capítulo 7.

«JUSTIN»

Jessica no lo necesitaba. Clay le había mentido solo para utilizarlo en el juicio, porque necesitaba su testimonio. Porque lo necesitaba para hundir a Bryce. Pero Jessica no lo quería de vuelta. Y Justin no pensaba largar una sola palabra, a menos que ella estuviera de acuerdo. Ya la había lastimado demasiado y no se atrevería a hacerlo más; no quería exponerla ni sacar a relucir el pasado sin su permiso.

La desilusión consiguió que su corazón se sintiera todavía más vacío. Un vacío desesperante, que lo llevaba a odiarse a sí mismo, a sentir que esa ya no era su vida. ¿Que hacía viviendo en casa de Clay Jensen? ¿Como podía permitir que una chica como Lucy se acercara a él? Cuando era obvio que la terminaría arruinando o lastimando de alguna forma.

Apenas una luz tenue que ingresaba por la ventana iluminaba apenas la habitación. Clay dormía profundamente, Justin fingía que lo hacía, hasta que decidió el siguiente paso. Abrió los ojos, salió del sofá y buscó sus escasas pertenencias, para acomodarlas en su bolso. No tenía a donde ir, en su cabeza imaginaba que la calle volvería recogerlo. Al menos allí nadie lo conocía; al menos encontraría lo único que lo calmaba. Imaginar la posibilidad de obtener heroína lo incitaba a huir, ya no resistía sin ella, y tampoco creía tener un motivo para seguir resistiendo. Lamentaba no ser lo suficientemente valiente para ser mejor, aunque lo intentaba, nunca lo lograba. En silencio, se vistió y se colocó las zapatillas, cruzó el bolso por su hombro y se puso de pie para irse.

Bajó las escaleras tan rápido como pudo, llegó a la puerta principal donde quitó el seguro y salió hacia afuera. Alcanzó a dar algunos pasos, hasta que escuchó una voz femenina.

—Justin— reconoció a Lucy y no pudo continuar con su escape. Al menos ella merecía una explicación.


«LUCY»

Era el tipo de persona que al llegar la noche, apoyaba la cabeza en la almohada dispuesta a dormirse, pero entonces todo lo que pasó en el día empezaba a reproducirse en su mente, como una película. Y entonces detrás, llegaban los recuerdos del pasado, junto a los reproches de <<¿Por qué no hice esto? ¿Por qué tuve que decir aquello? Debí actuar de tal forma>> Una tortuosa memoria exagerada de sus errores, que no hacían más que darle ansiedad. Y de pronto el sueño se perdía y dormir le costaba. Tenía que asimilar que su amigo de la infancia era un adicto a la heroína, al que quería ayudar pero se sentía tan al margen y excluida, que no sabía como actuar o qué decir. Tenía que asimilar que muy pronto comenzaría en el instituto Liberty, donde sería la nueva y tendría que esforzarse por integrarse a los grupos armados.

Todavía atormentada, se volteó en la cama hacia el lado de la puerta, que permanecía abierta. Respiró hondo, desvelada y mirando hacia el pasillo. Alcanzó a oír apenas como la habitación de Clay se abría, luego pasos cuidadosos y al segundo, una figura masculina caminando en dirección a las escaleras. No tardó en reconocerlo. Y no tardó en salir de la cama en pijamas, colocándose el primer suéter que encontró sobre la silla y bajó a pasos rápidos, oyendo como el chico salía por la puerta principal, que Lucy atravesó después, para encontrarlo de espaldas alejándose de la casa.

—Justin— murmuró, saliendo también. —Justin, espera— él se detuvo, dudando en girar, pero finalmente lo hizo. —¿A donde vas?— preguntó mientras se cruzaba de brazos, protegiéndose del frío.

—No importa— se encogió de hombros. —Ya no tengo nada que hacer aquí.

—¿Clay te echó?

—No. Pero no puedo hacer lo que me pide— contestó, totalmente vencido.

—¿Que hay del plan? De tu recuperación— le recordó. —Pensé que Clay te estaba ayudando a salir de eso.

Justin negó, bajando la mirada.

—Solo necesita que este sobrio para hacer algo...— Lucy intuyó que el chico explicaría, pero no siguió ahondando. Se notaba que todos ocultaban algo. —Qué no puedo hacer— se limitó y tragó saliva.

—Está bien. Está bien si no puedes hacer lo que te pide o incluso si ya no quiere ayudarte. Yo puedo hacerlo— aseguró. El aprecio que sentía por él hacia que se adjudicara la capacidad de poder ayudar. —Quédate— pidió. Le daba tanto miedo volver a perderlo. Además, era evidente que aún no estaba bien, no podía llegar muy lejos así.

—Aún no te contaron la historia completa, ¿verdad?— pronunció y Lucy volvió a sentirse ilusa.

—¿De qué historia hablas?— cuestionó, frustrada por no saber lo que realmente pasaba.

—De qué no soy lo que crees, Lucy. No soy el niño que jugaba contigo en la casa del árbol, ni aquel al que le leías historias. Si supieras lo que soy, probablemente no estarías aquí de pie— expresó con sinceridad y entonces bajó la mirada, completamente roto. Ni siquiera era capaz de mirarla. Porque ella lo seguía contemplando como si fuera una buena persona y él no se sentía así.

—No lo creo. No puedes asegurar eso, no puedes decidir sobre mis sentimientos— odiaba que él dijera aquello. ¿Como podía estar seguro de que ella lo prefería lejos?

—Ve a descansar, Lucy— lo oyó murmurar y cayó en la cuenta de que se estaba despidiendo. Saber que no había forma de detenerlo, dolía. Sus ojos se habían cristalizado, del mismo modo que se hallaban los de Justin. —Cuídate— agregó y sin darle tiempo de decir algo, se acercó dejándole un beso en la mejilla.

Ninguna palabra salió de su boca, porque en su garganta yacía un enorme nudo que no le permitía hablar. Solo lo vio irse y regresó, afectada por la repentina decisión de Justin.

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No subió a su cuarto. Se detuvo en la cocina, donde pretendió beber un poco de agua. Con el vaso entre sus manos, se apoyó en la mesada y alcanzó a ver el reloj de pared. Eran como las cinco de la madrugada. En un par de horas tenía que desayunar y asistir a su primer día en el Liberty High.

—Lucy. ¿Donde está Justin?— cuestionó Clay, un tanto confundido por encontrarla despierta a esas horas. Confundido e inquietado, porque quién podría ser un testigo clave en el juicio, había desaparecido.

—Justin se fue, Clay— respondió directa y tomó un sorbo de agua, suspirando con cansancio.

—¿Qué? ¿Como qué se fue?

—Sí, lo escuché bajar y lo seguí— explicó. —Dijo que no podía hacer lo que pedías. Estaba dolido porque le mentiste.

Clay se sintió frustrado al escuchar.

—Pero no le mentí. O sí, pero en parte. El tiempo iba a darme la razón— se justificó, después de todo, la mentira no fue con mala intención. —¿No hiciste nada para detenerlo?

—Lo intenté. Le pedí que se quedara— bajó la mirada, su rostro lucía apagado. —¿Que más podía hacer? ¿Obligarlo a quedarse?— era obvio que no haría eso. —Lo intenté, traté de ayudar. Pero si nadie va a decirme como son realmente las cosas, no puedo hacer mucho.

El chico hizo caso omiso a la última parte, esquivando la parte en que relataba los hechos. Era demasiado para revivir, demasiado para contar y resumir en un par de minutos.

—Ya hiciste mucho, Lucy. Olvídalo. No te meteré en más problemas— le prometió.

—¿Chicos? Aún deberían estar en la cama. Son las cinco y media— interrumpió Lainie, que se había despertado tras oír murmullos en la cocina.

Lucy dejó el vaso sin agua sobre la alacena y miró a Clay, avisando de manera disimulada que ella hablaría.

—Lo siento, Lainie. Estoy algo nerviosa por el primer día en la escuela, Clay solo me hacía compañía— fingió una sonrisa de tranquilidad. —Subiré a tratar de dormir— agregó, saludando a ambos con un asentimiento de cabeza.

Era cierto que la idea de ser la nueva la inquietaba, pero recordar que Justin andaba enfermo y a la deriva, la inquietaba aún más.

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