cosas. ¿Quieres venir conmigo?
—Me encantaría acompañarte pero, mi hermano menor está en la ciudad y he quedado en almorzar con él.
—Eso es genial, Joon.
—Sí, pero... —él soltó un suspiro dramático— te voy a echar tanto de menos.
Solté una carcajada.
—Nos veremos los fines de semana, no te preocupes. Además, la universidad queda cerca de tu casa, ¿no? Recuerdo que me dejaste invitada a tomar desayuno.
Aquellos encantadores hoyuelos aparecieron en sus mejillas cuando Namjoon sonrió.
—No puedo creer que lo recuerdes.
—Por supuesto —me encogí de hombros—, nunca desaprovecharía un desayuno gratis.
El chico rió y sacudió la cabeza al darse cuenta que utilicé sus mismas palabras. Luego de eso, nos despedimos y yo emprendí mi camino al centro de la ciudad para poder comprar los últimos accesorios que necesitaba.
Mientras que esperaba a que me entregaran una bolsa con las cosas que había comprado, le envié un mensaje de texto a Yoongi.
¿Dónde estás?
No recibí una respuesta inmediata así que, guardé el teléfono de vuelta en el bolsillo de mi pantalón y recibí la bolsa de papel que el vendedor me tendía.
Salí de la tienda y encendí un cigarrillo, dándole una larga calada. Recorrí un poco más hasta que mi cuerpo quedó petrificado junto a un gran ventanal. Era una tienda bastante común, vendían televisores, sin embargo, la imagen que vi sólo por un par de segundos me heló la sangre porque vi brevemente una de mis antiguas fotografías con la palabra «desaparecida» y un número telefónico que yo conocía bastante bien. Mis padres me buscaban.
Sintiendo el corazón latiéndome en la garganta, saqué el teléfono de mi bolsillo y llamé a Yoongi.
—Por favor, responde... —murmuré, alejándome de ahí.
Por supuesto, él no contestó así que volví a intentarlo una y otra y otra vez. Al cuarto intento, él respondió:
—¿Qué diablos quieres, Jun?
Ahogué un sollozo y seguí caminando en dirección a casa, ignorando la mala forma en la que me habló.
—Yoongi, necesito que vengas a casa. Mis pa-
—No me jodas, Jun, estoy ocupado.
No me dio oportunidad para agregar algo más porque cortó la llamada y cuando volví a intentarlo, la llamada fue brutalmente enviada al buzón de voz. Me fui directamente a casa y una vez que estuve dentro de la seguridad de las cuatro paredes del departamento, solté un suspiro tembloroso. Masajeé el área de mi pecho, tratando de convencerme de que lo que había visto en la pantalla de ese televisor no era real. Intenté con todas mis fuerzas borrar aquello de mi memoria, sin querer afrontar el hecho de que posiblemente mis padres estaban buscándome.
¿Pero por qué? Nuestra relación era mala la mayor parte del tiempo y más de una vez escuché a mamá decir que estaba aburrida de mí. Siempre discutíamos y ellos aprovechaban cada pequeña oportunidad para recriminarme todas las malas decisiones que había tomado, que si no podría salir adelante porque era una buena para nada.
Lancé todas las cosas que había comprado sobre el sofá y fui a la cocina para prepararme un té. Herví un poco de agua y me serví un poco de té verde en una taza cualquiera, tomando largas respiraciones. Habíamos conversado con Yoongi varias veces sobre este tema y llegamos a la conclusión de que estar sin ellos era lo mejor para nosotros. Y pensé tanto en aquello en ese momento que terminé convenciéndome. O por lo menos para tranquilizarme.
Para mantener mi mente ocupada y mientras esperaba a que llegara Yoongi, empecé a ordenar todo lo que había comprado. Tendí mi cama, ordené la ropa que estaba regada por el suelo de mi habitación y tomé una ducha. Cuando salí del baño, vi que la pantalla de mi móvil estaba encendida así que, pensando en que podría ser una llamada, lo tomé con rapidez, encontrándome con que en realidad se trataba de un mensaje de Yoongi.
Espérame en casa, llegaré en una hora.
Me encogí de hombros, bloqueando la pantalla. Su mensaje era más una orden que un aviso así que, no hacía falta que respondiera.
*
Apreté los ojos, obligándome a mantenerlos cerrados pero, el insistente sonido de una canción no dejaba de sonar. Abrí los ojos con lentitud, dándome cuenta que seguía sumida en la oscuridad. Por inercia, desvié la mirada a la ventana, dándome cuenta que la oscuridad absoluta se debía a que ya había anochecido.
Tomé el teléfono y la luz artificial de inmediato me cegó por unos instantes antes de darme la posibilidad de ver de quién se trataba. Número desconocido.
Por supuesto, dudé. Aparte de Yoongi, Namjoon y mi jefe, nadie más tenía mi nuevo número de teléfono y el mero pensamiento de que fueran mis padres me revolvió el estómago. ¿Qué les diría si volvía a hablar con ellos? Este último tiempo he estado huyendo de mis problemas y aunque no esté bien, no creo estar lista para afrontarlos. No todavía.
La llamada entrante se cortó y volvió a sonar segundos después. Me armé de valor y deslicé el dedo por la pantalla, respondiendo.
—¿Gu Aejung?
Volví a dudar —Sí.
—Habla con el oficial Park, de la estación central de policía de Gwangju. Han tomado detenido a Min Yoongi y usted es su número de emergencia. Espere en la línea, la comunicaré.
Escuchar aquello me heló la sangre por completo. Encendí la luz de la lámpara y me coloqué de pie, nerviosa.
—Jun.
—¡Yoongi! —exclamé— ¿Qué diablos pasó?
—Necesito que me saques de esta mierda. Ahora. —demandó. Se escuchaba enfadado— ¿Estás escuchándome?
—Sí, pero, ¿no vas a decirme qué-
Él gruñó —No hagas tantas malditas preguntas, por favor. Ven de una vez.
Como era de esperarse, él cortó la llamada. A regañadientes, agarré mi cartera que estaba sobre mi velador y salí de mi habitación. Me coloqué una chaqueta, mis viejas zapatillas y salí de allí dando un fuerte portazo con una mezcla de enfado y preocupación revolviéndome el estómago.
Después de haberle pagado al chofer, me bajé del taxi y me encaminé hasta la estación policial que estaba ubicada en toda una esquina en pleno centro de la ciudad. Empujé la puerta e ingresé, encontrándome de inmediato con un par de adolescentes sentados en unas incómodas sillas de plástico en la sala de espera siendo regañados por un oficial de policía.
Me acerqué al mostrador, encontrándome cara a cara con un oficial mucho más joven y por el nombre en la placa dorada que tenía en su camisa azul me di cuenta que fue el mismo oficial con el que hablé por teléfono.
—Buenas noches —lo saludé y él respondió el saludo—, busco a Min Yoongi.
Él asintió —¿Relación con el acusado?
—Somos... uh, novios.
Ante mi vacilación, él me observó detenidamente. Por supuesto, no me creyó o al menos desconfió de mi respuesta, sin embargo, lo dejó pasar.
—¿Nombre?
—Gu Aejung. —respondí. Observé sus movimientos. Él buscaba unos papeles en un gran estante detrás del mostrador— ¿Por qué razón ha sido arrestado?
—Alteración del orden público en estado de ebriedad.
Solté un suspiro cansado y me froté el rostro. Dios.
El oficial me tendió un documento que debía rellenar con mis datos, los datos de Yoongi y me preguntó si yo pagaría la fianza. Asentí. Tomé el lápiz que estaba sobre el mostrador y empecé a escribir, agregando mi firma al final de la hoja. Él también la firmó y estampo el timbre con la insignia de la policía justo en el centro.
—Son trescientos veinte mil wons.
Palidecí al escuchar la cantidad que debía pagar por liberar a Yoongi. Maldita sea, ¿qué diablos había hecho él?
Más enojada que antes porque esos eran mis ahorros para la universidad, pagué la fianza y esperé a que fueran a buscarlo. Un par de minutos después, otro oficial traía a Yoongi agarrado del brazo y venía diciéndole algo al rubio que yo no alcancé a escuchar pero que traía de muy mal humor al chico. Lo miré de arriba abajo, percatándome que tenía bastantes golpes en el rostro, la chaqueta un poco sucia y los nudillos con sangre seca. Él lucía horrible.
Apenas él se liberó del agarre, yo salí de ahí y lo esperé afuera a que recuperara todas sus pertenencias. El aire frío hizo que la mezcla de sentimientos en mi interior estallara, haciéndome sentir físicamente enferma. Empecé a caminar con los brazos cruzados sobre el pecho, buscando un taxi para volver a casa.
*
Yoongi ingresó al departamento y yo cerré la puerta tras mi espalda. Todo se sumió en un denso silencio que ninguno de los dos se había molestado en romper. Por lo menos hasta ahora. Lo seguí hasta la sala y encendí la luz, dándome cuenta que él se iba directo a su habitación.
—¿No piensas decir nada? ¿Ni siquiera un maldito "gracias"? —escupí.
Él se detuvo y ladeó la cabeza para mirarme de soslayo.
—Gracias.
Solté una risa carente de humor y lo seguí, por supuesto. No me iba a quedar callada.
—¿Podrías dejar de ser un maldito imbécil por una vez en tu vida?
Él encendió la luz de su habitación y se quitó la chaqueta y la camiseta, dejando su torso pálido al descubierto. En la espalda tenía golpes que mañana, lo más probable se transformarían en moratones.
—¿Qué diablos quieres que te diga? —preguntó con tono aburrido.
Apreté los puños del coraje.
—¿Que me expliques, por ejemplo, por qué te arrestaron?
—Ya lo sabes, Jun. No sigas jodiendo, por favor.
—Menudo pedazo de imbécil... —sacudí la cabeza, sin poder creer su actitud tan desinteresada—. No puedes decirme eso cuando acabo de gastar en ti todos mis malditos ahorros.
Apenas terminé de decir eso, sus ojos se clavaron en mí con tanta fuerza que a pesar de la distancia pude sentir su enfado pero, en realidad no me importaba. No pensaba quedarme callada.
—Dijiste que te esperara sólo para recibir a mitad de la noche una maldita llamada de la estación de policía para informarme que tenías tu maldito trasero metido allí. Tienes veintidós años y lo único que haces es meterte en problemas, ¿qué mierda tienes en la maldita cabeza?
Él no respondió. Se mantuvo observándome en silencio, acumulando sus palabras hasta que no pudiera más y terminara estallando en ira.
—Eres un egoísta de mierda que lo único que sabe hacer es meterse en problemas y que los demás limpien la mierda que dejaste.
Él rió con cinismo y se apuntó a sí mismo.
—¿Egoísta, yo? ¿Yo?
—¿Ves a alguien más aquí?
—No puedo creer lo que estás diciendo... —él tomó asiento de manera relajada y apoyó las manos en el colchón, observándome con burla y detenimiento—. ¿Estás escuchándote? ¿Estás diciéndome egoísta a mí? ¿A mí que siempre he estado salvando tu maldito trasero cada vez que te metías en problemas con tus malditos padres? ¿Eso ya se te olvidó? —para ese entonces, él había perdido cualquier ápice de calma y estaba alzando la voz con el rostro levemente enrojecido por el enfado— ¡Tú siempre has sido mi única prioridad!
Ésta vez fue mi oportunidad de reír con sarcasmo.
—¿Hablas en serio? —arqué las cejas en su dirección y él asintió— Entonces, si siempre he sido tu prioridad, ¿por qué diablos no me respondiste hoy en la tarde cuando te llamé por teléfono?
—¿Qué rayos? ¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones de por qué no te respondo el teléfono? No estaba con otra chica si eso es lo que te preocupa.
—Ay, por dios, no seas ridículo. ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco?
Él torció el gesto —De hecho, tengo seis.
—¡No me jodas, Yoongi! —reclamé, percatándome que él estaba tomando todo esto como un juego— Nunca te tomas una mierda en serio. ¿Sabes por qué te llamé? Te llamé porque vi una maldita fotografía mía en televisión con el número de teléfono de la casa de mis padres. ¿Te das cuenta de eso? Ellos están buscándome.
—¿Estás segura? —cuestionó con sorna— ¿Estás realmente segura que ellos están buscándote? ¿Por qué esperaron casi cinco meses para buscarte? No estamos tan lejos de Daegu, Jun. No seas ingenua.
—¿Estás diciéndome que pude haberme equivocado?
Él se encogió de hombros —No habría sido la primera vez.
Su tono de me importa una mierda lo que me estás diciendo hizo que la sangre hirviera a través de mi venas. Esa actitud de que nada más aparte de lo suyo importaba era muy egoísta aunque él dijera lo contrario. Batallé con el impulso de acercarme a él y estampar mi puño contra su rostro y me quedé ahí, apretando las manos con todas mis fuerzas.
—Debería haberte dejado en ese asqueroso calabozo y no haber gastado todo mis ahorros en un bueno para nada como tú.
Min Yoongi me observó de una manera que me causó un leve escalofrío. Avanzó a mí y cuando pasó por mi lado, golpeó mi cuerpo con tanta fuerza que yo me tambaleé hacia el lado, logrando verlo. Abrió uno de los cajones de su mueble y de él sacó un montón de billetes que posteriormente, lanzó contra mi pecho, el dinero flotó en el aire hasta que cayó sobre el suelo de su habitación.
—Ahí tienes tu mierda, ahora largo de aquí.
Tomé una larga y profunda respiración, mis ojos comenzaron a aguarse hasta el punto en que veía borroso al rubio. Me dolía el pecho aquella actitud, sin embargo, yo misma me recriminaba y me obligaba a no llorar porque ya conocía a Yoongi y sabía que él era humillante y malagradecido. Entonces, ¿por qué me sorprendía tanto?
—Vete a la mierda. —escupí, con los dientes apretados
—Que te jodan. —contraatacó.
Hice el intento de salir de su habitación pero de un empujón en el hombro él me lo impidió.
—-Recoge tu dinero. ¿No es que lo querías tanto? Ahí lo tienes.
No le dije nada.
Salí de ahí y recorrí los pocos metros que me separaban de mi habitación. Cerré la puerta con fuerza y apoyé mi espalda en la pared, dejando salir la respiración lentamente, sintiendo como el nudo en mi garganta iba haciéndose cada vez más grande a tal punto que me dificultó la respiración. Comencé a llorar. Y no lloraba por tristeza, lloraba por culpa de la impotencia, de la rabia contenida. Lloraba porque no importaba qué tipo de sacrificio hiciera para Yoongi, a él siempre le iba a terminar importando menos que sus propios problemas porque no era capaz de ver más allá de su maldita nariz.
Y lo peor de todo es que yo me daba cuenta de todo y seguía ahí. A su lado.
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