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Mi instinto de supervivencia sugiere que me aleje.
Retrocedo algunos pasos, dedicándole mi sonrisa más incómoda a la extraña chica que tengo en frente, algo poco útil teniendo en cuenta que avanza mientras intento excusarme:
-En verdad, lo siento muchísimo, no quería ofenderte. Lo siento, lo siento.
Su gesto permanece inmutable durante largo rato.
Incluso esos ojos café se me quedan mirando con toda su amargura hasta que en una milésima de segundo se suaviza y extiende su mano.
-Soy Phoebe.
Me llama un poco la atención pero correspondo a su gesto para estrecharle la mano. Estoy algo sorprendida porque una persona con un aspecto tan rudo lleve un nombre así, que suugiere a dulzura, ternura.
Solamente no la cagues. ¿Estamos?
Mientras me estrecha la mano, su fuerza se incrementa y me deja en claro ciertos puntos:
-Escúchame una cosa, compañera Tracy. En el mundo sólo hay dos clases de personas: las que están para ti cuando las necesitas y las que no lo están. Y, te sugiero, me tengas entre las primeras para que llevemos una convivencia en paz. ¿Entendido?
-S...sí-aseguro sacudiendo la cabeza con mucha obediencia y rogando que me suelte.
-Perfecto-acota y libera mi mano por fin. ¿Qué clase de chica saluda de ese modo y con una fuerza tan...brutal?
Vuelvo hasta mi cama en busca de la maleta. Phoebe se hace a un lado y me enseña el armario:
-No te daré una vuelta en el campus porque no soy de las personas que le dicen a otras lo que deben descubrir y lo que no.
-¿No?
-Quizás. Sólo ten en cuenta que el setenta por ciento del armario es para mí, el veinte por ciento es para ti y el diez por ciento es para Cochinillo.
-¿Cochinillo?
-Mi hámster. -Me acerco y distingo una jaula con una pequeña criaturita mordisqueando un trozo de vegetal delante de su rueda-. Nadie puede saber que está con nosotras, ¿okay?
-O...okay.
-Perfecto. ¿Tienes fuego?
-No fumo, disculpa.
-Excelente porque en esta habitación nadie fuma. Detesto el humo del tabaco.
-¿Verdad?
-No. Pero a Cochinillo le hace mal.
-Oh.
-Dejé de fumar por él-me cuenta mientras abro mi maleta y el interior sobresale desde los bordes. Voy quitando mis cosas y doblándolas lo más pequeño que puedo proyectando el diminuto espacio que hay para mí, al tiempo que mi compañera de cuarto sigue explicándome las reglas del juego-: Antes no había hierba que no me hubiese fumado hasta que este hámster llegó a mi vida. Descubrí que le hacía mal el humo ya que un día casi muere asfixiado en la habitación de mi antigua casa.
-Pobre bicho...
-¿«Bicho»? Cuidado, eh. No te dirijas a él de ese modo. Aprende a medir tus palabras-advierte con un dedo en alto.
-Eh... Está bien. Disculpa.
-Llevas disculpándote unas cien veces en cinco minutos que hace que te conozco. ¿Tienes problemas?
-¿Qué clase de problemas?
-Olvídalo. Deberías dejar de comportarte como cachorro herido si quieres sobrevivir a la universidad. Esto es una carrera de hienas, el que se queda en el camino es porque no supo atacar mejor: ya sea a tus asignaturas o a la cantidad de imbéciles que buscarán entorpecerte la vida.
-Vaya-me quedo algo atónita con un suéter de ositos de goma que me traje para llevar como pijama. Entonces la lamparita en mi cabeza se enciende y miro a Phoebe quien ahora ojea unos cuadernos-: Pero no conozco cómo ser de otro modo. La gente suele traicionarme.
-¿Te traicionan o te haces traicionar?
Wow, buen punto.
-Nu...nunca lo había pensado así-asimilo.
-Deberías.
Se hace el silencio durante unos segundos.
Phoebe termina con sus deberes aparentemente académicos y saca un pequeño maletín desde debajo de su cama. Parece extraer una zanahoria de éste y le deja en el platito de comida a Cochinillo.
-¿Cómo le haces?-pregunto.
-¿El qué?
-No lo sé... Tú... manera de imponerte, de ejercer respeto en alguien.
-Deberías aprender a ser una perra mala.
-¡Eso! ¡Exactamente eso es lo que vengo intentando desde hace un tiempo! Algunas cosas me resultaron-pienso en mi distanciamiento de Lottie y el hecho de que ya no me use a pesar de haberla perdido en cuanto mejor amiga. De pronto aparece en mi mente la imagen de Theo y me veo en la obligación de añadir-: Otras no...
-¿Quieres que te dé algo así como "Lecciones para ser una perra"?
-Si le quieres llamar así...
Phoebe se cruza de brazos y se me queda mirando. Quién sabe la idea macabra que se le esté cruzando en este momento.
Me pongo los auriculares.
Le doy Reproducir a mi playlist y guardo el móvil en mi chaqueta. Apenas salgo a la parte trasera del campus, me dirijo hasta los edificios de las facultades en busca de Letras.
Atravieso algunos sectores cuales rezan la inscripción de «Administración» «Comisiones estudiantiles» «Residencia 7-B» y las facultades. En cuanto llego a la de Ciencias de la Salud, me quedo de pie en la puerta, recordando con el corazón en un puño el día en que Theo me explicó su decisión de estudiar en la Escuela de Medicina de la IVU y el deprimente mundo que se alzó a mi alrededor en ese instante.
Asevera que compartiremos algunas clases lo cual no lo encuentro suficiente. Sobre todo, porque no me imaginé nunca que las cosas tomarían dicha dirección: tiene todas las aptitudes para estudiar Letras... Es su vocación al igual que la mía, ¿por qué debe enfrascarse en hacer todo más difícil de lo que ya es?
Tomo mi móvil y reviso el chat en busca de algún mensaje suyo que no hubiese avisado al llegar, no obstante las cosas no son así. Ha leído mi último pedido de auxilio y no respondió. Su última conexión es de hace quince minutos y no hay nada.
Guardo el aparato mientras escucho una triste canción de rock que inunda todo mi mundo.
Al tiempo que las palabras de Phoebe resuenan en mis oídos:
«Para ser una perra debes tener en cuenta la Regla Número 1: Si te enamoras, que no se note.»
Y enviarle otro mensaje a Theo sería precisamente ir en la dirección contraria. ¿Tan difícil es ajustarme a las normas y no volver a deshacerme como gelatina en el fuego? Si esta vez quiero recomponerme, debería olvidarme de él de una vez por todas o seguir con una estúpida amistad cuyo único objetivo es ponerme aún más pendiente de lo que él hace o deja de hacer.
Me muerdo el labio inferior y sigo mi camino...
...hasta que llego a un edificio que tiene un enorme cartel colgado desde las ventanas.
«Regla número 2» me advirtió Phoebe. «Mantente alejada de idiotas».
«¿Quiénes son los idiotas?» fue mi ingenua pregunta. La respuesta podría haber sido tan amplia, sin embargo, ella la hizo muy sencilla:
«Dentro de la IVU, idiota es todo aquel que se acerque a los Delta.»
La alarmas de mi cabeza y mi pecho empiezan a sonar, a sacudirse, a hacerme hiperventilar en cuanto veo el enorme cartel que tengo delante:
▼ NO TE METAS CON GO DELTA! ▼
Los triángulos invertidos me dejan en claro que no cabe duda con qué me estoy enfrentando: el infierno de mi pasado se perfila hacia un futuro muy prometedor.
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https://youtu.be/j1KAVSh6iUg
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