Catorce.
La primera semana de clases pasó rápido. Fue algo relajante y me sirvió para conocer las instalaciones y poder relacionarme un poco más con el pequeño grupo de chicos con los que hablé el primer día. Resultó ser que Jungkook no compartía solo Literatura I conmigo, sino que otras tres asignaturas más, así que, se autodesignó mi compañero de proyectos por todo el semestre. Por supuesto, yo no puse objeción alguna ya que él me caía bastante bien.
Había visto muy poco a Yoongi. A pesar de vivir en la misma casa, sólo lo veía en las mañanas porque cuando regresaba, muchas veces él ya no estaba. El primer fin de semana que me tocó trabajar me costó mucho seguirle el ritmo y tuve que pedirle disculpas a Namjoon más de una vez. Estaba tan cansada y tenía tanto sueño que apenas podía recordar los pedidos de algunos clientes. Por supuesto, Namjoon me dijo que no me preocupara porque él se encargaría y en nuestro receso a mitad de la noche, me aconsejó que lo mejor era dejar el trabajo si la situación se volvía más pesada y yo, en contra de mi voluntad, le di la razón. No quería dejar de trabajar porque eso significaba tener que pedirle dinero a Yoongi y no quería ser una carga para él.
Me froté el rostro y ahogué un bostezo bajo la palma de las manos, tratando de enfocar la vista en el libro que tenía sobre la mesa. Observé la hora en el teléfono y cuando vi que ya eran cerca de las dos de la madrugada, cerré el libro y me coloqué de pie, estirando mis músculos doloridos por haber estado en la misma posición durante tanto tiempo. Me habían dejado el primer ensayo y aunque estaba recién empezando ya quería lanzarlo a la mierda. Supongo que tendré que pedirle a Jungkook o a Hoseok que me ayuden a organizar toda la información que debo resumir en una sola hoja.
Guardé mis pertenencias dentro de mi bolso y fui al baño a cepillarme los dientes. Me quité la ropa y la reemplacé por la vieja camiseta que usaba para dormir antes de acostarme, dejando escapar de mi boca un suspiro, más feliz de lo que yo misma quería admitir de estar descansando al fin.
Luego de un rato, a lo lejos, escuché como la puerta de entrada era abierta y luego cerrada y unos segundos después, la luz de mi habitación fue encendida, haciéndome cerrar los ojos con fuerza. Yoongi había llegado a casa.
Escuché sus pasos acercarse y su peso hundiendo la orilla de mi cama antes de que sus dedos cepillaran mi cabello fuera de mi rostro.
—Estás aquí... —murmuró.
Abrí los ojos con lentitud, los primeros segundos veía borroso el rostro de Yoongi.
—Hola —lo saludé, tomando su mano entre la mía—, ¿dónde andabas?
—Dando una vuelta, pero ya estoy aquí.
Cuando mi vista se aclaró por completo, vi que su rostro estaba levemente ensombrecido por la gorra que traía puesta. Pude ver un pequeño corte en la esquina de su labio inferior la cual no dudé en rozar con mi dedo haciendo que él se tensara.
—¿Qué te pasó? —le pregunté apenas audible, pero no obtuve respuesta más que un beso en la palma de su parte. Con ayuda de mis manos impulsé mi cuerpo y me senté frente a él. Antes de que Yoongi pudiera colocarse de pie, mi mano viajó hasta la visera de su gorra y se la quité, dejando al descubierto su rostro magullado— Yoongi, ¿qué te pasó?
Esta vez, tomé su rostro con ambas manos. Tenía un corte en la mejilla izquierda que chorreaba un delgado hilo de sangre, el labio roto, la nariz raspada y se le notaba un golpe en el otro pómulo que estaba segura amanecería morado al otro día.
Me coloqué de pie y fui al baño a buscar el pequeño botiquín que manteníamos ahí. Al regresar vi que Yoongi se había quitado la chaqueta y que la camiseta que utilizaba tenía manchas de sangre también.
—No es mía —se apresuró en explicar. Se quitó la camiseta, dejando su torso expuesto que también estaba golpeado.
Me senté a su lado otra vez y me apresuré a empapar un poco de algodón con alcohol para comenzar a limpiar la herida de su mejilla primero, quitando toda la sangre que había manchado su blanquecina piel. En todo momento los ojos de Yoongi estuvieron sobre mí, observándome con una intensidad que me cohibía.
—¿Qué fue lo que pasó, Yoon? —le pregunté otra vez, aplicando un poco de crema cicatrizante sobre la pequeña cortada.
—Me caí.
Al oír su respuesta me detuve en seco, mis manos quedaron paralizadas cerca de su rostro, colocando las pequeñas banditas sobre la herida. Lentamente moví mis ojos hasta encontrarme con su mirada seria. Si fuera otra persona le habría creído porque no había ni un ápice de duda en su rostro, nada que te dijera que estaba mintiendo, no obstante, yo lo conocía y sabía que esa respuesta no se trataba más que una excusa para evadir lo que realmente sucedió.
Reanudando mi tarea, espeté: —¿En serio esperas que me crea eso?
Yoongi soltó una risa entre dientes. Llámenme loca, pero así todo golpeado y magullado lucía bastante atractivo. Él lo era. Me extrañaba el hecho de que nunca hubiera salido con alguien.
—Te estoy diciendo la verdad, Jun —aseguró. Tomé otro trozo de algodón y lo empapé con alcohol antes de presionarlo contra la comisura de su labio haciendo que el chico inspirara con fuerza entre dientes, su nariz arrugándose por el ardor—. Me subí a una motocicleta y no me afirmé bien. Le pasa a los mejores, ¿sabes?
—Sí, como digas. ¿Te duele? —le pregunté refiriéndome a su labio.
—No, pero arde mucho.
Me incliné para soplar un poco de aire en su herida y él, en un movimiento rápido, serpenteó su mano atrás de mi cabeza y me obligó a acercarme más para besarme en los labios. Apoyé mis manos en su pecho desnudo y lo empujé.
—¿Es que no te ardía? —pregunté con sorna.
El fantasma de una sonrisa quiso curvar sus labios.
—Si presionas el algodón con alcohol en la herida por supuesto que arde, pero si te beso no duele en absoluto. Es un milagro.
Intenté mantenerme seria por su mal chiste, no obstante, una risa terminó brotando de mis labios. Detrás de toda esa pared de soberbia y molesta toxicidad se escondía un buen chico. Estaba segura que Yoongi lo era, simplemente se empeñaba mucho en ocultarlo.
—Eres un imbécil. Si sigues jugando tendrás que limpiar las heridas tú mismo, ¿quedó claro?
El rubio asintió y se acomodó en la cama. Mis manos siguieron limpiando su rostro y supongo que para él terminó siendo relajante porque minutos después cerró los ojos, su respiración sintiéndose más profunda y tranquila. Apliqué un poco de crema sobre su nariz y limpié sus nudillos que estaban un poco raspados. Por supuesto, no me creía esa mentira de que se había caído andando en moto porque a) Yoongi siempre me escondía cosas, según él para no preocuparme y b) por muy estúpida que pareciese, él no tenía moto.
Al terminar, guardé todo dentro del botiquín y lo sucio lo tomé entre mis manos. Fui al baño y boté en el basurero los algodones manchados de sangre antes de lavarme las manos. Cuando regresé a mi habitación, encontré a Yoongi sentado en el mismo lugar, con la diferencia que ahora sus dos pies estaban apoyados sobre el suelo.
Me observó a la distancia y alzó la mano, ofreciéndomela.
—Ven aquí.
No dudé ni un segundo en acercarme. Él abrió sus piernas para que me ubicara entre ellas y cuando lo hice, sus brazos rodearon mi cintura, sus manos no se demoraron en perderse bajo la camiseta, acariciando mi espalda.
—Te he extrañado mucho... —confesó, mirándome a los ojos. Sus iris brillaban. Esbocé una sonrisa y peiné su cabello hacia atrás antes de posar mis manos sobre sus hombros y masajearlos—. ¿Cómo han ido las clases?
—Bien. Estoy un poco complicada porque tengo que hacer un ensayo de una página sobre un libro.
Él arrugó su nariz —Eso suena complicado.
—Lo es. Pero le pediré ayuda a uno de los chicos de segundo año. —le conté y automáticamente en mi cabeza apareció el rostro del hijo del profesor Jung.
—Mhm, no creo que sea necesario —ronroneó, besando mi pecho sobre la camiseta—, porque estoy seguro que lo harás bien.
Sus manos apretaron mi cintura y me empujaron más contra él. Me senté a horcajadas sobre el regazo de Yoongi y un suspiro de gusto escapó de mi boca al sentir sus labios sobre mi cuello, su respiración hacía que la piel se me erizara. Mi corazón comenzó a latir con rapidez y mi estómago se apretó, sabiendo perfectamente a lo que él quería llegar.
—Yoongi... —intenté llamarlo. Quería detenerlo antes de que aquella nube de lujuria y deseo me envolviera por completo—, Yoongi, detente, por favor...
—¿Por qué? —cuestionó el rubio, mordisqueando despacio mi cuello— Sólo déjate llevar...
—No puedo, Yoongi —le dije apenas. Sus labios se estrellaron sobre los míos, su lengua recorría mi cavidad bucal con lentitud, como si quisiera grabar en su memoria el sabor de nuestros besos.
—Sí, sí puedes... ¿sabes por qué lo sé? —sus dedos apretaron mis caderas y comenzó a ejercer presión en ellas en un movimiento lento, un calor recorrió todo mi cuerpo cuando el vaivén ejercido hizo que sintiera su erección contra mi intimidad que era cubierta solo por la braga— Porque tú me deseas igual como yo te deseo. ¿Estoy equivocado?
Tragué saliva con dificultad cuando sentí la boca seca. Quise mentirle, pero me era muy difícil no hablar con la verdad cuando él me miraba fijamente a los ojos. Aunque sonara extraño, sentía como si Yoongi pudiera leer mis pensamientos cada vez que me observaba de esa manera tan detenida e intensa.
—No, pero... —mi voz se quebró cuando él presionó mis caderas hacia abajo, haciendo que el cierre de su pantalón se enterrara contra mí con brusquedad— pero en un par de horas tengo... clases.
Yoongi tironeó la camiseta que cubría mi torso sin nada de delicadeza y soltó un jadeo cuando nuestros torsos se unieron, mis pechos se aplastaban contra su pecho desnudo.
—Será rápido, lo prometo —concluyó antes de estrellar sus labios contra los míos, haciéndome perder esa batalla a la cual no puse resistencia alguna.
*
—Mierda, mierda, mierda...
Aquellas bonitas palabras fueron lo primero que salieron disparadas de mi boca cuando desperté y me di cuenta que me había quedado dormida. Sin importarme si despertaba a Yoongi o no, me lancé fuera de la cama y comencé a correr por mi habitación, vistiéndome a la misma vez que intentaba buscar mis cuadernos, queriendo golpear mi cabeza contra la pared cuando recordé que todo lo había ordenado la noche anterior.
Corrí hasta el baño y quise llorar al ver mi rostro, las medias lunas negras se marcaban bajo mis ojos, haciéndome lucir como si no hubiera dormido durante una semana. Me lavé la cara y los dientes y cuando quise amarrarme el cabello en una coleta baja, vi la flamante marca que Yoongi había dejado en mi cuello. Cuando quise gritar de la frustración, tomé una larga respiración intentando tranquilizarme. ¿Qué sacaba con enfadarme ahora? Yo podía reclamar todo lo que quisiera y el maldito chupetón no se iría. Así que, armándome de paciencia y lanzando al olvido mi primera clase, decidí hacerle un favor al mundo y maquillarme un poco para que no tuvieran la mala suerte de encontrarse de frente con una horrible cara. Y de paso, esconder el morado en mi cuello o hacer todo lo posible para que desapareciera.
Mientras hacía tiempo para esperar la hora en que el otro autobús pasara (el cual pasaba cada una hora), fui a la cocina a prepararme el desayuno. Mientras el café se hacía, revisé mis cuadernos, cerciorándome que todo estuviera en orden y quitando el que no usaría porque perdí la primera clase.
Cuando la cafetera terminó su función, volví a la cocina y me serví un tazón lleno de aquella bebida humeante y amarga, esperando que la cafeína terminara de despertarme porque si no lo hacía no sabía qué iba a hacer. Me senté en uno de los taburetes y comencé a beber mi café mientras revisaba mi teléfono.
Una vez terminé, enjuagué el tazón que había utilizado y guardé el teléfono en el bolsillo de mi pantalón, lista para irme. En ese momento, Yoongi apareció en el pasillo vistiendo únicamente su bóxer oscuro, dejando a relucir su cuerpo completo. Los golpes en su pecho habían tomado un color morado que se veía mucho más intenso gracias al color de su piel. De igual manera, el moratón en su ojo relucía en un púrpura más intenso.
—Hola, pensé que ya te habías ido —comentó. Al pasar por mi lado, tomó mi rostro entre sus manos y besó mi frente en un beso apretado, pero fugaz.
—Me quedé dormida por tu culpa, idiota —reclamé, golpeándolo suavemente en el costado.
Escuché la risa casi malévola que brotó de sus labios. Fui hasta la sala para sacar mi chaqueta y colocármela, y cuando giré para tomar mi bolso, lo encontré apoyado en la puerta de la cocina con un tazón de café en la mano.
—¿A qué hora sales hoy? —preguntó y bebió un corto sorbo.
—Creo que a las tres y media, no estoy segura. ¿Por qué?
—Sólo preguntaba.
Me agaché para colocarme los zapatos y una vez lista, colgué el bolso atravesado en mi pecho.
—¿Estarás aquí cuando regrese?
—Sí, hoy no tengo nada que hacer, así que te espero aquí.
—Genial. Nos vemos en la tarde —le regalé una pequeña sonrisa y él alzó el tazón en señal de despedida—. Que tengas un buen día.
—Igual tú, Jun.
*
—No te vi en clases hoy.
Solté un resoplido a la par que tomaba una de las bandejas y me formaba en la larga fila en el casino. Jungkook estaba a mi lado, observándome con ojos curiosos, sus manos mantenían apoyada su propia bandeja contra el abdomen.
—Me quedé dormida —le conté y avancé un par de centímetros más—, ¿me perdí de algo importante?
Solté una risa cuando lo vi rodar los ojos.
—Lingüística General no es para nada importante, ¿qué quieres que te diga?
—¿Cómo que no lo es? —miré hacia atrás, encontrándome con el chico que había interrumpido nuestra conversación— Esa es la clase más importante, Jay.
—No le prestes atención —farfulló el aludido—, sólo lo dice porque su padre es quien imparte la clase.
Hoseok me observó con ojos brillantes y guiñó uno de ellos en mi dirección. Sonreí.
—Y tú eres el amigo del hijo de un profesor. —señaló Hoseok— ¿No has pensado que ser un poco más amable conmigo te ayudaría a subir tus calificaciones?
Jungkook miró a su amigo como si éste fuera el rey de los estúpidos. Intenté mantener la risa dentro de mi boca, pero fallé en el intento. Bastante entretenida por su amistosa discusión seguí avanzando en la fila.
—Hoseok, puedo preguntarle a cualquier chico de aquí si el profesor Jung tiene favoritismo contigo por ser su hijo y todos me darían la misma respuesta.
—¿Y cuál sería esa? —le pregunté, escuchando la risa de Hoseok.
—¡Que no! —Jungkook carcajeó— De hecho, el año pasado...
—Oh, por favor, no cuentes eso otra vez —Hoseok gimió, riendo—. Es tan vergonzoso recordar eso.
—Es para que ella se dé cuenta que realmente el señor Jung es profesional, ¿está bien?
—¡Pero se la cuentas a todos! —señaló Jung Hoseok— A cada persona nueva que conoces le dices exactamente lo mismo.
—Ay ya cállate —lo reprendió el contrario. Fue nuestro momento de elegir la comida, así que, mientras lo hacíamos, Jungkook empezó a contarme—. Como ya sabes, el año pasado yo empecé a tomar Lingüística General y en ese entonces, Hoseok era mi compañero. Nuestro primer día de clases, todos éramos nuevos, nadie se conocía en el salón... —se detuvo para reír—. Hoseok llegó tarde ese día y si hay una cosa que el profesor Jung odia es que lo interrumpan cuando está impartiendo su clase y nos lo hizo saber, tomando a su hijo como ejemplo. ¿Quieres saber lo que dijo?
Le lancé una mirada a Hoseok que estaba detrás de mí, sus mejillas sonrojadas demostraban la vergüenza que sentía en ese momento. Me serví un poco de comida en mi plato y saqué una manzana y una caja de jugo individual antes de seguir a Jungkook a la caja registradora.
—¿Qué fue lo que le dijo?
En un intento de hacer que su voz sonara un poco más grave, carraspeó y dijo:
—"Este chico que ustedes ven aquí, es mi hijo, Jung Hoseok. Y él cree, inocentemente, que podrá llegar tarde a mis clases sólo por el hecho de ser su padre, pero no se equivoquen. Aquí no soy su padre sino su profesor, por lo cual no le daré ningún trato especial y será un estudiante más, igual que todos ustedes. Así que, no estén pensando que por acercarse a él obtendrán algo extra de mi parte porque no será así." —Jungkook rio totalmente divertido al recordar aquella escena— Tendrías que haber visto su cara, se puso tan roja que parecía querer explotar.
Dejé la bandeja sobre una de las pocas mesas vacías que encontramos, tratando de esconder la risa dentro de mi boca. Hoseok se sentó frente a mí, su expresión se notaba avergonzada. Quise preguntarle si todo eso era verdad, sin embargo, preferí callar al darme cuenta que si lo hacía, eso sería darle más pie a Jungkook para que lo molestara.
Poco tiempo después llegó Seokjin a la mesa, quejándose de que su profesor de Bioquímica le había quitado veinte minutos de su hora de almuerzo. Minutos después, llegó Jiyeong y saludó a todos con una amable sonrisa antes de inclinarse y darle un cariñoso beso en los labios a su novio.
—Lamento la tardanza, Hobi. Ese examen me tomó más tiempo de lo que pensé. —ella se disculpó y tomó los palillos para comenzar a comer.
—No te preocupes, ¿pudiste completarlo todo?
Ella asintió y nos miró a todos antes de preguntar:
—¿En qué estaban?
—Yo le contaba a Aejung lo que hizo el profesor Jung el primer día de clases el año pasado.
Seokjin se atragantó levemente con el arroz y cubrió su boca con la mano antes de escupir todo.
—¿Otra vez con eso, Jungkook? —le preguntó después de tragar.
El aludido se encogió de hombros y sonrió mientras masticaba.
—Me gusta aprovechar cualquier oportunidad que tengo para avergonzar a Hoseok, no puedes culparme, tú eres igual.
Jung Hoseok rodó los ojos, divertido.
—Oh, y yo tuve que escuchar los lloriqueos de Jungkook porque Aejung no había llegado y tendría que soportar Lingüística General solo.
Observé al chico que estaba sentado a mi lado y él lo admitió sin problemas, reconociendo que sin mí a su lado la clase se le había hecho insufrible. Aquella simple confesión se sintió cálida y amena. Me gustaba pasar tiempo con ellos.
Eventualmente, nos dedicamos a comer nuestros almuerzos envueltos en una conversación agradable. El primero en irse fue Seokjin porque tenía un par de cosas que hacer antes de entrar a su siguiente clase. Luego le siguió su hermana quien se excusó con que quería pasar al baño antes de entrar a clases y finalmente fue Jungkook quien se fue, prometiendo buscarnos en el siguiente receso.
Me coloqué de pie y colgué el bolso en mi hombro antes de tomar mi bandeja vacía. Hoseok copió mi acción y caminamos juntos para poder botar la basura y dejar las bandejas vacías en su lugar.
—Entonces, Aejung...
—Sólo Jun, ¿está bien? —lo interrumpí antes de que siguiera hablando— Cada vez que me llamas por mi nombre siento que estoy en problemas.
Él rio y asintió —Está bien. Entonces, Jun, ¿cómo vas con tus primeras clases?
—Creo que van bien...
—No te noto muy segura —comentó como quien no quiere la cosa y abrió una de las puertas, cediéndome el paso primero—. ¿Hay algo que te esté costando?
—¿Además de tener que levantarme todos los días a la cinco de la mañana?
—Sí, además de eso —concordó, sonriendo.
—De hecho, sí. Tengo que leer El séptimo hombre y hacer un ensayo de una página y tengo problemas con eso y, bueno... quería preguntarte si tú...
—¿Si podía ayudarte? —completó por mí. Asentí en respuesta— Claro que sí, yo no tengo ningún problema. ¿Cuándo tienes que entregarlo?
—El viernes.
—Perfecto, todavía faltan dos días. ¿Te parece si nos vemos hoy después de clase? Podemos ir a tomar un café o algo así mientras hablamos de eso.
—¿En serio? —mi voz sonó esperanzadora y no sé qué expresión se plasmó en mi rostro, pero él se rio— De verdad te lo agradecería mucho, Hoseok.
—No te preocupes. Entonces nos vemos a la salida —el chico se detuvo en la esquina de uno de los pasillos—. El que llega primero espera al otro, ¿bien?
—Sí, por supuesto.
Hoseok asintió y comenzó a alejarse. Le agradecí en voz alta, y lo último que vi de él fue su rostro sonriendo y su mano siendo sacudida en el aire en forma de despedida.
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