Epílogo. 시간을 달려서 (By running time)

"Si tan sólo pudiera correr a través del tiempo y crecer,

en este mundo loco, te abrazaría [...]

si tan sólo el tiempo volara y pudiera crecer,

en este mundo frío, sostendría tu mano."

El tiempo es invaluable, tan preciado. A veces no lo consideramos como tal y dejamos que se nos escape de entre los dedos, sin posibilidad de recuperarlo de nuevo.

Nunca pude comprender aquello hasta que fui lo suficiente madura y consciente para arrepentirme de mis acciones erróneas y mis oportunidades perdidas.

Por suerte se me dio otra oportunidad, y pude enmendar aquello que destruí por vergüenza, lo que decidí ciegamente y lo no dije por miedo a ser rechazada.

Aprendí que el tiempo corre, vuela, nos deja atrás. Depende de nosotros si lo malgastamos o nos volvemos lo suficientemente astutos y ocupamos cada segundo con sabiduría.

⏳⏳⏳

—So Young, despierta. —Escucho que llaman mi nombre con urgencia.

A medida que recobro el conocimiento, soy consciente de que tengo 25 años y he vuelto al presente (o nuevo futuro, si lo veo desde el punto de vista de mi segundo pasado).

Poco a poco abro mis ojos; cuando enfocan bien, me encuentro con mi padre, quien está inclinado sobre mí agitando un abanico en mi cara.

—¡Oh, por fin has despertado! —exclama con alivio—. Señor Park, consiga agua para mi hija.

Me incorporo lentamente, la luz lastima un poco mi cabeza y siento cierta pesadez en el cuerpo. No recordaba que el viaje en el tiempo fuera tan duro.

En voz baja le pregunto a mi padre lo que me ha sucedido.

—Te has desmayado, querida hija —responde, ayudándome a sentarme—. Creo que los nervios y el estrés te han afectado mucho, ¿te sientes bien?

—¿Dónde está? —prorrumpe una voz antes de que yo pueda contestarle a mi padre—. ¡Dios mío, So Young! ¿Estás bien?

Yu Na, seguida por Se Hun, entra en escena; no puedo evitar sorprenderme al verlos en versiones más adultas. Y pensar que tan sólo unos instantes atrás los había visto en sus apariencias jóvenes de estudiantes de Preparatoria.

Mi mejor amiga se arrodilla junto a mí y pone su mano en mi frente, como si revisara mi temperatura. De nuevo pregunta si estoy bien, yo asiento con la cabeza.

—Bien, te ayudaremos a pararte, faltan menos de cinco minutos para la inauguración y tienes que estar lista —anuncia, al mismo tiempo que sostiene mi brazo y me pone de pie.

—¿Qué inauguración? —cuestiono confundida.

—¡Oh por Dios! No me digas que ahora le dio amnesia —exclama Se Hun, desesperado—, ¿sabes quiénes somos? ¿Cuál es tu nombre?

Yu Na le da un golpe en la nuca y él se queja, reclamándole. Sonrío en mis adentros, dándome cuenta que serán adultos, pero siguen teniendo las mismas discusiones y bromas de adolescentes.

—Basta, Se Hun —digo, tranquilizándolo—. No perdí la memoria, sé quién soy y quiénes son ustedes: mis mejores amigos.

—Menos mal que no nos has olvidado—exhala él, aliviado.

—Bien, bebe un poco de agua y relájate, So Young —interviene mi padre, extendiéndome una botella—. Por suerte Jong In-ah está entreteniendo a los medios, cuando estés lista le diremos que dé inicio al evento.

—¿Jong In-ah? ¿Te refieres a Kim Jong In? —pregunto, pasmada. Él está aquí, me digo con ilusión.

—Claro que sí, tu prometido y tú están a punto de inaugurar su propia academia —repone, Yu Na y me fulmina con la mirada—. También empiezo a creer que te dio amnesia...

No puedo creerlo. Así que al final, Jong In y yo abriremos nuestra academia, y... ¡estamos comprometidos! Es decir, hemos estado en una relación y ahora ¡vamos a casarnos!

Quiero brincar de la emoción, pero eso sería muy extraño. En cambio, aliso el vestido plateado que estoy usando y miro a las tres personas que me rodean.

—Estoy bien, mejor que nunca —aseguro—, así que la inauguración puede continuar.

Al escuchar esto, mis amigos se excusan con que irán a avisarle a Jong In. Hasta ese momento me percato de que estamos en el backstage. Mi padre me encamina hacia los bastidores, justo al lado del telón.

—Espera aquí, So Young, llamarán tu nombre y será la señal para que pases al escenario —anuncia mi padre. Después me deja sola, ya que debe ocupar su lugar.

Espero paciente a que el acontecimiento dé inicio. En ocasiones me asomo con cuidado al escenario para ver lo que sucede. Hay muchas personas en el evento, el cual resulta ser la inauguración de mi propia academia. De un momento a otro, me siento orgullosa de este presente, pues mi padre está bien, mis amigos están conmigo y Jong In es mi pareja.

Una voz resuena por las bocinas y soy consciente de que la inauguración ha empezado. Fortuitamente, dirijo mi mirada hacia el otro extremo del escenario, justo en el bastidor contrario.

Mi corazón salta desbocado cuando diviso a Jong In, mirando el suelo y con sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.

Desde está distancia, puedo constatar que se ve guapísimo: su cabello cae en dos cortinas oscuras sobre su frente, su camisa negra entrevé una pequeña parte de su pecho bronceado y su traje verde olivo resalta su cuerpo y su piel. A pesar de que ya es un adulto, sigue viéndose igual de joven, como si fuera aquel chico de 18 años que estudia el último año de escuela.

Jong In alza gradualmente su mirada y esta cae sobre mí, percatándose de que lo observo desde el otro lado. Una sonrisa se dibuja en su rostro y pronuncia algo con sus labios, pero no alcanzo a comprender que ha dicho. Vuelve a curvear su boca y le regreso el gesto, anhelando el momento en que esté cerca de él.

—Por favor reciban con un aplauso a Kim So Young y Kim Jong In, fundadores del Instituto de Danza de Corea —anuncian en los altavoces. Reacciono y reconozco la señal para salir del bastidor.

En ningún momento rompo el contacto visual con Jong In. Camino con seguridad hasta él, quien se detiene a mitad del escenario. Yo sigo caminando hasta que estoy lo suficientemente cerca, le beso en los labios sin importar que tengamos una numerosa audiencia —quienes se emocionan con nuestra muestra de afecto y vitorean— y nos fundimos en un abrazo que parece eterno.

—¿Estás bien, So Young-ah? —pregunta Jong In, en un susurro—. Perdona por no ir cuando me dijeron que te desmayaste.

Al separarnos, él me mira risueño y sus ojos brillan de manera tan intensa que iluminan mi ser. Todo esto es perfecto, no puedo creer que sea real, pienso, aún incrédula de mi nuevo presente.

—No te preocupes, Jong In-ah, ahora estás aquí conmigo y eso me hace sentir mejor que nunca —respondo, muy segura de mí misma.

Él toma mi mano izquierda, entrelazando nuestros dedos y, por primera vez, veo el anillo que evidencia que estamos comprometidos. Jong In me articula con los labios que me ama y me pregunta sí estoy lista; yo aprieto su mano con calidez, dándole a entender que sí.

—Te amo —pronuncio de la misma forma que él.

Así, ambos nos volvemos hacia el frente, mirando expectantes hacía lo que sigue y listos para dar juntos el próximo paso hacia el futuro.

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