ii.
DENTRO DEL TREN podía oírse los murmullos sobre la reciente huida del asesino Sirius Black de Azkaban. La mayor parte del viaje para los gemelos Yaxley fue silencioso sin hacer caso de las conversaciones altas que se oían a través de la puerta.
Ulises se levanta y deja en su asiento el libro que estaba leyendo. Su hermana levanta las cejas de manera interrogante a lo que él responde levemente mientras saca de su bolsillo unas monedas contándolas.
—Voy a comprar unos dulces, ¿quieres algo?
—Sí, unas varitas de chocolate y si puedes alguna pluma de azúcar.
El muchacho asintió con la cabeza y desapareció de su campo de vista. Así pasaron varios minutos y la joven de pelo blanco cerró el libro para después frotar sus manos entre sí para darse calor.
La temperatura había comenzado a bajar de una manera casi surrealista y dentro de ella lo único que sentía era un vacío oscuro y triste. Todo estaba en silencio, no se escuchaba nada, únicamente su respiración en el vagón. La joven Yaxley salió del compartimento en busca de su hermano, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Algo no iba bien e iba a descubrirlo, al igual que se aseguraría de que Ulises estuviera bien.
En el pasillo hacía aún más frío y el agarre de su varita se volvía más fuerte a cada paso que daba. Algo se movía al final del pasillo, era como un espectro, parecido a un espíritu o fantasma. Un leve ruido se oyó a su costado pero el pánico le hizo olvidarlo el momento en el que se dio cuenta qué era lo que se situaba a unos veinte pasos de ella.
Una mano le agarró el brazo derecho y tiró de ella para después cerrar con cuidado la puerta mientras Idylla reprimió las ganas de gritar por el susto. Los dedos del extraño resultaban muy cálidos, casi abrasadores contra el gélido brazo de ella. Cuando finalmente alzó la mirada, se encontró con unos ojos marrón oscuro que irradiaban una sensación placentera, como la de llegar a tu hogar después de una larga travesía.
—¿Estás bien? Menos mal que te he visto a tiempo.
Su preocupación parecía como la de un Hufflepuff estereotipado, pero su jersey a rayas rojas y amarillas con un par de escobas cruzadas mostraba la verdad. Era de Gryffindor, y no solo cualquier Gryffindor, era Oliver Wood. Siempre que le veía hablaba de Quidditch o algo relacionado con ello. Parecía obsesionado.
—Me las estaba apañando perfectamente yo sola, no soy tan tonta como para ir hacia un dementor. Pero gracias por tu preocupación.
Su respuesta había sido más borde y seca de lo que pensaba, pero no pareció importarle mucho al muchacho frente a ella, casi parecía divertirse. En ese vagón se encontraban otros alumnos de Gryffindor, alumnos que sabrían quién era seguramente por las caras que pusieron al verla.
—¿Qué hacías vagando por el pasillo con esas cosas sueltas?
El muchacho se sentó e indicó con la mano que podía sentarse ella también si quería, pero la joven se mantuvo quieta en su sitio, sin ninguna intención de tomar la invitación y sentarse a su lado.
—Primero, no sabía que había dementores sueltos por el tren. — otra vez ese tono, intentó por lo menos sonar menos fría — Y segundo, buscaba a mi hermano. Tengo que encontrar a Ulises.
Se volvió a oír el típico ruido de las personas caminando y charlando por el pasillo así que la joven Yaxley lo tomó como su salvoconducto para huir de la incómoda situación.
—Parece que el pasillo está despejado de criaturas chupa almas —intentó bromear fallidamente viendo cómo solo soltaba una pequeña carcajada Oliver junto a una sonrisa.—Seguiré en busca de mi hermano, gracias por todo Oliver.
—¡Ya nos veremos por Hogwarts, Idylla!
Lo que tú digas Wood, pensó Idylla.
Y ambos acabaron en los lados opuestos del tren pensando sobre lo mismo pero de distinta manera.
Sabe cómo me llamo, será por mis dotes y talento natural en el Quidditch.
Seguramente sabrá no solo mi nombre sino también que soy hija de un mortífago y pertenezco a Slytherin.
Sumará dos más dos y como el resto pensará que soy una cruel Slytherin, pero no es así.
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