OO3.
Los ojos de Nami se mantenían fijos en los de Luffy; su lengua se deslizó por su labio suavemente y una pequeña arruga se formó en su frente ante el esfuerzo. El pelinegro jadeaba y se movía con controlada fuerza para no gastar más de la energía necesaria, sus músculos tensándose y el sudor resbalando por su piel de la forma más sexy posible y su cabello pegándose en su frente.
Mordió su labio y sus manos se presionaron con fuerza en el cuerpo del pelinegro, su respiración chocaba de tanto en tanto con la de su compañero al enfrentar sus rostros, tan cerca que sólo debía moverse unos milímetros para que el espacio desapareciera por completo.
—Diablos... —La voz de Luffy sonó en un tono grave. Jadeó agitado, tensando su mandíbula ante el inminente fin, Nami se sostuvo más fuerte todavía y conforme pasaban los minutos, su respiración se entrecortaba aún más. —Un poco más... No te sueltes...
Sólo.... Un poco.
Nami obedeció y cargó su peso contra Luffy, sus brazos rodeando el cuerpo del pelinegro, ansiosa de terminar con aquello.
— ¿Ya?
Luffy dio el último empuje de su cuerpo y su rostro quedó frente a frente a Nami, quien frunció el ceño molesta, ganándose una sonrisa de burla por parte de su nueva compañera.
—Listo, Presidenta, cien abdominales—. Se sostuvo de sus propias rodillas para observar a la pelinaranja.
—Genial —rodó los ojos—, por cierto, hueles a alcohol, la próxima vez toma un baño antes, es asqueroso que me estés respirando en la cara, cerdo.
Nami se levantó y sacudió sus rodillas para limpiarse el polvo mientras Luffy la imitaba y estiraba su cuerpo sin dejar de sonreír.
De todos sus compañeros, había terminado trabajando en pareja junto al idiota rompe reglas y la presidenta ya estaba irritada. Tal vez no hubiese sido tan terrible de no ser por el pequeño detalle de que Luffy parecía haber bebido toda la noche y ahora acarreaba un delicioso aroma a fiesta y alcohol, lo que era totalmente inadecuado, a opinión de la chica de cabello naranja.
— ¿Por qué te limpias si estamos haciendo deporte? Sí que eres tonta—. Nami lo ignoró, sin ganas de discutir como cada día de esas tortuosas dos semanas de convivencia que ya llevaba con su némesis. Monkey D. Luffy rió cuando vio el ceño de la chica fruncirse aún más.
—Señor Morgan, acabamos la última serie, ¿Puedo retirarme? —. Preguntó al maestro, pues no quedaban más de diez minutos de clases y necesitaba con urgencia quitarse el sudor del ejercicio y alejarse de ese idiota.
—Seguro, quienes hayan terminado vayan a cambiarse. Nos vemos la siguiente clase.
— ¡Ducha mixta! —Luffy gritó divertido, pasando de largo a Nami y guiñándole a una chica que lo observaba desde hacía un rato. —Eso sí, cuidado con que nuestra honorable Presidenta no vaya a sufrir un ataque —Luffy la observó por unos segundos a la distancia. —0 quizá realmente es lo que necesitas para relajarte...
Lo miró molesto, lo que menos quería era conversarle o relacionarse y él se esmeraba en hacer aún más desagradable su día en su amado Instituto con aquellas horribles bromas en doble sentido que para Nami eran lo último. No le interesaba tener algo que ver con lo que fuera que Luffy tuviese en su retorcida e irresponsable mente. Vio los rostros de sus compañeros observarla divertidos y sus mejillas tomaron un tono rojizo, odiando que los otros se dejasen llevar por aquella actitud carismática. Volvió a darle la espalda para alejarse, su paciencia desaparecía rápidamente ante el chico y como Presidenta de la Junta de Estudiantes, al menos debía mantener una imagen digna, no iba a darle en el gusto reaccionando ante sus idioteces.
—Nami, ¿Vamos? —Carrot llegó como su salvadora, con su tierna sonrisa que decía: ignóralo.
—Gracias a Dios, Carrot... Este idiota me tiene al borde de una crisis nerviosa.
Ella rodó los ojos. —Siempre estás al borde de una crisis nerviosa, no creo que Luffy sea el culpable—. Carrot rió al ver el rostro de su mejor amiga descomponerse ante sus palabras, pero agradeció que Nami no siguiera con aquel tema.
Se dirigieron hacia las duchas, hablando de por qué Monkey D. Luffy debía arder en el infierno gracias a su comportamiento licencioso, Carrot rodeó sus hombros con una sonrisa, asintiendo divertida y sin mucho más que opinar; había encontrado un especial placer en ver a su amiga descomponerse con cada acto de insubordinación que aquel estudiante transferido realizaba, eran como el ying y el yang, como agua y aceite, como... Bueno, no se llevaban y eso lo divertía más que sus tardes de dramas.
—Traidora. Pensé que entendías que las reglas debemos cumplirlas, mi mejor amiga avalando esa actitud, es insólito. Eres mi única aliada y te ríes de ese... Ese... Tonto.
—Nami-chi, relájate, ¿Sí? Sólo ignora y... Wow... Eso es... Wow...—Carrot rió con fuerza e incapaz de darle un adjetivo correcto a la escena frente a sus ojos. Sus manitos sostenían su estómago que comenzaba a doler de tanto reír. —Ni en la mejor porno, ¿Eh?
ME ESTÁS JODIENDO MALDITA SEA...
Sus ojos quedaron fijos en la imagen frente a ella; aquello de la ducha mixta había sonado como una broma pero no creyó que aquel chico realmente lo hiciera. Sin embargo, frente a ellos, Monkey. D. Luffy mantenía sus manos sobre el cuerpo de una chica, sin saber en dónde comenzaba uno y dónde terminaba el otro.
¿En qué cabeza sana y normal cabía la idea de estar teniendo sexo en la escuela?
Qué hice para merecer esto, ¿Ah?
— ¡Es una maldita escuela! —. Nami gritó, corriendo a cerrar la puerta del baño, dejando a Carrot afuera como la mejor guardaespaldas para evitar que alguien más entrara. —Sal de ahí ahora. Eres una dama, por qué estás haciendo estás cosas, Dios mío... Deberías avergonzarte... ¡Y tú! ¡SUBNORMAL!
Su voz sonó autoritaria y sus dientes de tiburón, dignos de su cargo en aquel Instituto y cuando la chica salió entre risas del lugar, envolviéndose en una toalla para correr a los casilleros como si haber sido descubierta con sus piernas enredadas en Luffy fuese algo de lo que estar orgullosa, Nami se mantuvo firme frente a Luffy, sin moverse ni un centímetro, sus ojos fulminándolo. La furia subía rápidamente por su cuerpo.
Su ojo latiendo peligrosamente fuerte y un ligero dolor de cabeza comenzando amarse en sus sienes.
Agradeció mentalmente que la ducha se interpusiera entre ambos y para no tener que ver nuevamente algo desagradable como aquel día en el baño.
— ¿Te gusta verme follar? —Luffy dijo entre risas. Todo para él era una broma en verdad y más si a eso le sumaba el rostro de aquella pelinaranja irritante que estaba al borde de un colapso nervioso.
Nami parpadeó sorprendida. — ¿Qué?
—Vamos, ¿Por qué siempre entras a interrumpir el polvo? Algo tienes con eso, estoy seguro de que te calienta mirarme mientras follo
Rió.
Ah, no... ¿Puede existir alguien tan idiota?
—Te equivocas, no me compares contigo, estúpido. Tú sucio libertinaje deberías guardarlo para tus horas libres, por qué sigues ensuciando mi Instituto con tu actitud... Eres tan asqueroso.
— ¿Tu Instituto?
Luffy chasqueó la lengua y salió de la ducha, el agua cayendo por su cuerpo y sin preocuparse de cubrirse, se acercó a ella.
Arqueó una ceja al ver como Nami se tensaba y comenzaba a mirar a su alrededor para evitar el contacto visual. Una sonrisa tiró de sus labios al notar el incipiente sonrojo en las mejillas de aquella chica.
—Cú... Cúbrete... Qué asco... —Nami tartamudeó, sus manos empuñándose a sus lados para controlar sus ganas de escapar.
—Nop. ¿Por qué debería cubrirme?
—Eres un... —Tragó saliva, le costaba concentrarse y se maldecía internamente por ello. Caer en aquel juego era lo último que debía hacer. —Un asqueroso.
Escucharlo reír la hizo enfurecer; sus ojos volaron hacia él, pero se arrepintió inmediatamente cuando las gotas que se deslizaban por su cuerpo captaron una atención indeseada al recorrer el camino que hizo desde su pecho tan bien formado, bajando lentamente hasta desaparecer justo antes de... Sacudió su cabeza para despejarse.
Cómo odiaba aquella actitud y cómo odió el hecho de que su corazón se acelerara al verlo ahí, sin pudor y totalmente confiado, exponiendo su cuerpo como si fuese algo normal andar pregonando de su gran...
No, Nami, no.
—Idiota —murmuró antes de voltearse para salir de allí, sus compañeras pronto comenzarían a llenar las duchas y ya había sacado a la chica; ya no tenía nada más que hacer, simplemente esperar a que la molesta presencia de Monkey D. Luffy desapareciera de los baños para poder usarlo con tranquilidad.
Es que Nami ni muerta compartiría el baño con aquel personaje y su enorme... Ego.
Y realmente quería irse, pero su cuerpo pareció volar dentro de una de las duchas y el agua fría la empapó tan rápido que tembló ante el cambio de temperatura. Por unos segundos, su boca se mantuvo abierta por la sorpresa.
— ¡Que haces idiota! —gritó molesta, empujando con fuerza a Luffy, pero sin lograr moverlo.
—Realmente odio que me digas idiota, Presidenta —Luffy dijo, se mantenía demasiado cerca de Nami, quien ahora intentaba salir de ese lugar desesperada ante el agua que caía sin tregua.
— ¡Estoy con ropa! —gritó molesta al sentir como su falda ahora caía pesada por el agua, pegándose a su cuerpo. Su lindo uniforme arruinado en menos de un segundo por el idiota. Su camiseta transparentándose, exponiéndolo totalmente frente a Luffy.
Humillante.
— ¿Quién te crees que eres? Deja de comportarte como un imbécil, muestra algo de respeto y...
—Me irritas—. Luffy dijo mirándola fijamente, sorprendiendo a Nami por primera vez, pues su voz no mostró burla. —Eres el ser más desagradable que he conocido, tú y tus reglas me importan una mierda, deja de imponer tu actitud de santurrona moralista y frígida. Que mi vida sea más interesante que la tuya no te da el derecho de controlarme, Presidenta.
Nami empujó con fuerza su cuerpo, logrando esta vez que Luffy se moviera; salió de la ducha, resbaló un par de veces y usando todos sus conocimientos adquiridos viendo su linda serie de patinaje, se mantuvo firme en su posición. No iba a permitir que la humillación se extendiera por más tiempo.
Si Yuri puede, yo también... No resbales, Nami...
Luffy la vio salir de los baños con el ceño fruncido, cuando se encontró totalmente solo, volvió a su tarea de quitarse el sudor de su clase de deportes y presionó su frente contra la pared de la ducha.
Respiró profundamente, bajando sus ojos hasta su entrepierna y abriendo su boca con algo de sorpresa.
Su cuerpo tenía la tan conocida molestia que sólo obtenía con lindas chicas o lindas películas de sana entretención.
Mierda, mierda, mierda. ¡Bájate!
—Calma, Luffy, no es eso lo que quieres, niño malo —dijo golpeando su creciente erección con tono paternal. Se auto convenció de que aquello simplemente había sido por haber quedado a medias con la linda chica y no por el hecho de haber tenido a escasos centímetros a la irritante Presidenta mientras su ropa se pegaba a su cuerpo.
Ah... Mierda.
Pobre Nami, va a morir algún día por culpa de Luffy
¡Mucho amor para ustedes!
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