Capitulo 1 - Mala suerte

“Aquí tienes, cariño.” Mi madre sonrió débilmente mientras le entregaba un par nuevo de zapatillas rojas de marca a mi hermano. “Feliz cumpleaños.”

Eran un remplazo a las desgastadas zapatillas que había estado usando los dos años anteriores. Él había crecido mucho y había tenido que mantener sus dedos doblados en las puntas de los zapatos. La única alternativa eran unas zapatillas de ir por casa, a las cuales él no tenía mucho aprecio. Aunque nunca se quejó.  Hacía unas pocas semanas que mi madre había notado que cojeaba. Después de investigar más a fondo, descubrimos que tenía los dedos ligeramente fracturados.

No me podía creer que Jakey tuviera ya diez años. Mi hermano pequeño estaba creciendo. Él era una persona pura y honesta. Se merecía más que unas zapatillas de deporte en su cumpleaños, pero eso era todo lo que podíamos permitirnos para darle. Me sentí horrible cuando no pudimos envolverlo con papel de regalo decente. Estuvimos en apuros para ahorrar dinero para pagar el alquiler de nuestro piso cada mes. Nuestro apartamento era pequeño y estaba dañado en algunas zonas pero éramos afortunados de tener un techo sobre nuestras cabezas.

Desde que mi padre murió hace cinco años, mi madre, mi hermano y yo habíamos atravesado muchas etapas del infierno. La primera etapa fue tristeza y dolor, la segunda ser expulsados de nuestra casa, la tercera fue tener no más de unos cientos en nuestra cuenta de ahorro y hacer cualquier cosa que estuviera en nuestro poder para encontrar un refugio y la cuarta, encontrar un lugar, pero teniendo que trabajar duro para mantenerlo.

Mi madre tenía que trabajar como dependienta en una clínica veterinaria. El propietario del piso, Richard, era dueño de muchas propiedades en Fleese incluyendo la clínica veterinaria y le dio trabajo a mi madre allí. Incluso como dependienta, mi madre tenía que limpiar los aseos y las heces de los animales para recibir su paga completa.

El ambiente era tan deshonesto y perverso, que mi madre se negó a dejarme trabajar, por lo tanto, yo ayudaba en el piso. Ella nos mantuvo a Jakey y a mí en el colegio hasta hacía un año. Tuvimos que renunciar porque la tarifa de nuestra escuela creció masivamente y los otros colegios eran incluso más caros. Fue un gran sacrificio pero teníamos que hacerlo.

Me retrasé en mis estudios porque estuve abandonando y volviendo a la escuela. El periodo de tiempo que mi hermano y yo tuvimos que permanecer fuera de la escuela serían un par de semanas o se alargaría alrededor de un año más o menos. Variaba con la diferente situación que tuviéramos. No pude pasar más allá de octavo grado a pesar de que ya tenía diecisiete años. Fue extremadamente embarazoso.

No pudimos pagar el alquiler del piso los tres meses pasados, por lo tanto, este mes el precio que teníamos que pagar se había triplicado. Mi madre había estado padeciendo ataques de migrañas los días pasados solo pensando sobre cómo podía llegar a esa cantidad de dinero. Le imploré que me dejara conseguir un trabajo así podría ayudar, pero como siempre, ella se negaba a escucharme. Solo deseaba que ella pudiera confiar en mí para cuidar de mi misma.

Con cuidado, Jakey, agarró sus zapatillas y las estudió antes de envolver sus brazos alrededor de mi madre. “Deben de haber costado mucho. No tenías que hacerlo.”

“Bueno, era necesario. Y solo gastamos dinero en cosas que son necesarias.” Ella depositó un beso en su frente. “Lia, ¿por qué no le cantamos cumpleaños feliz a tu hermano?”

Asentí y saqué la tarta que había estado cocinando durante toda la mañana para él. Coloqué trece velas en la sorpresa de chocolate y las encendí con una cerilla antes de que empezáramos a armonizar.

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Mi madre y yo nos pasamos el resto de la tarde en la estrecha cocina lavando los platos y reparando la fontanería. El agua siguió saliendo disparada fuera de las tuberías y nuestra ropa se mojaba constantemente por ello. Le contamos el problema a la dirección hace meses pero ellos seguían sin hacer nada sobre eso. No teníamos elección, solo arreglarlo nosotras o lidiar con eso.

“Mama… Estoy cansada de esto. ¿Puedes, por favor, dejarme obtener un trabajo en la tienda de alimentos bajo de la calle? Es bastante seguro.” Pedí, aun sabiendo exactamente cuales iban a ser sus próximas palabras.

“Hemos estado en esto cientos de veces. No te voy a dejar trabajar.” Secó el sudor de su frente con el dorso de su mano y continuó secando los platos con una pieza desgarrada de ropa.

“Tengo diecisiete, mama. Puedes confiar en que cuidaré de mi misma. Quiero ayudarte.” Suspiré, reclinándome sobre el marco de la puerta.

Ella puso el plato en la encimera con cuidado antes de caminar hacia mí. “No es en ti en quien no confío. Es en la gente que hay ahí fuera.” Dijo, sosteniéndome los brazos. Lágrimas inundaron sus nublados ojos azules mientras hablaba. Mi madre estaba muy emocional desde que mi padre había muerto. Acaba llorando a lágrima viva con las cosas más pequeñas.

Suspiré. “Está bien, mamá. Bien.” Le ofrecí consuelo mientras me acercaba y la abrazaba.

“Está bien.” Se alejó con un sollozo. “Voy a estar bien. Ves y duerme. Es tarde.”

Asentí y salí de la cocina. Pase por la habitación de Jakey y pude escuchar gruñidos. Las pesadillas eran un incidente normal por la noche desde que era un bebé.

Mi habitación era un poco más pequeña que la cocina pero era lo suficientemente espaciosa  para que cupiese una cama individual y una cómoda. Las ventanas tenían la superficie rota y el gran agujero de ratón junto a mi cama estaba cubierto con periódicos porque tenía un miedo insano a los ratones.

La puesta chirrió mientras la cerraba. Paseé hacia mi cómoda vintage y clavé los ojos en el polvoriento reflejo en el espejo. La melancolía estaba siempre presente en mis ojos, no importaba cuanto tratara de ocultarlo. Mis labios estaban secos y se habían formado grietas en la superficie.

Mi pelo oscuro había perdido sus rizos flexibles al final. Había empezado a encresparse incontrolablemente. Había descuidado mi apariencia y simplemente no me importaba lo que la gente pensaba de mi – no es que viera a gente- Raramente dejaba el piso.

Peiné mi pelo y tiré de él vigorosamente para deshacerme del horrible enredo.  Solía estar en orden y sedoso arriba y rizado al final. El daño estaba causado por el jabón del cuerpo que usaba para lavarlo. Las botellas de champú disponibles en las tiendas eran demasiado costosas para nosotros. Necesitábamos ahorrar tanto como pudiéramos.

Dejé el cepillo y me lancé en la cama. Como hacía todas las noches, mire fijamente el techo vació hasta que mis ojos se hicieron pesados. Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza. Una parte de mí se iluminó cuando uno de ellos fue Darren.

Él era mi mejor amigo. Era el único que se quedó conmigo contra viento y marea. Él nunca me ha juzgado. Siempre que necesitaba apoyo, él estaba ahí.  Desarrollé un pequeño enamoramiento con el cuando tenía catorce, pero rápidamente marchitó. Él era más como un hermano.

Darren dejó Fleese hace pocos meses para buscar mejores oportunidades de trabajo y posiblemente entrar en una universidad ya que no era muy aficionado a esta ciudad. Cualquier persona racional se sentiría de la misma forma. Mi familia y yo estaríamos fuera de Fleese también si pudiéramos pero bajo las circunstancias en las que estábamos, era imposible.

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“¿Dónde demonios está mi dinero?” Una evidente, estrepitosa voz me arrastró fuera de mi sueño. Aun adormilada por mi sueño, me acerque a mi puerta a trompicones y presioné mi oreja contra ella.

“Lo conseguiré de alguna manera, lo prometo. ¡Por favor dame una semana más!” Oí a mi madre suplicar. Esto no era uno de esos sueños.

“Como tú, tengo que vivir.” La voz del hombre disminuyó pero la vulgaridad no decreció ni una pizca. Instantáneamente supe que era Richard. Estaba aquí por el alquiler. La siguiente cosa que oí fue in fuerte golpe. Mi corazón latía con fuerza mientras abría la puerta y corría afuera hacia mi madre.

“¡Por favor déjanos en paz!” Grité, parándome enfrente de mi indefensa madre, un desesperanzador intento de protegerla. Los ojos oscuros de Richard se clavaron en mí como dardos. No mostraban simpatía. Su altura, físico rechoncho estaba cubierto en un traje de cuero de aspecto caro. Sus labios estaban ocultos bajo un grueso, antihigiénico bigote que era definitivamente vergonzoso.

Sus fornidas mejillas se hincharon. “¿Cómo he podido olvidar que tenías una hija, Georgia? ¿Cuál es tu nombre, cariño?” Lentamente se acercó a mí.

“Lia, vuelve a tu habitación ahora.” Mi madre me ordenó.

“Ah, cierto… ¡Lia! Thalia, ¿estoy en lo correcto? Tu nombre es casi tan hermoso como tú lo eres. Has crecido mucho.” Richard sonrió y sentí mi garganta cerrarse.

“Lia, ¡ve! ¡Yo puedo manejar esto!” Mi madre elevó su voz.

Me moví lejos de Richard y me planté detrás de mi madre, sosteniendo su mano.

“¿Por qué no hacemos un trato, Georgia?” Richard se encogió de hombros. “Hasta que puedas pagar tu alquiler u otras deudas, ¿por qué no haces un buen uso de tu hija y haces que ella pague por ello?”

“¿Otras deudas?” Le susurré a mi madre.

“Has oído hablar de las Baby Dolls?” Aunque no fueran visibles, pude sentir sus labrios curvándose en una sonrisa a través del grueso bigote. “Hay muchas con los hombres aquí.”

Mi madre dejó escapar un jadeo, tirando de mí más cerca de ella. “No te atreverías.” Su voz debilitaba drásticamente y empezando a perder el coraje que sentí momentos antes.

“¿Q-qué son?” Pregunté, incapaz de entender que quería decir Richard.

“Una cara bonita como esa realmente puede pagar tus deudas.” Una fuerte risa salió de Richard. Uní las piezas y concluí sobre lo que estaba hablando. Un escalofrío recorrió mi espina. “Nos das a Lia, te quedas aquí y disfrutas de unos cientos extras incluso después de pagar el alquiler y las deudas”

“¡Nunca!” Protestó mi madre. “Nos vamos entonces. ¡Nos vamos esta noche!”

“Siento decirte que no es así de fácil. No puedes solo…correr.” Golpeó su puño en la puerta y dos hombres macizos entraron. Tatuajes cubrían sus fuertes brazos y cuellos.

“Vamos, Thalia. Hazle a tu madre un favor.” Richard extendió una mano. “No necesitas tener miedo. No muerdo.”

“Mamá…” Murmuré en voz baja. Encogiéndome de miedo detrás de mi temblorosa madre.

“Te daré lo que sea. Lo que sea. Te lo suplico. Por favor no hagas esto.” Mi madre suplicó, sus palabras disolviéndose en lágrimas. “Coge lo que quieras de este piso. Incluso a mí.”

“Pero casi todo en este apartamento me pertenece. Y no creo que cualquier cliente quiera una mujer vieja.” No estaba segura si era solo yo o si de verdad hizo una mueca debajo de ese bigote. Los dos matones se rieron, obviamente pasando el tiempo de sus vidas. ¿Qué tipo de persona disfruta de la miseria de la otra gente? Estaba asqueada.

“Georgia, por favor deja de gastar mi tiempo. Tu hija parece más que dispuesta, creo que tú eres el problema.” Él se divirtió del estado de cobardía en el que me encontraba. Entonces inclinó su cabeza hacia un lado, señalando a los dos hombres que me cogieran.

“Por favor… ¡No!” Protesté mientras me aferraba al material del vestido de mi madre. Ella luchó por protegerme, arañando a los matones quienes intentaban sostenerme. Chillé cuando la empujaron al suelo.

“¡Thalia!” Su tono era vacilante, confuso.

Todo lo que pude hacer cuando noté dos fuertes manos atrapar mis brazos fue romper en un mar de lágrimas. Fui guiada fuera del piso con las mejillas húmedas, llevándome conmigo solo la desolación.

La mala suerte corría por nuestras venas. Solo cuando piensas que las cosas no pueden ir peor, lo hacen.

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