capítulo 6.
«JUSTIN»
No imaginaba un día más sintiéndose así, no sabía cuando más podría resistir a los efectos de la abstinencia. Al final y tristemente, la heroína había sido lo único capaz de ofrecerle un poco de paz. Todavía podía recordar la sensación, la calma... Necesitaba vivirla. Experimentarla. No le alcanzaba el recuerdo. Pero ya no era tan sencillo conseguir, estaba encerrado en la casa de Clay Jensen, tenía un motivo fuerte para quedarse y además, Tony lo vigilaba de cerca. Tony, que con su capacidad física era capaz de derribarlo y obligarlo a permanecer en la habitación el tiempo que fuera necesario. Era un hecho que huir no cabía en sus planes, aún mientras su cuerpo le pedía gritos aquella sustancia que llegó a convertirse, casi, en una parte esencial de su vida. Lo pedía con tanta insistencia, que su estomago se retorcía de dolor y la fiebre no cesaba, los vómitos cada tanto se detenían y le permitían componerse un poco. Solo un poco.
Tony le había prometido que regresaría rápido con el preparado que se suponía, ayudaría a calmar sus dolores. Así que esperó impaciente, removiéndose en el sofá, preguntándose cuan riesgosa (y estúpida) era la idea de escapar por la ventana e ir por algo de droga. Finalmente todo quedó en una utópica idea. No escapó y la puerta se abrió, haciendo que dirigiera la mirada hacia Tony, que traía un vaso en la mano.
—¿Por qué tardaste tanto?— cuestionó. Solo tardó unos cuantos minutos, que para Justin fueron eternos.
—No te quejes. Habría tardado más, agradece a Lucy que me ayudó— dijo Tony ingresando con paciencia. Detrás de él, apareció Lucy con una modesta sonrisa. Justin la vio y se arrepintió de ser tan idiota.
—Hey— murmuró la chica para saludarlo y él solo pudo pronunciar otro —Hey—.
Habían pasado años, pero Lucy seguía luciendo como una chica repleta de vida. Como si los años le hubieran traído cambios mejores. En cambio, Justin sentía todo lo contrario: los años le robaron la inocencia, le dieron un golpe tras otro y cada vez que creía poder levantarse, algo lo hundía más. Creerse el rey del instituto no era más que un escape ficticio, porque cuando regresaba a casa allí lo esperaba su verdadera vida, otra realidad totalmente contraria a la "diversión" de afuera.
—Toma— el vaso apareció ante su vista, Tony se interpuso entre la figura de Lucy y la suya. —¿Te quieres sentir mejor o no?— preguntó, haciéndolo caer en la cuenta que tenía que tomarlo. Asintió y sostuvo el vaso, bebiendo sin chistar el contenido. Seguía sintiéndose mal y quería que los dolores desaparecieran lo antes posible. Lucy estaba ahí y eso de alguna manera, lo ponía más nervioso, pero tampoco quería que se fuera.
Mientras bebía, divisó como los ojos de Lucy se dirigían a los papeles sobre la mesa: el plan de desintoxicación. Se sintió avergonzado, ¿pero que más podía hacer? Tarde o temprano la chica lo sabría.
—¿Sabes lo que me haría sentir mejor? Salir de aquí— pronunció a Tony, cansado de sentirse encerrado entre cuatro paredes.
—Imposible, Foley. No pidas milagros— dijo sin rodeos. La orden era clara: no salir.
—Vamos, no es para tanto. Solo una vuelta. Es aburrido estar aquí encerrado— se quejó.
—Aguanta. No puedes salir, lo lamento Foley— concluyó, sin darle espacio a seguir insistiendo. Miró hacia el suelo, un tanto decepcionado porque por un instante pensó que aceptaría. Cuando volvió a mirar a Lucy, la chica de espaldas buscaba entre algo los estantes de Clay.
—Ya sé...— murmuró, al mismo tiempo que sostenía una caja rectangular y giraba hacia ellos para enseñarla. —Podemos jugar— sugirió refiriéndose al juego de mesa. —¿Es mala idea?
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Habían extendido el tablero sobre la mesa frente al sofá. Justin y Lucy sentados uno al lado del otro y Tony en frente, se había retirado del juego porque quedó en banca rota. Los otros dos en cambio, se disputaban el puesto de ganador. Llevaban más de cuarenta minutos jugando y aún no se definía, Lucy de vez en cuando se removía divertida y su brazo rosaba con el de Justin, quién podría haberse hecho a un lado, pero lo cierto era que no le molestaba, es más, lo animaba.
—Apostemos algo— propuso.
—Lo que quieras— respondió Lucy, segura. Tony observaba la situación sin interceder.
—Si yo gano, salimos de aquí.
Y entonces, quedaron en silencio. Clay había sido claro, tenía que quedarse adentro. Por eso Lucy no supo que responder y fue Tony quién se animó a tomar las riendas del asunto.
—Es en serio, no podemos salir— fue claro.
—Solo será un rato. ¿A qué le tienes tanto miedo?— cuestionó dejando de lado el juego. Se notaba que algo más le preocupaba.
—Me metí en problemas con la policía y estoy bajo libertad condicional. Si me ven contigo, ya sabes, estaré muerto— le hizo saber. Justin asintió, comprendiendo que Tony realmente tenía sus motivos para negarse a salir. —¿Qué fue lo que pasó contigo, Foley?
Ante la pregunta, bajó la mirada con inseguridad. Lucy titubeó, como si quisiera decir algo para cambiar el tema, pero finalmente fue él mismo quién retomó el habla.
—Pasó que perdí casi todo el dinero en las primeras semanas por vivir en moteles. La oxicodona me tranquilizaba, pero... Esas píldoras son costosas y la heroína, barata. Y aquí estoy... Usando el baño de Clay Jensen.
«LUCY»
No dejó de mirarlo mientras hablaba. No se distanció, solo qué sus ojos tomaron profundidad al caer en la cuenta de que realmente se trataba de algo grave.
—Saben, yo sí puedo salir— les recordó. —Puedo acompañarte— sugirió, entonces ambos esperaron con ansias la respuesta de Tony, que no pudo negarse, también afectado por lo que acababa de oír.
—Calzate. Saldremos— terminó accediendo.
Minutos después, los tres caminaban por la acerca, bajo los rayos del sol. Aunque Tony quedó algunos centímetros más atrás cuando su móvil sonó y se dedicó a atender la llamada.
—Parece que al fin podemos hablar— era cierto, Clay no estaba cerca y Tony les había dado espacio. —Y en un lugar mejor que el baño— dijo, divertida.
—El baño no estaba tan mal— bromeó, haciendo que Lucy ampliara su sonrisa.
—Nunca habría imaginado que te volvería a ver siete años después en casa de Clay...
—Tirado en el suelo y vomitando— completó la frase.
—Sí, es todo muy loco, pero me alegra haberte encontrado— se sinceró, siendo las circunstancias algo con lo que debería lidiar. —Te llamé ¿recuerdas? Incluso cuando nadie más atendía, seguí llamándote cada día, durante meses. Hasta que mi madre se dio cuenta de que tu línea ya no existía, y entonces tuve que olvidarme de las llamadas— reveló. <<Pero nunca me olvidé de ti>> surgió en un pensamiento, que dejó a un lado, dentro de su cabeza.
—Llegué un día a casa y el novio de I madre en ese entonces, había destrozado el teléfono. Y los cables estaban cortados. No pude hacer nada— se encogió de hombros, recordando que solo era un niño de diez años atormentado por una familia problemática. Llevaba las manos en los bolsillos de una sudadera azul, y una capucha le cubría parte de su cabeza. Continuaban caminando, Tony seguía algunos metros atrás.
—Solo eramos niños— murmuró la chica.
Él asintió.
—Escucha, Lucy... Lamento que te hayas encontrado con todo este desastre— lamentó, refiriéndose a él mismo. —No tienes que sentirte obligada a volver a ser mi amiga.
—¿Alguna vez dejamos de serlo?— cuestionó, alzando las cejas. Porque a pesar del tiempo separados, Lucy nunca dejó de sentir la conexión. —Los amigos son para siempre ¿recuerdas?— ella no lo olvidaba. Y levantó el dedo meñique simbolizando la promesa que habían ideado la última vez que se vieron.
Justin imitó el gesto y enroscó su dedo con el de la contraria, mediante sonrisas cómplices. Ya no tenían diez años, ya no eran los mismos niños, pero la amistad seguía intacta.
—Foley— gritó Tony desde atrás, interrumpiendo. —Hay que regresar.
—¿Ya? Espera un poco. Me gusta estar afuera, el aire puro, la vitamina D. Un poco de...— se interrumpió, desviándose hacia un costado de la acera para vomitar. Lucy apartó la mirada de la escena y Tony frunció el ceño. —Lo siento...— trató de disculparse con una vecina.
—Por Dios. No hables con nadie— lo reprochó el castaño.
—Solo me estaba disculpando. No entiendo esta rutina de agente secreto— indagó Justin y para ser verdad, Lucy tampoco la comprendía.
—Claro. ¿No entiendes que hay personas que no te quieren de regreso?
—Jessica quiere que regrese. Es todo lo que me importa— respondió. <<¿Jessica? ¿Quién es Jessica?>> la duda surgió en un parpadeo en la cabeza de Lucy. Había una chica. Pero de todos modos, no acababa de entender.
—Si. Sí— Tony respondió dudoso, lo que quitó estabilidad a Justin. Empezó a dudar.
—Eso fue lo que dijo ¿no?
—No hablé con ella. Habló Clay— se justificó. Y nuevamente Lucy se sentía fuera de todo; no era para menos. Era la nueva, la recién llegada, los demás se conocían y tenían sus secretos, los cuales quizá nunca llegaría a saber.
—Él dijo que me quiere.
—Si, no creo... No creo que sea tan simple— pronunció Tony, observando con preocupación el auto que acababa de pasar frente a ellos. Llevaba una bandera del Liberty High. El colegio.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—¿No conoces ese auto?
—¿De quién es?
—No sé, pero está claro que va a nuestra escuela. Se te cumplió el deseo. Todos sabrán que volviste— el enojo se notó en la cara de Tony y adelantó el paso, aumentando la velocidad de su caminar. Justin y Lucy se mantuvieron atrás, tratando de seguirle al ritmo.
—Tranquilo— ella lo miró, notando en la expresión de Justin que algo le dolía. Él tragó saliva, intentando contener la angustia que le producía el darse cuenta que le habían mentido...
Que Jessica no lo quería de vuelta.
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