XXX
Mariazell, el rulito de Austria, pareciera dar saltitos ante el bullicio general.
Prusia se encuentra con la figura de Austria. Los ojos violetas parecían tener estrellas, galaxias enteras brillando inquietas en la eternidad de un mar amatista. Con los labios medio abiertos en estupefacción mirando al público de de una rendija a las orillas del telón.
El albino no puede evitar que la sangre se le acumule en las mejillas. ¡Austria era tan lindo cuando nadie lo está viendo!
Nah, el cabrón lo sabe y es consciente de ello. Mira a su prometido por encima de las gafas con los párpados caídos y una sonrisa tan elegante como coqueta.
—¿Listo, tigre? —inquiere Austria susurrante.
Prusia se muere.
¡Ah! Es que, de lo que más odiaba de Austria es que siempre, siempre, siempre era tan guapo y elocuente. Como si tuviese todo perfectamente controlado en la palma de su mano el cabrón
—Faltan cuatro minutos para empezar —responde el alemán, muy exacto.
Y es que en realidad Austria no controlaba una mierda. Lo intentaba. Claro que lo intentaba, intentaba controlar cada átomo del universo a su gusto, pero no siempre lo lograba. Como ahora.
El bullicio era tanto. Parecían sangrarle los oídos con los murmullos de la gente, la estática de las pantallas, el desajuste de los instrumentos.
Se sentía agobiado. No estaba acostumbrado ni remotamente a espectáculos tan ruidosos y multitudinarios en escenarios con tantos arreglos y máquinas estorbosas.
El estómago le daba vueltas, el rostro falto de sangre, las manos... Quizá le estaban temblando MUY POCO. Lo que era un ENORME drama.
Pero parecía fresco como lechuga, nadie podría adivinar realmente lo nervioso que está.
Austria se le acerca al albino para plantarle un beso en los labios. El menor se recrea en el beso, descargando adrenalina sobre los labios contrarios, dejándole el cerebro fundido al pobre Prusia.
—Empecemos entonces —Austria, más listo ahora, se coloca su velo dispuesto a salir al escenario.
Es detenido por Prusia.
—Odio ese velo, se te ve horrible —declara el pruso muy bestia.
—Bueno, ponlo en el buzón de sugerencias, querido —responde Austria sarcástico, con una ceja levantada.
Prusia se encarga de quitárselo, con más cuidado del que cabría esperar.
—Yo... —¡Tú puedes Prusia! El pobrecito había estado ensayando como hacer esto desde hace días, pero de pronto pudo sentir como las palabras se le escapaban de las manos cual catarata—. Yo eh... —en su espalda se escondía su mano derecha que temblaba. Austria deductivo, razonó que tenía un paquete tras él.
—Ajá —el austríaco le insta a seguir, sabiendo y siendo consciente que ya se les pasó la hora de inicio por segundos, pero importandole entre poco y una mierda.
—Hice... Yo hice te... Te hice... —Prusia nervioso parece sudar—. Odio ese velo —repite el idiota.
—Definitivamente estoy enamorado de ti por tu elocuencia —Austria se burla. Aunque se le hace un poquito lindo verlo tan nervioso.
Prusia decide que definitivamente no va a poder decir una frase entera, así que revela el estuche a sus espaldas, abriéndolo de golpe.
Dentro del mismo, una máscara como de carnaval Veneciano brilla con encanto, reflejando las luces del backstage en sus múltiples joyas. Roja granate, tan fuerte que casi alude a un vino, en terciopelo de calidad, con motivos negros y blancos, la elegancia estaba garantizada, tal vez era demasiado extremada, algo exagerado. Demasiadas joyas y brillos. Pomposa.
A Austria le encantó tanto. Era algo que usaría un duque loco para presumir de poderío en algún baile de Versalles. Todo su estilo.
La toma entre sus manos, con cuidado, con elegancia. Notando detalles de costuras torpes.
Y es que Prusia la hizo... Estuvo semanas trabajando, Italia le enseñó a hacer la forma, Francia a coserla. Tantos intentos, sus manos eran un desastre por horas de costura. Pero no era como si pudiese decirle: " Hey, estuve pensando tanto en ti que te hice esto".
—Es asombrosa —declara Austria uninado su mirada con la de su prometido—. Gracias.
El de ojos rojos sonríe inflando el pecho.
—Claro que lo es, está hecha por el asombroso yo —revela el muy tonto.
Austria se sonroja un poquito con eso, sin dejar de sonreír.
—Antes de empezar el concierto... Deberías revisar el cofre de allá —Austria señala un cofre negro con la cabeza.
Prusia levanta las cejas extrañado de la petición pero decide obedecer, acercándose al cofre.
En el interior de este hay un estuche de guitarra, de un elegante negro, lo prístino del mismo revelaba que nadie había utilizado el instrumento en su interior.
El albino lo saca mostrándolo a Austria.
—Ábrelo —sugiere el austríaco desviando la mirada.
Prusia lo abre, encontrando en el interior una guitarra eléctrica. Destacaba el detalle negro y blanco qué claramente aludía a la bandera de Prusia.
Las clavijas parecían ser de brillante plata, en la parte trasera de la pala, un águila se erguia gallarda. Esta no era cualquier guitarra, tenía una forma irregular, con los bordes aludiendo a huesos, pronunciadas entradas y en la parte inferior un espacio que daban la silueta de una X en el instrumento.
Cabe resaltar que Austria estuvo días enteros torturando a los fabricantes de guitarras, cada cuerda, parte, clavija, cada centímetro fue escogido minuciosamente por Austria. Solo que él sí no va decirle eso.
—¡Asombroso! —grita Prusia, seguramente lo escuchan los de la primera fila.
El plan era entregarla después del concierto como regalo de celebración por un magnífico concierto.
Pero... Por que no dejar que la estrene en el concierto.
Prusia le abraza con fuerza, muy bestia. Austria protesta al principio por la brusquedad pero termina por corresponder, sintiendo el encuentro muy cálido, apretándole contra sí.
—Ya es tarde —canturrea Austria para molestar a su prometido.
Prusia revisa el reloj digital que tienen por ahí, notando lo tarde que realmente es.
—¡Mierda! —Protesta saltando con pánico.
Austria se ríe caminando hacia el escenario mientras se quita los lentes y se pone la máscara.
Dejando la oscuridad del telón, las luces del escenario le apuntan directamente, bañandolo en un océano de aplausos que se detiene en cuanto toma su lugar en la tarima, después de unos cuantos golpes a la batuta.
—¡Ah! Le quedó hermosa la máscara —exclama Veneciano a su hermano, contándole de todo el proceso que lleva hacer la máscara y tal.
Romano asiente con la cabeza, de acuerdo conque tiene mucho estilo.
Austria comienza con la ovetrura de la primera canción, se mueve con fuerza dirigiendo la percusión, llevando al viento, apuntando a las cuerdas.
La filarmónica se esfuerza para hacer la entrada lo más épica posible.
Humo comienza a dispersarse por el escenario, callendo cual cascada hacia las primeras filas.
Resuena un acorde de guitarra.
Austria apunta a los tambores quienes comienzan su redoble.
Una plataforma se eleva con la figura de un roquero y su guitarra. Otro acorde agresivo.
Batuta hacia las cuerdas para generar espectativa.
Prusia golpea el suelo con su pesada bota llena de cadenas siguiendo el ritmo.
Austria levanta las manos y las baja dramáticamente. La filarmónica se detiene en seco.
Es entonces cuando Prusia toca un solo con su guitarra dejando sin aliento al público.
Ah, la guitarra suena tan bien en sus manos, Austria suspira con mucha satisfacción.
~
Imaginen la guitarra más extravagante que puedan. Esa es.
Muchas gracias por leer.
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