Capítulo 6: Salitre.

Al final, me emborraché a tope ese día con vino para celebrar en el festín por la independencia de Chile.

Frederik fue muy amable conmigo al llevarme a casa de Connie aunque estuviera en la mierda, sin consciencia, ella -supongo- que me recibió y llevó a la cama, porque amanecí en cama, tapado hasta arriba y ella me explicó lo de que Frederik me trajo.

- Que mala imagen le das al país, ¿no? -comentó, entregándome un vaso de agua, lo recibí y di un pequeño sorbo.

- ¿A qué te refieres? -alcé la ceja y bebí un poco más, Dios, la garganta la tenía seca.

- Beber vino tinto de más, gritar eufórico a todo el mundo... Vaya, que primer ministro más curioso le ha tocado al país.

Reí incómodo.

- Tal y como mi padre -afirmé, con un nudo en la garganta, ¿en serio de manera inconsciente iba cayendo en los mismos vicios que lo destruyeron?

- Dime, ¿todo de maravilla, no hay enemigos en la mira? -negué con una leve sonrisa en mi rostro.

Vaya, me sentía enfermo, demasiado. No debí beber tanto alcohol, si hubiera sabido que acabaría así, mejor iba a casa de Frederik a descansar que ha gozar como cerdo borracho para arrepentirse después.

- ¡Papá! -gritó un niño que entró a la habitación y corrió hacia mí, me abrazó y me alarmé de inmediato.

Allí estaba el pequeño bastardo que traje por obligación al mundo y no porque amaba de verdad, joder, es que el desgraciado más parecido a mí no pudo salir, eso me frustraba. Joder, pobre idiota que viene a dar desgracia y pena al mundo, lo mataría si fuera legal porque no me servía de nada en la vida.

De mala gana le abracé y como si de magia maldita se tratara, la culpabilidad aumentó junto a la jaqueca, además de unas ganas de matar al pequeño.

Tocaron a la puerta, aproveché eso para empujar al infante y levantarme.

- Yo voy.

- Pero, ¡Lars! -advirtió Connie llena de preocupación.

La ignoré y abrí la puerta, que era para mí en todo caso, era un mensaje de voz por parte de mi hermano que dijo que encontró un trabajo para mí y que seguro me gustaría mucho participar.

Entonces acepté ir, descalzo por su puesto, ir en dirección a la casa de Frederik para saber más del tema.

- Dios, ¿tú te haz vuelto loco o qué onda? ¿O es que quieres parecerte al hijo de la criada, ese boliviano de mierda que andaba descalzo y cagado de frío todo el rato?

No dije nada, de verdad era humillante que él me dijera eso.

- Hermano, dime qué me quieres ofrecer -cambié de tema para no mostrarme débil.

- Se va a armar una guerra posiblemente, muchos chilenos han hecho debates con los países vecinos y aún así, no se ha llegado a una conclusión. Te conozco y seguro querrás meterte en ese asunto.

- ¿Y cuál es el conflicto con nuestros vecinos?

- Unas minas de salitre que quedan en Perú y Bolivia.

- ¿Y de qué nos sirve eso?

- El salitre sirve como pólvora y como fertilizante.

Sonreí de lado.

- Necesitamos esas minas entonces, nuestra milicia merece lo mejor, ¿no?

- Pues Perú y Bolivia no piensan lo mismo...

- ¡Que se jodan! -bufé- ¿Y Argentina? ¿Ecuador...?

- Ecuador no está interesado y Argentina no ha dado ninguna opinión en el tema.

- Necesitamos aliados, ¿o no?

- No lo sé... Yo soy el presidente, yo no veo eso -apreté el puño-. Tú tampoco, pero te conozco, te meterás porque puedes.

- Vaya, por primera vez aciertas bien en algo acerca de mí, porque no me conoces ni quiero que lo hagas -reproché de mala gana y me retiré del lugar.

- Espera, Lars.

- ¿Qué? -ni me molesté en mirarlo.

- ¿Me prometes que cualquier decisión que tomes con el pueblo la discutirás conmigo porque yo soy el líder y debo ver si es factible?

- No puedo prometer cosas, Frederik, porque ya no puedo cumplir nada... -mordí mi labio inferior, sintiendo como las ganas por llorar me superaban.

Acabé huyendo como un cobarde entretanto se me escapaban las lágrimas, no podía resistirlo más, no, qué horrible vivir así de esta forma. Mi honor lo he perdido aunque mis guantes sigan en mis manos y no he recibido ningún golpe físico, pero si psicológico.

Cómo lo extraño...

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