OO7.
¿Qué hice para merecer esto?
Nami pensó, envolviéndose en sus sábanas como una linda oruguita pelinaranja. Su cabeza volvía una y otra vez a ese momento del día anterior en el cual toda su dignidad se había esfumado más rápido que las entradas para el concierto de ese grupo famoso de siete chicos excesivamente guapos al cual tuvieron que agregarle una segunda fecha y que terminó haciendo un Stadium Tour... Bueno, no es que ella pensara que eran guapos, pero... Ah, sí... Claro... El sufrimiento post encuentro...
Dios, ¿Por qué a mí?
Rodó por su cama, olvidándose del grupo famoso que pronto tendría una presentación en esa premiación que no era un vil robo como los MA... Eh... bueno, volviendo sus pensamientos a aquel molesto, arrogante, irresponsable, sexy... No, no sexy. Nunca, jamás pensaría que era sexy... Se regañó mentalmente volviendo a su estado de Drama Queen.
Su reloj sonaba insistentemente y ella lo único que podía pensar era en lo horrible que sería ese día en clases. Suspiró profundo y aún envuelta en su refugio de mantas, se levantó y vagó por su casa como un espectro; ni Sadako asustaba tanto como Nami en ese instante.
Abajo, su abuelo y su madre desayunaban alegremente, preparándose para un nuevo día laboral; los miró desde el rincón, sus ojos rodeados con oscuras ojeras que delataban su falta de sueño y su respiración pesada, más terrorífica que cualquier película de terror.
¡Dios! ¡El aro! —Nojiko exclamó al verlo parada en un rincón, ganándose un quejido por parte de su madre. —Nami, me asustaste. Estás tarde para el Instituto, ven a desayunar y... ¿Aún sigues con pijama? —preguntó curiosa.
—Yo... No me siento muy bien... —Nami susurró desganada. —¿Puedo quedarme hoy?
Y el resto de mis días hasta que Monkey D. Luffy sea expulsado como sé que pasará...
Su abuelo arqueó sus cejas. Nami JAMÁS faltaba a clases; muchas veces había escondido enfermedades para ir a cumplir con sus deberes de estudiante. Incluso, había terminado contagiando a todo su salón con una enfermedad desconocida por no perder clases. Que ahora ella estuviese pidiendo faltar era extraño... Bueno, más bien normal para un chica de su edad... Mas Nami distaba mucho de aquella normalidad por lo que su madre no daba en asombro.
—Hija...
—Creo que me pegué algo... Me duele el cuerpo... Mi cabeza da vueltas... Tengo fiebre... Volvió la AH1N1, ¿Sabían? Está en Google...
Sí, algo debe haberme pegado ese... ese... Ugh...
—De acuerdo; quédate y descansa.
Su madre aceptó feliz, porque ver a su hija siendo una chica normal de su edad era más importante que su futuro académico. Nami asintió y sin ganas de recibir más preguntas, se arrastró nuevamente hasta la escalera, dejando a su hermana, madre y abuelo mirándose extrañados.
—Aw, mi bebé por fin es normal—. Su madre enjugó una lágrima solitaria de orgullo.
—Bellmere... Nuestra Nami nunca será normal, cuándo vas a aceptarlo.
—Genzo, eres un mal abuelo
—Pero sigo siendo tu padre—, y sonrió.
—¿Saben que aún sigo en el segundo escalón? Los escucho...
Nami bufó; definitivamente había algo mal en ellos... ¿Y así pedían normalidad?
~•~•~
Carrot tocó el timbre de la casa de su mejor amiga, sacudiendo su pie impaciente como la pequeña exagerada que era; su ceño estaba profundamente fruncido y su expresión de molestia empeoraba conforme esperaba que alguien se dignara a abrir la puerta.
— ¡Sé que estás ahí, Nami! ¡Tu abuelo me lo dijo!
Nami, quien esperaba que su mejor amiga perdiera el interés y se marchara, maldijo internamente a su abuelo por no poder cerrar su boca antes de abrir la puerta.
—Ya está... ¡Nami-chan!—. Entró sin ser invitada y se dirigió automáticamente al sofá, tirando su mochila y esperando que Nami se acercara. La observó fijamente; seguía usando su pijama que lo hacía parecer una de esas famosas bananas gemelas que cantaban y sus ojeras le daban un toque encantador. —Sí que te tomaste en serio lo de tus pandas y flores... Estás tan... Ugh...
—Cállate.
—El tío Genzo dijo que estabas enfermo de Google—. Rió, sabiendo que seguramente la frase que Nami le dijera a su abuelo era un busca en Google. — ¿Qué pasó?
—Nada.
—Nami, ayer hiciste que Luffy-kun volviera a clases pero tú desapareciste... ¿Segura está todo bien?
—¿Volvió a clases? —preguntó sorprendida.
—Sí, fue raro... Pero luego tú no volviste y eso fue aún más raro... Ustedes dos son tan especiales.
La Presidenta subió sus piernas y abrazó sus rodillas, sus mejillas se tiñeron de un lindo rojo ante el recuerdo y su corazón se aceleró.
Mordió su labio intentando alejar la imagen porque su interior se removía sólo con pensar en la forma en que Luffy la había tocado.
—Qué bueno que volvió...
Los ojos de la chica que lucía un lindo cabello color blanco, lo que le daba un toque tierno y angelical, se estrecharon. —Escúpelo.
—No tengo nada en mi boca.
—Nami tontia Nami... ¡TÚ!
— ¿Yo...?
— ¡NO!
—No grites.
—¡¿Acaso tú?!
—Yo... ¿Qué? —su voz sonó apenas audible, hundiéndose más en su lugar.
—Luffy-kun y Nami-chan...
—Juro que yo no quería cuando el comenzó a tocarme dije que no pero luego sí y no es que me haya gustado ni nada pero nadie nunca me había tocado de esa forma y juro que amo a Sabo y que lo que ese idiota hizo fue una reacción física que cualquiera hubiese tenido y que luego terminara tocándolo también fue por la situación y de verdad no significó nada porque no me gusta ni nunca me va a gustar y no volverá a repetirse LO JURO.
Carrot abrió su boca tanto que su mandíbula crujió; sus ojos estaban fijos en su amiga que ahora hundía su cara entre sus manos, sonrojada hasta las orejas. Había soltado una cantidad impresionante de palabras en menos de un minuto, más rápido que ese rapper que tenía todo el swag, sin comas ni puntos, dejándola mareada, pero lo suficientemente lento como para captar la idea final.
— ¡Te acostaste con Luffy!
Nami levantó su cara automáticamente ante esa acusación de la que era, técnicamente, inocente.
—¿Qué? ¡NO!... Sólo... Nos... Nos... Y entonces... Él... Ay... ¡Ayúdame!
—Espera. Deja procesarlo... Dios...
—Soy lo peor...
—No lo eres... —Carrot habló suavemente, intentando tranquilizar a su mejor amiga pero con la curiosidad quemándola. —Nami... ¿Y?
Nami frunció el ceño. — ¿Y qué?
Una carcajada interrumpió su conversación; Carrot se sostenía el estómago y se sacudía en el sofá. De todas las posibilidades que hubiese pensado, que Nami sucumbiera a los encantos de Luffy no era una muy probable.
No porque fuera feo, porque había que aceptar que Luffy tenía ese encanto de ir bajo la lluvia sin un paraguas con las chicas, pero Nami no funcionaba como todos. Nami era única en su clase... Nami tan especial... Nami era tan Nami.
Llevaba enamorada de su primo desde siempre; rechazaba citas por amar a Sabo y que dijera que había llegado más allá con Luffy era increíble. No... Era algo sacado de una novela o peor, de un fanfic.
Tosió intentando calmarse, rogando porque su mejor amiga no fuese a golpearla por estar riéndose. — ¿Y mi hermano mayor qué?
—Carrot, sabes que lo que siento por Sabo es de verdad... Monkey D. Luffy... ¿Me forzó? Bueno... ¿Es abuso si te... Gusta? —preguntó confundida, sin saber cómo catalogar aquel encuentro.
—Si te gusta y te abusa se llama sadomasoquismo, no sabía que te iban los roles... —la peliblanca rió.
—Carrot...
—Ya, lo siento... Es que... ¿Monkey D. Luffy? Es... wow...
—No volveré al Instituto... Me iré a Hokkaido con mis abuelos... Cambiaré mi nombre y me iré a un templo budista a pagar mis pecados...
Carrot rodó los ojos. —Exageras otra vez; además no tienes que repetirlo si no quieres. Y juro por mi vida que mi hermano mayor seguirá pensando que eres más virgen que mi mano izquierda.
—Carrot... —Nami puso los ojos en blanco.
—Bueno, mal ejemplo... Pero sólo ignora a Luffy, seguro él ya ni lo recuerda. Hoy estuvo súper ocupado.
—Bueno, tal vez sólo tenga que ignorarlo y hacer como que nada de lo que pasó en ese baño sucedió y...
El timbre los interrumpió y Nami frunció el ceño; odiaba cuando los vendedores llegaban a su casa y su madre no estaba; nunca había sido buena deshaciéndose de ellos y terminaba comprando muchas escobas que no necesitaba y donando dinero para la fundación Mi Casa. Carrot suspiró y se levantó, viendo que su amiga no tenía ninguna intención de salir del sofá.
—Deja, yo voy
Desapareció por el pasillo por unos minutos y Nami chasqueó la lengua ante la demora; se levantó y corrió hasta la puerta.
—Carrot, ¿Quién... Era...?
—Eh... Nami-chan... —Carrot dijo sin dejar de sonreír.
—Hey, Presidenta.
Nami palideció, su corazón latió violentamente y deseo que en ese momento apareciera Toki a joder con las líneas temporales como siempre lo hacía para que cambiara algo. Porque cualquier catástrofe era mejor a estar ahora frente al jodido Monkey D. Luffy...
—Nami... Recordé que... En mi calle está lloviendo y no entré la ropa—.
Carrot corrió a buscar sus cosas y volvió frente a los dos que seguían mirándose. Uno con cara de haber visto un fantasma y Luffy... bueno, Luffy era Luffy... No necesitaba descripción.
— ¡Nos vemos! ¡ÁNIMO!
Elevó su puño en alto para darle intención a sus palabras y salió de la casa de Nami riendo; porque nada malo podía pasar si dejaba que su amiga se soltara un poco... ¿Cierto?
JAJAJAJA Me encanta Nami es tan random
¡Mucho amor para ustedes!
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