III: Martes

     Nuevamente una punzada en la cabeza lo despertó.

     Pero esta vez es menos dolorosa, soportable hasta cierto punto. La luz no era tan molesta, pero de igual modo fastidió sus pupilas cuando logró abrir sus hinchados ojos. El color naranja de su tienda de acampar era más nítido por el sol que brillaba en la cima del cielo.

    Afuera escuchó a los niños reír y chillar, a las señoras ordenarle cosas a sus maridos y uno que otro anciano refunfuñar por algún dolor. Pero las chicas no se escuchaban por ningún lado.

     Se puso alerta cuando palpó a su alrededor y lo único que sintió fue su teléfono y su diario. Su mochila no estaba. Dentro estaba todo: su ropa, su dinero, su comida no perecedera. Todo. Las tarjetas de crédito y débito que le habían dado sus padres, sus identificaciones oficiales, su supervivencia, en pocas palabras.

     Su corazón empezó a ir a mil por hora cuando salió de su tienda. Su mandíbula casi cayó al suelo al ser la única tienda de campaña en medio del claro donde se había establecido con las chicas la noche anterior.

     Ellas no estaban.

     El único rastro que las muy perras dejaron fue basura y un cepillo para el cabello lleno de hebras teñidas de distintos colores.

     Se largaron.

     Se largaron y se lo llevaron todo. ¡Malditas perras! ¿Cómo pudieron robarle a un pobre mochilero? ¡Hijas de la grandísima puta que las parió! ¡Se quedó sin nada!

     Empezó a patalear contra la arena que se coló entre sus pies. ¿Por qué mierda se llevaron hasta su jodida ropa? ¡Pervertidas de mierda! ¿Por qué demonios confió en ellas? Hizo tanta bilis que le dolió el estómago que agonizaba al estar vacío, gruñendo fuertemente en respuesta al enojo y al hambre.

Hijas de puta —repitió mil veces en su cabeza mientras que apretaba la mandíbula y ahogaba los gritos.

     Luego de que su berrinche pasara, caminó tristemente descalzo, con la cabeza a punto de explotar, hacia el centro de atención donde se reciben a los turistas. Preguntó por las chicas, e incluso pidió acceso a la caja de objetos perdidos por si de casualidad le jugaron una broma.

     Nada. Las muy perras se habían largado a las seis de la mañana, según le informaron. Eran las diez, ya no era posible rastrearlas o preguntar a alguien más por ellas. Ahora sí que quería regresar a Seúl.

     Tomó su teléfono para intentar llamar a los chicos y avisarles que tenía que regresar, pero no tenía crédito. ¡Perfecto! Y luego la batería... se le apagó el teléfono apenas intentó hacer una llamada de emergencia. ¡Fantástica manera de pasar las vacaciones!

     Sin saldo para llamar, sin dinero, comida, ropa, ni nadie alrededor que pudiese ayudarlo. Lo único que se le ocurrió entre tanto estrés, fue que ya no quedaba de otra más que recoger su triste pertenencia donde durmió e intentar intercambiarla por comida o dinero, o carga para el teléfono. Lo que fuera.

     Regresó al campamento con el fin de deshacer la tienda de campaña y hacer un trueque, pero cuando llegó, ya no estaba. ¿Es en serio? Nada podía salir peor ahora. Lo único que logró recuperar fue el diario, pero de nada le servía. Sólo había de útil el marcador fijado en el lomo de la libreta.

     Por simple curiosidad, abrió la libreta por si adentro ellas habían dejado aunque fuera un mísero billete, pero en cambio, al hojear, en una hoja al azar estaban escritas las siguientes palabras con grandes y agresivas letras:


POR TU CULPA, JISOO NO QUISO DROGARSE. LA HUBIÉRAMOS OBLIGADO DE NO SER POR TI, SIEMPRE HACEMOS ESO. ESTE ES TU CASTIGO, BUENA SUERTE LLEGANDO A GWANGALLI SIN DINERO NI ZAPATOS.


     Se sentía enrabiado, a punto de estallar a gritos y maldiciones. Pero estaba en shock...

     El llanto llegó poco después cuando cerró la libreta, agachó su mirada y vio sus pies hundirse en la suave arena de la laguna. Ni siquiera tenía zapatos. ¿Qué tan patético se vería por fuera?

—Vamos, SeokJin —se dijo a sí mismo—. Has pasado cosas peores, puedes salir de esto.

     Aún con el riesgo de que todo saliera mal, se dirigió nuevamente a la caseta de ayuda al turista y pidió un pedazo de cartón para escribir en letras grandes su siguiente destino.

     ¿Iba a regresar a Seúl? ¿O pediría de una vez un aventón directo a Busan? ¿Pero con qué sobreviviría si se iba directo a la ciudad de encuentro? No quería ser un vagabundo pero...

     De pronto recordó que tenía amigos en Ilsan. Esos amigos foráneos de la universidad que pasaban sus vacaciones en su ciudad natal. Y lo mejor de todo, era que se sabía la dirección de uno de ellos. Pensó que valdría la pena arriesgarse para ir, porque tal vez sí podría estar harto de la competencia con JiMin y JungKook, pero le dolía más su ego si se echaba para atrás. No tenía opción, era la única salida que su ego le permitía tomar.

     De igual manera, si no funcionara la idea de los amigos en Ilsan, se regresaría sin más a Seúl, importándole una mierda lo que pensaran los menores, pues seguro ellos la estaban pasando mejor que él. Entonces escribió en letras grandes con su marcador negro.

ILSAN.

     Dio las gracias a la empleada por proporcionarle el material y caminó con los pies doliéndole como el infierno. Ya tenía una cortada en el pie derecho (que ni se dio cuenta cuando se la hizo, pues tenía la mente nublada por el estrés), justo en la planta y dejaba pequeñas manchas de sangre en el suelo cuando cojeaba al caminar. Al darse cuenta de que estaba regando sangre por el piso, entró en un ligero pánico y decidió apoyar solo el talón aunque le doliera como el infierno. Tenía que continuar, no había opción.

     Nada podía derrumbar a Kim SeokJin, ni siquiera un grupo de niñas malcriadas, drogadictas y llenas de complejos y problemas estúpidos. Lo de él si era un problema serio, pues estaba solo de momento. Ellas, a pesar de ser tan conflictivas, al menos se tenían la una a la otra.

     Caminó bajo el sol como por media hora, ya adolorido por apoyar mal el pie, hasta que dio por fin con la primera autopista, donde había señalamientos claros hacia el camino que debía seguir para ir a Ilsan. Ya no tendría que pasar por Yechon ni Kyongju, a pesar del gran deseo que tenía por ir a visitar esas ciudades. Iría directo, pasaría tres días con sus amigos en Ilsan, les pediría dinero prestado y se iría con sus inútiles amigos a Gwangalli. Mientras más lo pensaba, mejor sonaba aquello. Según él, la idea era a prueba de fallas. Y habiendo tantas opciones disponibles y más lógicas, el estrés le nubló la mente y prefirió hacerlo a su manera. Complicado, así como siempre había sido toda la vida, siempre yendo por la tangente en lugar de ir directo al grano. ¿Cuándo fue que su vida se había convertido en ese jodido laberinto sin salida?

     Daba igual, ahora solo quería salir del problema a toda costa.

     Levantó su pulgar, esbozó su mejor sonrisa (a pesar de que el dolor en el pie se hacía cada vez más intenso) y esperó.

     Y esperó.

     Y esperó.

     Pero nadie parecía querer recoger un pobre vagabundo descalzo y sucio. Porque así era como lucía, pues sus pies estaban mugrosos de las pantas y su rostro estaba ojeroso. Por más sonriente que se mostrara, seguía luciendo fatal.

     Por un momento se sintió desolado, sintió que nadie lo recogería y le tocaría mendigar por unos won para tomar un bus.

     Fue entonces que un milagro sucedió: alguien en un Ferrari rojo que se orilló junto a él. Su corazón latió a mil, emocionado porque por fin alguien respondió a su desesperado llamado. La ventana del lujoso vehículo bajó, dejando a la vista un bronceado chico de cabello morado, una sonrisa angelical con hoyuelos destacados y unos dientes perfectos.

—No te ves muy bien —le dijo el chico, su voz era grave y rayando en lo sensual.

—Me siento como me veo —respondió SeokJin a modo de broma.

—Sube, voy a Ilsan.

     Anonadado por la oferta, subió lentamente al auto, quejándose internamente por el dolor en sus pies y en su cabeza debido a la insolación. La sed y el hambre eran un par de gatos rabiosos que se revolcaban en su cuerpo, arañándolo junto con otro gato más llamado "humillación".

— ¿Cuál es la historia detrás de tu apariencia? —Le dijo el chico de cabello morado, se incorporó a la carretera y empezó el viaje.

—Te la contaré si me dices tu nombre —respondió SeokJin. Sonreía, pero el dolor físico y emocional lo estaban consumiendo.

—Perdona mi falta de modales —el chico se quitó los lentes de sol y le dirigió su profunda mirada—. Kim NamJoon, mucho gusto.

—Kim SeokJin —respondió el azabache—. El gusto es mío, gracias por rescatarme.

— ¿Qué clase de rescate es este? —Bromeó NamJoon y desvió su vista a la carretera.

—Uno en el que un pobre mochilero fue asaltado y tú me llevas a donde podría haber alguien que me rescate más.

— ¡Asaltado! —Gritó NamJoon— ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Necesitas que te lleve al hospital?

—No, no —calmó SeokJin—. Anoche me quedé a acampar en el Ganhyeon Yuwonji y me uní a unas chicas que estaban ahí también. Las muy perras esperaron a que yo me durmiera se llevaron todo lo que tenía. Sólo pude conservar mi teléfono y este cuaderno.

—Dios, SeokJin —suspiró NamJoon—. Ni qué decirte, es terrible lo que te pasó. ¿Ya comiste? Te ves pálido.

—A decir verdad, no he comido nada, muero de sed y me siento como un jodido vagabundo —se quejó, rompiendo en un inminente e involuntario llanto a pesar del esfuerzo por no hacerlo—. ¡Las malditas ni siquiera me dejaron mis estúpidas sandalias!

—Con calma, SeokJin —dijo suavemente el conductor—. Te ayudaré, no me gusta ver gente sufrir, y menos un chico tan lindo como tú.

—N-No tienes q-que hacer mucho p-por mí —sollozó, limpiándose las lágrimas—. Sólo déjame en Ilsan y yo me las arreglaré, disculpa por abrumarte con mis estupideces.

—No permitiré que llegues a Ilsan así —dijo NamJoon—. Pararemos en Yechon un rato. Te prestaré de la ropa que traigo en mi maleta, debes estar muy incómodo con eso que traes y... ¡Tu pie está sangrando! Necesitas primeros auxilios.

—N-No —balbuceó SeokJin—. Ya te dije que sólo me dejes en Ilsan, no sé ni para qué te conté mis desgracias, me conformo con que me des el aventón...

—Calla —espetó NamJoon—. Vas a aceptar la ayuda que yo te doy y no dirás más. ¿De acuerdo?

—Pero...

— ¡Pero nada! —Chilló el de cabellos morados, un poco frustrado por la terquedad de su pasajero—. No tengo nada que perder si te ayudo, lo hago de corazón.

— ¿Seguro que no será una molestia? —Musitó SeokJin.

—En absoluto —sonrió NamJoon y le puso la mano derecha en el hombro para acariciarlo—. Come esto mientras llegamos.

     NamJoon estiró un poco su brazo para abrir la guantera y sacó de adentro unas barras energéticas, también había una botella de agua que hizo brillar los ojitos de SeokJin en cuanto la vio.

—Bébetela toda —dijo amablemente— la necesitas.

     Mientras abría la botella de agua, las lágrimas brotaron nuevamente. Nadie había sido tan amable con él desde hace mucho tiempo y de una forma tan desinteresada. Otros simplemente lo hubiesen rechazado o hubiesen esperado algo a cambio de esa ayuda. Pero este extraño chico de cabellos morados le hizo agua el corazón con su amabilidad y delicadeza. Uno pensaría que alguien que conduce un Ferrari tendería a ser un idiota egocéntrico sin empatía, pero SeokJin hablaba en serio cuando le dijo lo primero que se le vino a la mente:

—Eres uno en un millón —dijo SeokJin una vez que fulminó el agua y su garganta se sintió más ligera.

—Curiosamente, pienso lo mismo de ti.

—Pero ni me conoces —reclamó SeokJin mientras abría torpemente la barrita energética.

—No necesito hablar mucho para darme cuenta cuando alguien vale la pena, me guío más bien por la intuición —explicó NamJoon sonriente, luego se orilló hacia un descanso en la carretera y detuvo el auto—. Y algo me dice que tú eres intrépido y arriesgado, y que tal vez tu viaje se salió de control, pero eso no te detuvo de buscar una solución.

— ¿Eres brujo o algo así? —Se burló SeokJin, después simplemente comió, saboreando cada parte de la barrita. Le sabía a gloria cada grano de avena, incluso los pequeños fragmentos de amaranto azucarado podían ser percibidos a detalle por su lengua. Estaba tan enajenado con eso, que no se percató de que NamJoon había detenido el auto.

—Intuitivo —recalcó NamJoon y abrió nuevamente la guantera, sacando de ahí un pequeño kit de primeros auxilios—. Ya que comiste, deberías limpiar esa herida. Aquí hay alcohol y algodón, te servirá mientras llegamos a Yechon y te reviso a profundidad.

— ¿No te estoy quitando mucho tiempo? —Preguntó SeokJin y procedió a limpiar la herida, haciendo muecas por el ardor del alcohol contra la piel viva—. Podrías simplemente dejarme en la sala de urgencias.

—Para nada, no digas tonterías —hizo una mueca—. Te dije que lo hago de corazón. No quiero que esa herida se infecte.

—Bueno, en ese caso... ¿Puedo preguntar hacia donde estás viajando? —Terminó de limpiar su herida, junto con el resto de su planta llena de tierra.

—Voy a Ilsan al funeral de mi padre —suspiró NamJoon, aquello de inmediato heló a SeokJin.

—Diablos, lo siento mucho —contestó trastabillando—. ¿Seguro que no soy una carga? El funeral de tu padre parece algo realmente urgente... Seguro tu familia está esperando por ti.

—Para nada —suspiró de nuevo y echó a andar el auto, una vez que notó la herida limpia—. Realmente tendría que llegar hasta mañana porque apenas lo están preparando en la funeraria, pero decidí adelantarme, así que estoy a tiempo.

—Lamento mucho lo de tu padre. ¿Qué fue lo que le pasó?

—Sufrió un infarto, su cuerpo ya era muy viejo y llevar una vida de tabaquismo no le ayudaba para nada.

—Es una pena —SeokJin le acarició el hombro e intentó sonreír compasivo—. ¿Cómo te sientes al respecto?

—Como se supone que se deba sentir una pérdida —con su mano libre, acarició la mano ajena posada sobre su hombro—. Es triste, pero ya presentía esto desde hace tiempo.

—Menos mal que no estás desbordándote o yo no sabría qué hacer, soy muy malo para dar el pésame.

—La verdad, creo que nuestras perturbaciones internas estaban destinadas a encontrarse. ¿No crees?

— ¿Por qué lo dices?

—Porque te encontré desesperado y agonizando de dolor, hambre y sed, y tú me encontraste a mitad de una pérdida. Tal vez significa que debemos ayudarnos mutuamente.

— ¿Y yo cómo voy a ayudarte?

—Ve al funeral conmigo —le pidió NamJoon rápidamente—. Sé que suena tonto porque no me conoces, pero no tengo a nadie. En el funeral habrá montones de personas que no me simpatizan y me sentiré muy solo. Si vas conmigo, no sentiré la necesidad de huir.

—Pero tú tampoco me conoces —se confundió SeokJin. NamJoon era realmente un hombre con aires misteriosos, pero poéticos y sentimentales al mismo tiempo.

—Pero siento que contigo me sentiré más seguro que estando rodeado de gente hipócrita y desdeñosa. Me inspiras seguridad, aunque todo esto siga sonando tonto, así lo siento.

—Está bien —suspiró SeokJin—. Te acompañaré, pero después debo continuar con mi camino, en Ilsan tengo amigos que me ayudarán a recuperar las cosas que perdí.

— ¿Qué tanto fue lo que te robaron?

—No mucho, solo mis suministros para sobrevivir toda la semana —contestó con ironía.

— ¿Ya habías viajado de mochilero antes?

—No, es la primera vez que hago esto y no salió para nada como yo lo planeaba, seguro mis amigos la están pasando mejor que yo y llegarán sanos y salvos a nuestro destino en Busan.

—Cuéntame desde el principio porque no estoy entendiendo nada —sonrió NamJoon—. Ya que no piensas dormir en el camino para recuperar fuerzas, entonces mejor cuéntame quiénes son esos amigos tuyos y cómo fue que terminaste siendo asaltado. Ah, y cómo fue que te hiciste esa herida, porque si fue con metal tendremos que ir a ponerte una vacuna.

— ¿Seguro que quieres escuchar toda esa sarta de tonterías?

—Claro que sí —sonrió de nuevo—. Suenas como alguien interesante, quiero saberlo todo.

—De acuerdo —se sonrojó SeokJin al notar que la mano de NamJoon seguía sosteniendo la suya y que con la otra estaba haciendo esfuerzos para conducir.

     Aquel toque era extraño, como una chispa cálida que lo abrazaba y reconfortaba.

     Se desligó rápidamente de esa sensación, pues empezaba a sentir atracción y aquello no era adecuado para la situación, así que se limitó a contarle todo a NamJoon, incluso lo de la estúpida apuesta con sus amigos, las personas que había conocido, las locas que lo asaltaron, los brownies con droga, su miserable vida jugando League of Legends como bandera de rebeldía y la carrera que odiaba. Ah... y que se hizo esa herida con el borde de una piedra cuando estaba frenético en busca de ayuda.

     NamJoon lo escuchó atentamente todo el camino y quedó maravillado con la compleja persona que era SeokJin. Y, sorpresivamente, SeokJin se sentía seguro de expresarse con NamJoon, tal y como siempre lo hacía cuando estaba con mujeres. Gesticulaba exageradamente, reía, contaba detalles inapropiados, decía groserías y tenía un aire de diva que atrajo rápidamente la atención de NamJoon.

—Entonces estás viajando en busca de sexo para ganar una apuesta —concluyó NamJoon y suspiró.

     La charla había sido intensa, pero había captado todos los detalles que SeokJin le había contado sobre su vida.

—Sé que suena mal y aún más porque fue mi idea —suspiró SeokJin—. Lo hice por impulso, realmente no estoy seguro de poder hacerlo. Creo que perderé y me quedaré con el puesto de JungKook.

—Vaya que ese chiquillo se toma en serio el juego —rió NamJoon—. Pero bueno, tendrás que hacer dos cosas: perder la inseguridad y hacerlo, o aceptar la derrota como un buen perdedor y jugar en ese puesto tan infravalorado del que me hablas.

—Sí... pensándolo bien no sé si quiero seguir jugando más.

— ¿Por qué? —Preguntó NamJoon.

     Mientras hablaban, la ciudad iba apareciendo alrededor de ellos. Hacía mucho calor y las calles estaban abarrotadas de tráfico debido a las vacaciones.

—Porque este viaje me ha empezado a abrir los ojos, aunque suene cliché. Me di cuenta de que me gusta mi libertad y de que no quiero volver a esa vida que tenía antes.

— ¿Y qué te detiene de cambiar el rumbo?

—Nada, supongo —suspiró con cierta nostalgia—. Si renunciara a esa carrera, mi madre igual me seguiría pagando otra y si no, pues conseguiría una beca o simplemente trabajaría. Me he esforzado para llevar la contra todos estos años, con eso es suficiente para demostrarme a mí mismo que soy capaz de cualquier cosa.

—Ese es un pensamiento muy valiente y progresista, SeokJin, te felicito —sonrió NamJoon—. ¿A qué te quieres dedicar, entonces?

—Modelaje —sonrió y sus ojos brillaron de pronto—. Me encanta la moda, las pasarelas, las grandes marcas, las fotografías y los comerciales. Pero también me gusta el arte, soy bueno dibujando y también podría dedicarme al diseño de modas, todo giraría en torno a esa vida...

—Hemos llegado —dijo NamJoon.

     SeokJin estaba tan ilusionado hablando sobre esa vida soñada, que no se percató cuando el auto estaba ya estacionado afuera de un hotel.

—Vaya, qué rápido se pasó el tiempo —se sonrojó ligeramente y agachó la mirada.

—Eso pasa cuando te diviertes, a mí también me pareció un viaje corto.

— ¿Te divierto? —Preguntó algo incrédulo.

—Me interesas, y yo me divierto escuchando y viendo todo aquello que me interesa —corrigió NamJoon y, por primera vez en todo el viaje, pudo observar bien a SeokJin. Era hermoso, tan celestial que titubeó un poco al momento de pronunciar sus siguientes palabras: — Te ayudaré a bajar, no quiero que apoyes ese pie hasta que yo me asegure de que no es grave.

     SeokJin no tuvo tiempo para discutir aquella ayuda, pues rápidamente NamJoon corrió a la puerta del copiloto y la abrió caballerosamente.

     Contra los rayos del sol, el cabello morado de NamJoon lucía también unas bellas luces de otros colores que parecían... de arcoíris...

— ¿Te pasa algo? —Preguntó NamJoon al ver que SeokJin no respondía.

—N-No —se despabiló del recuerdo—. Solo me encandilé. ¿Me ayudarás a caminar?

—Claro, ven aquí.

     NamJoon se agachó y le ofreció la espalda.

— ¿De caballito? —Rió SeokJin—. ¿No soy muy pesado para ti?

—Para nada, súbete. No quiero que apoyes para nada ese pie ni para cojear.

—Está bien, pero creo que estás exagerando, la herida no es tan grave.

—Exageraré tanto como quiera hasta que yo compruebe eso con mis propios ojos —le regañó NamJoon—. Vamos, súbete.

     Resignado a tener que establecer contacto, SeokJin respiró hondo y rodeó el cuello de NamJoon con ambos brazos, luego acomodó sus piernas en los costados de él. Se sintió realmente sonrojado cuando las manos de NamJoon sostuvieron sus muslos, aquel toque se sentía estúpidamente íntimo y SeokJin sentía pena de sí mismo.

     Su corazón se estaba acelerando por culpa de ese chico, aquello no era bueno.

     Cuando NamJoon lo tenía ya en la espalda, hicieron malabares para poder cerrar la puerta y luego se adentraron al hotel.

— ¿Por qué un hotel? —Preguntó SeokJin—. Creí que iríamos a un hospital.

—No necesitamos un hospital, yo puedo curarte.

— ¿Eres médico, acaso?

—Enfermero con muchos años de experiencia y un kit de primeros auxilios cargando a donde quiera que voy —dijo de forma orgullosa.

—Eres mi héroe, entonces. Qué afortunado soy.

—Te dije, nuestras catástrofes nos unieron —luego, entraron al lobby del hotel. —Deme una suite matrimonial de lujo, por favor.

— ¿La de una o dos camas?

—Una —dijo NamJoon

—Dos —dijo SeokJin al mismo tiempo. Aquello confundió a la recepcionista y ambos rieron al mismo tiempo.

—La de una cama King Size, por favor —dijo al fin NamJoon, aquello desconcertó a SeokJin.

     ¿Estaba insinuando algo con esa petición? ¿Quería NamJoon dormir con SeokJin esa noche? Debía dejar de hacerse ilusiones.

     Igual si lograba follar esa noche, solamente sería eso.

     Nada más.

     Si algo caracterizaba a SeokJin, era su capacidad para enamorarse rápido, pero también era capaz de disfrazar muy bien cualquier tipo de entusiasmo.

     Una vez entregadas las llaves, subieron por el ascensor. Las piernas y brazos de NamJoon quemaban por el peso de SeokJin, pero no se quejaba. Las mejillas de SeokJin quemaban por la vergüenza que sentía de estar recibiendo esos cuidados de un extraño, que además era guapo, misterioso, poético y además se preocupaba en exceso, al grado de verse adorable.

     ¿Qué tan tonto podía sentirse alguien en esa situación?

—Llegamos —dijo NamJoon y rápidamente abrió la puerta con la tarjeta.

     A penas se cerró la puerta tras ellos, NamJoon dejó caer a SeokJin en la cama y él mismo se tumbó para descansar de aquel peso.

—Lamento que tuvieras que cargarme hasta acá —se disculpó SeokJin, mirando hacia el techo para evitar voltear, pues tenía a NamJoon demasiado cerca. Además estaban en una jodida suite. ¿Cómo es que NamJoon podía darse esos lujos? Además... conducía un Ferrari. ¿Tenía una fortuna secreta y se dedicaba a ser enfermero para ocultar algo más importante y tenebroso?

Tonterías, Kim.

—No lo lamentes, no teníamos opción. Soy muy sobreprotector como para arriesgar el bienestar de alguien. Si puedo evitar que alguien sufra, lo haré.

— ¿Pasaremos la noche aquí? —Preguntó impulsivamente, ignorando ese argumento que le pareció extraño, pero tierno al mismo tiempo.

     A penas hizo la pregunta, SeokJin se arrepintió por lo tonto y urgido que sonaba aquello. ¿Por qué mejor no se fue por la tangente e indagó en esa sobreprotección que, al parecer, caracterizaba a NamJoon?

—Sí, necesitas descansar y yo también. Mañana será un día largo.

— ¿Y por qué no pediste una habitación de dos camas?

—No lo sé —sonrió y se sentó en el borde de la cama.

— ¿Te excusarás diciendo que fue tu intuición y que estamos destinados a dormir en la misma cama?

—Suena perturbador, lo siento. ¿Quieres que nos cambiemos de habitación? —NamJoon empezó a alterarse, pues apenas se percataba de la decisión tan osada que tomó respecto a SeokJin.

     Si NamJoon era sincero consigo mismo, aquel lujo fue impulsado por la repentina chispa que sintió al charlar con SeokJin. Era como estar hechizado, si SeokJin hablaba, NamJoon podía pensar en mil y un formas de hacerlo sentir bien.

—No, está bien —SeokJin notó esa exasperación, NamJoon realmente era una persona transparente en cuanto a su preocupación por otros—. Yo... te pagaré por todo esto en cuanto regrese a Seúl y recupere mis tarjetas, realmente no tengo problema con cubrir todo.

—No pensemos en nada de eso ahora, mejor vamos a curarte, sube de nuevo a mi espalda y vayamos al baño.

     La pena no abandonaba a SeokJin. Ni el impulso por querer besar, abrazar y desnudar a ese hombre que, por alguna extraña razón, le daba un aire de seguridad y provocación al mismo tiempo. Ahí estaba presente aquella atracción, aquel infame deseo que alguna vez sintió y que creyó muerto para siempre. ¿Por qué justo ahora, con un extraño? Tuvo que luchar para disimular aquellas ganas de arrancarle la ropa. Luego de enfriar su cabeza rápidamente, subió a la espalda de NamJoon, intentando ignorar lo bien que se sentían esas manos en sus muslos.

     NamJoon lo llevó hasta el baño y lo sentó en la orilla de la tina. Aquella habitación era demasiado lujosa, con una tina de cerámica fina, espejos por todos lados, una ducha de masajes, tapetes esponjosos y un retrete que parecía más bien un jodido trono.

—Quédate aquí mientras voy por mi equipaje, no vayas a intentar caminar por ningún motivo. ¿Entiendes?

—Sí, señor enfermero sargento —contestó SeokJin con una leve sonrisa, la cual NamJoon le correspondió.

     ¿Por qué la sonrisa de ese hombre lo había embobado?

     NamJoon salió rápidamente, camino al estacionamiento por sus cosas.

     Mientras tanto, SeokJin revisó el teléfono en su bolsillo.

     Muerto, seguramente los chicos estaban atiborrando el chat grupal con mensajes intentando localizarlo de alguna manera, mandando sus ubicaciones o seguro montones de memes estúpidos.

     ¿Pero le importaba? Para nada. SeokJin jamás se había sentido tan deslindado de ellos como ahora. Ni siquiera le interesaba si llegaban sanos o no, por mucho que los amara. Tan hastiado estaba de aquella vida, tan difícil era para él volver a pensar en siquiera hacer una llamada.

     ¿Y si aprovechaba ese viaje para huir? Probablemente sería su única oportunidad para tomar ese atrevimiento tan osado...

—Necesitas darte un baño —dijo NamJoon, sacándolo de pronto de sus pensamientos—. Llenaré la tina —y abrió ambas llaves. Luego, colocó en el borde de la tina su maletín de primeros auxilios y una botellita de agua.

—Siento como si estos cuidados fueran excesivos. ¿No fue demasiado pedir una suite? Con una habitación sencilla hubiera sido suficiente.

—Creo que merecemos esta comodidad, SeokJin —sonrió NamJoon—. El dinero no importa. Realmente hace mucho que no disfruto de gastar mi dinero porque siempre estoy ocupado. Esto lo puedo tomar como unas pequeñas vacaciones con una compañía extraña, inesperada y bastante placentera.

—Está bien —suspiró sonrojado—. Pero te pagaré, no pienso colgarme de tu amabilidad, además estás en duelo, emocionalmente vulnerable.

—Ambos lo estamos, SeokJin.

— ¿En duelo?

—Emocionalmente vulnerables —aclaró, luego abrió el botiquín y se hincó para examinar y curar el pie de SeokJin.

—En eso tienes razón —confesó SeokJin—. Nunca me había sido tan fácil admitir algo como esto, tienes un aura extraña que me orilla a querer contarte mis secretos más profundos. Pareciera que sin querer, estoy siendo transparente para ti. ¿Por qué pasa esto?

—Lo mismo siento contigo —se sonrojó un poco y le miró de soslayo mientras limpiaba la piel y aplicaba cuidadosamente el desinfectante en spray—. Realmente pensaba guardarme lo del fallecimiento de mi padre para mí mismo, no tengo amigos cercanos en quiénes confiar como para acudir por consuelo. Pero tú... eres extraño, te lo dije al principio del viaje.

—Vaya encuentro tan extraño, parece como de esos cuentos tontos donde encuentras a tu alma predestinada y lo sabes de inmediato con solo hablar o verla a los ojos.

— ¿Crees que estamos predestinados? —Sonrió NamJoon.

— ¡No! —Se arrepintió de aquella tontería—. E-Es decir, solo era un ejemplo... yo no creo que tú... que yo...

—Tranquilo —le regaló una sonrisa tranquilizadora—. Si te sirve de algo, también lo siento así aunque suene tonto... ¡Ya está! Tu pie ha quedado limpio y sano, al parecer solo fue un pequeño raspón superficial, puedes caminar con normalidad, pero nada de correr o saltar. Te daré algo para el dolor y un ligero antibiótico por si las dudas. Toma un baño, pero por nada del mundo vayas a mojar la gasa, te la cambiaré en unas horas.

—Te dije que estabas exagerando —sonrió y NamJoon le rodó los ojos, pero seguía simpatizando con él—. Muchas gracias, NamJoon. Me da pena admitirlo, pero creo que me hubiera ido muy mal de no haberme topado contigo —de forma impulsiva, acarició el hombro del chico.

     Era suave, cálido y reconfortante.

     Era peligroso.

—Gracias a ti por no tomarme como bicho raro con todas estas cosas tontas que te he dicho. La gente a veces no me acepta porque creen que soy supersticioso, demasiado cursi u optimista en exceso.

—Yo creo que eres tierno, realmente nadie se había tomado la molestia de escucharme y cuidarme como tú lo hiciste hoy —sonrió ampliamente.

     Las palabras cursis salían de su boca sin pedirle permiso a su parte consciente.

     Y eran las palabras más honestas que le había dicho a alguien en mucho, mucho tiempo. SeokJin, el doble cara, estaba siendo más transparente que nunca. Ni siquiera con JiYong podía ser así...

—Date un baño y toma los medicamentos que te voy a dejar junto al lavabo—dijo simplemente, sonriéndole amplio y apretando de paso esa mano que seguía posada sobre su hombro.

     Y sin pensarlo, besó el dorso de la mano de SeokJin, haciéndolo estremecer y sonrojarse aún más.

—E-Está bien.

     Luego, NamJoon cerró las llaves del agua y metió un dedo para asegurarse de que la temperatura estuviera perfecta.

     SeokJin empezó a desvestirse, empezando por su camiseta negra sudada, la tiró al suelo y procedió con sus pantalones.

—No me mires —dijo SeokJin, al notar la mirada de NamJoon sobre su torso desnudo—. ¿El baño no significa que es privado?

—Lo sé, pero... ¿Quieres que te ayude a entrar a la tina? P-Para que te cuides el vendaje...

—De acuerdo, pero me meteré en calzoncillos y cuando salgas, me los quitaré.

—Claro —NamJoon asintió y nuevamente ayudó a SeokJin a ponerse de pie, luego sirvió de apoyo para que este entrara a la tina.

— ¿Qué tanto miras? —SeokJin empezaba a acalorarse, y no necesariamente por el agua a su alrededor.

—Lo siento, no quería incomodarte —se rascó la nuca como gesto de vergüenza—. ¿El agua está bien?

—Está perfecta, muchas gracias por tomarte tantas molestias.

—No hay de qué, lo hago de corazón... Por cierto, perdona mi atrevimiento al mirarte —se alejó algunos pasos, hacia la puerta—. Es que tienes unas piernas muy hermosas, esculturales a mi parecer.

—G-Gracias, NamJoon —se ruborizó al instante. ¿Cuánto tiempo hacía que no se sentía hermoso para otra persona? Aquello fue como un balde de agua fría en un día de verano ardiente. Inesperado, pero placentero.

—Bueno, te dejo —carraspeó un poco, dejó una pastilla y la botella de agua junto al lavabo y caminó hacia afuera del baño—. Pediré comida y buscaré una buena película. Si quieres que te ayude a salir cuando acabes, me hablas.

     SeokJin asintió con una sonrisa tímida, luego se quedó a solas en el baño.

     ¿Por qué su estómago se sentía lleno de mariposas y su pecho quería explotar? ¿Por qué estaba sintiéndose así con un completo extraño?

     Dejó de pensar en esas estupideces, pues eso le sonaba a enamoramiento y sabía perfectamente que no podía permitirse eso nunca más.

     No después de toda la incertidumbre y el miedo que habían sido infundados en su ser después de JiYong.






[♦]






— ¿No tuviste problemas para salir de la tina? —Le preguntó NamJoon.

—Para nada, me las arreglé bien allá adentro.

—Me da gusto, tu cara ya se coloreó un poco más. Mira, esa ropa mía te servirá —le señaló la esquina de la cama, donde había ropa doblada—. No sé si la talla es muy pequeña o si es de tu estilo, pero tendrás que usarla mientras te llevo a comprar algo que sí te guste. Los calzoncillos están nuevos, son los que cargo de repuesto, así que no sientas asco al ponértelos.

—No tienes que prestarme ropa, puedo con la que traía puesta —se avergonzó y se sentó en la orilla de la cama, sintiéndose tímido al estar envuelto en su bata esponjosa.

—No te la puedes poner así de sucia como está, la lavaremos y podrás usarla. ¿Además cómo planeabas ponerte tus calzoncillos mojados? Acepta mi ayuda, SeokJin, por favor.

—De acuerdo —suspiró resignado—. Aceptaré todo lo que quieras darme, pero tendrás que pasarme tu número de cuenta bancaria para pagarte todo cuando esté de vuelta en Seúl.

—Ya te dije que no pienses en eso —le sonrió y se sentó en la cama con las piernas cruzadas—. ¿Tienes hambre? Ordené algunas cosas. Cuando estés vestido, comamos juntos. Y ten... —le ofreció un frasco de pastillas—, son como la que te tomaste ahorita, es para el dolor y debes tomarla cada ocho horas, también te pondré el spray para evitar la infección cuando te cambie el vendaje. Estarás bien para mañana.

—Muchas gracias —se sonrojó y aceptó los remedios que NamJoon le ofreció. Le sonrió a NamJoon con cierta timidez, tomó la ropa y se esfumó hacia el baño antes de que él notara lo sonrojado que estaba.

     Una vez en el baño y se vistió con la ropa que NamJoon le había prestado. La camiseta le quedaba algo ajustada debido a sus anchos hombros, pero los pantalones deportivos le ajustaban a la perfección. La ropa interior era justo de su talla, muy cómoda y lo suficientemente ajustada. Una vez vestido, se miró al espejo y se sintió fresco, renovado, limpio y... extrañamente revitalizado, como si una parte marchita de su ser estuviera mostrando indicios de un renacimiento.

—Luces muy bien con esa ropa —comentó NamJoon en cuanto SeokJin regresó a la habitación—. Te queda mejor que a mí.

—Yo luzco bien con lo que me ponga, NamJoon —fanfarroneó y se sentó en la esquina de la cama—. ¿Comemos? Muero de hambre.

—Claro, traeré el carrito —NamJoon se levantó y atrajo hacia la cama el carrito con comida que el hotel le había proporcionado—. Por cierto, ¿no quisieras cargar tu celular? Tal vez necesites llamar a tus amigos para avisarles que estás bien y para revisar la aplicación del banco para asegurarte de que todo está en orden y no te han dejado seco.

—Mierda, tienes razón —suspiró—. Realmente no quería encender el teléfono, pero es cierto que debo revisar eso.

—Pero primero come, necesitas alimentarte bien si quieres que esa herida sane rápido.

—Hace mucho que no me sentía como un niño pequeño al que hay que cuidar —comentó SeokJin y empezó a servirse de los diferentes platos que NamJoon había ordenado.

— ¿Te hago sentir incómodo? —Él también se servía la comida, sin dejar de observar cada movimiento de SeokJin.

     Ese bello mochilero lo estaba cautivando sin darse cuenta.

—No, es lindo —dijo y sonrió ampliamente—. Pero no deja de sorprenderme tu corazón tan enorme, mira que no cualquiera ayuda así a un completo extraño.

—Ya no cuentas como extraño, SeokJin —se llevó un par de bocados a la boca, no dejaba de sonreír y suspirar.

     Y SeokJin tampoco.

—Bueno, pero tú para mí sí. Yo ya te conté una parte de mi vida de la que no me enorgullezco para nada, ahora deberíamos quedar a mano. ¿Por qué no me cuentas por qué parece que no quieres estar en ese funeral?

—Te contaré de una vez para que no te sorprendas cuando lleguemos —NamJoon continuó comiendo, pero esta vez se sentó más cerca de SeokJin—. Soy adoptado. Papá me recogió de un refugio cuando yo tenía trece años y se dedicó a darme todo para que yo fuera alguien en la vida, pero su familia nunca estuvo de acuerdo con eso, ¿sabes por qué? —SeokJin negó—. Porque papá tenía un hombre por pareja, un adorable mexicano con quien se casó en su país natal, pero como aquí no es legal ni la adopción gay, solo tengo el apellido de mi papá Kwan. Ambos me criaron de la mejor forma posible, pero nunca fui bienvenido en esa familia. Las reuniones familiares eran una tortura para mí, pues además de cargar con el estigma de ser el "agregado", también me discriminaban porque sospechaban que yo era gay igual que mis padres. Nosotros tres contra esa familia conservadora, no tienes idea de lo mucho que mis padres sufrían al tener que ocultarme con algunas personas, pero yo siempre lo comprendí, de cierta forma tuve que desarrollar una habilidad para esconderme y pasar desapercibido para evitar todo tipo de miradas o conflictos. No me mal entiendas, sí quiero ir al funeral de mi padre, me siento muy triste y siento que si lloro su pérdida, me romperé en pedazos y no podré recogerlos después. Amo a mi padre Kwan y a mi padre Roberto por sobre todas las cosas en esta vida, pero su funeral estará lleno de buitres que esperan por el testamento y yo seré el blanco de críticas porque él dejó todo para mí y para Roberto. Así que cuando lleguemos, solo tendré a mi otro papá para abrazarme y... a ti, si es que no te incomoda darme un abrazo por si algo malo pasa.

—Oh, Nam —a SeokJin se le aguaron los ojos, estaba más que cautivado y sintió una imperiosa necesidad de abrazar a NamJoon, enrollarlo en una suave manta esponjosa y dejarlo llorar hasta que se quede dormido.

     Pero como no tenía una suave manta esponjosa, simplemente le ofreció sus brazos.

     Y NamJoon los aceptó.

     Y lloró en el pecho de SeokJin, intentando respirar ese consuelo para aminorar el dolor que su frágil corazón estaba sufriendo. Y SeokJin lloraba con él, empapado en los sentimientos que se cruzaban por su cabeza.

     Sentía el dolor de la pérdida de NamJoon al mismo tiempo que sentía incertidumbre por su propia vida. Aquellos cables cruzados provocaron esa chispa de emociones que se convirtió en fuego, quemándole el pecho con la fiereza de un incendio voraz. ¿Cuánto tiempo tenía sin abrazar a alguien de esa forma? ¿Por qué dolía tanto volver a ser transparente? ¿En qué momento olvidó lo que se sentía estar compenetrado con una persona?

     Todo dolía en el interior de ambos. En ese momento, SeokJin comprendió las palabras de NamJoon. "Nuestras catástrofes nos unieron", eran las palabras más ciertas que había escuchado jamás.

—P-Perdón por haberme desbordado —sollozó NamJoon, aferrándose al torso de SeokJin—. No pude... resistir más... siento que quiero morir en este momento.

—No te preocupes —susurró SeokJin y peinó los coloridos cabellos—. Yo nunca he perdido familia, pero quiero que sepas que entiendo ese dolor, esas ganas de querer esfumarte para siempre y no saber nada de ti ni de nadie más.

—Sabía que no me había equivocado contigo —suspiró y levantó al fin su rostro—. Por alguna razón, yo sentí que íbamos a entendernos muy bien.

—La verdad estoy en shock en este momento —rió con nerviosismo—. Nunca creí que detrás de esos ojos tan pacíficos, existiría un corazón tan atormentado.

—Perdón...

—Ahora soy yo quien te pide que dejes de disculparte —le regañó con cierta ternura—. Esto va a sonar mal pero... ¿Podemos meternos bajo las cobijas y simplemente abrazarnos?

—Iba a sugerirte eso, pero me alegra que lo dijeras primero porque siento mucha vergüenza en este momento.

—Nada de vergüenza —sonrió—. No conmigo, NamJoon. Creo que ya nos demostramos que podemos confiar en el otro, aunque solo estemos viendo la punta del iceberg.

     Y simplemente se sonrieron con complicidad, ambos derramando las lágrimas sobrantes. Se metieron bajo las sábanas, pero no sabían quién debía abrazar a quién. SeokJin quería abrazar a NamJoon por la espalda, para consolarlo y darle seguridad, NamJoon quería hacer lo mismo, porque desde el inicio sintió la necesidad de cuidar a SeokJin de cualquier mal que existiera en el mundo.

     Eran los sentimientos que se provocaban mutuamente, así que tuvieron que quedar de frente, observándose y abrazándose por la cintura.

—Quisiera abrazarte por detrás y susurrar en tu oído que todo estará bien —confesó SeokJin, al perderse en los ojos pacíficos de NamJoon.

—Yo quisiera hacer lo mismo contigo, porque me provocas ganas de cuidarte.

— ¿Y si nos turnamos? —Sugirió SeokJin—. Pero quiero abrazarte primero, siento que lo necesitas más que yo.

—Está bien —suspiró NamJoon y se volteó.

     El amplio pecho de SeokJin se pegó a la espalda de NamJoon, seguido de un brazo sobre su abdomen y el otro, debajo de su cuello. Aprisionó a NamJoon en su calor y, dejándose llevar por el repentino enamoramiento (que no sabía si era por compasión o porque realmente lo sentía), besó la nuca de cabellos coloridos y susurró ahí algunas palabras que no estaba seguro si eran balbuceos, pues era tal la tranquilidad que NamJoon le transmitía, que sintió ganas de dormir.

—Yo también quiero morir a veces —empezó—, porque siento que mi vida no tiene sentido y que jamás venceré los miedos que tengo, justo ahora los dos estamos teniendo una pérdida. Tú has perdido la mitad de tu familia y yo he perdido las ganas de querer regresar con la mía, porque todos los días siempre es lo mismo y siento que no voy hacia ninguna parte, pero... pero estar en este viaje y conocerte... parece como una señal. Una señal de que todo mejorará. Para ti también todo mejorará, NamJoon. No sé qué otras cosas te hagan querer morir, pero todo irá bien...

—Gracias, SeokJin —sollozó NamJoon, estaba desbordándose de nuevo—. No sé de dónde saliste ni por qué de pronto te confié todas estas cosas, pero agradezco haberte encontrado y que también confiaras en mí.

     NamJoon había mentido en algo.

     Él le había dicho a SeokJin que si lloraba, sería incapaz de recoger sus partes rotas del piso.

     Porque cuando SeokJin le besó el cuello y lo abrazó con fuerzas, algo dentro de él se reparó casi de forma instantánea.





----

Inserte sus "aaawwww" aquí

¿Te está gustando?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top