capítulo 3.
JUSTIN
Ya lo sabía. Clay sabía sobre su adicción a la heroína, lo descubrió por el descuido de dejarla en el bolsillo de su vaquero. La peor parte era que el chico se deshizo de ella y de pronto, no tenía manera de conseguirla. Huir fue la primera solución que se concentró en su cabeza. Se levantó del sofá, tomó sus pertenencias y atinó a colocarse las zapatillas para marcharse, total, se suponía que nadie le ponía limites.
Pero cuando Clay le recordó el motivo por el que estaba ahí, empezó a reconsiderar la idea de marcharse. Jess lo necesitaba y estaba dispuesto a dejar de defraudarla. Era cierto que nadie tomaría en serio su declaración si la realizaba bajo el efecto de las drogas. No tenía idea de lo difícil que sería el camino, pero de algún modo, su culpa lo obligaba a quedarse. Su enorme arrepentimiento lo aferraba a la idea de esforzarse para aportar lo poco que podía, si eso ayudaba a Jessica de algún modo.
Entonces, terminó accediendo al pedido de las personas presentes en ese momento: Clay y Sheri. Se suponía que ella ayudaría mientras Clay no estaba.
Para su impresión, su cuerpo empezó a pedirle lo que había acostumbrado a darle los últimos cinco meses. Aquella sustancia que lo calmaba, la sensación de un mundo sin problemas, lo que tranquilizaba cualquier dolor. El hecho de que aquello faltara hizo que su anatomía respondiera, sintiendo que algo estaba fallando. Tomó lo que Sheri le indicó y lo siguiente que sintió fue como su estomago se revolvía: terminó vomitando de manera abrupta. Y así seguiría.
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Quería llorar porque la desintoxicación se sentía como estar en el infierno. Como si su cuerpo estuviera quemándose por dentro y por fuera, perdiendo las fuerzas. Se sentía débil. Moría de frío y ni siquiera conseguía ponerse de pie, por lo que estaba arrojado en el suelo sobre un cesto de basura, donde podía girar justo su cabeza y vomitar cuando fuera necesario.
La desesperación lo había hecho arrepentirse por momentos. Incluso pidió a Sheri que le consiguiera oxicodona, que a cambio le daría dinero (qué en realidad no tenía) y que luego de declarar se marcharía para siempre. La chica simplemente se negó, algo que Justin agradecería en un futuro. Sin embargo, la chica tuvo que marcharse antes de lo previsto por una urgencia familiar. Había dejado a mano todo lo necesario, pero considerando que apenas podía girarse, quedarse echado ahí era la única opción que le quedaba. Al menos hasta que Clay apareciera.
Exhausto de estar de esa manera, intentó ponerse de pie pero todo lo que consiguió fue tirar la silla que usó para sostenerse y el piso retornó a ser su único sostén.
LUCY
Atravesaba el pasillo cuando oyó el ruido que provenía de la habitación de Clay. Se sorprendió, porque el chico estaba en el colegio y se suponía que no había nadie más en la casa. Quiso convencerse de que había sido producto de su imaginación, pero no pudo evitar recordar lo sucedido por la mañana. Allí había algo e iba a descubrirlo. La caminata por la ciudad que planeaba hacer sí podía esperar, su curiosidad, no.
Para su gusto, no tuvo que hacer demasiado para descubrir lo que pasaba; le bastó abrir la puerta para encontrarse con un chico sobre el piso, con la cabeza encima de un cesto de basura. Una imagen tan espantosa como real.
Lo que ocultaba Clay era algo que nunca imaginó. En un momento llegó a considerar que quizá tenía alguna mascota o una novia, pero nunca se le pasó por la cabeza tal situación. Sobretodo porque Clay solía ser un chico sin secretos y tranquilo, que compartía la vida con sus padres. Evidentemente sí cambió mucho desde la última vez que lo vio.
El chico que yacía en el suelo le dirigió una mirada que resplandecía de cierto temor (a ser echado, aunque Lucy no tenía en sus planes hacerlo).
Tenía la extraña percepción de que reconocía su mirada de otro sitio. De algún otro momento de su vida que no conseguía materializar. Iba a decir algo, pero el chico volteó hacia el cesto y lo oyó vomitar. Quizá otra persona en su lugar se marcharía, pero su personalidad no le permitiría abandonar a una persona en tal estado, aun creyendo que ni siquiera lo conocía.
—¿Estás bien?— se agachó hasta ponerse a su altura y se atrevió a tocarle la frente, como su madre lo hacía cuando ella se sentía enferma. —Estás volando de fiebre— asumió para luego tomar una manta para cubrirlo con cuidado. —Así que eras tú lo que tanto escondía Clay...— murmuró y el chico alcanzó a oírla.
—¿Y tú quién eres?— preguntó.
Iba a responder, pero Justin se inclinó nuevamente para vomitar. Entonces Lucy se extendió hasta tomar una botella de agua que había alrededor y se la ofreció de inmediato.
—Toma un poco— indicó mientras la abría y se la entregaba. Como pudo, Justin se reclinó y bebió algunos tragos. —¿Mejor?
Él asintió, devolviendo la botella.
Entonces, lo observó con una pequeña sonrisita dispuesta a presentarse.
—Lu...— comenzó a hablar pero no consiguió completar la frase. La puerta de pronto se abrió y un Clay visiblemente molesto los observaba desde arriba.
—¡Lucy! ¿Que estás haciendo aquí? ¿Por qué entras a mi habitación?— cuestionó poniéndola nerviosa. Ella le echó un vistazo a Justin que no decía nada y luego a Clay, que esperaba expectante una respuesta.
—Lo siento— ofreció una disculpa ya que después de todo, ella era quién invadía el espacio. Estaba ahí por la amabilidad de los Jensen al recibirla, tenía que mantenerse lejos de romper los limites. —Escuché ruidos, pensé que... No puedes dejar solo a alguien en este estado, ¿sabías?— no consiguió contenerse y recriminó tal acción sin saber la historia completa.
—No lo dejé solo— aclaró.
—¿No?— re-preguntó, dándose cuenta de que más de una persona estuvo metida en la casa y ella no lo sabía.
—No. Pero no es tu asunto— murmuró sin mirarla a los ojos. Le costaba ser duro con ella, pero se obligaba a ser frío y distante para no introducirla en aquel oscuro mundo del que él ya no podía salir. —¿Puedes guardar el secreto? ¿O bajarás corriendo a contárselo a mamá?
Lucy se sintió herida por la forma en que Clay le hablaba. Apretó los dientes y tragó saliva, solo para disimular la forma en que se sentía: como un verdadero estorbo.
—Clay, estás siendo demasiado...— Justin quiso hablar, pero era obvio que no estaba en condiciones para formar parte de una discusión. No pudo modular las siguientes palabras porque volvió a vomitar.
—Tranquilo. Tu secreto está a salvo, no soy una bocona, para que lo sepas— dejó en claro. —Y deberías llevarlo al sofá— indicó refiriéndose a Justin. No pudo evitarlo. Tras eso, se adelantó a marcharse, ahorrándole a Clay el tener que echarla.
JUSTIN
Después de contemplar como Clay trataba a la chica, se sintió peor. La castaña había sido demasiado amable con él aunque su interacción duró apenas unos segundos.
—Eres un imbécil, Jensen. ¿Por qué la trataste así? Solo estaba ayudando— pronunció después de haberse acomodado en el sofá. A decir verdad, el clima había quedado bastante tenso y silencioso.
Clay le dirigió una mirada asesina.
—¿Quieres a más personas metidas en esta mierda?— cuestionó.
—No— era una respuesta obvia. —Pero no tenías que ser tan duro.
—Quizá sí, tenía que serlo. La conozco. Querrá ayudar si sabe la verdad y no quiero que salga lastimada— por eso se molestó tanto cuando la vio en su habitación junto a Justin. Ya tenía demasiado como para lidiar con otra persona que apreciaba metida en todo ese desastre. Ese mundo no era bueno para ella, Lucy no podía verlo, pero Clay sí e intentaría mantenerla apartada, aún tuviera que comportarse como un idiota con ella.
Justin lo observó reflexionando lo dicho. Probablemente Clay tenía razón.
Nadie bueno debía estar cerca de él y eso incluía a Lucy.
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