capítulo 20.

«JUSTIN»  

Su novia lo miraba esperando su reacción. Era lo único que se interponía entre él y su madre, esperando alguna indicación para actuar. Mientras tanto, Amber observaba a su hijo con la necesidad de correr a abrazarlo.

—Está bien, Lucy. Voy a hablar con ella— accedió. La castaña tomó distancia para dejarles espacio y la mujer que no podía aguantar más, se dirigió directamente a él para abrazarlo como pocas veces lo había hecho.

—Mi bebé— murmuró mientras lo sujetaba entre sus brazos. Justin estaba tenso y confundido, parecía que su mamá solo se ponía cariñosa cuando llevaba tiempo sin verlo. —Te extrañé tanto. Estás enorme. Miráte— pronunció cuando tomó distancia y lo observó de pies a cabezas. Amber tenía lágrimas en los ojos y al menos, parecía lúcida, como esas extrañas ocasiones que su cuerpo no tenía ninguna droga.

—¿Qué... Qué estás haciendo aquí?— preguntó nervioso. Temía que su madre trajera problemas.

—Es tu cumpleaños— respondió. —Nunca olvidaría el día en que naciste. Fue el mejor día de mi vida— agregó, consiguiendo que esas palabras lo ablandaran. Aún sintiendo rencor, sabía que tarde o temprano tenía que perdonarla. Apretó la mandíbula sin saber que decir. —Ten. Espero que te guste— le dio una bolsa que él sujetó en una de sus manos.

—Gracias, mamá— le costaba asimilar que la tenía frente a él, después de tantos meses. La tormenta había pasado y ella nunca estuvo cuando más la necesitó, pero no podía reprocharle nada: Amber ni siquiera era capaz de cuidar de ella misma. Se sintió reconfortado cuando Lucy re-apareció y le tomó la mano, haciéndole saber que estaba ahí. —Mamá, ella es mi novia. Lucy— la presentó para cambiar el tema de conversación. La castaña extendió la mano para saludar al mujer y le dio una pequeña sonrisa.

—Eres hermosa, Lucy— murmuró la mujer haciendo que la chica se sonrojara un poco.

—Gracias. ¿Quiere comer algo? ¿Un trozo de pastel? ¿Alguna bebida?— Lucy se esforzó por remontar la conversación, tratando de ayudarlo.

—No, está bien. En realidad quisiera hablar un momento con mi hijo— pidió. Lainie, que estaba oyendo todo algunos pasos atrás, se acercó porque consideró necesario intervenir.

—Eso solo podrá ser si él quiere— argumentó la señora Jensen. —¿Te parece bien hablar ahora, Justin? Nadie te obliga a hacerlo ahora.

Él lo analizó unos segundos, a lo que terminó asintiendo.

—Está bien— aceptó. —¿Nos darían un momento?

Lainie asintió y Lucy, al verlo acceder, también tomó distancia. Finalmente Justin y su madre salieron afuera para hablar tranquilos.

—¿Qué es lo que pasa mamá?— cuestionó.

—Es Seth.

Lo presentía.

—Debí imaginarlo— suspiró ofuscado. —Siempre estás preocupada por él. Incluso más que por ti misma.

—Esta vez no es así— le aseguró. —¿Recuerdas los dos mil dolares?— Sí, no olvidaba aquel dinero que había robado la última vez que fue a casa. Dinero que pertenecía a Seth. Asintió. —Me dio un plazo para conseguirlo. Mañana es el último día o si no... Quiere hacerte daño— le advirtió. —Dime que aún lo tienes— le dio una mirada de desesperación.

—Tienes suerte— respondió seco y se metió a la casa, subió hasta la habitación que compartía con Clay y rebuscó entre sus cosas el sobre de papel madera que contenía los dolares. Lo encontró. Intacto. Bajó las escaleras y regresó a la acera, donde la mujer lo esperaba nerviosa. —Aquí está todo. Se lo das. Y luego lo dejas— le dijo, aún sabiendo que no lo haría. Amber tomó el sobre y se acercó, acariciando su mejilla con cariño.

—Si no aparecí antes, fue porque sabía que estarías mucho mejor con ellos.

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Aunque hubiera querido no sentir nada, sintió angustia al ver que su madre se alejaba: volvería a desaparecer y desconocía si iba a verla otra vez. Pero había una realidad que no podía negar, su mamá era una persona adulta que elegía quedarse hundida en un pozo. Él ya no podía sostenerle la mano. No se dejaría arrastrar más.

Tomó valor para regresar al interior de la casa; haciendo caso omiso a los malos sentimientos. Encontró a su novia un poco más allá de la entrada, esperando impaciente por él. Le dio una mirada comprensiva y luego lo abrazó sin decir nada.

—¿Estás bien?— le preguntó Lucy cuando se separó algunos centímetros.

—Sí. Estoy bien— aseguró. —Te tengo a ti,— murmuró y Lucy moduló una sonrisa tierna —tengo una familia. Amigos. Nunca he estado mejor— dijo sincero. Era en ese momento en que comparaba su vida anterior con su presente, cuando se daba cuenta de que atravesar un camino repleto de circunstancias difíciles, había valido la pena. Ya no tenía que esconder mentiras que lo pudrían por dentro; tampoco necesitaba fingir ser alguien que no era, solo para ser aceptado y sentir que importaba. No tenía que huir de su casa porque a su padrastro se le ocurría atacarlo.

—Eso es lo que quería oír;— pronunció la chica, a quién le brillaban los ojos —porque además... Todavía falta una sorpresa— adelantó.

—¿Otra más?— no podía creer que aún había más.

—Si, otra más. Solo para nosotros— acabó la frase dejándolo con la intriga. —Pero primero tenemos que esperar a que acabe la fiesta— se encogió de hombros de forma inocente, aunque su expresión de complicidad indicaba otra cosa.

Tenía que ser paciente, pero ¿como demonios podía tener paciencia?

Después de lo que Lucy acabó de insinuar, solo deseaba que la fiesta terminara. 

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