capítulo 13.

«JUSTIN»  

Clay había llegado por la noche, mostrándose molesto en la sala cuando vio a sus padres junto a Justin y Lucy, mirando televisión. Salió disparado hacia su cuarto, detrás de él subió Lainie y más tarde iría Matt, todos intentando hablar con él.

Justin se preguntaba que se sentiría tener unos padres como los de Clay, que se preocupan una y otra vez, que ocupan horas y gran parte de su tiempo intentando darle ayuda. Que golpean la puerta de la habitación cien veces, si es necesario, solo para preguntar como ha ido todo.

A Justin su propia madre lo echó de su casa. Tampoco se esforzó por buscarlo cuando estuvo meses viviendo en la calle, desaparecido. Y a su padre ni siquiera lo conocía. Así qué jamás sabría como se sentiría tener padres que se preocupan.

—Clay nos vio durmiendo anoche— largó Lucy, que se había mostrado bastante apagada desde que llegó del colegio. —Por eso está molesto con nosotros.

—¿Qué? ¿Hablas en serio?— giró un poco sobre el sofá, para verla mejor.

—Pensó que tú y yo, bueno... Ya sabes. Fue un malentendido.

—¿Se lo explicaste?

—Sí, le aclaré lo que de verdad pasó. Pero siguió molesto— comentó, haciendo evidente en su expresión que le dolía que Clay estuviera molesto con ella.

—Lucy, no es eso lo que de verdad enoja a Jensen. Hay otras cosas que lo ponen nervioso, pero no tienen nada que ver contigo— dijo con seguridad. La castaña emitió una pequeña sonrisa, como si las palabras de Justin la tranquilizaran. Acto seguido, Justin percibió como ella echaba la cabeza hacia un lado, apoyándose suavemente en su hombro.

—Justin.

—¿Qué?

—Dime que no formabas parte de los Liberty Tigers— murmuró. Podía reconocer el tono burlista.

—Lamento decepcionarte.

—¿Esos eran tus amigos?— cuestionó, exagerando el tono de espanto. —Lamento decepcionarte, pero son unos tontos.

—¿Te hicieron algo?— preguntó, algo lejos de bromear. En gran parte, le preocupaba que Lucy tuviera que transitar los pasillos de ese colegio.

—No. Pero hoy ofrecieron una especie de ceremonia en la sala de deportes. Y actúan como tontos. Ni si quiera daban risa— comentó. —En un momento entró un tal Marcus... Marcus Cole— recordó. —Se había disfrazado de porrista. Intentaba ser gracioso, pero creo que la gente se reía de él y no con él— aquello hizo reír a Justin. De solo imaginarlo, carcajeó. Lucy se mostró también risueña, al final, si había sido algo gracioso.

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Lo ponía nervioso regresar al colegio y no lo escondía. Era como ser el nuevo, como un primer día de clases. Después de meses desaparecido y con todo el Liberty hablando sobre él, le haría frente a la situación. Ya no se escondería. Al menos no iría solo. Estaba Clay a un lado y del otro, Lucy.

Sin embargo, el rumbo cambió totalmente cuando llegaron al colegio. Creyó que murmuraban sobre él, pero en realidad, todo el mundo estaba enfocado en otra cosa: se habían publicado las cintas en internet. En una especie de discusión, Clay recibió un llamado y se marchó, dejando al par confundido en los pasillos.

—¿Deberíamos seguirlo?— consultó a Lucy, que primero suspiró.

—No creo. Hay que darle espacio— reconoció. —Te veo después de clases, ¿está bien?

Él asintió. Lucy se marchó, dejándole lugar a Sheri que también quería hablar con él.

«LUCY»    

Salió de su primera clase -donde por suerte, todo fue tranquilo- y el consejero la encontró en los pasillos.

—Señorita Campbell, ¿podemos hablar un momento?— preguntó.

—Claro. Lo que necesite— respondió dispuesta a oírlo.

—Mejor si es en mi oficina— pidió, a lo que Lucy accedió sin problemas.

Ingresaron al despacho, donde el señor Porter se sentó tras el escritorio y ella, en una silla en frente. Temía haberse metido en algún problema, pero el tono de voz que usaba el hombre, indicaba todo lo contrario.

—Usted dirá, señor Porter— se acomodó, tratando de no ponerse nerviosa.

—Tranquila, no pasa nada malo. Al contrario, estamos contenta de tener a una estudiante como usted— murmuró, haciendo que Lucy sonriera con timidez.

—Gracias, señor Porter.

—Tiene un promedio excelente. Además, leímos en su expediente que se dedicaba a realizar tutorías en su antiguo colegio.

—Sí. Formaba parte del programa. Ya sabe, ayudar a los que lo necesitaban— comentó, como un hecho sencillo de su vida.

—¿Estaría interesada en hacer lo mismo aquí?— preguntó. —Son muy pocos los estudiantes que se ofrecen para ayudar. Y hay un caso en especial, donde creemos que podrías realmente ayudar. Bueno, ya lo has hecho, en parte.

—¿Lo hice?

—Montgomery de la Cruz— le hizo saber. —Los profesores dicen que lo han visto trabajar con usted. No es un caso fácil, y tú Lucy, de algún modo, lograste que avanzara en estos días— destacó. La chica nunca pensó que había sido gran cosa, así que todo la tomaba por sorpresa. —¿Te interesaría ser su tutora? Podrías sumar puntos extras para la universidad.

—A decir verdad señor Porter, todo esto me toma por sorpresa. Yo... Yo no pensé que había sido para tanto— dijo sincera. —Supongo que puedo serlo. O al menos, lo puedo intentar.

—Perfecto— vio una expresión de satisfacción en el hombre. —La profesora Harper se encarga de guiar el programa de tutoría. ¿Puede pasar a verla después de clases?

—Claro, sí.

—Y Lucy, ante cualquier problema, nos haces saber ¿de acuerdo? Incluso si quieres dejarlo, solo me lo tienes que decir. ¿Está bien?

—Entiendo, señor Porter. Haré mi mejor esfuerzo— aseguró, mientras se ponía de pie para marcharse.

«JUSTIN»    

Cada vez que veía a Bryce, una ola de furia lo sobrepasaba. Tenía que contenerse para no golpear a quién supo ser su mejor amigo, lo más cercano a un hermano. Bryce lo dejaba quedarse en su casa. Le prestaba ropa, le daba comida, le pagaba cuando él no tenía dinero, incluso le prestaba su coche. Lo compartían todo. Sin embargo, todo se había esfumado, ya no significaba lo mismo para Justin. De pronto, ver a Bryce significaba rencor. Odio. Impotencia. Tanto así, que no pudo evitar acercarse cuando consiguió encontrarlo a solas.

—Escuché tu confesión— se dirigió a él, refiriéndose a la cinta que había grabado Clay, donde Bryce confesaba lo que había hecho.

—¿Te sientes bien, hermano? No te veías bien el otro día— reaccionó haciéndose el desentendido. Justin se tensó y apretó la mandíbula, conteniendo la ira.

—Caerás, Bryce— no importaba como. Justin estaba decidido a hacerlo caer.

—¿Como pasará sin que tu caigas conmigo?

—Haré lo que tenga que hacer para que pagues— aseguró. Ya no tenía nada que perder. Solo le quedaba hacer lo que estuviera a su alcance para que Bryce pagara.

—No pagaré por nada, Justin. Tengo un equipo de abogados trabajando para mí. Hay senadores que dirán que buen ciudadano soy— resaltó. Hablaba con tanta tranquilidad que desesperaba. —¿Tú que tienes? ¿Una madre drogadicta y un padre vago? Cierto, no. Ni siquiera conoces a tu padre, ¿verdad? Nunca lo viste. Eres una basura, Justin. Nadie escuchará tu verdad. A nadie le importas. No tienes nada. Ni a nadie— concluyó Bryce, algo que Foley fue incapaz de contestar. Conocía de golpes, su padrastro le había proporcionado en reiteradas ocasiones los más potentes y también se había involucrado en peleas con gente de su edad. Pero sin dudas, las palabras dolían aún más que un golpe físico. Porque se clavaban en su interior reabriendo las heridas. Trayendo sus peores demonios para que lo atormentaran otra vez. Nunca se cansaban. Lo más desalentador era qué Justin le otorgaba la razón a Bryce: no tenía a nadie. No le importaba a nadie. Podía morir e incluso a nadie le afectaría.

Fue la voz de Lucy lo que lo trajo de nuevo a la realidad.

—Justin, ¿estás bien? ¿que te dijo ese idiota?— preguntó. La chica no alcanzó a oír lo que dijo Bryce, simplemente llegó para verlo irse.

—Nada. Estoy bien— mintió. Se sentía una basura que contaminaría a cualquiera que tuviera cerca. Empezando por Lucy. No la merecía.

—¿Seguro?— insistió.

—Ve a tu clase, yo iré a la mía. Estoy perfecto— la esquivó porque le costaba fingir ante ella.

No estaba bien. Mucho menos perfecto. Tal era su tristeza, que apareció en el salón, tomando asiento justo al lado de una persona que conocía no por ser su amigo, sino por venderle drogas. Y le pidió. Intentó con oxicodona, pero sus veinte dolares no bastaban para algo tan caro. Así que, desacreditando todo lo que había hecho para limpiarse, pidió heroína.

Y la consiguió. 

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