XVIII

Austria había descubierto lo divertido que era besar a Prusia.

Le parecía tan tierno. La manera inexperta y nerviosa en la que se movía era hilarante.

Tanta confianza derrochada en cada narcisista palabra del albino, y sin embargo su experiencia en lo social, ya no digamos relaciones amorosas, es casi nula.

Para alguien de cientos de años que ha estado casado dos veces, Prusia es un total novato.

Al austríaco le gusta besarle, le parece enternecedor, le gusta como su lengua y labios parecen temblar sin saber que hacer, le gusta que intente dominarle torpemente, le gusta dirigirlo, enseñarle la forma correcta de besarle.

Últimamente ese era su pasatiempo.

El hecho de vivir en la misma casa facilitaba el que Austria pudiese simplemente llamarle con la mano cada vez que quería besarle, Prusia le seguía como mosca a la miel, como cerdo al matadero.

Si bien, al principio, a Alemania se le hacía muy extraño el que dos personas que se odiaran a muerte de repente estén besándose apasionadamente en el sofá de su casa, con el paso del tiempo había comenzado a aceptar e incluso reconocer la ironía en dicho emparejamiento. Aunque le seguía pareciendo incómodo.

Por lo mismo, no le dijo nada a Hungría en cuanto la vio en el linde de la puerta, no hizo nada para impedir su entrada en la sala de estar, e incluso una pequeñita sonrisa se asomó en su rostro cuando la joven encontró a las dos naciones en los brazos del otro, compartiendo un tórrido beso.

-¡Ihhh! - chilló la húngara falta de aire al notar tal unión, un rápido flash ahoga la escena.

Ante el irritante chillido, la luz del flash y el sonido del obturador, Austria se separó de golpe. Si tuviera el mínimo de fuerza hubiese lanzado a Prusia, pero como es un debilucho apenas y se separan por centímetros, de no ser por los movimientos contractiles de babosa en sal qué realiza Austria, Prusia no se hubiese separado más.

-¡Hungría! -grita el castaño tratando de salvaguardar su dignidad.

Prusia.exe ha dejado de funcionar.

Hungría ríe, una insana risa de satisfacción y felicidad cargada de malicia, no una risa de villano, una risa de demente.

Por su parte los muchachos se separan, sentándose cada uno al extremo del sofá, Prusia perdido en su vergüenza y Austria fingiendo no tenerla.

-¡Por qué nadie me dijo! -reclama la señorita, caminando hasta sentarse en un sillón cerca de los otros, se cruza de brazos -. Ustedes son mis mejores amigos, no puedo creer que ninguno me haya contado.

-¿Soy tu mejor amigo? -inquiere Prusia extrañamente emocionado.

-Ahora ya no por no contarme -Responde la húngara jugando.

-Es algo más reciente de lo que crees, no te hagas ideas -pide el austríaco sin mirar a los ojos a nadie.

-No importa, en el momento que se hicieron novios me tuvieron que avisar, por educación, por nuestro pacto de amistad -sigue regañando la muchacha.

Los ojos violeta entonces se centran en un punto, sin contemplar nada realmente, si no pensando, recordando que...

-En realidad... Nunca me lo pediste formalmente -le recuerda Austria a Prusia.

-¿Eh? ¿El qué? -pregunta Prusia reconectando con la realidad.

Hungría le mira con sorpresa y mucha decepción.

-Nunca formalizamos nuestra relación -Aclara el austríaco, algo sonrosado, bastante avergonzado de tener esta conversación.

Austria es... un viejito. No me malentiendan, su naturaleza como nación lo mantiene con un estupendo físico y juventud, pero los cientos de años de edad se le notan en su modo de pensar y de ser. Anticuado, esa es la palabra correcta para describirle.

Por lo mismo, si se inicia una relación con él, espera pompa y platillo, sin embargo, por la premura de lo ocurrido con Prusia, podría aceptar simplemente que se lo preguntara.

-¿Ah no? -Contesta el albino con una ceja levantada.

-¿No han formalizado su relación? -pregunta Hungría muy indignada, mirando de manera fulminante a Prusia.

-Creí que ya lo habíamos hecho -se excusa el teutónico.

-No, no como se debe -Austria niega con la cabeza, cabe resaltar que, él no se lo va pedir.

Hungría lleva su mano al puente de la nariz, masajeando, sin poder creer que Prusia sea tan tonto para temas del corazón.

-Pero nos besamos, hablamos y tenemos... -Austria interrumpe al albino.

-No es suficiente -se apresura a pronunciar el galo-. Me gustaría formalizar de la manera correcta.

Hungría mira a ambos con emoción, deseando con todo el corazón que se olviden de su presencia y hagan una escena romántica derrochando pasión en la más intensa de las confesiones.

Pero... nada.

Prusia simplemente asiente, pero no dice nada.

El más incomodo de los silencios llega como un tsunami al salón. Austria frunce el ceño para demostrar su molestia, mas, tampoco llega a expresar palabra

Hungría decide romper el silencio diciendo alguna tontería, sin poder soportar la ineptitud de Prusia, sin querer humillarlo frente a Austria. Gracias a ello la plática continua, los tres dejan el tema poco a poco enterrado en el olvido.

sin embargo, a medida que pasaban los días, Austria sentía esa espina en su corazón.

No necesitaba nada muy elaborado, realmente se podría conformar con lo mínimo indispensable en una proposición.

En cambio, parecía que desde ese día, Prusia estaba empeñado en alejarse de él.

De manera deliberada, el albino se inventaba excusa tras excusa para no pasar tiempo con Austria. El idiota solo se presentaba en casa para dormir y no conforme con ello llegaba a horas infames de la madruga, despertando a las primeras horas de la mañana para salir a quien sabe donde, para hacer quien sabe que, con quien sabe quien.

La ausencia de Prusia, el hecho de que le estuviese evitando, todo desde el momento que le pidió formalizar su relación, estaba destrozando los nervios de Austria.

No sería mentira decir que, incluso, su corazón dolía.

¡Como se atreve ese mentecato a ser tan...! ¡Tan! ¡Tan patán!

Si no quería una relación formal solo debió decirlo. No había necesidad de ser un completo imbécil e ignorarle de la noche a la mañana.

No había recibido ni un solo mensaje del albino para excusarse, mucho menos para disculparse.

Austria incluso había desquitado su frustración con Hungría, llegándose a enojar con ella cuando le respondió: "Debes tenerle paciencia"

¿Paciencia? ¡Paciencia decía! Ya le había brindado toda la paciencia que tenia y más.

Austria tocaba el piano enfadado, en una melodía demasiado errática y sentida.

Para su desgracia es mientras tocaba que su celular sonó, con el tono de llamada "Para Elisa", interrumpiendo su tocar, al distraerse erró una nota, resaltando su furia. Se levantó del taburete con ganas de matar, contestando el teléfono solo para gritar.

-¡Número equivocado! -grita con todo su enfado, esperando joder a quien sea que esté en la línea.

-¿Señorito? -pregunta Prusia extrañado, pues ha reconocido su voz pero es extraño que responda de ese modo.

Al Austríaco se le paraliza el corazón, se debatía entre colgar de manera tajante o escuchar las estupideces que iba a decirle el teutónico. Al final gana la curiosidad, no dice nada pero deja que continúe la llamada.

Prusia ha revisado el número y decide ignorar todo para preguntarle:

-¿Estás en la casa? -refiriéndose a la casa de Alemania.

-Sí -responde Austria lentamente, con un tono enfado que busca el desinterés.

-¡Asombroso! -exclama el albino contento, ceasi explotando el tímpano ajeno-. Un auto va a pasa por ti en... tres minutos y medio, te subes ¡Nos vemos!

Prusia cuelga, dejando los oídos de Austria zumbando.

El pianista muy enfadado decide que no va a subir a ningún auto, no va hacer nada que tenga que ver con el idiota escandaloso que no quiso una relación con él.

Que se vaya a la mierda.

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Este capítulo se supone que era laaaaaargo, pero mi mente malévola me hizo cortarlo en este punto. Ahora quedó súper corto jajaja

Muchas gracias por leer, tkm.

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