Diecinueve.
Los días pasaron y Jiyeong volvió a aparecer en la universidad el día jueves, luciendo un poco mejor. No habíamos visto mucho a Hoseok esos días y el comentario hecho por Jungkook tuvo más sentido para mí. Si no me lo hubiera dicho, quizás yo seguiría pensando que no se trataba de otra cosa más que de un chico preocupado por su novia, sin embargo, la situación me causaba un poco de ruido. No volvimos a tocar el tema otra vez y yo tampoco hice el intento de hablarlo con Jungkook porque no lo consideraba correcto. Simplemente... lo dejé pasar, poniendo un poco más de atención en los detalles que él había comentado.
No vimos mucho a Hoseok las primeras horas de clase puesto que al haber faltado casi toda la semana, él tenía muchos apuntes que conseguir, varios trabajos que entregar y uno que otro regaño por parte de su padre que escuchar. Nos encontramos todos en el comedor a la hora de almuerzo y aunque el silencio no era algo anormal en nuestra mesa, ese día se sintió un poco extraño. Jungkook y yo hablamos normal, Hoseok se unía de vez en cuando, pero la mayor parte del tiempo estaba pendiente de Jiyeong.
Me coloqué de pie de inmediato cuando terminé de comer, haciendo que la mirada de los cuatro chicos cayera sobre mí.
—¿Ya te vas? —me preguntó Jungkook.
Asentí en respuesta —Tengo que ir a la biblioteca a buscar unos libros.
—Oh, sí, ¿quieres que te acompañe?
—No te preocupes, sólo preocúpate de terminar tu almuerzo. ¿Nos vemos a la salida? —le pregunté puesto que no teníamos otra clase juntos hasta el próximo día.
Jay iba a decir algo, sin embargo, fue interrumpido por Hoseok.
—¿Puedes conseguir un libro para mí? —cuestionó, observándome desde su lugar— Tengo que entregar unos trabajos mañana y no quiero dejar a Jiyeong sola.
Le lancé una mirada a la chica, la cual me miró de vuelta y soltó una risita un poco avergonzada.
—Ay, Hobi, puedes ir a buscarlos tú. No me pasará nada si nos separamos por cinco minutos, ¿está bien? Además, Jun tiene que preocuparse de sus propios asuntos.
—Ah..., no me molesta en realidad —me encogí de hombros.
Miré en dirección a Jungkook encontrándome de inmediato con sus ojos puestos en mí. No había necesidad que dijéramos una sola palabra, ambos estábamos pensando exactamente lo mismo.
—Pero, yo no...
—No te preocupes, Hoseok —Seokjin, quien se había mantenido en silencio, habló por primera vez— Yo acompañaré a mi hermana a su salón.
—Sí, Hobi —Jiyeong le regaló una bonita sonrisa a su novio—, ve con Jun. Nos vemos a la salida, ¿sí?
Pude ver la indecisión reflejada en los ojos de Hoseok, sin embargo, terminó asintiendo. Colgué el bolso en mi hombro y tomé la bandeja que había estado ocupando. No esperé a Hoseok, pero podía sentirlo caminar a escasos metros. Lancé la basura a un contenedor y dejé la bandeja en su lugar respectivo.
Salimos del comedor y caminamos por los pasillos en completo silencio los primeros minutos. Cuando llegamos a la biblioteca y Hoseok abrió la puerta, cediéndome el paso me detuve frente a él. Se notaba cansado, tenía leves ojeras y sus ojos habían perdido levemente aquella chispa de vitalidad a la cual yo me había acostumbrado.
—¿Estás bien? —murmuré.
El castaño bajó la mirada y me regaló la primera sonrisa y por alguna razón, la sentía cálida y sincera.
—Sí, es sólo que no he descansado bien estos días... —confesó. Hobi afirmó su cabeza en la puerta y me observó, lanzando un suspiro que se perdió en el aire—. El profesor Jung me regañó por haber dejado que se me acumularan tantos trabajos y eso es lo que me tiene un poco estresado.
Mis labios se curvaron en una mueca —¿Es difícil ser hijo de El Verdugo Jung?
Hoseok apretó los labios, pero la risa brotó de su boca sintiéndose armoniosa y relajada. Por un breve instante pensé que me miraría extrañado o quizás un poco molesto por estar refiriéndome a su padre de esa manera, no obstante, su reacción fue todo lo contrario. Cuando sonreía y reía su rostro parecía volver a ser el mismo de siempre: brillante y lleno de vida.
—¿Quién te dijo que lo llamaban así?
—Adivina.
—Jungkook —murmuró, sacudiendo la cabeza—. Pero sí, es un poco duro. Él se empeña en demostrar que no hay diferencia entre los demás estudiantes y yo, pero a veces se le va de las manos.
—Pero él se ve muy agradable —comenté.
Ingresé a la biblioteca siendo seguida por Hoseok. El lugar estaba en silencio, así que, tuvimos que bajar el tono de nuestras voces hasta convertirlos en susurros. Había unos cuantos estudiantes en distintos puntos, pero no los suficiente para que el lugar se viera repleto. Dejamos nuestros bolsos sobre una de las mesas y nos dirigimos a las grandes estanterías a buscar los libros que necesitábamos.
—Papá es un hombre agradable —me confirmó, en susurros. Metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y por un momento me dio la impresión que él había lanzado al olvido el por qué estábamos en la biblioteca—. Es muy atento y cariñoso, responsable y trabajador.
—Es un buen hombre —concluí y él asintió—. A mí me parece muy amable y simpático, no entiendo por qué lo llaman así.
—Eso es porque le caes bien. —no sé qué expresión habrá reflejado mi rostro, pero fue lo suficientemente graciosa para hacerlo reír— Un día lo escuché hablando con el profesor Lee sobre tu ensayo del séptimo hombre y papá le dijo que tenías potencial, pero que era una lástima que te juntaras con Jungkook.
Una risotada escapó de mis labios que ahogué de inmediato con mis manos algo que él también copió porque la risa escandalosa quiso hacer ecos dentro de la silenciosa biblioteca.
Para dejar las payasadas de lado y que la risa cesara nos separamos para buscar nuestros propios libros y cuando volvimos a la mesa donde habíamos dejado nuestros bolsos, sin pensarlo mucho nos dejamos caer en los acolchados asientos. Todavía faltaban unos cuantos minutos para que las clases comenzaran así que no había nada de malo en relajarse un momento. Sobre todo, él.
Jung Hoseok se acomodó, afirmando el codo en la mesa para sostener el peso de su cabeza en la palma de mi mano.
—¿Qué hay de ti? —inquirió, observándome con atención— Jungkook me dijo que no vivías con tus padres, ¿es eso verdad?
—Jungkook es súper chismoso, ¿no?
Hobi rodó los ojos con simpatía —No tienes idea. Pero no te veas en la obligación de contestar si no quieres.
Asentí, afirmando mi mentón en la palma de mis manos.
—La relación con mis padres es un poco complicada. Demasiado, diría yo. No suelo hablar mucho de eso porque, ya sabes... —me encogí de hombros tratando de quitarle importancia y él asintió, comprensivo—, así que... me mudé y vivo con un amigo. En dos semanas cumplo seis meses viviendo aquí.
—El chico rubio que a veces te viene a buscar, ¿no?
—Sí, el chico que Jay y tú pensaban que era mi novio —indiqué y ante aquella mención su rostro completo tomó un color rojizo suave, demostrando lo avergonzado que se sentía—. Su nombre es Yoongi.
—Yoongi, claro. Yo pensé justamente eso, ¿sabes? Que ustedes eran amigos, Jungkook fue quien mencionó lo de novios. —se defendió, riendo— ¿Tienes hermanos?
Negué con la cabeza —Soy hija única, ¿qué hay de ti?
—Tengo una hermana mayor, pero ya no vive con nosotros.
—¿Te llevas bien con ella? —le pregunté, queriendo seguir hablando con él. Me gustaba mucho hablar con Hoseok porque, además de transmitir una calma inigualable, era una persona divertida e interesante.
—Sí, nuestra relación es bastante buena. Ahora.
Abrí la boca para preguntarle otra cosa, pero el estrepitoso sonido del timbre nos recordó que debíamos volver a la realidad. Un suspiro de agobio escapó de los labios de Hoseok haciendo que su cuerpo cayera rendido sobre la silla.
—¿Puedo ayudarte en algo?
Nos colocamos de pie y volvimos a tomar nuestras pertenencias, esta vez, llevando los libros los cuales pasamos a registrar con nuestros nombres y carreras correspondientes.
—No quiero molestar, Jun... —murmuró, cabizbajo.
Salimos de la biblioteca y me planté frente a él sin dejarlo avanzar.
—¿Cómo vas a pensar que estarás molestando? Tú me has ayudado en varios trabajos también por si no lo recuerdas. Por favor, déjame ayudarte.
La indecisión se reflejó en sus ojos, pero luego de unos segundos, asintió con una suave sonrisa curvando sus labios.
—Está bien, ¿te parece si venimos aquí mismo después de clases?
Asentí —Por supuesto.
—Bien, iré a buscarte al salón y venimos para acá, ¿bien? —volví a asentir— Genial, muchas gracias, Jun.
***
Nuestras clases terminaron cerca de las tres de la tarde y exactamente como dijo Hoseok, cuando salí del salón lo encontré esperándome. Mientras nos dirigíamos a la biblioteca, le envié un mensaje a Jungkook avisándole nuestros planes en caso de que quisiera unirse, pero él pasó totalmente, diciendo que tenía un par de cosas por hacer y que nos veríamos al día siguiente.
Ayudé a Hoseok a hacer resúmenes, destacar párrafos importantes de sus apuntes y a responder un par de cuestionarios que necesitaba completar para poder estudiar mientras él tecleaba incesantemente en su computadora, queriendo terminar un trabajo de Lingüística Aplicada que había dejado el profesor Jung. De igual manera, aproveché de avanzar en mis propios deberes, más sumergida en mis propios asuntos de lo que podía creer.
El tiempo pasó demasiado rápido y cuando nos dimos cuenta de ese pequeño detalle ya estaba completamente oscuro afuera. Ordenamos el desorden de libros que teníamos sobre la mesa y abandonamos la biblioteca, escuchando nada más que el silencio a nuestro alrededor.
—Este lugar luce más grande de lo que es cuando está vacío... —comenté, observando uno de los pasillos que se encontraba a oscuras.
—Sí, odio quedarme solo aquí hasta esta hora porque me da mucho miedo —reconoció. Mi risa causó ecos en el desolado corredor—. Oye, no te rías, ¿está bien? Papá me ha comentado que por las noches se escuchan cosas en los corredores.
La sonrisa burlona que había estado adornando mi rostro desapareció en un segundo, siendo reemplazada por una expresión temerosa. Cuando él se dio cuenta de ese pequeño detalle, soltó una carcajada que me hizo sonreír con nerviosismo.
—Solo estoy bromeando, Jun. Por supuesto que aquí no se escucha nada de eso.
—¿De verdad? —murmuré y él asintió. De pronto, una pequeña idea cruzó de mi cabeza y no tardé en seguirle la corriente— Entonces..., ¿qué es eso que hay ahí?
La manera en que el rostro de Hoseok palideció fue adorable. Hizo el intento de girarse para ver a qué me estaba refiriendo, pero yo posé mano sobre su brazo, negando despacio.
—Por favor, no te gires... —susurré y tragué saliva, tratando de disimular la risa que quería escapar de mi boca a como diera lugar—. Hay algo a-ahí.
Me di cuenta que los ojos de Hoseok se humedecieron, como si estuviera a punto de llorar, su pecho subía y bajaba con rapidez demostrando de esa manera el pánico que estaba sintiendo.
—¿Qué es? —su voz tembló.
—Creo que es... creo que es..., oh mierda, está acercándose Hobi... —lo miré, percatándome que no había otra cosa más que horror reflejado en sus ojos— ¡Cuidado, Hobi!
El aludido soltó un chillido que recorrió los pasillos hasta perderse a la distancia y se giró con rapidez, parándose frente a mí, ocupando su propio cuerpo como un escudo para protegerme de algo inexistente. Miraba hacia todos lados, tratando de buscar aquella cosa a la que me había referido sin tener éxito porque, claro, era una absoluta mentira.
—¡¿Dónde demonios está?! —me preguntó— ¿Qué era lo que viste? ¿Puedes verlo todavía?
Me fue imposible aguantar más la risa y terminé estallando en sonoras carcajadas que le indicaron de inmediato que todo se trataba de una mentira. Se giró lentamente para encararme, sus labios curvados en un puchero en forma de triángulo que lo hacían lucir más aniñado y tierno.
—¡Caíste! —me burlé, haciéndolo reír a él también— ¡Debiste haber visto tu cara, Hobi!
—Sí, muy graciosa, Jun. —se quejó y comenzó a caminar.
El pensamiento de que se hubiera enfadado hizo que la risa se detuviera. Avancé rápidamente hasta alcanzarlo.
—Lo siento mucho, no quería asustarte, Hobi —le dije, preocupada y él solo asintió—. ¿Estás enfadado?
Cuando llegamos a la puerta principal, él la empujó con ayuda de su cuerpo y se giró para observarme. Su rostro serio se iluminó al sonreír.
—Por supuesto que no, Jun. ¿Cómo podría enfadarme contigo?
Salimos a la intemperie, encontrándonos con un estacionamiento completamente vacío donde un solo coche estaba aparcado, esperando por su dueño.
—Déjame ir a dejarte a tu casa —me pidió y cuando estaba a punto de negarme, agregó: —Por favor.
Asentí. Estaba muy cansada como para esperar el autobús además de que el viaje de una hora haría que llegara aún más tarde a casa.
El chico desbloqueó el auto y abrió la puerta del copiloto, invitándome a subir. Cuando cerró la puerta, su aroma me envolvió por completo. El interior del coche estaba totalmente limpio y ordenado, casi como si estuviera nuevo.
Hobi dejó sus pertenencias en el asiento trasero y se subió, abrochándose el cinturón de seguridad y yo copie su acción, acomodando el bolso con los libros sobre mis muslos, sin querer dejarlos caer y provocar un desastre. Él encendió el motor y cuando la pantalla de su GPS encendió, le indiqué la dirección y cuando el mapa quedó visible ante nuestros ojos, sus cejas se alzaron en una expresión de asombro genuino.
—Vaya, vives bastante lejos... —susurró, mirándome—. Si las clases comienzan a las ocho, ¿a qué hora te levantas?
—A las cinco.
—Oh, por Dios —Hoseok exclamó, soltando una pequeña risa incrédula—, cuando dijiste que vivías lejos nunca me imaginé que era tan lejos.
Me encogí de hombros.
—Supongo que es uno de los tantos sacrificios que debo hacer para conseguir lo que quiero, ¿no?
—Exactamente.
El viaje que normalmente tardaba una hora, Hoseok lo recorrió en treinta minutos. Fue un viaje tranquilo, con una conversación amena donde me contó un poco más acerca de él.
Cuando estacionó el coche fuera del edificio donde vivía, solté un suspiro. Por muy tonto que sonara, una parte de mí no quería despedirse de él y bajarse del coche. Me sentía tan cómoda a su lado que volver a la normalidad no era una de mis prioridades en este preciso momento.
Hoseok apagó el motor y dejó que su cuerpo descansara sobre el asiento. Lo observé en silencio, viendo como sus ojos se cerraban y una pequeña sonrisa curvaba sus labios. En el momento en que ladeó la cabeza para mirarme, sentí como si mi corazón se hubiera estremecido. Una sensación burbujeante se extendió por mi cuerpo y se sentía extraño, ya que, no había sentido algo así anteriormente.
—Estar en calma y silencio es tan agradable... —murmuró, sus ojos temblaban en mi rostro—. Necesitaba esto, de verdad. Muchas gracias, Jun.
—Ah... ¿de nada? —respondí media dudosa, más nerviosa de lo que yo misma quería admitir— Pero, ¿a qué te refieres exactamente?
—A esto —señaló—. Apenas pude dormir los últimos días. Con todo lo que pasó Jiyeong, pensé que lo mejor era quedarme a dormir en su casa, para hacerle compañía, ya sabes. Pero ella apenas podía conciliar el sueño y pasábamos casi toda la noche despiertos. Me ayudaste mucho hoy, Jun. Me ayudaste a avanzar con mis deberes y a sentir un poco de calma. Muchas gracias.
Sonreí —No te preocupes, Hobi. Eres un increíble chico, ella tiene mucha suerte.
Me pareció verlo sonrojarse, pero no estaba del todo segura porque la luz en el interior del coche estaba apagada y los faroles en la calle no alumbraban demasiado.
Hoseok rompió el contacto visual y una suave exclamación de asombro brotó de sus labios.
—Vives en ese edificio, ¿verdad? —giró para mirarme y sin apartar la mirada de él, asentí— Parece que hay alguien esperándote en la escalera.
Miré en la dirección que él indicaba y a pesar de la oscuridad de la noche, reconocí de inmediato de quien se trataba.
Yoongi estaba sentado en uno de los escalones de la escalera de emergencia. Acercó una de sus manos a la boca y una pequeña luz roja se encendió cuando le dio una larga calada al cigarro antes de que su rostro se viera envuelto por una nube de humo que desapareció velozmente en el aire. A pesar de la distancia que nos separaba, yo lograba sentir su pesada mirada sobre nosotros. ¿Cuánto tiempo llevaba observándonos?
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