OO6.

Habían pasado casi tres semanas desde que Monkey D. Luffy y Nami llegaran a su tratado de paz. En teoría, aquello debía hacer feliz a la pelinaranja, mas nuevamente se encontraba sentada en la cafetería del Instituto, acribillando un plato de arroz con toda su furia, al escuchar como sus compañeros hablaban de la hazaña que el legendario Monkey D. Luffy había realizado.

No supo si era cierto o no y tampoco estaba dispuesta a averiguarlo, pero fuese como fuese, escuchar que aparentemente había estado con tres chicas a la vez no le estaba agradando nada.

—Cerdo... —murmuró irritado.

—No, Nami-chan, estoy segura que es carne de res —Carrot rió, sabiendo perfectamente que su mejor amiga no hablaba de la comida, pero disfrutaba de aquel momento de enojo que la pelinaranja tenía.

—Ah, claro... Firmemos la paz dice el muy subnormal... No discutamos dice el cerdo libertino... Pero no importa... No es mi asunto... No importa que esté ensuciando el nombre de mi amado Instituto con sus horribles conductas licenciosas y... Y... Mis pandas... Mis flores...

—No entiendo ese repentino desinterés en nuestra estrella... Era más divertido antes cuando explotabas por lo que fuera que el gran Luffy-kun hiciera —Carrot habló sin dejar de sonreír.

—No sé de qué hablas.

— ¿Te rendiste con Luffy? —Soltó una suave risa al recordar a qué se refería Luffy con ese apodo.

— ¿Luffy? ¿Le tienes un apodo a ese tarado?

Carrot se encogió de hombros, fingiendo inocencia. —Olvídalo. Como sea, Nami-chan... Oh por Dios, ahí viene...

—¿Dónde? —. Se giró en busca del aludido y luego de unos segundos, abrió sus ojos sorprendida al darse cuenta de que había caído en la vil trampa de la pequeña diabla llamado Stelly Carrot.

—Oh Así que... No te importa ¿Eh?

—Olvídalo, iré a estudiar. No me gusta la forma en la que te burlas de mí, menos mal eres mi mejor amiga. Quiero tu apoyo, no que juegues conmigo a causa de ese personaje.

Se levantó de la mesa y caminó decidida a alejarse de las burlas; no le gustaba pensar en que, pese a que había sido su idea el dejar de preocuparse por el idiota Luffy, escuchar de él la indisponía más de lo que quisiera aceptar.

Es que esas semanas, la actitud de Luffy había empeorado notablemente; si antes era horriblemente desconsiderado y rebelde,  bebiendo en cada rincón del Instituto y sin contar aquel pasatiempo libertino de encontrarse sexualmente con cada una de las alumnas del lugar, ahora podía calificarse fácil como un delincuente juvenil.

~•~•~

Luffy escuchaba su muy interesante clase de matemáticas con un ánimo envidiable; sus ojos se cruzaban de tanto en tanto con la espalda de Nami y su ceño se fruncía sin poder evitarlo.

Tres semanas...

Tres semanas en las que por más que puso su cárcel-escuela de cabeza e incluso se ganó una hermosa reputación de playboy, la pelinaranja no había aparecido con su molesta voz y sus estúpidas quejas.

No le molestaba e incluso podía decir que estaba algo feliz; no tener a la Presidenta tras su espalda era hermoso. Podía hacer de las suyas sin preocupaciones, pero... ¿De verdad Nami ya no se interesaba? ¿En serio se había rendido tan fácil?

Chasqueó la lengua y se levantó de su silla, cruzando el salón con toda la decisión que sólo el protagonista de esta historia podía tener, pasando al maestro sin importarle mucho que estuvieran a mitad de la clase; cuando pasó junto a la pelinaranja, vio de soslayo como Nami intentaba con todas sus fuerzas contenerse de explotar y viendo que no iba a conseguir lo que necesitaba, rodó sus ojos antes de salir del salón; su clase de matemáticas podía irse al demonio igual que Nami.

Necesitaba relajarse, realmente odiaba estar amarrado en clases. Lo suyo no era estar sentado por horas eternas resolviendo sumas y restas... Ah, cierto... Eso era de primaria... Se preguntó hace cuánto que no prestaba atención a una clase, pero desechó aquel pensamiento rápidamente, sin ganas de pensar. Caminó directo a su baño preferido y se apoyó contra la pequeña ventana; encendiendo el cigarrillo y aspirando profundamente la sensación de libertad que estar allí despertaba en su rebelde corazón.

—Ah, paraíso de nicotina.

Su cuerpo se relajó conforme iba aspirando y sus pensamientos se alejaron de la pelinaranja por primera vez en esas tres semanas. Estaba en lo mejor de su pequeña nube tóxica, cuando la puerta se abrió de golpe.

La sensación de alivio que lo embargó lo hizo sentirse ligeramente extraño, pero de todos modos se mantuvo con su irritante sonrisa plasmada en su perfecto rostro.

Ah... Por fin...

—¡Apaga-ese-maldito-cigarro!

— Carajo... ¿Qué no tienes a alguien más a quien hincharle las jodidas pelotas, Presidenta?

Dijo irritado, pese a que en cierta parte de su cabeza, la satisfacción de ver molesta nuevamente a Nami lo hizo sentir bien. Después de tres horribles semanas, y no es que él las contara, por fin volvía a su hermosa realidad.

¿Había dicho hermosa? Horrible... Sí, eso... Horrible realidad.

—¡Que lo apagues! —dijo fríamente, lista para soltar todo el enojo contenido de esas semanas.

Lo miró. Roja de ira con sus manos empuñadas y su uniforme impecablemente ordenado; le fastidiaba tanto aquello, pero no podía quitar sus ojos de Nami. Era atrayente su forma opuesta de vivir. Tan atrayente que nublaba en parte sus pensamientos.

Se acercó lentamente, sin cortar el contacto visual con la pelinaranja y una sonrisa llena de burla curvó sus labios al ver que comenzaba a retroceder. Aquella reacción lo emocionó sobremanera.

Tonta.

Nami intentó alejarse, porque pese a que lo odiaba, no podía negar que se sentía intimidada por aquella actitud. Dio la misma cantidad de pasos hacia atrás que los que Luffy realizaba en su dirección y todo su cuerpo grito alerta; su molestia mezclada con la confusión lo hizo descuidar su entorno y su espalda chocó contra la puerta que, por la fuerza con que la había entrado, terminó rebotando y cerrándose.

Estaba acorralada y aunque quisiese gritar de enojo, sus pensamientos le recordaban aquel primer encuentro en la ducha, mofándose de su propia debilidad al no haber previsto esto.

Luffy se detuvo a una distancia prudente y llevó el cigarrillo a su boca, calándolo una última vez y tirando el filtro a los pies de Nami con una sonrisa. Su mano azotó la superficie de la puerta justo a un lado de la cabeza de Nami quien saltó sorprendida por el estruendo. Sin alejar su rostro, lanzó suavemente el humo contra el rostro de la pelinaranja, envolviéndola en una nube que la hizo toser violentamente.

—Apagado —murmuró con soberbia, divertido por la reacción de Nami.

—¡Te odio! ¡Eres un subnormal! ¡Deberían expulsarte y no permitirte entrar a ningún otro estúpido Instituto!

Escuchó los gritos en primera fila, ampliando su sonrisa. Por primera vez desde que comenzaran esa lucha, se dedicaba a analizar las facciones de la furibunda Presidenta Estudiantil que ahora tenía cara a cara.

Piel de un lindo color acanelado, facciones finas, y muy femeninas, largas pestañas que protegían sus ojos almendrados que ahora destellaban furiosos.

Era bastante linda para ser una chica irritante; y la idea que cruzó su mente lo divirtió tanto.

No podía no usar esta oportunidad para seguir molestándola hasta el infinito.

—No grites, eres irritante. Odio eso.

No mentía, de verdad odiaba ese exagerado sentido del deber que Nami demostraba. No entendía cómo una chica de su edad podía ser tan exasperante.

—¡Bien! Yo también te odio, eres irresponsable y un mal elemento para la escuela y ¡Ah!

Gritó de sorpresa cuando sintió la mano de aquel chico alzar su falda y presionar en mitad de sus piernas como si fuese algo normal. Una presión sutil que hizo tensar su cuerpo y quedar pegada al piso, incapaz de moverse. Nunca alguien había estado así de cerca, jamás alguien fue lo suficientemente bueno para aquello...

—Vaya, pensé que con esos gritos te faltaba algo entre esa linda falda.

Dijo divertido, no era ésa la razón, pero no aceptaría que realmente le había gustado esa cercanía ni que su cuerpo reaccionaba rápidamente ante la pelinaranja.

—S-Suéltame.

Nami tartamudeó haciendo reír a Luffy; la pelinaranja intentaba mantenerse digna ante esa situación y eso, sobre todas sus expectativas, lo emocionó muchísimo. Volvió a presionar su entrepierna con una sonrisa, queriendo conseguir algo más de la Presidenta.

Nami quiso morir cuando en vez de palabras, de su garganta escapó un gemido. Los ojos de Luffy brillaron ante esto, no se había esperado esa reacción y escucharla, envió una punzada de deseo hacia el sur. Ah, era tan sorprendente que su voz sonara de esa forma...

Nami llevó sus manos a su boca, cubriéndose horrorizada para evitar cualquier nuevo sonido, sus mejillas ardiendo de vergüenza.

—Hey, Presidenta, ¿Y eso qué fue?

Acercó su cuerpo un poco más mientras sentía el cuerpo de Nami debatirse entre la ambivalencia. Era tan obvio que su respuesta física lo estaba descontrolando.

—N-No me toques...

Luffy rió. — ¿No? Pero si aquí abajo estás despertando tan fácil...

Soltó una risa mientras masajeaba con suavidad una de sus piernas; la escuchó gemir otra vez y su cuerpo ardió. Lo que comenzó simplemente por molestarla estaba excitándolo bastante, y contra todo pensamiento, en verdad quiso volver a escuchar aquella voz gemir por él.

Relamió sus labios cuando sintió la cabeza de Nami caer contra su hombro, mientras era incapaz de controlar el placer que las caricias de Luffy despertaba en su cuerpo.

Era la primera vez que alguien la tocaba de esa forma, ni siquiera había dado un beso que pudiese valerse como tal y ahora era incapaz de contener los gemidos que iba arrancando el pelinegro.

—N-No... No sigas...

Sus palabras salieron entrecortadas; sintió las manos de Luffy desabrochar hábilmente el botón de su falda, deslizando la tela por sus largas piernas, lo suficiente para permitir que su mano se adentrara sin pudor entre su ropa interior, tomando aquello que despertaba dolorosamente, ansiando aquel toque del libertino.

—Lu... Luffy...

—Oh... Sí que te lo tenías bien guardado.

Bromeó al sentir como Nami desprendía un agradable calor entre sus piernas. Nami mordió su labio, su respiración se descontrolaba al ritmo que Luffy le imponía a su mano tocando ese botón que la hizo estallar de placer.

Gimió mucho más fuerte cuando Luffy se deshizo de su corbata y abrió su camisa con brusquedad; sintió la lengua del pelinegro deslizarse lentamente por la línea de su mandíbula y su única reacción fue extender su cuello.

Estaba cediendo lentamente ante el toque experto de Luffy; la succión que ahora realizaba sobre su piel, marcando y lamiendo se sumaba al frenesí con el que su cuerpo estaba siendo acariciado, provocando temblores involuntarios.

Contrólate... Aléjalo.

Su cabeza le exigía parar con aquello, pero su cuerpo reaccionaba como con vida propia.

—Más... —gimió, rindiéndose avergonzada ante su necesidad y escuchando la risa de Luffy contra su oído. Su respuesta fue simplemente acelerar.

Nami apoyó sus manos sobre los hombros de Luffy para darse firmeza, sus dedos se hundieron con fuerza en él.

—Ouch, salvaje—. Luffy bromeó, lo cierto es que aquel doloroso agarre lo calentó aún más de lo que ya estaba.

—C-Cállate...

El pelinegro tomó una de las manos de Nami, llevándola hacia su propia erección que exigía atención. Apartó su ropa y enredó los dedos de la pelinaranja en la cálida piel. Nami jadeó ante esta acción, desarrollando una imperiosa necesidad de masturbar a aquel chico que tanto odiaba.

Luffy le exigía que se hiciera cargo y ella, como siempre, iba a obedecer porque su personalidad se lo pedía.

Se dedicó a mover torpemente su mano y arqueó su espalda, gimiendo ante el contacto constante que Luffy realizaba. Sus labios se separaban en busca de aire y sin previo aviso, la lengua de Luffy irrumpió en su boca de forma salvaje, enredándose con su propia lengua, produciendo húmedos sonidos, provocándole una obscena y placentera sensación que eran el complemento perfecto a los diestros movimientos sobre su miembro.

Sentía su cuerpo arder y sin notarlo, Nami comenzó a embestir con sus caderas contra la mano de Luffy; la electricidad recorrió su columna, agolpándose en su vientre.

—No... No pares... Luffy...

Se odió por estar rogando aquello, acelerando sus propios movimientos. Su cuerpo tembló y el orgasmo la golpeó con violencia; jamás había realizado ese tipo de prácticas y ahora se estremecía mientras que su propia mano recibía el fluido blanquecino que Luffy había expulsado casi al tiempo.

Respiraba agitada y sus labios se encontraban enrojecidos por aquel beso. Luffy retiró su mano y sintió a Nami imitarlo, alejándose lo suficiente para poder ver como las mejillas de la pelinaranja ardían.

Mierda...

El chico de cabello oscuro rió, caminó hasta el lavabo y abrió la llave, enjuagándose y limpiando su cuerpo para arreglar su ropa.

Eso había sido jodidamente intenso y no iba a negar que las ganas de follársela ahí mismo no le faltaron.

Se acercó otra vez a Nami, robando un último beso de la pelinaranja que lo miró sorprendida. No era estrictamente necesario, pero sus labios seguían viéndose tan apetecibles.

—Presidenta, Nami... —dijo sonriendo con soberbia, sin dejar que sus ganas se notaran. —No deberías estar haciendo esto en la escuela—.

Rió divertido por haber utilizado las palabras que Nami repitiese una y otra vez para controlarlo.

Los ojos de Nami se abrieron con sorpresa y su boca se abrió sin emitir sonidos. Luffy se burlaba luego de haber estado así... Sintió rabia y vergüenza.

—Te... ¡Te odio Monkey D. Luffy!

Luffy rió y salió del baño; suspiró profundamente y mordió su labio, sintiéndose idiotamente feliz luego de esas semanas.

Mierda... La tonta sí que es linda...

LUFFY 🥵

¡Mucho amor para ustedes!

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