OO13.
Tal cual las sagradas escrituras decían; el elegido llegaría y traería paz al mundo... Una carcajada escapó de sus labios; ciertamente Nami pensó en haberse leído un tomo equivocado de aquel libro de fantasía, porque si eso era cierto, no era precisamente el mesías el que llegase a su vida. Había encontrado la reencarnación del mismísimo Beelzebub en su Instituto y no el tierno bebé de sus educativos mangas.
Suspiró, intentando concentrarse en sus estudios, leyendo y releyendo su cuaderno para abstraerse de la realidad, pero sin poder sacar de su cabeza la estupidez que cometió en ese baño junto al pelinegro.
Y como si no bastara con el hecho de haber hecho... Cosas... Recordó la estúpida conversación que mantuvieron mientras sus manos recorrían el cuerpo de Luffy como toda una licenciosa.
—Ah, mi coeficiente intelectual está cayendo por culpa de ese idiota...
—En cambio, tú sólo haces que suba, Presidenta.
Saltó en su lugar cuando lo escuchó, alzó su rostro sólo para ver a Luffy sonriéndole con burla, como si con sólo esa fea y sexy sonrisa estuviese recordándole que había disfrutado como cualquiera de las feas con las que se relacionaba.
Luffy se mantenía apoyado en la mesa que estaba junto a la suya y con sus manos en sus bolsillo. Nami frunció el ceño, porque el pelinegro era un idiota, pero incluso aunque odiara admitirlo, hasta burlándose se veía atractivo.
—Idiota... ¿Qué quieres? —dijo rodando sus ojos, usando todos sus poderes de autocontrol para que su atención no se desviara del tema principal: su odio al sexópata frente a él.
—Tenemos que terminar el proyecto, Presidenta y aún nos falta la última parte, pero hay algo que no entiendo.
Nami frunció el ceño.
¿Realmente estaba aquí para hablar sobre el proyecto y no sobre la muy placentera... No, no placentera... La muy equivocada "situación" del baño?
¿Qué probabilidades existían de que, en verdad, Monkey D. Luffy estuviera mintiendo?
Primero: Era un rebelde al que expulsaron de su Instituto por ser un cerdo libertino.
Segundo: Era un idiota irrespetuoso que no estaba preocupado de sus calificaciones.
Tercero: Faltaba más a clases de lo que Ichigo hacía por estar matando Hollows... Aunque dudaba que Luffy tuviese un alma modificada para poder reemplazarlo.
Y cuarto, último, pero lo más importante: La observaba con la mejor cara de depravado que pudiera existir, y no es que Nami conociera muchos depravados porque era pseudo virginal hasta que Luffy decidió que seducirla era algo súper divertido y... El punto, es que Luffy la estaba devorando con la mirada como si se tratara de un sucio trozo de carne y Nami sintió que si no escapaba en ese momento, terminaría infartada.
—Envíamelo y te responderé las dudas por chat —respondió al fin.
—Vaya, qué dirían todos si supieran que la honorable Presidenta le está negando la ayuda a un estudiante transferido... ¡Dios! ¡Qué diría el querido Director Genzo! Quizá deba ir a dar una vuelta a su oficina.
Nami abrió su boca tanto como pudo. No podía estar cayendo tan bajo; ni siquiera Luffy podría estar usando un truco tan vil.
—¿Me estás amenazando?
—Averígualo.
—No serías capaz...
Nami maldijo internamente y de la forma más tierna que pudo existir porque lo poco que conocía de este chico, además de que su lengua hacía cosas hipnotizantes y que además tenía manos mágicas que la hacían ver realmente pandas y flores en un sólo orgas... O sea, además de que era un idiota, era que no tenía nada que perder.
—¿Entonces? ¿Qué haremos?
—Yo... Te enseñaré Lo que sea que no entiendas, voy a ayudarte.
—¡Yay! Seré tu Kazehaya.
—¿Ah? —. Nami frunció el ceño.
—Olvídalo, te falta vivir pequeña Sawako. Quizá así serías más divertida.
¿Era broma?
¿Estaba diciéndole aburrida?
¿Estaba cuestionándole el personaje principal del fanfiction más cuestionable de toda esta historia?
Y además...
¿Lo estaba comparando con la niña rara de un manga shoujo?
Pero si yo no soy rara... Y soy sociable...
Nami suspiró. —Hoy luego de clases, vamos a mi casa para poder explicarte mejor.
Luffy apoyó sus manos en la mesa de Nami, acercando su rostro.
Una de sus comisuras se alzó. —En mi casa.
—¿Qué? No... Olvídalo.
—¿Crees que el tío Genzo esté en su oficina? Me gusta hablar con él... Es tan comprensivo y...
—No iré a tu cueva de perdición.
—Mi Luffycueva principal es arte, pensé que lo tenías claro. Oh, quizá el tío Genzo podría explicarme cómo es que su nieta, siendo la Presidenta de la Junta, es una persona tan, tan, tan poco solidaria... Él merece saber qué clase de nieta tiene, ¿No?
Nami bufó irritada. —Ya, ya... Entendí. Tu casa.
Luffy salió del salón luego de conseguir su objetivo; le sonrió triunfal a Carrot que caminaba coincidentemente hacia el salón. La peliblanca arqueó una ceja y entró sin dejar de mirar por dónde se había marchado el nuevo héroe del Instituto. Al llegar a su lugar, vio a su mejor amiga vegetando sobre su mesa.
—¿Estás bien?
—¿Qué tanto puedes odiar a alguien antes de morir de tu propia amargura? —susurró sombríamente.
—Pues...
Nami apoyó su frente en su mesa, sollozando amargamente, como aquel día en que descubrió que las lechuzas sólo viven seis libros y medio. Estaba atrapada en su fulminante odio por aquella actitud salvaje que Luffy tenía y su horrible atracción —sólo sexual— que despertaba simplemente con mirarlo, relamer sus labios, sonreír, arquear sus cejas, respirar... es que Monkey D. Luffy era una maldita máquina sexual andante... y para la pequeña y tierna Nami cabeza de zanahoria, eso era algo imposible de ignorar... Y aquello la superaba.
—Carrot, cuando muera y hables en mi funeral, di cosas lindas...Oh, y toca sake de binks, pero la versión 2.0... Porque oficialmente renuncio a la vida, amiga.
Carrot carcajeó. — ¿Qué tanto más vas a ignorar el hecho de que Luffy-kun te gusta?
Nami frunció el ceño... ¿En serio su mejor amiga le tenía un apodo a su Monkey D. Luffy? — ¿Por qué le dices Luffy-kun?
—Quién sabe... Dímelo tú, lo conoces mejor.
La pequeña Carrot sonrió y movió sus cejas, porque pese a que su amiga mantuviera el secretismo más que Oda con los ships en las películas, intentara ocultar lo que fuera que hubiese sucedido, ella sabía que algo pasaba en su linda y pelinaranja cabecita obsesiva.
Porque aunque fuese difícil de creer Stelly Carrot sabía más que Varys; ya el trono de hierro querría a Carrot como consejera.
—Ah, me encantaría volver el tiempo atrás... ¿No tienes por casualidad un giratiempo? —Nami rió de su propia broma.
Carrot frunció el ceño. — ¿Un... Qué?
—Nada... —Nami rodó sus ojos ante la incompresión de su amiga.
—Wow, amiga... Eres demasiado rara...
~•~•~
Nami esperaba sentada en el sofá, con las manos sobre su regazo y su labio atrapado entre sus dientes; esperando a que Luffy volviera con lo que necesitaban, se sentía como estar en una trampa mortal.
Sus ojos volaban por toda la sala y volvían a sus manos, sin saber en verdad por qué estaba en ese estado... Bien, quizá el hecho de recordar su última visita a esa casa tampoco ayudaba.
Estaba tan nerviosa por estar a solas con Luffy, que se regañaba mentalmente por desviar sus pensamientos a algo que no fuera el maldito proyecto. Debía concentrarse, pero ahí estaba sintiendo su corazón burlarse de ella con sus latidos exageradamente rápidos.
—¿Te falta mu...cho?
Abrió la boca, Luffy volvía con las cosas en un brazo y con su otra mano sosteniendo una camiseta que, coincidentemente, no alcanzó a vestir. El pelinegro arqueó una ceja al ver el rostro de la pelinaranja teñirse de rojo.
En serio le gustaba saberse con el poder de romper la estabilidad de aquella chica.
—¿Estás bien, Presidenta?
—Yo... Sí... Qué es lo que no entiendes. Dime pronto para poder volver a casa.
Bien, la pregunta de Nami realmente tenía sentido porque habían muchas cosas que Luffy no comprendía en ese momento; pero la más importante sin dudas era ¿Por qué se volvía tan jodidamente tonto junto a Nami?
En verdad necesitaba una respuesta a aquello, pero supuso que ésa no era la pregunta que la linda pelinaranja con boca follable quería escuchar; así que dejando los cuadernos y poniendo la camiseta sobre su cuerpo bien tonificado, se sentó junto a Nami y abrió las cosas
—No las que quería abrir, tristemente.
—Bien, empecemos —Nami murmuró sin mirarlo.
—Ah, dejé algo en el cuarto.
—Ve por el.
—Pero necesito ayuda.
Nami rió amargamente; formulando un enorme "No" en su mente que no fue capaz de expresar, porque Luffy estaba tirando de ella hacia la habitación sin darle tiempo de negativas.
—No sé qué te piensas, pero...
—Olvidé que hoy no he jugado.
¿Jugar?
—Sí, Overwatch.
Nami se zafó irritada y se dispuso a irse cual diva indignada, pero Luffy la detuvo.
—Vamos, no será mucho tiempo... Siéntate ahí y observa al maestro.
—Deja de darme órdenes.
—Pensé que eso era lo tuyo, seguir órdenes, tonta —Luffy rió mientras se preparaba para jugar, se sentó en el suelo y entró en su pequeño mundo de fantasía, ignorando a la pelinaranja.
Nami frunció el ceño, había sido relegada a la posición de un mueble mientras el idiota jugaba cuando supuestamente deberían estar estudiando y terminando ese proyecto para no volver a hablar en la vida.
—Pausa eso, idiota. Vine a ayudarte a estudiar, no a verte perder el tiempo.
Luffy rió. —Presidenta, quién no sabe que es un juego online.
— ¿Y?
—No pausas, tonta.
La pelinaranja caminó hasta él, y se arrodilló junto a Luffy, observando la pantalla e intentando seguirle el ritmo a todo el bang bang pium pium boom que se estaba llevando a cabo, no entendía mucho y tampoco entendía cómo es que ese tipo podía estar escondiéndose como un vil idiota en vez de ir al frente. Estaba segura de que así no era cómo debía jugarse, pero en verdad qué iba a opinar ella...
Entonces se dio cuenta que la mandíbula de Luffy se contraía, estaba molesto por algo relacionado al juego y eso era divertido.
Porque Luffy no era de molestarse... Estiró sus dedos y trazó su mandíbula con cuidado.
—¡Mierda! —Luffy gritó sorprendido ante el toque.
—Lo siento... Es que te veías tan enojado...
Nami volvió a su posición inicial y a observar el juego, pero Luffy ya no prestaba atención. Su ceño profundamente fruncido.
Meditó la decisión más importante de su vida: Terminar su partida y lograr el maldito Master que estaba siendo escurridizo, o preocuparse de las ganas de escuchar gemir a Nami pidiéndole por más.
Y como siempre, el de abajo ganó y se encontró tirando a la pelinaranja contra el suelo y sosteniendo sus manos sobre su cabeza, muy cincuenta sombras.
—Anastasia, debería mostrarte mi cuarto secreto...
Nami rió; odiaba el encontrar divertido aquellos cambios de humor, pero era imposible no dejarse llevar por ello.
—Ya lo conocí.
—Cierto... —Luffy sonrió, acercando su rostro lo suficiente para sentir la respiración de Nami contra sus labios. —Entonces deberíamos usarlo.
Nami tragó saliva.
Había tenido más que claro, que aceptar ir a la casa de Luffy era tan estúpido como pensar que Andrew Gardfield duraría siendo spiderman, es decir... Tobey siempre iba a ser el único (Aunque Tom estaba peleando su podio) y... Como sea, tenía claro que había ido a meterse a la boca del lobo y que probablemente sus estudios quedarían olvidados.
Pensó en todo: su odio, su amor por Sabo y su nuevo descubrimiento con Luffy...
Y no haría mal experimentar antes, ¿Cierto?
Era mejor llegar con conocimiento de causa para no hacer el ridículo luego, ¿Verdad?
Era estúpido estar preguntándole a los lectores cuando en verdad ya lo tenía decidido, ¿No?
Respiró profundamente. —Christian, usemos tu cuarto.
Luffy sonrió. Había deseado esto desde el primer encuentro — literal—, todos los días; tener el permiso era como que le abrieran las puertas al paraíso.
Mejor, era como descubrir un punto WiFi cuando tus datos móviles se terminaban y no tenías plan ilimitado.
Y Monkey D. Luffy no iba a desperdiciarlo.
Me divertí mucho con este capitulo, porque bueno, resulta que me encanta Kazehaya y una de las mas grandes razones es porque no lo sé en verdad, pero estéticamente me recuerda mucho a Luffy.
¡Mucho amor para ustedes!
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