V: Miércoles (parte 2)
—Estás mejorando increíblemente rápido —sonrió NamJoon mientras ponía un nuevo vendaje alrededor del pie de SeokJin.
—Solo gracias a ti, si yo me hubiera curado por mi cuenta, seguro se me infecta.
—Una razón más por la que agradezco el habernos encontrado —selló el vendaje con ayuda de una cinta—. Ven, te toca tomarte la pastilla para el dolor.
— ¿Sabías que soy un niño grande y ya puedo programar por mí mismo mis medicinas?
—Déjame cuidarte, Jin —suspiró y se levantó, rumbo a su botiquín—. Por alguna razón siento la necesidad de cuidarte y complacerte en todos los sentidos.
— ¿Tiene que ver con el fallecimiento de tu padre? —Se atrevió a preguntar, pero agachó la mirada cuando recibió de NamJoon un vaso con agua y la tableta.
—Es probable que sí, pero también hay algo más. Creo que es el simple hecho de que me gustas.
— ¿En qué sentido te gusto? —Preguntó luego de tragar su pastilla. Aún no podía ver a los ojos a NamJoon, pues esas palabras le continuaban pareciendo extrañas a pesar de que también sentía atracción por NamJoon.
—Me gustas más que como amigo, Jin —suspiró y agachó la mirada—. Y sé que sueno como un loco impulsivo, pero hablo en serio. Si antes lo dije, no fue porque estaba dejándome seducir por tu belleza o porque esté vulnerable emocionalmente; sino porque siempre digo lo que siento, no tengo filtros ni pudor al respecto. Pero tampoco se lo digo a cualquiera. Hace tiempo que no me siento así por alguien y quiero que sepas desde ya que aunque después del funeral tú decidas verme como un extraño, yo sentí algo por ti. No espero se correspondido, solo quiero que lo sepas.
—Me siento extraño ahora —respondió SeokJin.
—Lo entiendo, he sido algo precoz contigo, pero no me arrepiento de nada, ¿sabes? Desde que comprendí lo que significaba tener VIH, vivo de esta forma, sin arrepentimientos. Hago lo que quiero y me expreso como se me da la jodida gana sin importar quien esté a mi alrededor, creo que es por eso que mis parejas han sido pocas y tampoco abundan mis amistades, pero tampoco me molesta no tener esas relaciones. Intento ser feliz con lo que tengo y me funciona.
—Creo que me expresé mal —rió levemente SeokJin al notar la exasperación en NamJoon—. No me siento extraño... me siento... ¿bendecido? No soy religioso y tal vez esa palabra no sea la adecuada, pero me siento así. Como si fueras el ángel que yo necesitaba para tocar fondo y dejar de hacerme idiota. Además, se siente tan bien estar contigo, eres dulce, amable y cariñoso, me gusta todo eso.
— ¿Quiere decir que me correspondes?
—Depende —coqueteó SeokJin—. Dices que me quieres más que como amigos, pero eso significa un montón de cosas. ¿Me quieres para tener sexo? ¿Para ser pareja? ¿Para ser como hermanos?
— ¿Se puede elegir "todas las anteriores"? —Hizo unas comillas y aquella respuesta conmovió a SeokJin al grado de hacer que sus orejas se tornaran rojas.
— ¿No se nos hace tarde para un funeral? —Agachó la mirada, intentando ocultar el sonrojo en sus mejillas. Estaba tentado a decirle una típica frase cliché para responder esa pregunta, pero realmente no estaba listo para dar una respuesta, por más cariño que sintiera hacia NamJoon.
—Sí, pero antes tenemos una cosa por hacer.
—Está bien —suspiró con resignación.
Ya no había motivos para seguir huyendo, era momento de enfrentar la verdad.
[♦]
Tenía años sin tomarse de la mano con alguien. Es más, por mucho tiempo creyó que cuando volviera a pasar, seguro se sentiría muy incómodo porque había perdido el gusto por el contacto humano.
Sin embargo, la mano de NamJoon rodeando la suya era un pequeño placer culposo que disfrutaba en silencio mientras esperaban los resultados en la recepción del hospital.
SeokJin descubrió que NamJoon no solo era un buen profesional que trabajaba en una cadena prestigiosa de hospitales, sino que también tenía contactos en otros hospitales que habían apresurado el doble del tiempo los análisis de SeokJin.
En menos de una hora, ya tenía SeokJin en sus manos aquel sobre que marcaría un suceso terrorífico en su vida. Pero, por primera vez, sintió seguridad porque no estaba enfrentando los resultados a solas. Tenía a NamJoon y, aunque fuera una compañía posiblemente temporal, su consuelo era que él lo comprendía.
—Sea cual sea el resultado, recuerda que nunca es tu culpa quedar infectado y que no estarás solo en esto —le dijo NamJoon y le abrazó por los hombros.
—Gracias, NamJoon —suspiró y rasgó el sobre a pesar de que sus dedos temblaban por el miedo.
Sacó la hoja de resultados y buscó el único renglón que le importaba.
Y cuando vio esa palabra marcada en negritas, sintió que su mundo colapsó en cuestión de segundos.
El llanto fue inminente y solo pudo recurrir al abrazo de NamJoon para evitar caer desmayado al suelo.
Sus dudas habían quedado al fin resueltas, pero eso significaba que su vida cambiaría completamente de rumbo.
¿Cómo se iban a sentir sus padres al tener un hijo con VIH? ¿Qué dirían sus amigos? ¿Cuánto tiempo viviría? ¿Qué tan difícil sería para él pagarse un tratamiento si sus padres lo desamparaban?
Esas preguntas tenebrosas rondaban por su cabeza mientras caminaba al auto de NamJoon, siendo sostenido aún por él.
Cuando entraron, SeokJin gritó y gruñó de frustración contra sus manos cubriéndole el rostro. NamJoon solo le acariciaba la espalda y se compadecía de él. Lo comprendía perfectamente y no iba a permitir que pasara por esto solo.
—Ten —le ofreció unos pañuelos que SeokJin rechazó con un manotazo agresivo. Estaba enfadado... tan enfadado.
¿Con JiYong? ¿Con él mismo? ¿Con la vida en general? ¿Con su maldita mala suerte? ¿Todas las anteriores? Tal vez, pero reaccionar así era demasiado primitivo y se dio cuenta de inmediato. No quería lastimar a NamJoon solamente porque no podía aceptar su propia realidad.
De hecho, se había dado cuenta de que necesitaba a NamJoon.
—Perdón —sollozó y se descubrió la cara al fin—. No quise lastimarte, es solo que...
—Está bien, no tienes que explicarte por nada —le dijo compasivamente y le acercó nuevamente los pañuelos—. Sé que lo único que quieres en este momento es estallar y despotricar contra lo primero que encuentres, pero yo creo que es muy valiente de tu parte estar enfrentando esos resultados. Esto te convierte ahora en un luchador... y no estás solo en esto.
—Gracias por ser tan comprensivo conmigo —terminó de llorar y sacudió su nariz—. Realmente era algo que ya presentía, pero no estaba preparado para aceptar. Si no me hubiera topado contigo, tal vez seguiría nervioso y desidioso. Pero tú me ayudaste a enfrentarlo, me siento destrozado, pero al menos le he dado la cara a uno de mis más grandes miedos.
—Todo va a estar bien, SeokJin —sonrió para él y le ofreció un abrazo que no tardó en aceptar aunque fuera incómodo por estar dentro del auto.
—Voy a preocuparme por eso hasta que este viaje termine, no quiero que los pensamientos a futuro arruinen lo bien que la estoy pasando contigo.
—Pero iremos a un funeral —rió NamJoon—. Tendrás que soportar miradas feas, aún te puedes arrepentir de esto, realmente fui impulsivo al pedírtelo.
—No, quiero ir —respondió y lo miró a los ojos—. Aunque no la vayamos a pasar tan bien en el funeral, no quiero estar solo en este momento o cometeré una estupidez. Además... quiero estar ahí para apoyarte así como tú lo estuviste hoy para sostenerme.
—Sigo pensando que eres uno en un millón —le sonrió cariñosamente y besó sus labios de forma tierna, luego se dio cuenta de su impulsividad y se alejó—. Perdón, creo que me dejé llevar.
—Deja de ser tan educado y cortés —le regañó SeokJin y se abalanzó para besarlo nuevamente. Aquello sorprendió a NamJoon y, por enésima vez, se sintió satisfecho por saber que las ganas de tocarse eran mutuas.
— ¿Cómo te sientes? —Le preguntó en cuanto SeokJin recobró la compostura.
—Jodido —suspiró y dejó caer su mano en el muslo del otro—. Pero estoy listo para ir a ese funeral, que pase lo que tenga que pasar.
[♦]
El camino a Ilsan se volvió bastante armonioso, como si estuvieran dentro de una burbuja de felicidad exenta de todos los tragos amargos, pasados y futuros.
Compraron en un súper mercado unos cuantos snacks y algo de ropa cómoda y zapatos para SeokJin. Ahora ambos lucían ropa negra y discreta para dar la cara en el funeral.
Esas cortas horas en el auto se gastaron en bromas algo subidas de tono, en compartir historias de vida, en quejarse de temas comunes y debatir diversos puntos en los que discrepaban.
A penas hace unas horas, se habían desnudado físicamente y mostrado vulnerables ante el otro. Y ahora se mostraban más que transparentes para expresarse sin pelos en la lengua, todo tan natural y espontáneo, parecían una pareja que llevaba años saliendo y ni siquiera tenían definido qué era lo que seguía después del funeral. Aunque no lo expresaba, NamJoon estaba esperando una respuesta de SeokJin. Se estaba traicionando a sí mismo al buscar algo con él aunque las posibilidades eran mínimas, pero se dio cuenta de que era normal ilusionarse y, pasara lo que pasara, iba a disfrutar incluso si al final era rechazado y olvidado.
Él solo quería vivir el presente y así estaba pasando: todo entre ellos era risas y coqueteos, hasta que fue momento de cargar gasolina.
Se detuvieron en un pequeño pueblo llamado Kyongju para recargar el combustible y la bolsa de snacks.
—Yo cargo la gasolina y tú ve a la tienda por dulces y frituras —le dijo NamJoon al a vez que le pasaba un billete, el cual SeokJin se sintió incómodo de recibir, pero le duró un segundo solamente, pues al mirar a lo lejos, encontró un vehículo que le parecía bastante familiar.
—Vuelvo en unos minutos —le dijo a NamJoon y salió del auto.
Mientras el otro cargaba la gasolina, SeokJin observó bien esa camioneta verde. Ahora ya no llevaba grandes trozos de madera y no había nadie dentro. Aunque seguía curioso, entró a la tienda, tomó las cosas que necesitaban y se formó en la fila.
Y justo frente a él, estaba un chico de cabellos naranjas que llevaba en las manos una botella de agua y unas papas fritas.
—Disculpa... —le tocó el hombro y el chico de inmediato se giró.
— ¿Sí? —Le miró fijamente y la cara de SeokJin le pareció familiar.
—Esto sonará loco, pero creo que te he visto en algún lado —le dijo SeokJin.
—También pienso lo mismo —rió nerviosamente.
— ¡Ya sé quién eres! —Se sorprendió SeokJin—. Tú recogiste a JungKook en la autopista el domingo. ¿No es así? Llevabas madera en tu camioneta y un overol de mezclilla.
— ¡Es cierto! —Sonrió y le ofreció rápidamente la mano—. Soy HoSeok, mucho gusto. Qué coincidencia más rara encontrarte aquí. ¿Has hablado con JungKook estos días?
—Yo me llamo SeokJin. La verdad no he hablado ni con él ni con JiMin, a él no lo conociste porque fue el primero en ser levantado. ¿Cómo se portó JungKook contigo?
—Ehhm... —HoSeok se sonrojó y sonrió con la mirada baja. Eso solo podía significar una cosa para SeokJin.
—Te lo cogiste, ¿no es así?
Antes de que pudiera responder, la cajera lo apuró furiosamente, por lo que tuvieron que permanecer en silencio hasta que ambos pagaron y salieron de la tienda.
Cuando estuvieron afuera, NamJoon estaba esperando a SeokJin de forma impaciente, pues se les estaba haciendo algo tarde.
—Perdón por tardarme —le tranquilizó SeokJin—. Te presento a HoSeok, él fue el primer autostop de JungKook el domingo y seguramente quien le ayudó a ganar la apuesta...
— ¡No es cierto! —Gritó HoSeok, evidenciándose totalmente. Sus mejillas estaban rojísimas— ¡Nosotros no...!
—Por favor, claro que lo hicieron, JungKook es impulsivo y yo sabía que sería el primero en conseguir a alguien. Sólo dime algo: ¿Fue amable contigo? ¿Usaron protección?
—Aggh, está bien —bufó HoSeok—. Sí y sí, no tienes por qué preocuparte.
—Menos mal —sonrió SeokJin—. Debemos irnos, vamos a un funeral. Fue un gusto conocerte.
Estaban por irse, pero HoSeok reaccionó con preocupación.
—Espera, SeokJin —lo detuvo con un fuerte agarre en la muñeca.
— ¿Qué pasa? Tenemos prisa —se soltó y se detuvo, dejando que NamJoon regresara al auto solo.
—Es que... —se veía nervioso y un poco desconfiado—. Es que JungKook me pasó su número de teléfono pero lo perdí porque me lo escribió en un papel. ¿Crees que tú puedas dármelo? Prometimos estar en contacto porque yo vivo en Seúl, pero no he podido llamarlo...
— ¡Claro! —Sonrió SeokJin—. Me alegra que el pequeño otaku haya hecho amigos nuevos, los necesitará.
Y sacó su teléfono, le dictó a HoSeok el número de JungKook y luego lo guardó.
—Una cosa más —dijo HoSeok—. ¿Cuándo llegarán todos a Gwangalli?
—El viernes. ¿Por qué preguntas eso? —SeokJin de pronto sospechó, pues ese tipo empezaba a provocar desconfianza.
—Porque JungKook y yo hicimos unos planes para cuando terminara su viaje, pero no alcanzamos a concretarlos y quería encontrarme con él para hablar sobre eso.
—Pues... —entrecerró los ojos y desconfió aún más—. Pues ya tienes su número, mejor habla directamente con él, yo no me meteré en esos asuntos.
—De acuerdo —suspiró HoSeok—. Muchas gracias, de verdad tenía miedo de no poder contactar a Kookie otra vez.
—Como sea, me voy —SeokJin se alejó rápidamente y se subió al auto con NamJoon, quien de inmediato presintió la incomodidad.
— ¿Estás bien? —Le preguntó y luego echó a andar el auto, reanudando así el camino hasta Ilsan.
—No, ese chico no me dio buena espina. Tal vez no debí darle el número de JungKook ni decirle cuándo teníamos planeado llegar a Gwangalli.
—Advierte a tu amigo, entonces, dices que es algo infantil pero no creo que se pase esos asuntos por el arco del triunfo.
—Sí, le llamaré —y procedió a marcar el número de su amigo.
Insistió con dos llamadas más hasta que fue atendido.
— ¿Qué quieres, hyung? —Le respondió somnoliento.
— ¿Por qué mierda no contestas? Me empezaba a preocupar.
—Estoy bien, hyung —dijo con molestia— ¿Qué es tan importante que no puedes decir en un mensaje y esperar a que yo responda?
—Solo quiero avisarte que me encontré con un tal HoSeok en una gasolinera a unos cuantos minutos de Ilsan, me preguntó por ti y me pidió tu número, también preguntó por nuestra llegada a Gwangalli y habló de que ustedes tenían planes para después del viaje.
—Ah, ese pobre chico —gruñó JungKook—. Hyung idiota, no debiste pasarle mi número.
—Explícame por qué. ¿Te metiste en problemas? ¿Es un acosador?
—No es ningún acosador —suspiró con fastidio—. Es un chico dulce y tierno que me folló muy duro, pero creyó que podríamos ser algo más que amigos y supongo que ahora está desesperado porque no le di respuesta alguna. Y ahora por tu culpa no podré quitármelo de encima.
—Serás idiota, Kook —se frustró SeokJin, no podía creer la estupidez de ese niño—. ¿Qué hablamos a cerca de dar alas?
—No me jodas con ese tema de nuevo, hyung...
— ¿Bebé? ¿Con quién hablas?
—Con nadie, Tae —dijo en voz baja, pero claramente se pudo escuchar—. Escucha, tengo que colgar ya. No me vuelvas a llamar, nos vemos el viernes en Busan. Adiós.
— ¡Kook idiota! —Gritó al momento que la línea se cortó—. Es tan infantil, siempre hace lo mismo con las personas, se acuesta con chicos maravillosos y los deja en el limbo, nunca les da una respuesta clara de sus sentimientos y terminan por irse heridos y tristes. ¿Por qué sigue rompiendo corazones de esa manera?
—Probablemente tenga miedo —dijo NamJoon, trayendo de vuelta a SeokJin—. ¿No has pensado en eso? Puede que sí tenga ganas de estar con alguien, pero no sabe cómo porque siempre ha habido inestabilidad en sus relaciones, por lo que me has contado sobre él.
—Bueno, por esa parte tienes razón —suspiró SeokJin—. Solo espero que para cuando de verdad quiera estar con alguien en serio, encuentre a alguien que lo acepte y lo ame tal y como es, porque no es una persona fácil, Nam.
—Pero ahora lo importante es si corre peligro o no con ese chico HoSeok.
—No creo, además escuché que estaba con un hombre, seguramente uno más al harén de los ilusionados. Olvidemos eso por ahora, realmente no quiero pensar en ellos porque me recuerdan esa vida de la que quiero huir.
—De acuerdo —sonrió NamJoon y le acarició el hombro—. Ahora pásame esas gomitas, estoy empezando a sentir ansiedad por el funeral y necesito masticar algo.
—Mejor mastícame esta —bromeó SeokJin y ambos estallaron en risas incontrolables.
[♦]
Tomarse de las manos se había vuelto un acto común entre ellos, al igual que las miradas de compasión y decirse mutuamente "todo saldrá bien". Y darse pequeños besos en los labios también se había vuelto común. Todo estaba pasando tan rápido, SeokJin sentía que ya había pasado toda una vida junto a NamJoon en tan solo dos días.
Por esa repentina cercanía entre ellos fue que la llegada al funeral se tornó más fácil. Iban tomados de la mano aunque no fueran pareja. Lo hacían para sentir seguridad y SeokJin estaba necesitado de proveerle aquella sensación a NamJoon.
A penas pusieron un pie dentro de la capilla, fueron recibidos por el otro padre de NamJoon. Era bajito, de piel canela, adorablemente rechoncho, usaba barba de candado y sus grandes ojos se venían tristes, pero a la vez recibían con sumo amor a su hijo adoptivo.
—Bienvenido, mijo —le dio un gran abrazo y cariñosas palmadas en la espalda—. Tenía hartas ganas de verte.
—Hola, papá —le sonrió NamJoon y luego tomó la mano de SeokJin—. También te extrañé.
— ¿Me vas a presentar a este guapetón de aquí?
—Oh, claro —se ruborizó, al igual que SeokJin, quien solo permanecía en silencio porque se sentía fuera de lugar—. Papá, él es SeokJin, es mi...
¿Su qué? ¿Su amigo mochilero vagabundo que rescató de la carretera? ¿Un simple amor pasajero que solo está ahí para darle sostén emocional durante el funeral y después no sabrán qué rumbo tomará aquello?
—Mucho gusto, señor —rápidamente SeokJin saludó al hombre al notar que NamJoon no sabía cómo presentarlo—. Soy un amigo cercano de NamJoon, me llamo Kim SeokJin.
—Soy Roberto Álvarez de Kim, supongo que Ramoncito te ha hablado de mí.
—Papá, no... —se cubrió la cara, avergonzado. Allá iba otra vez su adorado padre a molestarlo con el apodo que usaban en casa.
— ¿Ramoncito? —Rió SeokJin y le dio un pequeño empujón al chico avergonzado.
—Es que su nombre rima con Ramón, es un nombre muy común en México, de donde soy. Desde que es chico lo nombré así porque acababa de mudarme por completo a Corea y los nombres eran demasiado raros para mí. Con el tiempo me acostumbré al idioma y él me pidió que dejara de llamarlo así, pero en casa se le quedó el apodo. ¿No es lindo?
—Lo es —rió SeokJin.
—Si ya terminaron de avergonzarme, me gustaría pasar a la siguiente parte del funeral, la fea y desagradable que necesita terminar pronto.
—Esto no terminará pronto, Ramón —suspiró su padre y le tomó por los hombros—. Debes saber que todos están preguntando por ti y...
—Miren nada más quién acaba de llegar, el hijo prodigio de mi hermanito difunto —se acercó una mujer que rondaba los cuarenta años, teñida de rubio y con un vestido negro que le llegaba por debajo de la rodilla.
—Hola, JiHyo —saludó NamJoon con pocas ganas—. Te presento a mi amigo SeokJin.
— ¿Amigo? ¡Já! Sí, claro, a mí no me haces tonta, jovencito, sé que eres un maricón malviviente como lo era Kwan y como lo es Robertito —rió ella con bastante descaro, a leguas se notaba el disgusto, su sonrisa la hacía lucir hipócrita—. Y sé respetuoso, soy tu tía.
—Sólo cuando te conviene, mejor guarda silencio y deja que viva mi luto en tranquilidad.
—Claro, de todos, eres el que vivirá más tranquilo —sonrió ella con malicia—, pero solo hasta que te quitemos lo que nos corresponde, no eres un Kim aunque tengas el apellido, no mereces la fortuna de la familia...
— ¡Suficiente, JiHyo! No voy a permitir que trates a mi hijo como si fuera un bastardo, te recuerdo que la única persona que decidió la repartición de bienes, fue mi esposo, que en paz descanse. Su abogado no tarda en llegar, así que cierra la boca, no estés chingando porque solo quedas como un jodido buitre, una muerta de hambre mal parida, carroñera sin corazón —intervino Roberto, estaba furioso con su cuñada. Todos adentro de la capilla lo notaron y les observaron con desaprobación. Ninguno estimaba a Roberto, solo estaban ahí por el dinero.
SeokJin entendía ahora lo que NamJoon le había dicho sobre esa gente hipócrita.
La mujer se quedó atónita. Indignada, dio una última mirada despectiva a los hombres en el lobby de la capilla y regresó a su lugar con los demás.
—No tenías qué hablarle tan mal, papá —le regañó NamJoon en voz baja y apretó con fuerza la mano de SeokJin.
—Se lo merecía —bufó el pequeño hombre—. Entiende, Kim NamJoon, que mientras cualquiera de tus dos padres viva, serás protegido a capa y espada de estas personas que se hacen llamar familia. Nunca estuvieron cuando Kwan estaba vivo, lo rechazaron desde que me presentó la primera vez, se burlaban de nuestra pequeña familia y te hacían menos, a ti, mi retoño adorado. Si nos invitaban a las fiestas de navidad era por pura cordialidad porque creían que eso les aseguraba una parte de la herencia, son todos unos bastardos hipócritas. No sabes lo enfadado que estoy en este momento, detesto que ellos estén aquí, no merecen ver el cuerpo de Kwan, él no lo hubiera querido así...
Entonces el hombre comenzó a llorar, apretando su mandíbula. NamJoon no pudo con la tristeza. Soltó a SeokJin y rápidamente lo envolvió en un abrazo. Él también lloró junto a su padre y le estrujó fuerte, con la fantasiosa esperanza de que aquello le hiciera drenar toda su tristeza y pudiera encontrar algo de paz.
Pero el llanto seguía y seguía sin parar.
SeokJin se conmovió bastante viendo aquella escena. No pudo evitarlo y se acercó para abrazar por la espalda a NamJoon, pues él estaba consolando, pero nadie más se encargaba de consolarlo a él.
Luego de un abrazo de tres, lleno de suspiros y sollozos, Roberto se separó y agradeció en silencio a su hijo por servirle de apoyo. Ante sus ojos, NamJoon era el orgullo de la familia, aquello era indiscutible para él.
—Entremos, mijo —intentó sonreír—. ¿Quieres verlo?
—No puedo aún —sollozó NamJoon—. No me siento fuerte para eso. La última vez que lo vi, sus mejillas aún tenían color y sonreía como si no hubiera un mañana.
—Está bien, no estás obligado a verlo si no quieres. Solo cuando estés listo.
—Bien, entremos —respiró hondo y tomó la mano de SeokJin.
Roberto notó esa unión, no pasó desapercibido para él el hecho de que NamJoon se veía muy cercano a ese lindo hombre, pero sabía que no era momento para ponerse a interrogar.
Cuando entraron por completo a la capilla, tomaron asiento en una banca libre. Había alrededor de veinte personas en todo el lugar. Dos terceras partes eran "familia", constituidos por los hermanos, sobrinos y nietos de Kwan, mientras que el resto eran amigos cercanos de la familia, esas personas que siempre estuvieron ahí para darle regalos de navidad a NamJoon. Entre ellos, estaban sus padrinos y mejores amigos de sus padres, HyunA y HyoJong.
—Hola, mi cielo —le saludó HyunA con un abrazo muy fuerte, luego de soltarlo, el esposo de ella le saludó también.
—Quiero que sepas que cuentas con nosotros en todo momento, Nam —le dijo HyoJong—. Nosotros somos tu verdadera familia, estamos aquí por ustedes, porque los amamos desde siempre.
—Gracias —sonrió NamJoon a pesar de que se sentía incómodo y triste.
Luego de presentar a SeokJin como su "amigo" y de saludar al resto de los amigos de sus padres, el sacerdote llegó y dijo algunas palabras para el difunto. Todos rezaron (o fingían hacerlo), y al finalizar, el abogado llegó directo con Roberto.
Era desagradable tener que hacer aquello justo el día del funeral, pero así lo había estipulado Kwan en el testamento y todos saben que las palabras que dejan los difuntos no se toman a la ligera.
—Mi más sentido pésame —les dijo el abogado y saludó a Roberto de mano—. Lamento que este trámite deba llevarse a cabo justo en el día donde se debe guardar el más profundo respeto por el difunto, sin embargo Kim KwanSo era un hombre bastante decidido y directo. Su última voluntad fue que se dieran a conocer los beneficiarios del testamento justo el día de hoy y así será.
Un incómodo silencio se instaló en la capilla. NamJoon estaba nervioso y SeokJin lo podía sentir tan solo con escucharlo respirar. Para calmarlo, le dio un suave apretón a la unión entre sus manos y plantó un suave beso en su morena mejilla, sin importar lo que otros pudieran pensar.
Las miradas eran lo de menos.
—Entonces comencemos —carraspeó el abogado y abrió la carpeta que contenía el testamento—. A continuación daré lectura al testamento de Kim KwanSo —sintiendo algo de incomodidad, fijó su vista en los renglones del documento y leyó todo al pie de la letra: —En la ciudad de Ilsan, Corea del Sur, siendo las 13:00 horas del día tres de septiembre de 2018*, mediante el presente otorgo testamento ológrafo**, mismo que se sujeta a las siguientes Declaraciones —luego, el abogado describió con voz bastante firme todas las propiedades muebles e inmuebles que el difunto poseía, las cuales no eran muchas, pero sí de mucho valor; así como la cantidad de dinero acumulado como ahorros para la caridad. El abogado carraspeó nuevamente y prosiguió a la parte que a todos los buitres presentes les interesaba: —Expuesto lo anterior, emito las siguientes cláusulas. Primera Cláusula: yo, Kim KwanSo, en pleno uso de mis facultades intelectuales y derechos, libre de toda coacción y violencia, deseo designar a mi concubino y socio, Roberto Álvarez, como heredero de los bienes que se describen en los puntos número uno y dos de las declaraciones, así como de todas aquellas propiedades y derechos que adquiera en el futuro. A mi hijo adoptivo, Kim NamJoon, le heredo los bienes descritos en los puntos número tres y cuatro de las Declaraciones. A mis socios y más queridos amigos, Kim HyunA y Kim HyoJong, les heredo los bienes descritos en el punto número cinco de las Declaraciones. Segunda Cláusula: queda definido que el cincuenta por ciento del capital contable acumulado de mi empresa hasta el año de mi muerte, sea donado a la Clínica de Investigación para el Tratamiento del VIH con sede en la ciudad de Seúl. Tercera Cláusula: que antes que ahora no he otorgado ninguna otra disposición testamentaria de mis bienes, pero si apareciese alguna, la revoco y dejo sin ningún valor o efecto, pues deseo que la institución de heredero que hago en este acto se cumpla como mi única voluntad. Bajo protesta de decir la verdad, manifiesto que el presente fue escrito de mi propio puño y letra.
Cuando el abogado cerró la carpeta, todos estaban atónitos, incluso NamJoon.
Internamente, Roberto sentía una inmensa felicidad al ver esas reacciones, pues su marido nunca había contemplado a su "familia" nada de lo que había logrado en todos sus años de vida. La empresa a la que le había dedicado la vida era una constructora de parques recreativos que además se encargaba de brindar métodos más ecológicos para la mejora de los que ya estaban construidos. Era una idea muy innovadora, pero nadie quería apoyarle por ser apenas un arquitecto-empresario inexperto que ni el apoyo de su familia recibió. Fue llamado "hippie" miles de veces y todos los inversionistas le rechazaron la idea. Roberto, quien solo había ido de turista a Ilsan, conoció al hombre en cuestión en un bar y Kwan quedó fascinado por el montón de ideas que el entonces joven tenía, pues era un ingeniero en ecología bastante hábil y además tenía una excelente capacidad para convencer. Se enamoraron en ese bar y juntos impulsaron esa empresa con apenas veinticinco años de edad.
Y ahora Roberto, quien solo era el vicepresidente y co-fundador, era dueño de todo porque así era justo. Para Kwan, ninguna persona fue digna de ser llamada familia, a excepción de Roberto, pues fue el único que estuvo ahí a pesar de que el noviazgo fue difícil por los periodos de separación.
Por la empresa, aquellos zánganos presentes en el funeral ni se preocupaban porque sabían que era obvio quién se quedaría con todo. Sin embargo, los otros bienes, tales como las tres lujosas casas en las playas más bonitas de Corea, incluida Gwangalli, también los autos que a la hermana de Kwan tanto le gustaban... todo eso cayó en sus manos y todos se indignaron por eso.
Y aún más lo estaban, pues NamJoon heredó una linda hacienda y una enorme cantidad de dinero que Kwan había recibido por un premio de mérito cultural que el mismísimo presidente le entregó en un cheque.
Y aquellos dos que nadie de esa familia conocía más que de vista y fueron repudiados en cuanto entraron, habían recibido un 10% de acciones de la empresa, puesto que ellos habían ayudado bastante para levantar aquel negocio que fue muy precario en sus inicios.
Pero lo peor, lo que más intrigó a todos, sobre todo a JiHyo, fue la donación de sus ahorros a esa clínica. Todos cuchicheaban al respecto y creaban rumores que sin querer NamJoon escuchó.
— ¿Kwan tenía VIH?
—Seguro murió de eso, no me extraña porque era homosexual.
—Probablemente Roberto es quien lo tiene, o peor, su bastardo que levantó de la basura...
— ¡Señoras y señores! —El abogado les llamó la atención—. Por favor, les pido guardar la calma, estamos en un recinto sagrado para despedir a un ser querido.
La paz infundada por el tierno abogado no duró mucho, pues todos se levantaron de sus asientos y no dudaron en largarse de ahí.
En menos de cinco minutos, la capilla se vació y solo quedaron dentro los mencionados en el testamento, un par de amigos más y el abogado, el cual estaba indignado.
—Malditos idiotas —sollozó NamJoon y se fue a refugiar automáticamente en los brazos de SeokJin. Este le rodeó con cariño y besó su cabeza mientras le propinaba dulces caricias en la espalda.
—Así es mejor, hijo —habló HyoJong y le dio unas cariñosas palmadas en el hombro a NamJoon—. Kwan no hubiese querido que estuvieran aquí, pero al menos no estarán para la sepultura.
—Sí, no los veremos más, mijo.
—Qui-quiero ver a mi papá —sollozó y se apretó aún más a SeokJin—. Acompáñame, Jinnie.
El nombrado se sonrojó por el dulce apelativo que NamJoon le había puesto. Su corazón vibró de felicidad y a la vez de tristeza por él. Estaba cumpliendo fielmente su palabra de servir como apoyo, de eso no había duda.
—Ven, vamos —le susurró SeokJin y le levantó de la banca. Todos se les quedaron viendo con ternura, pues sabían que NamJoon siempre tuvo dificultades para tener amigos.
En el fondo, Roberto estaba planeando la boda para esos dos, pues era claro que se querían, pero él permanecía ignorante ante lo que les llevó a estar juntos ese día.
— ¿Estás listo? —Le preguntó SeokJin, tomándole el rostro entre sus manos y plantando un dulce beso en la nariz.
—Sí —suspiró y le miró a los ojos—. Es el paso final para aceptar que esto está pasando de verdad. Si te soy sincero, solo me hice el fuerte al principio, realmente aún no puedo creer que he perdido a uno de mis padres.
—Sé que te hiciste el fuerte, se notaba —le sonrió SeokJin—. Pero es muy valiente de tu parte que te permitas salir de la negación, es lo más sano para llevar el duelo.
—Bien, aquí voy —tomó una respiración honda—. No sueltes mi mano, tengo miedo de desmayarme.
—Aquí estoy para ti, Nam —le dijo en un tono bajito y reconfortante.
Entonces NamJoon asomó la cabeza hacia el féretro.
Y ahí estaba la peor de sus pesadillas: su padre, hundido en el eterno sueño, descansando para siempre en esa cápsula de madera. Su rostro se veía como si de verdad estuviera durmiendo, pero su corazón no latía más.
Ya no podría llamarlo para contarle las cosas que había hecho en el hospital. Las visitas a su oficina se habían acabado. Las risas, las bromas, la dulce voz de su viejo, aquel que le dio tanto amor y aceptación, aquel que le salvó la vida... ya no estaba. Solo su cascarón, esperando para ser sepultado.
—Si no supiera que eres adoptado, diría que te pareces mucho a él, ambos son muy guapos —SeokJin le abrazó por la cintura y posó su barbilla en el hombro.
—Era un hombre maravilloso, Jinnie —sollozó NamJoon. Se aferró con todas sus fuerzas a las manos de SeokJin y se permitió llorar sin restricción alguna.
Sus sollozos partían el corazón de todos los presentes, incluso el del abogado y el sacerdote. Nadie nunca había tenido un padre tan generoso como NamJoon. Uno bien sabe que padre no es el que engendra, sino el que cría. Y al lado de ese hombre, la familia biológica de NamJoon quedaba como simples conocidos que lo trajeron al mundo.
Kim KwanSo fue el verdadero padre de NamJoon.
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*Fecha en que KwanSo escribió el testamento
**Testamento ológrafo: Testamento que el testador formaliza por sí mismo, escribiéndolo y firmándolo de su puño y letra sin intervención de testigo alguno.
[♦]
La peor parte de un funeral, es la despedida definitiva en el cementerio. Ahí, donde ves a tu ser querido ser sepultado bajo tres metros de tierra, donde su cuerpo se va a descomponer y sus huesos yacerán ahí hasta la eternidad, hechos polvo dentro de una caja.
Pero, para NamJoon y Roberto, el sepelio del hermoso hombre que amaron estaba siendo amable para sus corazones, pues el método que Kwan había elegido para fallecer, fue el más amable posible e iba muy bien con su personalidad, le hacía honor completamente a la manera en que vivió y los aportes que dejó al mundo.
Kwan había decidido que su caja no iba a ser una convencional. Él era un ecologista tan empedernido, que incluso hasta después de su muerte estaba ayudando a cuidar el planeta. La caja de Kwan era de madera común, sin barnizar y sin clavos, simplemente ensamblada y sin vidrio. Él había sido vestido con el más mínimo atuendo, sin traje, solamente unas prendas blancas de papel. En la tapa de su ataúd, estaban incrustadas dos semillas de un arbusto que daba flores de colores amarillo y rosa. A su vez, la caja contaba con dos tubos que conectaban las semillas con el exterior y así podrían germinar para salir al exterior, para adornar su tumba de sus flores favoritas. Por ello fue que pidió que no se le llevaran flores artificiales por ningún motivo, ni tampoco quería arreglos florales, no quería nada artificial.
Lo único tradicional que permitió, fue su lápida, la cual llegarían a instalarla en un par de días.
Cuando la caja fue bajada hasta el fondo de la fosa y los tubos fueron asegurados, NamJoon sonrió porque al menos su voluntad loca por las plantas, se había cumplido. Y aunque dolía verlo partir siendo NamJoon tan joven, agradeció por los años que pasó con él y, además, aún tenía a Roberto, quien también le ha amado y apoyado desde que se instaló en Corea. Otra cosa que agradecía, es que a su padre no le tocaría ver el momento en que el SIDA se manifestara en su cuerpo. Definitivamente no quería que nadie sufriera al verlo en ese estado, mucho menos sus padres.
— ¿Cómo estás, mijo?
—Triste —suspiró NamJoon, apretando la mano de SeokJin—. Pero no siento ninguna culpa, él sabía que yo lo amaba mucho.
—Fuiste un buen hijo para él, nunca lo dudes —le sonrió el hombre, con lágrimas en los ojos—. Esté donde esté, él se fue satisfecho porque nos tuvo a su lado. Si lo ves desde otro punto, ambos fuimos adoptados por él. Nos eligió y no se equivocó al darnos tanto amor, porque tuvo una vida feliz a nuestro lado y eso es lo que importa ahora.
—Gracias, papá —sonrió y le dio un abrazo muy fuerte.
SeokJin les observaba con cariño y casi envidia. Cómo le gustaría llevarse con sus padres de esa forma...
—Bueno, es hora de irnos, ya todos se fueron, hasta los de la maquinaria pesada. ¿Quieres ir a cenar? Los invito a ambos, comer nos hará bien para reponer las energías y subir un poco el ánimo.
—Sí, me encantaría, pero no sé si SeokJin quiere...
—A-Adelante, vamos —se apresuró a contestar, sin saber si aquello sería cómodo para NamJoon—. Pero dejen que yo les invite, quiero cuidar de ustedes en este momento.
—Pero qué muchacho tan educado —sonrió Roberto—. No me extraña que NamJoon haya elegido como novio a alguien así, eres de su tipo.
— ¡Papá! —Le regañó y se sonrojó enormemente, al igual que SeokJin, quien solo rió y se escondió a espaldas de NamJoon.
—Bueno, no serán novios, pero es evidente que se gustan, no crean que no los he estado observando.
— ¿Podemos irnos a comer ya? —NamJoon estaba demasiado sonrojado, pero no negaba el hecho de que la palabra "novio" le hacía cosquillear el abdomen.
¿Sería muy descabellado pedirle a SeokJin que fuera su novio?
[♦]
— ¿Por qué papá me dio la hacienda?
— ¿De verdad quieres saber? —Roberto alzó las cejas de forma sugerente mientras comía de sus fideos.
—Sí, creí que me dejaría un auto o una de las casas donde pasábamos las vacaciones. ¿Para qué quiero yo la hacienda a las afueras de Seúl? Es una casa demasiado grande con un campo que sinceramente no sé para qué podría usar.
—Eso se supone que sería un secreto, te lo daríamos como regalo de bodas, pero tu padre lo puso en el testamento por si algo pasaba. Las escrituras están a tu nombre desde hace años.
— ¡¿Regalo de bodas?! —NamJoon estaba cada vez más sonrojado.
Ya suficiente había tenido con el vergonzoso y silencioso camino hasta el restaurante.
SeokJin solo podía reír tímidamente por lo que estaba escuchando. Sus padres realmente eran envidiablemente amorosos.
—Sí, te la íbamos a dar cuando encontraras a alguien y quisieras formar una familia. Aunque no estábamos seguros de tu orientación sexual, de todas formas lo hicimos porque queríamos que tú pudieras darles a tus hijos lo que nosotros no tuvimos. Y ahora que te veo muy enamorado de este chico...
—Papá, estás loco —suspiró NamJoon—. ¿Y qué si yo no quiero casarme? ¿Y qué si yo salía asexual o arromántico y decidía no compartir mi vida con nadie?
—Bueno, de todas formas de la íbamos a dar —el hombre solo se encogió de hombros—. Si para cuando cumplieras treinta, eso no pasaba, simplemente te la íbamos a dar como regalo de cumpleaños. Pero ahora tienes veintisiete, se te adelantó un poco por esto que acaba de pasar.
—Bueno, se los agradezco, pero creo que debieron haberme preguntado antes sobre mis planes a futuro. ¿Y qué con eso de mi orientación sexual? Siempre he salido con hombres, papá. Pero bueno... yo realmente nunca fui muy abierto para contarles con quién salía, así que creo que no debo quejarme más de esto.
—No te preocupes, nunca estuvimos en planes de presionarte para que nos contaras sobre tus preferencias, pero lo hicimos pensando en todas las posibilidades, por si cambiabas de idea. Y si no quieres usar la hacienda para lo que la destinamos, te puedes mudar ahí y hacer lo que tú quieras, o puedes rentarla o venderla, es tuya, a fin de cuentas. No tienes que seguir nuestros deseos si no quieres, me disculpo si no te tomamos en cuenta para esa decisión, pero es que... —de pronto se le aguaron los ojos y dejó de comer—. Es que tu padre estaba muy ilusionado contigo, quería verte sentir amor de pareja y tal vez tener tus hijos o adoptarlos. Y si no querías tener hijos, simplemente quería verte feliz, experimentar el amor... Y-Yo tam-bién deseo que te enamores de a-alguien y...
—Está bien, papá, no llores —a NamJoon también se le hizo agua el corazón y tomó de las manos a su padre para contenerlo—. No sabía eso, gracias por decírmelo. Y no te preocupes —luego, volteó a ver a SeokJin, quien solo les miraba con ternura y estaba sonrojado—. Puede que pronto experimente eso que tanto deseas para mí... y soy gay, papá, y no quiero hijos, pero usaré esa hacienda algún día, te lo prometo.
Entonces, Roberto se secó las lágrimas y volteó a ver a SeokJin. Este se sintió cohibido, demasiado halagado y a la vez, con demasiada carga sobre sus hombros. Como si ese hombre le hubiera elegido para darle a su hijo lo que tanto añoraba para él.
—Perdón por insinuarte cosas sobre SeokJin —se disculpó el hombrecito—. Me emocioné, pero ya no haré más preguntas. Si dices que solo es tu amigo, entonces te creeré hasta que me digas lo contrario.
—De hecho, señor Kim... —SeokJin habló por primera vez en tanto tiempo, poniendo nervioso a NamJoon—. Su hijo y yo... sentimos algo, pero todavía no sabemos qué es. Pero puedo asegurarle que va más allá de la amistad.
— ¡Lo sabía! —El hombre, emocionado a más no poder, tomó las manos de SeokJin y le sonrió ampliamente—. Pase lo que pase entre ustedes dos, intenten ser felices todo el tiempo y siempre sean sinceros el uno con el otro...
—Ya, papá, me estoy poniendo nervioso, aún no sabemos qué pasará —NamJoon le interrumpió, pues estaba muy avergonzado y conmovido. No se esperaba lo que SeokJin dijo. Aquello realmente le daba esperanzas.
—De acuerdo, no les molesto más —el hombre siguió comiendo y fue entonces cuando comenzó el típico cuestionamiento de padre hacia SeokJin.
Que de donde era, que si tenía hermanos, que si estudiaba o trabajaba, que si le gustaban o no los animales, que si prefería usar un popote de bambú o uno de acero...
Y así, entre risas, conversaciones animadas y ligeras caricias por debajo de la mesa, la noche se hizo más profunda, los ojos más somnolientos y el personal del restaurante, cada vez más enojado porque aquellos tres no se iban.
Pero es que todos habían quedado tan maravillados con las conversaciones, que el tiempo pasó volando y no hubo tiempo para darse cuenta de lo tarde que era.
Así que se vieron obligados a irse.
—Quédense en mi casa, hijo —la petición parecía para NamJoon, pero era un ruego para SeokJin también, uno que no alcanzaron a discernir por lo soñolientos que estaban.
Demasiada comida, demasiadas cosas por hacer, demasiadas emociones encontradas que lograron dejarlos exhaustos.
— ¿Estás seguro, papá? No queremos molestarte...
—Ninguna molestia, no quiero que viajes hasta Seúl esta noche, jovencito. Es casi media noche y además mírate, estás hecho un harapo suelto, necesitas descansar ya.
—Está bien —rezongó NamJoon—. ¿Te parece buena idea, Jinnie?
—Por mí está bien lo que tú decidas, Nam —respondió el otro con cierta duda y un poco de dulzura pintando su voz.
—Nos quedaremos —decidió NamJoon—. Pero nos iremos temprano, hay cosas por hacer todavía.
—Un hombre ocupado y productivo, me encanta la persona en la que te has convertido —le halagó su padre, haciéndole sentir avergonzado frente a SeokJin.
Solo faltaba que su padre le besara la frente y le apretara las mejillas para coronar su apariencia de bebé consentido.
—Vámonos ya —NamJoon les apuró, poniendo de pretexto también que estaba muriendo de sueño y necesitaba descansar.
Pero lo cierto es que necesitaba un tiempo a solas con SeokJin en su propio auto, pues tenían algunos temas pendientes, ya que en un solo día ambos se habían acercado, besado y mimado tanto, que era justo hablar al respecto sobre lo que pasaría después.
Roberto se fue en su auto y los otros dos le siguieron en el Ferrari de NamJoon, conduciendo hasta su casa, la cual era modesta y rodeada de distintas plantas coloridas y arbustos de todo tipo. Era, pues, la típica casa de un casado (ahora viudo) que amaba la privacidad de su espacio y dedicaba tiempo al cuidado de este.
Cuando todos entraron, SeokJin se sintió conmovido por el montón de fotos que había de NamJoon. La casa estaba tapizada de momentos de los tres. Desde el día en que lo adoptaron, cuando estaba desnutrido y con ojeras, hasta el día en que se recibió como enfermero. No cabía duda: NamJoon era el hijo más amado del mundo, ante los ojos de SeokJin.
—Bueno, creo que es hora de irnos a descansar —Roberto bostezó y les sonrió a los otros dos—. Descansen, no hagan mucho ruido porque soy de sueño ligero.
Aquello sonrojó a ambos, puesto que la insinuación de tener sexo sí la pudieron captar, ya que su consciencia estaba más que sucia en ese tema. Pero no dijeron nada, NamJoon ni siquiera reclamó. En cambio, abrazó a su padre y le dijo al oído un "te amo" bastante genuino y amoroso que enterneció el corazón del hombre que acababa de enviudar.
—Descansa, papá —dijo en voz alta, tomó de la mano a SeokJin y se lo llevó a su vieja habitación, donde todavía tenía ropa y algunas cosas que guardaba para las visitas que solía hacer.
Una vez estuvieron dentro, se tumbaron en la cama sin decir nada. Entre ellos había montones de cosas por hablar, pero parecía que ninguno se atrevía a dar el primer paso.
Así que SeokJin fue quien comenzó, intentando no ser demasiado directo.
—No me habías dicho que vives en Seúl.
— ¿Ah no? Creí que lo habías asumido...
—Bueno, realmente puse mi atención en otras cosas, menos en la ciudad en donde vives.
—Pues sí, también vivo en Seúl igual que tú. ¿Qué con eso?
—Te escuchas molesto...
—No, para nada —NamJoon se dio la vuelta y quedó recostado frente a SeokJin—. Solo estoy agotado, fue un día bastante largo y hubo de todo. Ahora solo... quisiera dormir contigo.
—También quiero dormir —SeokJin sonrió débilmente y acarició el rostro de NamJoon con el dorso de su mano—. Pero aún tenemos cosas qué decirnos. Empezando por qué pasará mañana.
—Temía que preguntaras eso —su rostro se apagó casi de inmediato—. No quiero dejarte ir todavía, pero sé que el viernes tienes que reunirte con tus amigos en Gwangalli y no soy nadie para retenerte ni pedirte nada.
—Oye, te recuerdo que ya no significas una nada para mí. ¿Qué no me escuchaste decirle a tu padre que te veo como algo más?
—Lo siento —suspiró y rió con vergüenza—. Es que tengo todas estas emociones revueltas, ya no sé qué hacer. No quiero ser egoísta, pero al mismo tiempo quiero preguntarte tantas cosas y saber si esto irá más allá que un acostón de paso y un apoyo moral momentáneo. Me prometí a mí mismo que no me importaría si decidieras irte y olvidarme después de esto, pero ahora...
—Pero ahora sientes algo por mí, lo sé —SeokJin estaba sonrojado y emocionado—. Tampoco quiero dejarte ir, mucho menos ahora que me siento tan vulnerable y solo. Es decir, no quiero usarte para llenar esos huecos que ahora están ocupados por la ansiedad, pero tampoco quiero dejar ir a la única persona que me ha comprendido totalmente desde que empecé a tener miedo sobre el VIH.
— ¿Y entonces qué hacemos? —NamJoon fue más directo que SeokJin, pues este de verdad necesitaba respuestas concretas de inmediato.
— ¿Qué te gustaría que hiciéramos? —SeokJin solo podía pensar en la palabra "novios", pero era demasiado pronto. ¡Solo llevaban dos días conociéndose!
— ¿Quieres que te diga la cursi, estúpida e impulsiva verdad de lo que quiero que hagamos?
—Adelante, dímelo.
—Quiero regresar a Seúl para intentar algo contigo. Quiero conocerte más, quiero apoyarte en tu tratamiento para el VIH, quiero estar contigo en todo momento para besarte, abrazarte y hacerte el amor todo el tiempo. Quiero ser tu pareja, quiero que me veas de esa manera, que sientas que puedes tener en mí a un verdadero amigo, un amante maduro y seguro de lo que quiere, un compañero para compartir buenos y malos momentos. Eso quiero, SeokJin.
—Eso sí que fue cursi e impulsivo —rió SeokJin y se acomodó más cerca de NamJoon, quien le abrazó la cintura y lo atrajo hacia sí—. Pero no necesitamos regresar a Seúl para empezar a intentar algo. Podemos empezar ya, si quieres.
— ¿En serio? —Los ojos de NamJoon brillaron de felicidad.
—Sí —su sonrisa era tan amplia y genuina, una que tenía mucho tiempo sin mostrar—. Pero primero tengo que terminar este viaje. Desde el inicio tenía planeado dejar de lado aquella vida incluso si eso significaba alejarme de JiMin y JungKook, pero debo cumplir. El viernes tengo que estar en Gwangalli para darle fin a todo de una vez por todas.
—Pero no tienes que alejarte para siempre de ellos. ¿Y si les explicas todo y simplemente les preguntas si quieren seguir siendo amigos?
—Dudo que quieran, pero lo voy a intentar solo porque no lo había pensado de esa forma, tal vez funcione y no tenga que dejar de verlos. Pero de lo que sí estoy seguro, es que mis padres me echarán y no tendré a donde ir.
—Si eso pasa, múdate conmigo —se precipitó NamJoon—. Tengo espacio en mi departamento, pero si te parece muy pequeño, podemos irnos a la casa que me acaban de heredar.
—Hey, tranquilo —le interrumpió SeokJin con su dedo índice sobre los carnosos labios—. Creo que estamos hablando demasiado sobre el futuro. Pienso que primero deberíamos pensar qué hacer los siguientes dos días y después regresamos a la cruda realidad.
—Tienes razón, además éstas son tus vacaciones. Y mías también, adelanté mi semana de vacaciones para venir acá.
— ¿Y no te arrepientes de estar gastándolas conmigo?
—Sabes que puedo devolverte fácilmente la pregunta y que la respuesta que ambos daremos, seguramente será la misma.
—Eres tan listo, como si me leyeras la mente todo el tiempo —SeokJin se sonrojó y no tuvo más opción: terminó de acortar la distancia entre ambos y se acurrucó en el pecho de NamJoon.
—No me arrepiento de absolutamente nada, SeokJin —suspiró NamJoon y le acarició la espalda.
—Yo tampoco —cerró sus ojos y olfateó tranquilamente el suave aroma de aquel bello hombre.
—Sigamos con tu itinerario mañana —aquella propuesta cegó de emoción a SeokJin, pues no esperaba que aquel enfermero pulcro y casi millonario, gustara de ese tipo de actividades.
— ¿Sabes qué significa ese itinerario? —NamJoon asintió—. Tendrás que dejar tu auto aquí e iremos de autostop hasta Gwangalli, además pasaremos la noche en una tienda de campaña, comiendo enlatados y cosas callejeras, pasaremos un par de días sin bañarnos y...
—Sshhh —NamJoon le calló con un beso—. Nunca tuve la oportunidad de hacer esas cosas cuando era más joven, siempre estuve estudiando y haciendo todo tipo de cosas para poder llegar hasta donde estoy. Incluso estudiaba cuando estaba de vacaciones con mis padres en alguna playa al otro lado del mundo, realmente esta es la primera vez que tengo vacaciones reales, pero no por las razones que yo quisiera.
—En eso somos muy parecidos también —se sonrojó y le correspondió el beso.
Y aun estando soñolientos, se acariciaron mutuamente hasta que SeokJin quedó sobre NamJoon. Sin darse cuenta, aceleraron el ritmo de las caricias hasta que algo allá abajo comenzó a abultarse.
—Hazme el amor —le pidió SeokJin—. Y vuelve a hacérmelo mañana, y pasado mañana y todos los días.
—Lo haría incluso si no me lo pidieras —con ojos ennegrecidos debido al deseo, NamJoon comenzó a deshacerse de la ropa de SeokJin mientras le daba besos en tanto la piel iba quedando al descubierto.
Y luego se deshizo de la suya, quedando hermosamente desnudo y preparado para amar a SeokJin.
Sin embargo, cuando NamJoon se acostó sobre un desnudo SeokJin y se inclinó para besarlo, este le detuvo de inmediato.
—Nam, no tenemos condones...
El nombrado se confundió un poco debido a lo aturdido que estaba por las ganas de comerse a SeokJin. Pero cuando volteó hacia abajo y miró su pene desnudo, recordó que tenían que protegerse.
Así que corrió a recoger el saco de su traje negro y de la bolsa extrajo la misma caja de condones que habían usado en el hotel esa mañana.
—Pervertido. ¿Llevaste esos contigo todo el tiempo?
—Sí —sonrió coqueto y sacó un preservativo de la caja, luego lo abrió y se lo colocó.
—No tienes vergüenza —se burló SeokJin—. Fuimos al funeral de uno de tus padres y llevabas contigo esos condones, qué falta de respeto.
—Lo que mi papá Kwan siempre decía era... —y con travesura, también sacó un sobre de lubricante que abrió con los dientes—... "Vayas a donde vayas, siempre ve preparado". Y sí, se refería a esto.
Al pronunciar "esto", NamJoon tomó el pene de SeokJin y comenzó a masturbarlo lentamente. Al sentirse casi ultrajado por el toque repentino, abrió sus piernas y echó la cabeza para atrás, casi de forma sumisa, como si estuviera delante de un rey a quien debe absoluta sumisión y devoción.
Sus piernas se elevaron más gracias a la intromisión de NamJoon entre su cuerpo. El lubricante estaba fresco y se hacía más líquido al chorrear por esa caliente línea intermedia que palpitaba, llamando a NamJoon.
Un solo dedo fue suficiente para hacerle gemir agudo, pues era un hombre de piel sensible y cualquier toque bastaba para levantarle una erección.
—No hagas tanto ruido —susurró NamJoon, haciéndole callar.
Su mirada se estaba maravillando con la hermosa imagen del ano de SeokJin devorándole el dedo y mojándose todo por dentro. Era perfecto y apetitoso. Estaba tentado a lamerlo todo, chuparlo, metérselo hasta el fondo de la garganta y permitir que SeokJin le bañara la lengua de semen. Pero debía esperar, ese no era el momento, pues los miedos de SeokJin seguían latentes.
—Fóllame ya —rogó SeokJin, tragándose sus propios gemidos.
—Voltéate —le ordenó y sacó su dedo del interior—. Quiero escucharte gemir, pero no quiero perturbar el sueño de mi padre. Desahógate en la almohada.
Y SeokJin hizo caso, dejando toda su parte trasera expuesta para NamJoon.
Ese hombre era simplemente perfecto. Sus anchos hombros hacían que su cintura se viera pequeña, sus caderas eran estrechas y su trasero pequeño, pero yendo más abajo, estaban esas preciosas piernas que volvieron loco al enfermero desde que le vio desnudo en la tina.
NamJoon quería degustar por completo el placer de besar esas piernas, pero follándolo de espaldas no iba a conseguirlo, así que optó por algo un poco más intenso, pero placentero para ambos.
Se giró, mirando hacia las hermosas piernas que tanto amaba, y se sentó a horcajadas justo encima del trasero de SeokJin.
—Esto te va a encantar —jadeó y ni siquiera le dio tiempo al otro para responder, pues simplemente le abrió las nalgas y se introdujo lentamente.
Las esculturales piernas simplemente se batían contra la colcha y sus muslos se contraían debido a todo lo que estaba sintiendo. Su punto dulce estaba siendo estimulado sin mucha dificultad, por lo que los gritos ahogados en la almohada eran cada vez más difíciles de esconder.
Una vez dentro por completo, NamJoon comenzó a amasarlo desde los lindos muslos tensos, hasta las pantorrillas y los tobillos. Se inclinó para besar cada curva y degustarlo hasta la locura, hasta que los espasmos le hicieron descubrir esa maravillosa zona erógena en la región trasera de su rodilla.
Y sin dejar de lamer ahí, NamJoon dejó libres a sus caderas en un delicioso vaivén que estaba retorciendo de placer al cuerpo debajo de él.
NamJoon estaba más que maravillado con la belleza erótica de SeokJin. Los gritos ahogados en la almohada le alimentaban el ego, haciéndole sentir poderoso y sensual. Mientras que SeokJin adoraba lo que estaba sintiendo, no era solo la posición tan tortuosamente exquisita, era el hombre que le estaba haciendo el amor, ese en quien podía confiar y al que le debía tanto que le faltaría vida para agradecerle.
Justo ese hombre que estaba apretujándole las piernas, cogiéndoselo ahora de forma bestial, abusando de su sensible interior hasta llevarlo hasta el punto de no retorno, haciéndole explotar en el más dulce orgasmo con tan solo unas cuantas embestidas duras y precisas.
Apretó tan fuerte cuando alcanzó el clímax, que hizo a NamJoon llegar también.
— ¡Mierda, SeokJin! —Intentó jadear silenciosamente para no despertar a su padre, pero el gemido salió inminentemente. Su pene palpitaba sensible dentro de SeokJin, quien le seguía apretando porque su orgasmo todavía no había terminado, seguía derramando semen contra la colcha y dejando ahí la marca húmeda de su clímax.
Se quedaron inmóviles y jadeando por unos silenciosos minutos. Hasta que NamJoon se sintió entumido y tuvo que salir contra su voluntad, pues era muy cálido y cómodo el interior de SeokJin.
— ¿Así se siente morir y luego volver a la vida? —Preguntó SeokJin, una vez su cara salió de la almohada. Había lágrimas en sus ojos y sus mejillas estaban rojas al igual que sus labios.
—No por nada se le llama La petit morte, mi amor.
SeokJin se quedó mirando al techo, recostado sobre la parte limpia de la cama. Estaba simplemente sonriendo y pensando en esas palabras que retumbaban su mente.
Mi amor.
¿Cómo era posible que esas simples palabras le hicieran sentir tantas cosas?
Fue entonces que se sintió enamorado como nunca antes. Y no solo era por la sensación de felicidad post-orgásmica.
Era porque NamJoon le estaba masajeando los pies y diciendo quién sabe qué cosas bonitas sobre sus piernas. Era porque estaba siendo besado y abrazado con delicadeza. Era porque NamJoon mismo estaba limpiando el semen y poniendo una toalla sobre la humedad que quedó en el cobertor. Era porque él estaba cuidándolo y diciéndole, desde lo más profundo de su corazón, las siguientes palabras:
—Gracias por haber aparecido en mi vida, prometo que haré siempre las cosas correctas para que seamos felices.
Y así, simplemente sonriendo y sin responder, SeokJin lloró de felicidad y se abrazó a NamJoon mientras este torpemente le ponía un pantalón de pijama con estampado de ositos y le cobijaba.
NamJoon sabía bien que ese llanto no era de tristeza.
Era de felicidad.
Justo esa felicidad que ambos sintieron cuando las luces se apagaron y juntos se acostaron para hundirse en el más profundo y satisfactorio sueño, compartiendo quizás el mismo sueño donde volvían a hacer el amor y además se mudaban a vivir juntos.
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¿Cómo está tu corazón en este momento?
¿Cómo te sientes con papá Roberto?
¿Qué opinas de que ambos tengan VIH?
¿Qué crees que pasará el viernes, cuando todos lleguen a Gwangalli?
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