XXIV

—¿Qué van a qué? —pregunta Alemania desde del sofá en el que le hicieron sentarse.

—Contraer nupcias, pon más atención cuando se te habla —riñe Austria, aunque su sonrisa delata que no es en serio—. Eres el primero en enterarte, así que te toca dar el regalo más caro.

—No, no, no, no, no, espera —Alemania pide un segundo para asimilar todo—. No hay ninguna regla que diga eso de los regalos —reacciona.

—Es un aviso —Austria le quita importancia al hecho de que acaba de inventarse esa regla de las bodas —. El punto es, que necesito un padrino y —literalmente, no como un cumplido de pura adulación —, no se me ocurre nadie más responsable que tú.

Las mejillas alemanas se tornan de un pálido rosa, los ojos azules se iluminan.

—¿Quieres que sea tu padrino? —repite Alemania, como pregunta, con un tono chillón de incredulidad.

Austria asiente, sonriendo cálidamente.

En ese momento se escucha una puerta abrirse bruscamente, es Prusia que se acerca a toda velocidad.

—¡Señorito! —alude a su prometido, ya no en un tono de burla, más bien en uno juguetón. Prusia irrumpe en la habitación, frunciendo las cejas, sonriendo maligno.

Austria le responde con una rápida sonrisa antes de volver la mirada a Alemania, cómplice.

—Bueno, me despido —sentencia el pianista saliendo del salón, dispuesto a esperar a Prusia en la camioneta del alemán.

El rubio sigue incrédulo, paralizado, mirando a su hermano como a un bicho raro.

—West! —saluda Prusia a su hermanito con todo el ánimo del mundo, Alemania solo mueve un poco los ojos y aún menos la mano en un saludo—. Tengo noticias asombrosas —asegura, mirando a todos lados como si fuese a contar algo confidencial.

Alemania no está en la capacidad de responder.

Prusia levanta su mano, en su dedo reluce un escueto anillo profundamente negro como la obsidiana en su dedo anular.

—Nos vamos a casar —el albino remarca su sonrisa señalando insistente el anillo.

Alemania está cada vez más atónito, no puede ni parpadear.

—Y tú —lo señala—, serás mi asombroso padrino.

—¿Eh? —finalmente, Alemania deja salir todo su aire sostenido.

—Bueno, me voy, Austria está esperándome —con un guiño del ojo, Prusia se desvanece, dejando al pobre Alemania con un palmo de narices y una encrucijada.

~

Dentro de la camioneta, Austria aprovechó para mandar una foto que había tomado a Hungría.

La había tomado hace dos días, en Múnich. La foto mostraba su mano derecha extendida, dejando bien expuesto al anillo de diamantes, pero lo importante era el fondo, una joyería, Prusia mirando el mostrador con un rostro indeciso.

Dicha foto la deja con la leyenda:

"Comprando anillos".

En ese momento apaga su teléfono móvil con un rostro de malicia.

Prusia entonces llega a la camioneta, se sube..

—¿Listo? —pregunta a su pareja, encendiendo el motor sin importar la respuesta.

—Dispuesto —guarda el celular en su bolsillo—. Ah espera, préstame tu teléfono, querido —pide, extendiendo la mano.

Prusia se lo pasa sin problema, arrancando la camioneta.

Austria lo apaga, prediciendo la ola de mensajes de Hungría que no tardan el llegar.

De hecho cuando se apaga el teléfono de Prusia, es que Hungría se desocupa, por fin, toma su celular pues ha escuchado el tono de mensaje.

Con solo leer la notificación del mensaje se emociona, rápidamente lo abre, gritando de emoción al ver la foto.

Su respuesta es inmediata:

"AAAAAAAAAAAAAAAAAAAA"

"NOLOCREONOLOCREONOLOCREO"

"CUÉNTAME TODO!!!"

"ES LO QUE ESTOY PENSANDO?????"

Hungría procede a mandar todos los emoticones, habidos y por haber, relacionados con una boda.

Descarga la foto, isofacto.

Sin embargo, los segundos transcurren, la respuesta no llega. La húngara comienza a desesperarse.

Cómo no obtiene respuesta, cambia de conversación, buscando el contacto de Prusia y mandando otra oleada de mensajes.

"Hola picarón"

"Un pajarito me dijo que te vas a casaaaaaar!"

"Cuéntame cómo paso"

"Dime tooooodo detalles sucios incluidos"

Manda el último mensaje y entonces lo nota. Los mensajes no le están llegando. ¡Maldito imbécil listo!

Tiene el impulso de llamar a España, tal vez a Alemania o Francia, incluso Italia... Pero ¿qué tal si es la primera en enterarse? Podrá ser una boda secreta. Conocía muy bien a Austria, si se llegase a avergonzar demasiado cancelaría, sin tocarse el corazón.

No podía decirle a nadie, no podía si quiera dar indicio de que algo sucedía. No hasta confirmar y saber quien más estaba enterado.

Austria es un cabrón, hasta parece que lo disfruta.

En medio de la lucha mental de la chica le llega otra foto, la ha mandado Austria. En la foto se puede ver a Prusia, muy concentrado en utilizar sus cubiertos como baquetas y los objetos de la mesa de un restaurante como tambores y platillo. La leyenda que acompaña este mensaje es: "Prusia es muy ruidoso".

Los detalles en la imagen están casi colocados para volver loca a la pobre Hungría. Primero, la mano sobre la mesa del restaurante es la derecha de Austria, es decir que se logra ver cada uno de los destellos de su despampanante anillo. Las migajas en el plato de ambos indica que acaban de comer, pero sobretodo, el reloj de pared detrás de Prusia coincide con la hora a la que fue enviada la foto. No solo eso, la ropa que Prusia porta en ambas ropa diferente, lo cuál indica...

"Las fotos no las tomaste el mismo día!!?!!!"

"Ya dime que pasa!!! "

"Están teniendo una CITA~"

"SON MUY LINDOS"

"Pero tú eres un idiota si no me respondes"

No, no hubo respuesta. La chica continuó el bombardeo de mensajes, tanto a Austria como a Prusia.

—¡Ese cabrón!

Grita frustrada al ver el minutero de su propio reloj avanzar furiosamente, sin ella tener ninguna respuesta.

Frustrada, con móvil en mano, se deja caer en su cama.

Razona, dando vueltas por su cama, qué seguramente Alemania ya sabe.

Y en caso de que no... ¡Él es muy confiable! Seguro podrá guardar el secreto, a diferencia de cualquier otra nación.

Busca entre sus contactos, desesperada, un teléfono con lada 030. Por fin encuentra el contacto, pulsa en llamar, llevando el teléfono a su oreja, puede escuchar su intensa respiración.

—¿Hola? —Responde Alemania en automático, sin pensar, perdido aun en su mundo mental.

—Alemania —la húngara habla con toda su energía y felicidad—. Heeeey, ¿qué onda?

—Eh... Todo bien —Alemania miente, con una respuesta genérica sin entender el motivo de la llamada—. ¿Sucede algo?

—¡Sí! ¡No! Bueno... Quisiera saber tu opinión —parlotea la muchacha—. Mira, imagina que dos muy buenos amigos tuyos van a casarse ¿sabes algo de eso? ¿Tú que harías...? —no logra terminar esa pregunta, es interrumpida.

—¡No lo sé! ¡No lo sé! ¡No sé que voy a hacer! —grita Alemania, desesperado, confundido, aun en su dilema mental, pensando que Hungría ya sabe que ambos le pidieron ser su padrino. Frustrado, cuelga y lanza el teléfono a algún lugar de su casa, solo para mantenerlo alejado mientras piensa, considera seriamente irse a perder unos días o más en Italia.

Hungría se queda impactada, con el celular aún en el oído mientras el tono de llamada pita incesante.

—OK... Eso fue raro —acepta la chica en voz alta.

No importa mucho, no sobrepiensa la reacción de Alemania porque en poco tiempo le llega otra fotografía.

Esta vez el mensaje dice: "Hay que conseguirle un psiquiatra"

En la imagen se puede ver a Prusia en una pose muy extraña, con los brazos, hacia arriba el derecho y hacia abajo el izquierdo como jarras. Una pierna levantada, su rostro: Un poema, una expresión indescriptible, de alguna emoción que probablemente esté inventando ¿Enojo-tristeza? ¿Miedo-enojo? ¿Alegría y asco? No se sabe, pero al ver la foto Hungría se desató en risas.

Casi ignora todo lo demás que está pasando en la fotografía. Prusia, en ella, se ve hablando con una persona que se ve bastante harta de la vida, se le nota con ropa holgada, en sus manos una libreta, su bolígrafo difuso por el movimiento. Es muy difícil de notar, pero este individuo es un diseñador gráfico.
Hungría sigue en su delirio, mandando mensajes a diestra y siniestra.

En algún lugar, Austria sonríe maligno.

La última foto del día llega a principios de la noche. Cuando la luna apenas acaricia los rayos naranjas del atardecer.

Es una foto en HD completo, más que una foto, es un póster. El mismo anuncia el: "Más asombroso y más increíble concierto qué ha conocido la humanidad", Hungría ríe tan solo al leer ese título.

El concierto se llama Bach to the Rock.

El póster tenía muchas más cosas, lugar, fecha, hora, demás parafernalia, dibujos completamente contrarios, de instrumentos clásicos a pesados grafittis anarquistas.

Después de la foto le llega un mensaje que dice:
"Estás formalmente invitada".

Hungría grita de alegría, emoción, lanzando lejos su teléfono por accidente por la adrenalina.

~

Austria sonríe mirando la pantalla de su teléfono móvil.

Prusia llega por la espalda, abrazando su cintura, quizá demasiado fuerte.

—¿Con quién hablas? —pregunta, con su voz rasposa mordisqueado la oreja ajena.

Austria hace por alejarse, pero no con mucho esfuerzo.

—Con Hungría —responde acomodando la mandíbula del albino en la curvatura de su cuello—. Oh, eso me recuerda, ya puedes encender tu teléfono.

—¿Eh? —Prusia se separa un poco para consultar su móvil —. No había notado que lo habías apagado ¿por qué hiciste eso? —le pregunta mientras lo enciende, en cuanto el celular reacciona comienza una catarata de mensajes, un bombardeo de llamadas perdidas de Hungría —. Ohh ya entiendo porque.

Austria voltea un poco el rostro, dejando un suave beso en la comisura de los labios ajenos. Prusia, sorprendido casi ni nota el flash de la cámara del teléfono austríaco.

En algún lugar de Budapest, Hungría explota en cuanto Austria le manda esa foto.

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Abrazos, besos, familia y amigos

Gracias por leer

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