Cinco.
—¡¿Ya te levantaste, Yoongi?!
Asomé la cabeza por la puerta de la cocina con un pocillo de arroz blanco en la mano y me fijé en la hora en el viejo reloj de pared que colgaba en la sala. Se suponía que Yoongi se iba a levantar temprano hoy día para acompañarme a la universidad a inscribirme pero, seguía brillando por su ausencia.
Solté un suspiro de cansancio y dejé el pocillo sobre la isla antes de caminar con paso decidido hasta su habitación. Ingresé sin tocar siendo recibida por los leves sonidos de la respiración profunda de Yoongi que me indicaba que él seguía durmiendo plácidamente.
Me adentré en la habitación dando fuertes pasos y coloqué mi mano sobre el hombro de Yoongi para sacudirlo con insistencia hasta que él reaccionó a medias con un gruñido.
—¿Te vas a levantar?
Él giró en la cama con pesadez y abrió uno de sus ojos para mirarme antes de cubrir su rostro con el brazo dejando libre solo su nariz y su boca.
—¿Para qué? —preguntó en voz baja.
—Dijiste que me acompañarías a matricularme en la universidad, Yoongi. ¿Ya lo olvidaste?
—No... —respondió, un poco dudoso—. ¿Es hoy?
Solté una risa de indignación y me crucé de brazos. Me sentí como una madre regañando a su hijo, aquél caso perdido que no importaban las mil charlas que le dieras acerca de la responsabilidad, nunca entendía.
—¿Sabes qué? Olvídalo.
Caminé de vuelta a la puerta con la intención de abandonar la habitación pero Yoongi aferró la mano en mi camiseta y me obligó a retroceder los pasos que había dado. Si yo no hubiera alcanzado a sostener mi cuerpo con las manos en el colchón, habría caído de espalda contra él.
—¿Qué haces? ¡Suéltame! —exigí cuando su brazo se enredó en mi cintura. Pataleé en el aire cuando él arrastró mi cuerpo sobre el suyo y me tumbó a su lado en la cama— Mierda, Yoongi, qué pesado eres.
—Durmamos un poco más, ¿sí? —ronroneó y escondió el rostro en mi cuello— Ya mañana podremos ir, lo prometo.
—No, Yoongi, es hoy día.
—Bueno, pero vamos más tarde.
Solté un bufido y aparté su agarre en mi cintura con brusquedad. Me coloqué de pie con rapidez y desde las alturas lo miré, molesta.
—Mira, si no querías acompañarme, perfectamente podrías haberme dicho que no y yo lo habría entendido.
Él rió y levantó su cabeza de su escondite para observarme. Los ojos de Yoongi estaban levemente hinchados por el sueño y su cabello rubio despeinado.
—Sí sabes que te pones como una puta cabra cuando te digo que no, ¿verdad?
—Oh, vete a la mierda.
—Ya estoy en ella —se burló. Sus labios se curvaron en aquella sonrisa que a mí tanto me encantaba pero que en estos momentos quería borrar de un puñetazo—. Además, ni siquiera sé para qué te esfuerzas tanto. Te apuesto lo que quieras que no alcanzará a terminar el primer bimestre y vendrás a decirme "oh, Yoongi, estoy tan aburrida de la puta universidad. Esto no es para mí".
No sé qué me molestó más en ese momento. Si el hecho de que él creyera que yo era una completa estúpida buena para nada o que se estuviera burlando de mí en mi propia cara. Fuera lo que fuese, hizo que la sangre hirviera dentro de mis venas por la ira que me causó verlo sonreír con burla sin quitarme la mirada de encima.
—¿Por lo menos lo habré intentando, no? —escupí, el veneno goteaba en cada palabra— No me culpes por querer un futuro mejor y no dedicarme a robar para sobrevivir.
Las facciones en su rostro se endurecieron en cosa de segundos. Le sostuve la mirada un momento, esperando alguna reacción de su parte, algún comentario mal intencionado o un movimiento pero nada ocurrió. Él simplemente se quedó allí, observándome como si quisiera saltar sobre mí y arrancarme la cabeza con sus propios dientes.
Si tenía que ser honesta, aquella reacción distante, fría y pacífica que optaba Yoongi en algunas ocasiones cuando discutíamos era la que más me asustaba. Yo prefería que él explotara frente a mis ojos, lanzara palabrotas al aire y golpeara una que otra pared con los puños antes de que se quedara en silencio porque, realmente, no sabía qué esperar de él con exactitud. Era tan impredecible y tan impulsivo que llevado por el enojo era capaz de hacer cualquier cosa. Lo había visto. Yo había sido testigo de las reacciones explosivas que tenía con otras personas y lo último que quería era que eso sucediera conmigo.
Cuando estaba a punto de salir de su habitación, su voz me detuvo bajo el umbral.
—Espero que después no vengas llorando porque te diste cuenta que sólo ibas a perder el tiempo a esas putas clases, Aejung.
Le lancé una mirada envenenada desde el mismo lugar en que me encontraba antes de salir por completo con ganas de romper cualquier cosa que se encontrara en mi camino. Abrí la puerta de mi habitación, tomé el bolso que ya tenía listo con anterioridad, saqué un poco de dinero y agarré una chaqueta con el móvil antes de salir de ahí, encontrándome con Yoongi en el pasillo. Hizo el intento de hablar pero yo lo detuve alzando mi mano sin dejar de caminar.
—Ahórrate las frases de mierda, no te necesito.
Él me siguió, por supuesto.
—No puedo creer que estés haciendo todo este espectáculo sólo por un simple comentario, Jun.
—Es que no se trata sólo del comentario, Yoongi —refuté, colocándome los zapatos. Cuando acabé, le lancé una mirada—. Es tu actitud. Siempre estás con tu maldita negatividad tratando de arruinar todos mis planes.
—No es negatividad. —me contradijo— Es realismo.
—¿Realmente crees que soy una incompetente? —sentí como mi pecho se apretaba al no obtener más que silencio. Esa era respuesta suficiente para mí— Me ha quedado claro.
—Jun, espera.
—Nos vemos luego, Yoongi.
—¡Aejung!
Salí del apartamento cerrando la puerta con brusquedad y bajé las viejas escaleras de emergencia con rapidez. Al salir a la intemperie, tomé una larga bocanada de aire tratando así de deshacer el nudo que se había instalado en mi garganta, dificultándome la respiración. Cada vez que tocábamos alguno de estos temas en particular era imposible que no terminara en discusión. Muchas veces había pensado que Yoongi tenía el pensamiento egoísta de no verme surgir si de mi vida estábamos hablando pero yo misma deshacía ese pensamiento, preguntándome por qué creía eso si ambos éramos amigos. ¿Por qué él no podía apoyarme como yo lo he apoyado en todo? Claro, ya sabía que no todos nos daban lo mismo que ofrecíamos pero el apoyo como mejor amigo era lo mínimo que esperaba de él.
Me senté sobre el asiento frío de metal de la parada de autobús y sequé la primera lágrima que rodó por mi mejilla con brusquedad. No me iba a permitir llorar por los comentarios de un idiota como Yoongi. Existía la posibilidad de que él tuviera razón, sin embargo, no le iba a dar el gusto de escucharlo salir de mi boca.
Me coloqué de pie cuando el bus que se dirigía a Punghyang-dong se detuvo frente a mí. Saludé al conductor con una pequeña reverencia, pagué mi pasaje y caminé por el angosto pasillo del autobús hasta sentarme en uno de los últimos asientos, asegurándome de estar cómoda porque me esperaba casi una larga hora de viaje hasta la universidad. El autobús emprendió su marcha, deteniéndose en diferentes paradas a medida que avanzaba, las personas subían y bajaban, chicos concentrados en las conversaciones, enseñándoles a sus acompañantes algo muy gracioso que habían visto en las pantallas de sus teléfonos. Solté un bufido, pegando la mirada en la ventana, recordando cuando Yoongi y yo teníamos quince y dieciséis años, riéndonos por cosas estúpidas que hacíamos, metiéndonos en problemas. Siempre habíamos sido los dos, nos cubríamos las espaldas, defendiendo al otro como si la vida se nos fuera en ello. Él siempre lo había dado todo por mí y yo por él, sin embargo, a medida que el tiempo iba pasando, su actitud cambiaba. Se volvió más egoísta, más celoso, más controlador. Fingía alegrarse cuando yo conocía una persona nueva pero poco a poco me iba absorbiendo hasta aislarme a su lado. No siempre me daba cuenta de ello y cuando alguien me decía algo, yo defendía a Yoongi a ojos cerrados porque confiaba en él.
Y todavía lo hacía porque sabía que cualquier cosa que me sucediera podía contar con él pero, su actitud tendía a alejarme.
Cerré los ojos, tratando de ignorar el rugido de mi estómago. No había alcanzado a desayunar y ahora me arrepentía de no haber cogido por lo menos una fruta.
Mi teléfono vibró dentro del bolsillo de mi pantalón y yo lo saqué a ciegas. Rodé los ojos cuando me di cuenta que se trataba de un mensaje de Yoongi. Que le den, no tenía intenciones de leer sus malditas palabras.
Revisé mis contactos, deteniéndome unos segundos en el número de Namjoon. ¿Estaría despierto a esta hora?
Kim Namjoon era mi compañero de trabajo. No éramos muy cercanos pero sí teníamos largas charlas cuando había tiempos muertos en el bar. Era un chico bastante simpático y amable y él fue el encargado de instruirme los primeros días que estuve trabajando en el bar. No quería pasar el día sola, volver al departamento no estaba en mis planes, ¿podría enviarle un mensaje? Quería hacerlo pero, no quería que él se sintiera obligado a permanecer conmigo durante todo el día hasta que nos fuéramos a trabajar.
Bloqueé una vez más el teléfono y lo guardé en mi bolsillo antes de colocarme de pie y presionar el botón, las luces rojas encendiéndose. Le agradecí al chófer y me bajé de un salto justo frente a la Universidad Nacional de Educación.
A medida que me iba acercando, mi estómago se apretaba por culpa de los nervios. El edificio era más grande de lo que se apreciaba en las fotografías de Internet.
Me acerqué a la entrada y a través de las puertas de vidrio pude ver el hall central completamente vacío. Empujé la puerta e ingresé, cuando ésta volvió a su sitio sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Miré las paredes cubiertas por vitrinas de vidrio donde descansaban retratos de los que yo pensé eran grandes personas que habían estudiado allí.
Los sonidos que producían mis pasos resonaban en el lugar.
—Este lugar es increíble... —murmuré para mí misma, acercándome a uno de los salones que encontré en la primera planta. Cada pupitre estaba simétricamente ordenado al lado del otro y por un momento me imaginé sentaba allí, tomando apuntes con rapidez.
—Hola, ¿qué necesitas?
Me paralicé por un segundo al escuchar una voz femenina a mis espaldas. La interrupción de mis propios anhelos me estremeció y giré con cautela, encontrándome con una mujer de mediana estatura, vestida con un traje un tanto anticuado, mirándome con paciencia.
—Buenos días —hice una reverencia un tanto exagerada y le ofrecí una nerviosa sonrisa—, hace unos días llamé por teléfono para preguntar si podía matricularme.
Ella estrechó los ojos en mi dirección, recordando, quizás, el momento en que efectué la llamada.
—¿Gu Aejung? —asentí con efusividad, haciéndola sonreír— Pensé que no vendrías.
—Quise hacerlo antes pero tuve que enviar una solicitud a mi antigua escuela para que me enviaran mis documentos.
Ella hizo un gesto con la mano indicándome que comenzara a caminar y así lo hice, manteniendo la distancia.
—Ya veo. Por tu acento puedo deducir que no eres de aquí, de Gwangju.
—No. Soy de Daegu.
Ella asintió y seguimos caminando el corto trayecto en silencio. Pocos segundos después, ella abrió la puerta de una oficina y con su mano me invitó a pasar. Le agradecí con timidez y entré, sintiéndome nerviosa.
—Toma asiento, por favor.
Obedecí en silencio y la observé rodear su escritorio antes de tomar asiento frente a mí. Eché una rápida mirada al lugar pero aquél despacho carecía de personalidad. Las paredes estaban vacías y eran tan blancas que me causaba un pequeño malestar en la cabeza.
—¿Ya te has decidido qué carrera estudiarás?
Hice una pequeña mueca —La verdad, no. Esperaba que usted pudiera asesorarme un poco.
Ella rió.
—Por supuesto que sí. —tomó un tríptico que descansaba a un lado de su portátil y me lo tendió— Aquí encontrarás el listado de carreras que ofrece nuestra universidad. La malla curricular es muy completa.
Recibí el tríptico con ambas manos y comencé a leerlo. ¿Matemática? No, yo era pésima con los números. ¿Historia? Tantas fechas que memorizar me causaban dolor de cabeza. ¿Música? Ni siquiera pensarlo, tenía dos manos izquierdas. ¿Química? Muchos elementos químicos. ¿Inglés? Yo era pésima con los idiomas.
Bueno, no era tan mal estudiante pero sí me costaba un poco concentrarme. Mis antiguos profesores decían que sí yo me alejaba de Yoongi, podría lograr grandes cosas.
Al ver la indecisión reflejada en mi rostro, la mujer agregó:
—Nuestra facultad de Literatura es una de las mejores del país. Los docentes están capacitados para formar profesionales éticos en lo que es la enseñanza.
Leí la información correspondiente y asentí. Yo siempre había querido estudiar algo relacionado con la salud, sin embargo, mi puntaje no me lo permitía. Así que..., no me quedaban muchas opciones.
—Literatura entonces. —finalicé aquella pequeña indecisión dejando el tríptico sobre el escritorio.
La mujer comenzó a explicarme todo con respecto a la facultad de literatura, el amplio campo laboral que tendría y las buenas oportunidades. Me habló sobre las asignaturas correspondientes y nombró a uno que otro profesor mientras me enseñaba papeles, indicándome dónde firmar.
Una vez realizado el papeleo, ella me entregó una copia del horario de clases.
—Las clases comienzan el catorce de marzo. Una semana antes podrás postular a las becas que otorga la institución. —informó y yo asentí, guardando los documentos dentro de mi bolso— Si tienes problemas con la postulación, puedes acercarte y pedirle a uno de los maestros que te ayude.
Me coloqué de pie e hice una reverencia.
—Muchas gracias por todo.
Ella me ofreció una sonrisa y también se colocó de pie.
—Si tienes alguna duda, puedes llamarme.
—Se lo agradezco mucho.
Hice otra reverencia y salí de allí, sintiendo la efusividad recorrer mi cuerpo. Una vez que estuve fuera del establecimiento, solté un largo suspiro que ni cuenta me había dado estaba conteniendo y saqué el teléfono dispuesta a llamar a mi compañero de trabajo.
Él había sido muy amable conmigo todo el tiempo, era hora de retribuirle e invitarlo a desayunar, ¿no?
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