Shh
El día en que su pequeño bebé aprendió a decir "mami", Eliza supo que ese sería su nombre de ahora en adelante; pocos días después, era como si su nombre siempre hubiera sido Mami.
La mujer ríe ante este pensamiento mientras recorre el mercado con más energía de la que recuerda haber tenido en un buen tiempo; el sitio no ha cambiado nada desde que Eliza era una niña, incluso el aroma a comida recién hecha y caramelo que llena el ambiente parece haber quedado congelado en el tiempo.
Su mirada vaga entre los puestos colocados al azar en la calle, algunos con mesas y otros solo colocan una manta en el suelo para dejar sus productos encima, siendo cubiertos únicamente por lonas de colores. Uno de ellos llama su atención, no parece tener nada especial, incluso la anciana vendedora parece sorprendida de verla acercarse ya que nadie lo ha hecho en mucho tiempo.
—¿En qué puedo ayudarla, señorita? —la voz incrédula de la anciana resuena en los oídos de Mami
—¿Puedo ver eso? —pregunta Mami ignorando por completo a la vendedora
La anciana solo asiente, tomando entre sus temblorosas mano el objeto que la mujer señala: una muñeca de trapo.
Mami se sorprende al notar como, al sujetarla, es casi del tamaño de un bebé, aunque es realmente liviana en comparación; sus dedos recorren con cuidado los mechones de estambre negro que componen el cabello de la muñeca, algo en aquella acción le resulta reconfortante mientras la acerca ligeramente a su cuerpo.
—¿Cuánto por la muñeca? —pregunta Mami con entusiasmo
No duda ni un segundo en darle a la mujer la cantidad de monedas que le indica por el juguete, incluso si en cualquier otro momento hubiera pensado que es demasiado dinero por una muñeca que su niño acabará dejando de lado en cualquier momento. La sonrisa en su rostro no la abandona en ningún momento mientras le devuelve a la anciana la muñeca y observa como lentamente la envuelve en un trozo de tela y la guarda en una bolsa de plástico negra.
—Por cierto, felicidades. —dice la anciana mientras le entrega la bolsa a Mami
La mujer sonríe y agradece alejándose del puesto, sabiendo que hizo lo correcto al comprar la muñeca, incluso ella misma se hubiera felicitado por tan buena elección.
Mira el reloj en su muñeca, "11:33 A.M." alcanza a leer en la pantalla, suelta un suspiro cansado antes de caminar hacia casa. Gideon, su hijo, debe estarse preguntando donde está su mami y ella no puede esperar más para entregarle la muñeca.
Al llegar a su departamento, enciende las luces y cierra la puerta con cuidado.
—Mami llegó. —dice en voz alta esperando la respuesta de su hijo
El lugar luce vacío, no hay huellitas de algún dulce embarradas en la mesa ni el ruido de la televisión encendida, por lo que Mami asume que el pequeño de la casa continúa dormido. Con cierta emoción infantil, se dirige a la sala y toma la muñeca entre sus manos.
Comienza a inspeccionarla, cuidando no dañar ninguna de las costuras que lucen flojas o de arrancar por accidente algún hilo. Se detiene al notar un parche pegado con cinta en el pie derecho de la muñeca.
Al retirarlo una extraña sensación recorre su cuerpo, un frío intenso la invade y hace que sus dientes castañeen. Abrazándose en un intento de mantener el calor, revisa lo que hay en la planta del pie de la muñeca: una única palabra bordada sin mucho cuidado.
—¿Agathion?—entrecierra un poco los ojos insegura de haber leído correctamente —Si, Agathion, así que tú nombre es Agathion.
El llanto de Gideon en la habitación de al lado logran que Mami aparte la vista de la muñeca y la dejé antes de ir con su pequeño.
—Shh...—arrulla mientras lo toma entre sus brazos —tranquilo, bebé, solo fue un mal sueño. Mami está aquí.
—Estaba oscuro, había alguien ahí. —dice entre sollozos el pequeño niño —Y mami no estaba ahí.
—Gideon, cariño, —dice en voz baja Mami mientras se dirige al sillón —siempre estaré ahí para ti, mi pequeño patito.
El niño suelta una risa cuando ella coloca sus dedos como pico de pato y simula besar su nariz.
—Y ahora, Agathion también estará aquí para ti. —dice en voz baja
Gideon no tarda en tomar entre sus manos la muñeca; la visión de aquella escena conmueve a Mami, quien sonríe ampliamente dejando de lado a su pequeño con su nueva amiga mientras ella se dirige a la cocina a buscar algo para almorzar.
Una sonrisa se dibuja en su rostro al escuchar como la tímida voz de su hijo hablando con su nuevo juguete se volvía cada vez más animada; la cálida sensación que se instala en el pecho de Mami es suficiente para que el resto del día aquella alegre expresión permanezca grabada en su rostro.
—Ya es hora de dormir patito. —dice con cierta pena Mami, interrumpiendo el juego de Gideon
El niño suelta un bostezo antes de asentir y tomar a su muñeca con una mano, extendiendo la otra hacia su madre, ella no tarda en tomarla, permitiendo que el pequeño le guíe hacia su habitación. Gideon nunca ha sido realmente un niño al que le cueste trabajo conciliar el sueño por las noches, por lo que, en cuanto su cabeza toca la almohada, Mami puede oír como su respiración se vuelve lenta y sus ojitos se cierran.
La mujer suspira y besa la frente del pequeño, acomodando un poco sus chinos traviesos que caen sobre su rostro. Mientras acomoda la cobija sobre el cuerpo de su hijo, siente una mirada clavada en ella, vuelve su vista hacía el costado del niño, donde la muñeca reposa.
Durante el día, aquellos ojos de seguridad le habían parecido la cosa más adorable, pero, estando sola de pie en la oscuridad aquella mirada vacía y penetrante realmente le resulta inquietante. Sonríe nerviosa, negando con la cabeza antes de voltearla hacia la pared, asegurándose de que el niño no terminaría teniendo miedo a su muñeca si llegará a despertar en medio de la noche.
Sale del cuarto, lista para tomar un merecido descanso frente al televisor, tal vez finalmente sería capaz de terminar aquella película que lleva meses intentando no dormirse antes del final. Para este punto, está convencida de que esta no será la noche tampoco, sus ojos empiezan a cerrarse tan pronto como toma asiento frente al televisor.
—Tengo un secreto.
Mami se despierta al escuchar la voz de un niño hablando en un susurro, sin embargo, sus ojos se vuelven a cerrar sabiendo que posiblemente fue un ruido en la que película que, nuevamente, ha llegado a su fin.
—Si tu me dices tu secreto, yo puedo compartirte el mío.
La mujer se sienta de golpe.
Esta segura de que lo que escuchó no proviene del televisor que corre los créditos, no, esa voz hueca y susurrada proviene del cuarto de su hijo.
—Esta bien, —dice Gideon —me da miedo que mami se vaya. Cada vez que lo hace, ellos vienen.
Sin pensarlo mucho, Mami se dirige al cuarto del niño sintiendo como si el pasillo que le separa de aquella habitación se alargará más y más. Tal vez una excusa para seguir escuchando o sería el temor de afrontar los miedos infantiles de su hijo.
—¿Quiénes vienen? —pregunta la voz en un murmullo
—Los niños que se ocultan en el sótano.
Mami no sabe si aquella la tranquiliza o aterra más. Claro, no hay ningún niño en el sótano y posiblemente solo sea un invento de Gideon, pero, que aquella voz continúe respondiendo le inquieta casi tanto como si realmente viera aquellos niños.
—Ya veo, no se lo diré a nadie. —promete la voz sin levantar mucho el tono —Ahora es mi turno, yo también extraño a alguien.
—¿En serio? —pregunta curioso el pequeño —¿A quien?
—No recuerdo su nombre. —responde rápidamente la voz
Mami permanece un instante en silencio e inmóvil, de pie frente a la puerta.
—¿Jugamos un juego? —dice la extraña voz con cierta burla en su voz —Si tú me das un nombre, yo te concedere un deseo.
—¿Lo que quiera? —pregunta emocionado Gideon, hablando un poco más fuerte que antes
—Sssh...
La mujer toma el pomo de la puerta, abriendo rápidamente. Su hijo permanece quieto en la cama, con la muñeca sentada frente a él.
—¿Patito?—pregunta inquieta la mujer —¿Con quién hablas?
—No lo sé. —responde el niño volviendo la vista hacia el juguete frente a él —Debo darle un nombre y me hará real.
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