Capítulo 2.

Tres años después...





Baek Namjun fue alguien humilde y bondadoso, que vivió hasta los ochenta y siete años. Un hombre reconocido y con un sin fin de contactos en cuanto al ámbito del arte.

Vivió una vida tranquila; sencilla, aun cuando los números en su cuenta bancaria jamás dejaron de aumentar.

Pero siempre estuvo solo.

Nunca se casó, tampoco tuvo hijos. Solo arrastraba consigo una codiciosa familia compuesta por hermanos y sobrinos que anhelaba la hora de su partida para reclamar su gran fortuna, cosa que no pasó.

No cuando un joven artista callejero cautivó su desgastado corazón y se volvió parte de su vida.

Y es que en ese momento, Jeon Jungkook, no la estaba pasando bien. Acababa de perder de forma repentina a su única familia, su madre.

Fue ahí que decidió dar por terminada la carrera que apenas comenzaba, sin importarle en lo más mínimo lo que le deparaba el futuro.

Abandonó las clases de contabilidad cuando comprendió que no sentía amor alguno por los números, sino por las fotografías y todo el campo del área artística. Sus habilidades al capturar momentos a través de un lente o incluso con los pinceles, eran simplemente magníficas y él era consciente de aquello.

Pero lamentablemente, el talento por sí solo no bastaba para alcanzar la cima del éxito, no cuando era el simple hijo de una mujer sin un apellido de renombre ni estatus social.

Por eso, cuando Baek lo encontró vendiendo su propio arte en la calle, no dudó en tenderle una mano y apoyarlo. Fue él quien le enseñó a Jungkook a potenciar todas sus habilidades, sin la necesidad de tener que asistir por años a una universidad.

Y no tardó mucho en salir dentro de la categoría de los jóvenes talentosos que enorgullecen a su país. Un artículo importante lo destacó, mencionando no sólo sus impresionantes fotos y pinturas, sino que su carisma y belleza.

Jungkook no dio entrevistas a ninguna revista o programa de televisión, ya que no le interesaba ser alguien público, manteniendo siempre alejado a la prensa de su vida privada.

Hasta que el señor Baek Namjun falleció.

Los artículos como "Jeon Jungkook, el único heredero de la fortuna del pintor ya retirado, Baek Namjun..." aparecieron en los periódicos, revistas e internet.

La familia Baek no tardó en contratar a un buen abogado, demandando a Jungkook por impostor y por robarles lo que les pertenecía a ellos como familia legítima. No llegaron muy lejos.

No cuando la demanda falló rapidísimo a favor de Jeon.

Y fue el testamento la clave para acabar con todo el drama que la familia del difunto se negaba a abandonar.

Estaba escrito y obviamente firmado por el mismo Baek Namjun, quien dejaba bastante en claro sus deseos para cuando ya no estuviera en el mundo de los vivos, dejando como su único heredero y dueño de todas sus posesiones a su joven aprendiz, Jeon Jungkook.

A pesar de todas las cosas que habían pasado a su nombre, dejándolo como un nuevo rico, Jungkook jamás olvidó sus raíces y siempre fue agradecido y humilde.

Para cuando todo el embrollo de la familia Baek acabó, Jungkook aceptó el trabajo que Kim Namjoon le había ofrecido por enésima vez.

Se habían conocido a través del señor Baek, cuando invitó a la familia Kim a una de sus exposiciones. Y Namjoon quedó tan fascinado, que no dudó en ofrecerle trabajo en su empresa cuando se enteró de que Jungkook poseía bastante conocimiento en el campo audiovisual, aun cuando no tenía el título de aquella carrera.

Ahora, un año después de todo aquello, la vida parecía finalmente sonreírle a Jungkook.

Con un trabajo estable, Jungkook era uno de los encargados de editar cada producción audiovisual que se realizaba en la empresa de Kim.

—¡Jungkookie! —una alterada y somnolienta voz lo hizo brincar del susto— Es tarde y no me despertaste.

Jungkook miró en su dirección, sonriendo y recorriendo el cuerpo semidesnudo de su novio.

—Aún es temprano, bonito —sonrió, viendo como este se acercaba a su lado para depositar un pequeño beso en sus labios.

Kim Yugyeom, un joven de veinte años que había llegado a la empresa a los pocos meses después que él.

—Pero debo bañarme y arreglarme —se quejó, mirando hacia la taza a medio tomar— ¿Estás desayunando sin mí?

—Solo es un café —acomodó las hebras desordenadas de su novio— Ve a bañarte y te preparo algo, antes de que se nos haga tarde.

Yugyeom sonrió, dejando a la vista su perfecta hilera de dientes.

—Vale, no tardo.

Fue divertido en un inicio, saber que no solo sus apariencias eran similares, sino que también los gustos propios de cada uno. Y quizás, eso fue lo que les llamó la atención del otro.

Pero Jungkook era demasiado tímido y profesional, por eso fue Yugyeom quien decidió dar el siguiente paso y arriesgarse a ser rechazado.

—¿Quieres ir a cenar conmigo? —le había preguntado Yugyeom, con su precioso rostro sonrojado, cautivando por completo a Jungkook.

Jungkook sonrió, asintiendo efusivamente con su cabeza.

—Claro, sería genial.

—¿Puede ser hoy después del trabajo? Yo salgo a las cinco.

—Yo salgo antes, pero te puedo esperar.

—V-vale...

Y no pasó mucho tiempo para que formalizaran su relación, gritandoles a todos lo feliz que estaban junto al otro.

—¡Ya estoy listo! —Yugyeom gritó desde el dormitorio.

Jungkook se movió y encendió el televisor, a la vez que encendía la tostadora para meter dos panes. Su cuerpo se congeló cuando vio una imagen de alguien que conoció en el pasado y dejó de hacer todo lo que estaba haciendo para escuchar.

"El increíble bailarín de danza contemporánea, Park Jimin, tuvo un terrible accidente la mañana del día jueves al salir de su hogar en Rusia. Los detalles aún no son confirmados por parte de la familia, pero al parecer su pierna derecha se vio afectada y deberá abandonar temporalmente lo que tanto amaba..."

No quiso seguir escuchando y apagó el televisor, intentando convencerse de que el doloroso nudo que se acababa de formar en su estómago, no tenía nada que ver con él.

—Park Jimin... —murmuró inconscientemente, odiándose por sentirse ligeramente inquieto.

Después de lo ocurrido en aquella consulta de abortos ilegales, nunca más volvió a ver a Jimin, tampoco le habló a nadie de él. No se permitió sufrir por mucho tiempo la muerte del hijo que apenas pudo asimilar, tampoco tuvo tiempo para llorar por su corazón roto cuando todo aquel dolor, fue reemplazado por uno más grande, la muerte de su madre.

—¿Y el desayuno? —Yugyeom llegó a su lado, sacándolo de su pequeño trance.

—¿Eh? Oh, yo... —frunció el ceño y apretó sus labios.

Ya no tenía hambre.

—¿Qué pasó?

—Nada —rascó con su pulgar la esquina de su ceja— ¿Por qué mejor no nos vamos y compramos algo por ahí?

Yugyeom lo miró en silencio por unos segundos, tratando de comprender el repentino cambio de actitud de su novio.

—Uhm... vale, pero yo elijo dónde compraremos el desayuno —terminó por decir, viendo como Jungkook tomaba sus llaves rápidamente para salir del departamento.


***

Antes de aquel maldito accidente, la vida de Jimin era perfecta.

Demasiado perfecta.

Pero todo quedó atrás ese jueves por la mañana, cuando Jimin se quedó dormido debido a las largas horas de ensayo que le estaban exigiendo en la academia para la obra que se llevaría a cabo a finales de año, donde un grupo de profesores verían dentro de unas cuantas semanas quién tomaría el papel principal.

Y Jimin era uno de los favoritos, aun si estaba ensayando junto al resto de los candidatos o no, sabiendo que de igual forma obtendría el papel principal.

Había salido tan rápido de su pequeño, pero lujoso hogar, que no prestó atención a su alrededor ya que iba hablando por teléfono. Decidido a tomar un taxi, corrió y cruzó la calle, sin ver la motocicleta a gran velocidad que se acercaba en su dirección, recibiendo de lleno la fuerza del impacto.

Quedó gravemente lesionado, pero sin quedar en riesgo vital. Tardó un par de días en recuperar el conocimiento, quedando con grandes cardenales violáceos y pequeñas heridas por todo su pequeño cuerpo y cara.

Cuando el doctor le explicó sobre su fractura femoral, Jimin no reaccionó como todos esperaban. No lloró, no se quejó, no hizo un alboroto para demandar a medio mundo por arruinarle su maravillosa vida. En cambio, escuchó calmadamente las recomendaciones del doctor, mientras una enfermera entraba para dejarle su insípida comida más la medicina.

Resistió de esa forma hasta que estuvo completamente solo en aquella fría habitación de la clínica privada. Hundió su rostro en la incómoda almohada y lloró.

Lloró hasta que drenó toda la angustia que parecía oprimir su pecho.

La maldita lesión, le impediría directamente seguir con la danza, suspendiendolo de cualquier evento un tiempo indefinido, ya que no sabían cuánto tardaría la rehabilitación.

Pero Jimin era un Park, fuerte y valiente, como su padre le había enseñado. Y no se derrumbaría por una pierna fracturada, porque él resurgiría de las cenizas como un hermoso ave fénix.

Aun así, muchas veces se sentía temeroso y frágil.

Su ex novio, Min Yoongi, estuvo a su lado todo el tiempo. Ambos habían decidido ponerle fin a su relación, ya que se llevaban mejor como amigos que como pareja.

Los años habían favorecido enormemente a Jimin. Con apenas veinte años, lucía una belleza digna de envidiar. Sus facciones y cuerpo cambiaron visiblemente, dejando en claro que ya había dejado hace mucho de ser un niño.

—¡Mimi! —gritó un eufórico Taehyung apenas abrió la puerta y lo vio, lanzándose a sus brazos para arrullarlo.

—Ugh... —se quejó, aun cuando se acurrucó en el pecho de su amigo.

Después de pensarlo por un mes, decidió continuar sus terapias de rehabilitación en Corea. Lo primero que hizo al bajar del avión, fue ir hasta un buen hotel para dejar sus maletas ya que no quería llegar a la casa de sus padres, para luego ir directo hacia la casa de su amigo.

—¿Por qué no me avisaste que ya venías viajando? —su amistad seguía tan sólida como en el pasado, aun cuando sus apretadas agendas les impedía viajar a ver al otro— Te hubiera ido a buscar, ¿te duele la pierna?

Jimin sonrió entre sus brazos.

—No me duele, estoy bien.

Taehyung se alejó para escanearlo. Aún se encontraban en la entrada del lujoso departamento en donde vivía.

—Joder, mírate. ¡Estás tan hermoso como siempre! —su vista quedó en el bastón negro que Jimin debia usar hasta que su pierna sanara por completo— Ven, pasa y ponte cómodo.

Taehyung cerró la puerta y caminó junto a Jimin hasta la sala de estar, ayudándole a sentarse en uno de los sofás. Ambos se abrazaron, como si aquello los llenara de energías.

—Te extrañé, ¿sabes? —la voz de Jimin salió suave. Se sentía tan bien volver a casa, junto a sus amigos.

Taehyung sonrió, dejando a la vista esa perfecta sonrisa cuadrada.

—Lo sé —acarició con cariño las hebras rubias de Jimin— También te extrañé, Mimi.

Cuando ocurrió el accidente, Taehyung no dudó en tomar el primer vuelo e ir a ver el estado de Jimin, volviendo a la semana por motivos de trabajo.

—¿Cómo has estado? —Jimin salió finalmente de sus brazos para poder mirarlo— ¿Cómo le ha ido a Hobi en el trabajo?

—Como siempre —se encogió de hombros— Lleno de trabajo, pero nos ha ido super bien.

—Me alegra que esten bien —miró alrededor, apreciando cada detalle del departamento— ¿Lo decoraste tú?

Taehyung alzó una ceja, viéndose totalmente orgulloso.

La razón por la que Taehyung decidió dejar la gran casa de sus padres, fue aquel lujoso y exclusivo departamento. Y él personalmente se había encargado de la decoración, hasta el más mínimo detalle.

Taehyung había estudiado decoraciones de interior, pero al ser hijo de una familia de renombre y buen estatus social, quedaba automáticamente en un gran puesto aun siendo un novato en el rubro. Él no trabajaba para cualquiera, él trabajaba para la élite de Corea.

—Hasta la pregunta ofende, Mimi —bufó, fingiendo estar ofendido.

Jimin soltó una risita.

—Ya, ya. Era bromita.

—Vale, te perdono —Jimin rodó los ojos— Oye, Hoseokie me compró un pastel ayer, ¿quieres un trozo?

—No por ahora, pero gracias.

—¿Seguro? —frunció el ceño en decepción. Él solo quería una excusa para volver a comer otro trozo.

—Segurísimo.

—Vale. ¡Oh! —de repente exclamó, como si se hubiese acordado de algo importante.

—¿Qué pasó? —Jimin lo miró curioso.

—Casi lo olvido.

—¿Qué cosa? —preguntó impaciente.

—Mira —le mostró su mano izquierda, donde un delicado anillo de oro blanco con incrustaciones de diamantes adornaba su largo dedo anular.

Jimin lo miró por unos segundos, totalmente asombrado y sin saber qué decir.

—Tú...

—Yo —Taehyung dijo, con la diversión vibrando bajo su piel.

—¡Kim Taehyung! —vociferó.

—Ese soy yo.

—Maldito desgraciado, ¿te vas a casar?

—No, como crees —se burló y Jimin se dio un golpe en su brazo— ¡Auch! —se quejó, aun cuando no le había dolido.

—No puedo creerlo... ¿Por qué apenas me entero?

—Porque me lo propuso en estos días y fue repentino. Tampoco me lo esperaba.

—Mentiroso —Jimin se burló con diversión— llevan como dos años de novios y ya estabas preocupado porque aún no estaban casados.

—Callado te ves más bonito, sabes —bufó.

—Pobre Hobi, es él quien tendrá que soportarte.

—Pues para tu atrasada información, él es feliz conmigo porque me ama con mi mal humor y todo. Además, estas envidioso.

—No te imaginas cuanto —admitió con sarcasmo— ¿Y para cuando es la boda?

—Estoy buscando recién las fechas, pero yo creo que ya es para el otro año.

-A mí no me engañas —lo miró con sus ojos entrecerrados— Apuesto que si pudieras, te casabas mañana mismo.

—¡Joder, sí!

Ambos rieron con diversión y luego siguieron hablando, poniéndose al día en varios temas. Todo iba bien hasta que Taehyung mencionó a Jeon.

—¿No supiste de todo lo que pasó con él y la familia Baek?

—Uhm... no —y no mentía, porque Jimin tampoco había buscado a Jungkook para saber de él.

Y sintió cómo su corazón se aceleraba y un nudo se formaba en su estómago. Era incómodo hablar de él y Taehyung lo sabía, pero creía que era necesario mencionarlo en ese momento.

—Hoseokie fue contratado por Kim Namjoon para llevar el caso de Jungkook, ya que la familia Baek quería quitarle todo lo que el señor Namjun le dejó.

—¿Namjun?

—Es... joder, tengo que contarte todo —suspiró— Pero primero, ¿vas a aceptar la oferta de Namjoon?

—Aún no lo sé.

—Bueno, si aceptas, debes saber que Jungkook trabaja ahí.

—Oh.

El recuerdo de Jungkook pidiendo que se fueran y que él se esforzaría por darle lo mejor, lo azotó mentalmente.

—Mira, si quieres tanto tener un hijo y arruinar aún más tu miserable vida, ve y fóllate a otro.

Intentaba no pensar en el aborto que se realizó y que lamentablemente le dejó grandes secuelas, impidiéndole la posibilidad de tener un embarazo exitoso en un futuro.

Pero eso no le importaba realmente a Jimin, quien no tenía intenciones de tener hijos. Él solo quería seguir su tratamiento para sanar por completo su pierna y volver a lo que más amaba, la danza.

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