II

En una casa minimalista, vieja por defecto pero sin que se note el desgaste, hay tres hombres apuestos en la sala de estar. Un desfile de diversidad, todos europeos de diferentes territorios.

Un francés, rubio, de barba cuidada y ojos entre azul y violeta, frente a él un español, moreno con ojos verdes que resaltan su sonrisa perfecta.

Y por fin el dueño de la morada; un albino de ojos rojos como la sangre y sonrisa maligna.

Uñas pintadas de negro resaltaban por sobre sus pálidas manos, a la vez que un par de aretes en sus oídos le hacían ver cómo un verdadero estereotipo de chico malo.

Aunque no pareciera estos tres eran los mejores amigos, pero no solo eso, los tres eran representaciones antropomórficas de países.

Francia, España y Prusia respectivamente, claro que Prusia es una nación que a día de hoy ya no existe.

R.I.P.

Pero su representante humano sigue, como Alemania del Este. Por supuesto, ese es un nombre... Algo poco genial.
Es por esto que todos le llaman "Prusia".

En fin, este trío de camaradas se encuentran viendo un partido de fútbol, con la emoción a todo lo que da y al borde de la silla, pues han apostado una buena suma de dinero, cada uno a su equipo favorito.

—Parece que la selección alemana flaquea ¿A que sí, tío? —torea España, guiñando el ojo hacia su compañero latino. El rubio le asiente.

—¡Bah! ¿Qué vas a saber tú de fútbol? —replica el albino.

—Ya, ya —modera Francia —. Dejen de pelear y déjenme disfrutar el domingo con mes amis.

—¿Eh? —reacciona Prusia—. ¿Hoy es domingo? ¿Do-min-go? —inquiere.

El de piel morena asiente divertido.

Los ojos rojos se van al reloj de inmediato, entra en pánico.

Arrebata el control de las manos españolas para cambiar de canal inmediatamente.

—¡Eh, tío! —protesta el ibérico.

—¿Qué es tan importante? —pregunta  el rubio.

Prusia no les contesta hasta asegurarse de estar en el canal apropiado, para su suerte, el programa que espera está a unos minutos de comenzar, minutos que aprovecha para levantarse a poner la grabadora.

—Una... Una entrevista —da respuesta por fin —. ¡Mierda! Olvidé por completo que era hoy.

—¿Qué no ese es un canal de música?

—¿Por fin van a anunciar que Beethoven es alemán y no austriaco? —se burla el español.

—Mejor —confirma Prusia. Un leve rubor se hace presente en sus mejillas, ciertamente, le da algo de vergüenza admitir  que es fan de la música clásica, pero con estos dos se siente en confianza—. Es una entrevista exclusiva a Roderich Edelstein.

—¿A quién? —inquiere el español.

—¿No es el que toca el violín en galas? —reconoce Francia.

—Sí —asiente el Pruso—. Pero tocar el violín no es lo único que hace —asegura emocionado—. Cuando toca el piano es donde surge la verdadera magia.

—¿Dejamos de ver el partido por un pianista? —protesta España.

—El mejor de los pianistas — corrige rápidamente el albino.

Se sienta a escuchar la televisión con entusiasmo.

—Quizá, lo que mi querido amigo trata de expresar es que... ¿Por qué te importa tanto? —incita el francés.

Prusia se lo piensa un momento.

—No soy fan de la música clásica —hace mueca de asco.

—Pues no se nota —resalta España.

—¡prefiero mil veces el metal! —se defiende—. Pero no puedo odiar las composiciones de Roderich Edelstein.

Ambas naciones romances le miran con espectativa traviesa.

—Si no te conociera, Mon amour, juraría que estás enamorado —especula el francés provocando una risotada del español.

La pálida piel del albino pronto se tiñe de un avergonzado carmesí. Esa es su única respuesta.

Las risas galas se detienen al notar que no lo niega.

—No... —cubre su boca abierta de la impresión—. ¡De verdad te gusta ese hombre!

España para de reír.

Enseguida saca su teléfono móvil buscando en Google "Roderich Edelstein" con la esperanza de verle el rostro, pues hasta ahora no lo han mostrado en el documental.

Sin embargo, en su intensa investigación de Google imágenes no logró hallar el rostro del músico, pero logra encontrar su fecha de nacimiento.

—Tío, no encuentro su cara —se queja el hispano—. Aunque nació en el treinta y dos, ¡Joder! Es un anciano venerable —exclama antes de entregarse de lleno a una carcajada.

Francia ríe también.

—A Prusia le gustan mayores~ —canturrea el galo.

España le haría coro si no estuviera "descojonandose"

El albino se sonroja un poco, porque sí, desde esos lejanos años a finales de la guerra que escucha sus melodías, cuando un muro se interponía en su corazón, ahí estaban sus notas, mientras el siglo pasaba, su música siempre estaba presente. Por ello no repara mucho en su edad, al menos no todo el tiempo.

—No siempre fue un hombre de ochenta y tantos años ¿Saben?  —les reclama.

—Mjm. ¿Estás insinuando que la pasaron bien cuando era joven, Mon ami? —pregunta sexual cortesía de Francia.

—¡No! —niega rápidamente—. No lo conozco, Nunca... Nunca he visto su rostro —confiesa el albino con algo de melancolía.

—Siendo alguien tan importante en el gobierno, es raro que no hayas arreglado una cita privada o algo así —razona España, porque eso es lo que él hace cuando en serio quiere conocer a alguna celebridad.

—Lo intenté —carraspea avergonzado—. Quería contratarle para un festival cultural, eso es todo... —miente—. Me presenté como representante del este de la nación.

—¿Y qué pasó?

—Estaba ocupado, resulta que en las fechas que lo pedía para festivales siempre había uno en Austria.

—¿Prefiere tocar en ese país que en la bella Alemania? —inquiere asqueado Francia.

—Hombre, tal vez Austria —refiriéndose a la personificación antropomórfica del país—, sí lo conozca —teoriza España.

—Tal vez el cabrón de Austria si se lo haya tirado en su juventud —especula Francia.

Prusia hace una muy marcada mueca de asco, trata de borrar esa imagen de su cabeza.

Los otros dos bobos ríen por la cara del albino, mismo que termina por carcajear también junto a sus amigos.

∆•∆•∆
Estos son capítulos introductorios y por eso son cortos. Jaja.

Ok, aclaremos cosas.
En este fanfic los países solo tienen su nombre de país; República alemana, Confederación Helvética, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, de ese corte.
Por ende, no tienen nombres humanos

Es decir que sí a España le presentas a Feliciano Vargas no tiene idea de quién es.

Aclarado eso

¡Gracias por leer!

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