Epílogo
—Es lo mejor que he visto en mi vida —asegura Hungría abrazando a Austria de un modo quizá demasiado brusco. Tras bambalinas.
Austria corresponde el abrazo porque está sensible.
—Viniendo de mí no podía ser algo menos que increíblemente asombroso —asegura Prusia caminando a la par hasta que un huracán le llega por la espalda tirándolo al suelo.
—¡Mi hermano! —grita el macaco de España desde el suelo, despeinando a Prusia.
—Oficialmente has dejado el club de los conquistadores, mon ami —suspira Francia viendo la escena desde atrás, fingiendo tristeza —. Felicidades, Austria, querido —¿Felicitación genuina? ¿Felicitación pasivo agresiva? Quién sabe.
Austria hace una pequeñita reverencia en su extraño "gracias".
—¡Felicidades a los esposoooos! —grita España, más genuino.
Prusia se ríe con nervios desde el suelo, luchando juguetona mente con España.
Cuando dejan de juguetear, Alemania se acerca a felicitar, de manera escueta y profecional a Austria y con un abrazo a Prusia, quien llora un poco, varonilmente, en el abrazo.
Los Italia le felicitan, uno con un abrazo y otro desde lejos y con el ceño fruncido.
Con Austria la cosa cambia, la felicitación de Veneciano fue muy formal y animada mientras que Romano después de felicitar con algo más de cercanía preguntó "¿Por qué él?" con cara de asco.
Austria solo sonrió negando con la cabeza.
La filarmónica y el equipo de Prusia corrían de aquí para allá como hormiguitas acarreando todo para dejar el lugar reluciente como perla.
Ya en un ambiente más ameno Hungría propone ir a casa de Alemania a celebrar, nada tonta la chica. Prusia asiente con fervor.
—Ah, yo iré en taxi, necesito verificar que la filarmónica haga todo en orden —Dictamina el Austríaco.
—Ah, pues te esperamos —resuelve Hungría con una sonrisa pero Austria niega con la cabeza.
—Me sabe mal tenerlos aquí si no puedo atenderlos, vayan a preparar todo, no tardaré —el de ojos violeta se excusa, le guiña un ojo a la húngara.
—Oh... ¡Oh! Sí, sí, jeje —la chica se ríe torpemente, se levanta mirando a todos—. Bueno, nos vamos.
Ella se encarga de acarrear a todos al BMW de Alemania.
Prusia va a despedirse de Austria.
—¿Seguro que te quedas? —pregunta el albino, pensando que es un poco violento dejarle ahí solo.
—En realidad, deberías acompañarme para que cargues los instrumentos — petición en tono de orden.
Por alguna razón Prusia sonríe con eso, llendo a despedirse de los demás, pero cuando vuelve su mirada, Austria ya no está.
Le busca por todos lados preguntando a todo el equipo y ayudando el el proceso.
Unos veinte minutos después le encuentra en el escenario, junto al piano, gran parte, por no decir todos, tanto de la filarmónica como del equipo de Prusia ya se han ido.
—Te estaba buscando —indica Prusia acercándose al piano.
—Este no es mi piano sabes —dice Austria, aparentemente inconexo.
—Ah, creí que sí —Prusia se recarga en él, viendo a Austria en el banquillo.
—Jamás permitiría que cambiaran de lugar un piano mío, con lo que me costó afinar cada uno —protesta acariciando las teclas.
—Oh —Prusia siente que está pasando por alto algo.
—Siempre quice hacer algo en un piano ¿sabes? Pero no es algo que pueda hacer en un piano de mi propiedad, es demasiado... Peligroso —sigue explicando Austria, levantándose para caminar hacia Prusia sin despegar los dedos del piano.
—¿El qué? ¿Saltarlo con una moto?? Bailar sobre él? ¿Tener un picnic? —pregunta el albino sin tener cerebro suficiente para imaginarse lo que Austria.
El pianista se le acerca lo suficiente para abrazarlo por los hombros, sonriendo.
—Tener sexo sobre él —suelta Austria mirándole a los ojos.
Es increíble la velocidad con la que el rostro de Prusia se pone rojo. Rápidamente, el más elocuente de los países se ríe nerviosamente como el idiota sin experiencia en el amor que es.
—¿Eh? —pregunta pensando que escuchó mal.
—Bueno, en este caso, creo que lo propio es, siendo que funge como luna de miel... —el mismo Austria se sonroja con lo desvergonzado de sus palabras, pero ha entendido que el precario cerebro alemán no comprende las indirectas, si quería algo no podía usar eufemismos, necesitaba ser directo—. Quiero hacer el amor sobre el piano.
Prusia podría responder muchas cosas a eso.
Podría responder elocuentemente, podría reír tontamente, podría incluso negarse.
Pero no tiene la capacidad.
Simplemente se le funde el cerebro a tal grado de ser incapaz de poder decir o hacer nada.
Austria decide tomar el silencio como un sí, más para no perder el valor que por otra cosa. Se aproxima a besar los labios albinos. Prusia encantadísimo.
~
Tal vez pasaron días, quizá semana, quizá incluso pasaron años. No lo sé, el tiempo vuela cuando estás amando a alguien tan irritante como Prusia o tan insufrible como Austria.
Pero por fin llegó el día, el día de la boda 100% real. 100% oficial.
Sorprendentemente impecable a pesar de la brusca organización húngara. Tan llena de flores como el jardín del Edén, con fuentes de chocolate y vino, la iglesia en Viena más grande y la mejor orquesta tocando.
Mira que para ser su tercer matrimonio, Austria se veía tan radiante con su traje blanco.
Pero nadie se veía más feliz que Prusia.
Y es que era obvio, desde que Prusia era un caballero teutón estaba escrito en las estrellas.
Desde la primera guerra entre reinos. Desde la invasión de regiones vitales. Estaba más que obvio.
Francia hace los ojos en blanco pensando que hasta que se dieron cuenta.
Inglaterra por su parte creía que sí, es muy divertido acostarte un rato con la persona que más odia, pero con el tiempo se vuelve genuinamente insoportable.
Claro que como a Prusia le gusta romper reglas y esquemas...
Parecía que cada día se amaban mucho más y se odiaban... Incluso más aún.
Como siempre, a veces hay problemas en el paraíso.
—Eres un idiota —corta el Austríaco caminando enojado, empapado en ácido acético de la cabeza a los pies, sosteniendo en una mano su violín, igual de empapado y en la otra su vara con las cerdas rotas.
—Era una broma, no seas aguafiestas ¡ya me disculpé! —trata de negociar el albino, artífice de tremendo desastre, persiguiendo a su marido por la casa.
—No, esto es imperdonable ¿qué demonios pasaba por tu cabeza hueca? —Grita, sintiendo el sabor asqueroso del ácido en sus labios, llegando hasta el salón a limpiar obsesivamente su violín antes de siquiera pensar en cambiarse de ropa.
—Pues es que era una broma para Muriel, no creí que la bonba llegaría hasta ti —hce los ojos en blanco, se le escapa una sonrisita porque claro que lo sabía y de hecho, estaba milimetricamente calculado que en contenido de la bomba tocaría a Austria —. Además es solo vinagre.
—¿Solo vinagre? ¡Solo vinagre! ¿Te parece poco?—Austria limpiando con fuerza su violín.
—Pudo ser peor, pudo ser pintura.
Austria le dedica una mirada tan afilada que podría degollar corderitos con facilidad. Prusia traiga saliva.
—Ya, lo siento ¿OK? Te compraré otro —con el dinero de West... Piensa Prusia.
—Prusia, yo podría tener cuanto violín me saliera de los huevos —indica muy enfadado el Austríaco —. El punto no es ese, el punto es que no tienes que hacer idioteces así nunca.
—Fue una broma.
—Y tú eres un reverendo idiota, inmaduro e insensato.
—¡Fue divertido y lo sabes! —ver a la filarmonica bañada en vinagre en un ensayo de novatos... Fue algo divertido.
—¡Eres un primate irreflexivo!
—¡Y tú un gruñón sin sentido del humor!
Austria no responde a eso, toma su violín un poco más limpio y se lo lleva al salón del piano donde tiene sus herramientas para limpiar mejor al instrumento.
No fue hasta que estaba limpio, cambiado, con su violín más limpio y Pulcro que cuando lo compro el siglo pasado qué se dió el lujo de reírse pensando en la cara de los pobres novatos de la filarmónica.
Suspiró pensando que se había casado con tremendo idiota.
Mira el anillo sobre su dedo y bueno. No se puede enojar para siempre con él.
Lo va a buscar al jardín donde está regando las plantas.
Se le acerca por detrás abrazándolo, pensando que su espalda es muy firme.
—Vas a lavar platos, barrer y trapear la casa hasta que se te caigan las manos —declara abrazándole más, yo creo que en cinco meses le levanta el castigo.
—¿Qué? —pregunta alargando la vocal en tono agudo—. Por favor, no fue para tanto —se queja.
—No está a discusión —le enseña su mano derecha y el anillo en él —. Tienes que obedecer a tu esposo.
—No cuando mi esposo es un psicópata —se burla, Austria le da un golpe en la nuca, con toda su fuerza.
Prusia lo siente como un golpecito cariñoso y se ríe, volteando el cuerpo, abrazándole por la cintura.
Austria le abraza, en paz.
—Te odio —declara el austríaco.
—Yo más, señorito.
~~~
Ahora sí, fin
Muchas gracias por el apoyo, gracias sobretodo por la paciencia, por sus comentarios y por estar aquí.
Gracias por leer hasta el final.
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