▲ 182 ▼


Sábado 8 de Octubre

Theo

Cuando abro los ojos, miro el reloj y caigo en la cuenta de que son más de las cinco de la tarde. ¿Cómo demonios he dormido tanto?

Aún así la cabeza se me parte en mil pedazos y decido volver a cerrar los ojos, guardando la lúgubre imagen de mi asquerosa habitación en la Bad House.

Necesito un trago.

Necesito que se me pase.

Tengo el cuerpo demasiado pesado, incluso los párpados que no siento en qué momento se impregna mi mundo de negro y caigo dormido otra vez.



Me está acariciando el rostro y se percibe fantástica.

Casi puedo ver su rostro iluminado por un rayo de sol que se filtra por la ventana de mi cuarto en la IVU.

Tracy es preciosa. Sus ojos son dos maravillosas gemas verdes que resplandecen al igual que sus dientes perfectos, blancos, en esa sonrisa demasiado angelical. Además ese pelo negro cual deja pequeña a cualquier rubia con la cual haya podido acostarme antes.

Qué mierda, Tracy está más buena que cualquier puta con la cual haya compartido la cama o algo que se le parezca. Ella se juzga a sí misma como alguien rellenita, demasiado baja, hecho que me hace pensar en las primeras ocasiones que compartimos algo. Cuando empezamos a conocernos: se sentía tan insegura de sí misma que le costaba creer que yo fuere a fijarme en ella.

Pero qué demonios, es preciosa. ¿Acaso el imbécil de Neo la llamaba «gordita»? Pues, sus tetas son aún más grandes y eso me fascina, también son más deliciosas cuando se las quiero morder y yaaaa, tampoco es que me haya enamorado de su busto prominente ni de su trasero exquisito sino de ese ser dentro suyo que la hace ser tan... tan...

Tan Ella.

Tan Tracy.

Ese toque de sensualidad e ingenuidad que me vuelve loco.

Que en realidad pone caliente a cualquiera que sea capaz de asumir que ella es realmente una persona increíble tanto por dentro como por fuera.

-Eres... Eres...-murmuro.

Y soy capaz de escuchar mi propia voz.

Tanto que hasta me arranca en parte de mis sueños cuando escucho que me contesta:

-¿Soy...? Oh, Theo.

Mi corazón se desacelera al escucharle hablar.

Ahora soy consciente de que estoy soñando ya que vuelve a separar los labios y corroboro que no es ella quien habla:

-Theo, dime. ¿Cómo soy?

-Qué mierda-me quejo y cierro los ojos con fuerza.



Al abrirlos, me encuentro con la cara de Pelos Verdes frente a mí y me agito hacia un costado hasta caerme de la cama.

-¡Theo, cuidado!

Audrey se incorpora a mi lado e intenta darme su ayuda para que me reincorpore en la cama.

-Yo puedo-le digo evitando su tacto.

Quiero volver a mi sueño, maldita sea, quiero que me devuelvan mi jodido sueño. Quiero volver a estar con ella, quiero que ninguna de las mierdas que nos han distanciado últimamente se interponga entre nosotros.

¡La necesito, demonios!

-¿Te golpeaste?-me pregunta.

Me siento en la cama y sujeto mi cabeza con ambas manos. Entonces descubro que tengo puesto mis pantalones de pijama, voy sin camiseta y no es necesario saber quién me ha "arropado" como si fuere un maldito niño.

-Noooo-me quejo.

Demonios, mi cabeza.

Ahora duele menos que la vez anterior que desperté, sin embargo sigue siendo insoportable la realidad que me rodea cual estoy seguro, es la maldita causante de mis jaquecas.

-Me estabas hablando en sueños-dice Audrey.

Y emito una carcajada corta.

¿A ti? Nadie te estaba hablando a ti.

-No tengo idea-miento-. No sé qué estupidez es la que estaba soñando.

-Oh, por favor. Dime lo que sea que recuerdes-me suplica.

Y por supuesto que lo recuerdo. Aún tengo la imagen visual de Tracy acostada a mi lado y no esta...esta... ah, rayos, no puedo, no debería tratarle mal.

-Quiero estar solo-me quejo.

-No te ves bien, Theo. Déjame ayudarte-sigue en su rol de víctima tal cual lo abordamos la última vez que nos acostamos.

Y terminó culpándome de que Tracy me volvía una persona incoherente o algo así y que se iba a vengar y no sé qué otra mierda. Verle la cara de desesperación a Audrey por un poco de cariño de mi padre la hace más detestable que nunca.

-Tú aro-murmuro y señalo el labio.

No me había dado cuenta antes de que se lo quitó. Ahora lo vuelve a llevar y brilla cuando la luz de la habitación se refleja en el metal.

Ella sonríe.

-Me lo volví a poner-explica-. Pensé que te gustaría.

-Yo...-Trátala bien, idiota. No merece que le sigas haciendo daño.

Intento callar la maldita voz de mi conciencia aunque ella vuelve a hablar y hace lo que yo no logro.

-¿Te gusta?

-Está... normal-murmuro.

Demonios.

Suelta un poco de aire que parecía contener y caigo en la cuenta de que la he vuelto a cagar.

Bien hecho, Shakespeare.

Yaaaaaaaaaa, no quería ofender. Que le diga eso es demasiado viniendo de mí, ¿no?

-¿Hay whisky?-pregunto y hago ademán de levantarme de la cama, sin embargo ella me detiene cerrando su mano en mi codo.

-Por favor, Theo-retorna su tono de cachorro herido-. Déjame que te ayude. Si quieres... si quieres no me digas qué te sucede, no me digas qué te tiene así. No es necesario que lo hablemos, ¿sabes? Sólo deja que...-su otra mano baja hasta mi muslo y no avanza al notar que le arrojo una mirada asesina-, sólo permite que te haga sentir mejor.

-¿Cómo crees que podrías colaborar?

-No lo sé, quizá si me das una pista-ronronea.

-¿Tienes vino?

-¿Ah?

-¿Whisky? ¿Vodka? ¿Un trago? ¿Alcohol etílico? Lo que sea, demonios. Pero dame algo que me calme. Tengo la garganta seca.

-No deberías seguir bebiendo.

Me aparto.

-Entonces no me estás ayudando-me levanto de golpe soltándome de sus garras de bruja malvada que intentan apresarme.

-Está bien-accede-. Esta noche he organizado una fiesta para darte la bienvenida y tenía pensado que no sigas bebiendo. Podría hacerte mal. Pero si dices que te hará sentir mejor, me basta.

«Oh, gracias, eres la mejor del mundo. Si entregasen un premio a la Víctima del Puto Año, serías la primera en ganarlo.»

Que la trates bien.

Yaaaaa, rayos, ¡quiero pensar tranquilo!

Entonces compórtate como se debe.

Me caes mejor cuando tengo unas copas encima y te callas de una vez.

-Biennnn-refunfuño entre dientes.

-¿Cómo dices?-pregunta con un ligero tono esperanzado.

-Que sí, demon... Sí.

-¿Estarás en la fiesta? ¿No te irás a la primera que encuentres la oportunidad y me dejarás que te haga sentir mejor?

-Sólo tienes que darme un poco de alcohol.

-Agua y café. Eso te pondrá mejor-responde y se pone de pie para quedar a mi altura.

Estoy a punto de mandarla al diablo cuando la vocecita socarrona de mi conciencia me recuerda que está intentando cuidarme.

Y no quiero que sea ella quien me cuide.

No ella...

-Café-le digo entre dientes y Audrey da un saltito, esperanzada.

-Por supuesto-sonríe con una voz más chillona a lo normal-. Te prepararé un café muy muy rico-. Sale como una niña de cinco años que accede al árbol de navidad luego de haber recibido una visita de su fortuito Santa Claus.

-Demonios...-suspiro y me dejo caer de espaldas en la cama con ambas manos cubriéndome los ojos-. Tracy...

Debo arrancarme ese nombre de la boca.

De la cabeza.

De mi existencia misma.

Yo la cuidé, demonios, yo la cuidé. Maté a su jodido padre para cuidar de ella y me lo paga echándome de su vida como si fuere lo peor que le ocurrió alguna vez. No quiere verme. No quiere saber de mí. ¿Vale la pena seguir perdiendo el tiempo en una relación que ya no tiene sentido? ¿Vale la pena seguir siendo el mismo masoquista perverso que la persigue sin más hasta lograr un poco de placer sexual que nos calme a ambos?

No, diablos. ¡No! ¡No! ¡No!

De pronto la puerta se abre lentamente y entra Audrey con una bandeja cual lleva un desayuno mucho más suculento que un simple café.

-¿Dónde quieres que te lo deje?-me pregunta.

Y no digo nada.

Sólo la observo.

Y la observo.

Tratando de encontrar en ella algo que me guste.

Sin embargo no tiene esos ojos verdes, la piel pálida y el pelo negro que realmente deseo.

No tiene esa voz dulce que amo ni el jodido tatuaje del triángulo recto en el brazo sino uno invertido que me decepciona porque no es lo que aguardo a ver.

-Bueno-se acerca por fin y lo incorpora a un costado de la cama-, aquí tienes. La verdad es que un desayuno a las seis de la tarde no le viene mal a nadie, ¿verdad?

Sonríe.

Intenta hacerme reír a mí.

Pero no lo hago.

No me inmuto ni emito ninguna palabra.

«No está aquí.»

«Ella no está aquí» asimilo por fin.

O intento asimilar, mejor dicho.

Es un maldito primer paso para poder sacarla de mi vida para siempre.



________________

#BADBITCH #MARATON #DÍA3

________________

https://youtu.be/j1KAVSh6iUg











Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top