Capítulo 9.

Otra semana más que se iba tan rápido como había llegado. Jungkook no se encontró en los pasillos de la empresa a Yugyeom, cosa que le alivió bastante.

Y había aceptado más trabajo del que podía realizar, obligándose a esforzarse para acabarlo a tiempo. Jackson, nuevamente, se había ofrecido en más de una ocasión para ayudarle.

—Hombre, tienes muchas ediciones para entregar y el tiempo se te está acabando —Jackson intentó hacerlo entrar en razón— ¿Oye, me estás escuchando? —gruñó, al ver como era descaradamente ignorado.

—¡Maldición, está bien! —exclamó levemente cabreado— Acepto tu ayuda, pero deja de desconcentrarme. Simplemente elige algo y ve a tu oficina.

Jackson resopló al escuchar el tono de voz con el que le estaba hablando.

Mocoso.

—¿Dónde quedó el Hyung, ayúdame por favor? —intentó imitar la voz de Jungkook, pero en un tono más chillón— Me gusta cuando me lo pides así, sabes.

—Hyung, por favor ayúdame o moriré de tanto trabajo... —abultó su labio inferior al terminar de hablar, formando un encantador puchero.

El corazón de Jackson se derritió ante tanta ternura.

—¡Joder, eres bastante bueno en esto o yo soy demasiado fácil! —terminó por decir, sin poder ocultar cuánto le gustaba que Jungkook actuara de esa forma— Te ayudaré con la mitad del trabajo, y espero no ya vuelvas a aceptar más de lo que realmente puedes realizar.

—Nunca más —murmuró, intentando volver a concentrarse.

—Uhm... ¿Sabes qué?—sacó su teléfono y empezó a teclear en silencio. Jungkook le miró con su ceño fruncido, sin entender nada— Bien, ya quedó.

—¿Ya quedó qué cosa?

Jackson tomó lo que necesitaba y revolvió suavemente el cabello castaño de Jungkook.

—Vas a tener que invitarme a beber uno de estos días, ¿vale? Y por cierto, toma un maldito descanso.

Jungkook bufó, viendo como Jackson finalmente abandonaba su oficina. Él estaba bien, no necesitaba un descanso.

Cuando finalmente se había vuelto a centrar en su trabajos la puerta de su oficina se abrió en su totalidad, haciéndolo brincar por el susto. Quiso gruñir por una nueva interrupción, pero cuando Namjoon cruzó el umbral de la puerta, inmediatamente enmudeció.

El rostro serio de Namjoon, solo revelaba una gran molestia. Estaba jodidamente enojado y al parecer, era con él. Jungkook se encogió en su propio asiento, relajándose levemente al ver que Seokjin también estaba ahí.

—¿Qué crees que estás haciendo? —su voz grave sonó más severa que de costumbre.

—Uhm... ¿Trabajando? —no sabía a qué se refería exactamente.

—Ya, ¿y también quieres morir por exceso de trabajo o qué? —la voz de Seokjin también sonó ligeramente molesta.

Jungkook se sintió repentinamente avergonzado, bajando la vista hacia el teclado.

—¿Cuánto trabajo te queda por hacer? —Namjoon no estaba al tanto de todo lo que se adjudicó Jeon, ya que había estado en un viaje de negocios y apenas estaba de vuelta.

—Ya no tengo tanto...

—Termina eso, te vas a casa y no vengas mañana ni pasado. Toma tus malditos días libres o simplemente tendré que restringir tu trabajo y empezar a tratarte como un novato.

Jungkook alzó la vista, sin poder evitar fruncir el ceño. No quería ser tratado como un novato, porque eso significaría que le darían pequeños trabajos en donde lo supervisarían en todo momento.

—Pero...

—¿Quedó claro? —Namjoon le interrumpió. Jungkook se negó a responder— ¿Jungkook, te quedó claro?

—Pero yo estoy bien con el trabajo...

—Tu cara no dice lo mismo, cariño —Seokjin habló en un tono más dulce— Te ves muy cansado, y ni siquiera te estás alimentando bien. Nos preocupamos por ti, lo sabes.

—Y no quiero escuchar alguna queja sobre mi decisión, Jungkook.

—Está bien...

—Es por tu bien, hombre.

—Sí, ya entendí —abultó su labio inferior para formar un nuevo puchero, derritiendo de esta forma el duro corazón de Namjoon.

El enojo se esfumó gradualmente cuando Namjoon apreció ese tierno gesto de Jungkook.

—Y ve a comer algo antes de irte —sentenció— Bien, ahora debo ir a una reunión.

Se giró para dejar un corto beso en la mejilla de su esposo y luego se marchó, rumbo a su aburrida reunión. Seokjin carraspeó su garganta y le sonrió a Jungkook, intentando ocultar el rubor de sus mejillas.

—¿Quieres que te traiga algo para comer? —se ofreció.

Jungkook le sonrió de vuelta, agitando su cabeza en negación.

—No, Jinnie, estoy bien. Solo voy a terminar esto que ya casi está listo —Seokjin lo miró con sus ojos entrecerrados, no muy convencido— Termino esto y voy a comer, lo prometo.

—Espero que así sea, porque si no lo haces, le diré a Joonie para que te regañe —se sintió orgulloso de lo que dijo y esto hizo que Jungkook soltara una risita.

—Sí, papá, lo que digas —en realidad, sí pensaba hacerlo. Enojar a Namjoon no era algo divertido, menos sabiendo las consecuencias.

—No te burles, mocoso —agarró con ambas manos las mejillas del menor y las estiró— hablo bien en serio, porque te quiero y me preocupo por ti.

—¡AAAH! —gritó— ¡Du-duele...! —Seokjin le soltó las mejillas, viendo cuando rojas habían quedado.

Jungkook acarició sus mofletes calientes, frunciendo el ceño ante el dolor. Y Seokjin no pudo resistirse, soltando una risita baja al verle refunfuñar como un niño pequeño.

—Te lo mereces —se acercó para revolver su cabello suavemente. ¿Por qué todos revolvían su cabellos?— Apúrate y come algo —ordenó— Nos vemos, Jungkookie.

Jungkook agitó la manos, viendo como Seokjin se marchaba finalmente de su oficina.

Luego de tanta distracción, Jungkook se dispuso a terminar rápido para poder comer algo y por fin irse a descansar.

Pero nuevamente, alguien lo interrumpió.

—¿No te cansas de trabajar tanto y sin parar? —la dulce voz de Jimin fue como música para sus oídos, haciéndolo despegar la vista de la pantalla para mirarle.

No había notado lo tarde que era, hasta ese momento.

—La verdad es que, estoy más muerto que vivo —las comisuras de su boca se elevaron, dejando a la vista una pequeña sonrisa— ¿Qué te trae por aquí?

Volvió a mirar hacia la pantalla. Solo le quedaba uno que otro detalle por corregir y acababa sus pendientes.

—Pues... los ensayos ya terminaron, y todos se fueron a casa.

—Oh... —respondió a la ligera, volviendo a concentrarse.

—Y yo iba de salida, pero noté que aún estabas aquí.

—¿Tan tarde es ya?

—Un poco. Y... ¿qué tienes planeado hacer hoy? —preguntó con curiosidad.

Jungkook se encogió de hombros.

—Nada, solo pretendía irme a casa y descansar.

—Que chico más aburrido —bromeó— Porque mejor nos vamos a algún restaurante, a cenar juntos. Solo tú y yo, ¿qué te parece?

Jungkook inmediatamente lo miró, sintiendo como el calor subía hasta alojarse en sus mejillas.

—Cla-claro, me encantaría —intentó responder lo más calmado posible, ignorando el burbujeo en su estómago a causa de la felicidad que le daba la propuesta de Jimin— Solo dame un momento para mandar unas cosas y estoy libre.

—Bueno. Yo iré por mis cosas mientras tanto.

Apenas salió Jimin de la oficina, Jungkok se puso en marcha a toda velocidad para dar unos últimos retoques y en menos de diez minutos estaba listo. Envió el correo, apagó el computador y guardó todas sus cosas para ir en busca del rubio que aún se encontraba en la sala de ensayo.

—Listo —se asomó por la puerta con una genuina sonrisa y Jimin apagó las luces para caminar juntos hacia la salida de la empresa.

Llegaron al estacionamiento y Jungkook le abrió la puerta del copiloto a Jimin, esperó a que este subiera y la cerró para luego subirse del otro lado. Una vez dentro, se pusieron los cinturones de seguridad y se miraron un poco extrañados ante la situación.

—Bien... ¿A dónde vamos? —preguntó Jungkook, sin saber a donde ir exactamente.

—Vamos a esta dirección —anotó en la pantalla del GPS y está indico la ruta más rápida— Es un lugar pequeño y simple, pero la comida es exquisita.

Sin esperar más, encendió el auto y se puso en marcha. Y en menos de quince minutos, ya habían llegado. Al entrar, todo lucía bastante acogedor.

—Aquí —apuntó Jimin con su dedito regordete a una mesa con dos asientos en un rincón.

—Bien, vamos que tengo hambre.

Pidieron para comer y algo para beber. Todo era maravilloso, tanto la comida como el alcohol.

Habían pasado un buen rato juntos, donde aprovecharon para conversar varios temas. Jungkook le preguntó a Jimin sobre su estadía en Rusia, y este le contó gustoso, sin notar lo bien que se sentía el estar juntos.

—Kookie, veo que aun no toleras muy bien el alcohol —se rió al notar que el mayor estaba algo mareado— ¿Es que no bebes nunca? Ya deberías tener resistencia.

—Ugh... —hizo una mueca, frunciendo el entrecejo— Es solo que, está demasiado fuerte.

—Solo es soju, idiota.

—Está bastante fuerte para mi gusto. Además, el vino de hace un momento me revolvió el estómago —Jimin soltó una risita divertida.

Terminaron de comer y siguieron charlando, sin darse cuenta de lo tarde que era. Jungkook pagó el total de la cuenta, aun cuando Jimin le propuso que le recibiera al menos la mitad del dinero.

Salieron del local y se fueron al auto. Antes de que Jungkook siquiera pensara en manejar, Jimin le quitó las llaves. Según él, para evitar accidentes.

—Oye, iremos a mi departamento. No pienso ir a dejarte y luego devolverme solo —sonrió aun con la vista en el camino mientras manejaba— Pueden secuestrarme por andar solo en las calles y de noche, sabes.

—¿Me vas a ahorrar la culpa entonces?

—Claro... ¿Quieres que me secuestren? —hizo un puchero intentando fingir tristeza.

—Claro que no —sonrió y desvió su vista hacia la ventana.

Una vez estacionado, apagó el auto y salieron para llegar al ascensor y marcar el piso de Jimin.

—Vamos, kookie, camina derecho —le regañó con una extraña ternura.

—Tengo sueño —refunfuñó, mientras caminaba perezosamente y frotaba sus ojos— Además, me duele la cabeza y el estómago —se quejó.

—Más te vale no vomitar dentro o limpiaré todo el desastre con tu cabeza —una vez frente a la puerta, Jimin ingresó su código y esta se abrió inmediatamente.

—Vaya, mi departamento se abre con llave —Jimin sonrió ante el comentario, mientras lo jalaba para hacerlo entrar.

Se quitaron los zapatos en la entrada y caminaron hasta la sala, para caer ambos rendidos en el amplio sofá; cansados por un gran día laboral y algo mareados por beber. Aunque claro, Jungkook era el más afectado.

—Kookie, iré a ponerme pijama y vuelvo —se levantó del sofá a toda prisa, sin esperar respuesta del contrario y se fue a su dormitorio.

Una vez en su habitación, quitó toda la ropa de su cuerpo para reemplazarla por un hermoso pijama de dos piezas. Era de color morado con pequeños puntos rosas. Las mangas le quedaban más grandes, dejando sus pequeñas manos escondidas. Se veía jodidamente adorable y él lo sabía.

—¡Listo! —exclamó cuando se paró frente a Jungkook, con una perfecta y juguetona sonrisa. Jungkook lo miró por unos segundos en completo silencio— ¿Qué? ¿Tienes sueño?

—No... —negó con la cabeza— Es solo que... tu pijama.

—¿Qué tiene mi pijama?

Jungkook soltó una risita ronca.

—Te ves adorable —confesó— No pensaba que eras tan lindo en tus gustos.

—Oh cállate —sus mejillas inconscientemente se tornaron color carmesí— Te prestaré una polera blanca que tengo por ahí. Me queda gigante, pero a ti te quedará bien.

—No te preocupes...

—Lo que no tengo, es un algo grande para abajo.

—No te preocupes —repitió— Solo dame una manta y me acurruco aquí, tu sofá es bastante cómodo.

—¿No quieres dormir en la cama? —la pregunta abandonó su boca tan rápido que no le dio tiempo de pensar en las palabras correctas.

Y joder, habia sonado como alguien desesperado.

Jungkook alzó sus perfiladas cejas, totalmente sorprendido por el comentario.

—¿Quieres que duerma contigo, Jimin?

—No, sí, bueno... es solo que, mi cama es más cómoda que este sofá —sus mejillas cada vez estaban más coloradas y calientes.

Jimin sentía como los desenfrenados latidos golpeaban el interior de su pecho, y temía que Jungkook lograra escucharlos. ¿Por qué mierda se sentía así de ansioso y nervioso?

Solo es un capricho y ya. Vamos, Jimin, cálmate.

—Bien, dame la polera y cambio —terminó por decir.

Para Jungkook también resultaba un poco incómoda la situación, porque sus sentimientos por Jimin parecían aflorar con cada segundo que pasaba a su lado.

Y se avergonzaba por sentir miedo a salir nuevamente lastimado, pero ya no eran aquellos niños inmaduros del pasado. Eran dos adultos, totalmente responsables de sus actos.

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